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MISIONEROS EN CAMINO: Homilias y Reflexiones para el XV Domingo del T.O. (Lucas 10, 25-37) - Ciclo C
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sábado, 10 de julio de 2010

Homilias y Reflexiones para el XV Domingo del T.O. (Lucas 10, 25-37) - Ciclo C


Publicado por Iglesia que Camina

¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

Para Jesús, en aquel entonces, prójimo era todo hombre, al margen de su color, condición social, nacionalidad o religión. Para la religión de los tiempos de Jesús, la religión del Templo y de la Ley, prójimo eran solo los miembros del pueblo de Israel. Jesús rompe esa estrecha idea de prójimo para, como diríamos hoy, “globalizarla”.

Por eso la pregunta la tendremos que hacer hoy: “¿Quién es mi prójimo hoy 2010? Creo que la mejor definición la da Benedicto XVI en su Encíclica sobre “Dios es caridad”, cuando escribe: “Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y yo pueda ayudarle.” No se trata, como añade el Papa, de un amor o de un prójimo despersonalizado en el concepto de universalidad. “Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora.” (DC n.15) Completa la idea, en este mismo número, diciendo: “La Iglesia tiene siempre el deber de interpretar cada vez esta relación entre lejanía y proximidad, con vistas a la vida práctica de sus miembros.”

Nuestro gran peligro es considerar como prójimo solo a aquellos que tenemos cerca y son de los nuestros. El resto nos resulta lejano aunque llegue a estar a poca distancia. El amor no se define por la distancia física, sino por la cercanía y la distancia del corazón. Es el corazón, no la geografía la marca las distancias entre los hombres.

El Sacerdote y el Levita, que de seguro venían de servir en el Templo, pasaron cerca, pero ellos mismos marcaron la distancia. Lo mejor cuando el amor es elitista suele ser marcar distancias, rodeos. Con fulanito no quiero encontrarme y doy la vuelta a la manzana. Con el otro no me interesa o incluso su presencia me molesta porque puede complicarme la vida y mando decir que no estoy. Como todos llevamos más prisas en el corazón que en los pies, preferimos todos evitar esos encuentros comprometedores. Jesús es muy claro, la misma distancia que existe entre nosotros y nuestro prójimo es la misma distancia que existe entre nosotros y Dios. Al fin y al cabo, como escribe Benedicto XVI, “lo que se subraya es la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad, una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia”.




¿UN CRISTIANO SIN SACRAMENTOS?

Ni pensarlo. Necesitamos de los sacramentos, pero cuál es el verdadero sacramente del cristiano. Para que nadie se escandalice y piense que estoy deformando nuestra fe cristiana, me permito citar una vez más al Papa Benedicto XVI:

“Practicar el amor hacia las viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a su esencia (habla de la Iglesia) tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio. La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra.” (DC n.22)

El Sacerdote y el Levita de seguro que venían del Templo de Jerusalén. ¿De qué les valió si luego cuando encontraron al caído en la cuneta del camino, herido y maltrecho, se dieron un rodeo para no verlo, o disimular que no lo vieron? En cambio, un pagano Samaritano tuvo ojos para verlo y él se convierte en el verdadero prójimo y, por tanto, en el verdadero cristiano.

Pareciera un atrevimiento y escándalo decir que el amor al prójimo es tan importante como el anuncio de la Palabra y los Sacramentos. La Iglesia no puede vivir sin la Palabra, pero tampoco sin el amor el prójimo. La Iglesia no puede vivir sin los Sacramentos, pero tampoco sin el amor al prójimo. El prójimo es, por tanto, algo esencial a la Iglesia, a la fe, a la salvación. Por eso Jesús cuando nos juzgue a todos, lo hará desde el vaso de agua que dimos al sediento, la ropa que dimos al desnudo, la visita que hicimos al enfermo.

La verdad que leyendo esta Carta de Benedicto XVI me vienen toda una serie de cuestionamientos sobre mi fe, a mí que precisamente me sentía tan seguro.





¿CIEGOS ANTE DIOS?

Hay muchos que creen ver a Dios y tener a Dios en el bolsillo de su corazón. Sin embargo, son incapaces de ver al hermano. “El amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios.” (Benedicto XVI)

¿Crees conocer a Dios?
Dime cuánto conoces a tu prójimo.
¿Crees ver a Dios?
Dime cuánto ves realmente a tu prójimo.
¿Crees tener fe en Dios?
Dime cuánto ves realmente a tu prójimo.
Es que Dios es invisible y sólo se hace visible en el hermano, en el prójimo.

San Juan es bien claro cuando dice que el que dice amar a Dios y no ama al hermano es “un mentiroso”. Lo cual quiere decirnos que tenemos un criterio para discernir la verdad de nuestro amor y de nuestra fe en Dios. Ese criterio es nuestra relación con el hermano, con el prójimo. Dios es invisible, pero no tanto porque se hace visible en el prójimo.

Todos andamos preguntando dónde encontrar a Dios y todos nos ponemos como unos tontos a mirar al cielo. A Dios no se le ve mirando al cielo ni mirando tan arriba. A Dios le podremos ver allí donde Él se revela y manifiesta. Lo maravilloso de Dios es que Él se manifiesta y revela en el hombre y la mujer que tenemos a nuestro lado o que vive lejos y ni siquiera conocemos, pero que nos necesita. El Papa es bien claro: “Siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los Él se refleja; mediante su Palabra; en los sacramentos, especialmente la Eucaristía.” ¿Te das cuenta de lo importantes que somos? Tan importantes como su Palabra y como su Eucaristía. Primero, se hace visible en Jesús, luego se hace visible en cada uno de los hombres y mujeres del mundo. ¿Quién es el que dice que el cristianismo es la alienación del hombre y que es preciso matar a Dios para salvar al hombre?





¿BASTA SER PIADOSO?

Cuando decidimos ser buenos lo primero que nos viene a la mente es hacer actos piadosos y están bien, nadie lo va a negar. ¿Pero son esos actos piadosos el verdadero camino para llegar a Dios? “Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al “otro”, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo “piadoso” y cumplir con mis “deberes religiosos” se marchita también la relación con Dios. Será una relación “correcta”, pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.” Esto lo dice y lo escribe el Papa a toda la Iglesia, a toda la humanidad.

A Dios nunca podremos llegar en solitario, solitos nosotros. A Dios o llegamos con los demás o no llegamos y nos quedamos en el camino. ¿Cuándo será que cambiemos nuestra espiritualidad “piadosista” por esa otra espiritualidad del “amor al hermano, al prójimo”? ¿Cuándo será que miramos tan lejos para ver si descubrimos a Dios cuando en realidad lo tenemos a nuestro lado y se nos cruza cada día en nuestro camino? Todos repetimos mucho: “Yo amo a Dios.” Ahí puede haber un gran engaño y una gran mentira. ¿No sería mejor decir “yo amo a mi prójimo”? Cada uno es como la Palabra viva de Dios, y cada uno es la Eucaristía de Dios, y cada uno es el sacramento de Dios. Hablar del amor al prójimo, de defender sus derechos, de luchar por la justicia de la dignidad humana, no es meternos en política, es sencillamente ver a Dios en cada uno de nuestros hermanos. Esta es nuestra fe. ¿Tenemos fe? Luego preguntémonos qué significa al otro para nosotros. Y ahora preguntémonos, ¿somos realmente piadosos porque rezamos muchas Ave Marías?





¿TE ATREVERÍAS A AMAR?

¿Te atreverías a amar? Piénsalo bien. El amor es paciente y lo excusa todo. ¿Cuánta capacidad tienes tú hoy de aguantar a los demás y disculparlos de sus debilidades y flaquezas? Porque amar a los demás, es excusarlos y comprenderlos en sus equivocaciones. ¿Te atreves a amar así hoy?
¿Te atreverías a amar? Piénsalo bien. El amor no es envidioso. Al contrario, goza y celebra todo lo bueno que descubre en los demás. ¿Estarías tú dispuesto hoy a hacer fiesta en tu corazón por las cosas buenas que descubres en los demás, por lo que tú no tienes y tienen los demás? ¿Te atreves a amar así hoy?
¿Te atreves a amar? Piénsalo bien. El amor no se engríe. El que ama no es un creído, un autosuficiente. Al contrario, el que ama es humilde, sencillo y noble. Es vidrio transparente. ¿Te animas a ser transparente hoy con todos, comenzando por ser transparente contigo mismo? ¿Te atreves a amar así hoy?
¿Te atreves a amar? Piénsalo bien. El amor es servicial. El que ama tiene que estar siempre al servicio de los demás. Quien no sabe servir no ha aprendido a amar. Quien no es capaz de servir, no es capaz de amar. ¿Cuál es tu espíritu de servicio hasta hoy? ¿Y qué reservas de servicialidad hay en ti aún? ¿Te atreves a amar así hoy?
¿Te atreves a amar? Piénsalo bien. El amor no busca su propio interés. Quien ama por intereses personales ya no ama. Busca hacer inversiones en el corazón de los demás. Y eso más que amor se llama negocio. Amar no puede ser un negocio sino una gratuidad. ¿Te atreves a amar así hoy?
¿Te atreves a amar? Piénsalo bien. El amor no se irrita. No se encoleriza. No se le calienta la cabeza. Al contrario, el amor es paciente, sereno y tranquilo. El corazón que ama tiene más la serenidad del lago que la violencia de las aguas torrenciales del río. ¿Estarías dispuesto a no calentarte hoy con los tuyos, por más que las cosas no te salgan bien o los demás te fallen? ¿Te atreves a amar así hoy?
¿Te atreves a amar? Piénsalo bien. El amor todo lo cree y todo lo espera. Amar es creer a los demás. Es fiarse de ellos. Es tener fe en ellos. Y además es tener esperanza en ellos. Amar es tener la capacidad de que el otro puede cambiar. Amar es tener la capacidad de creer que el otro es bueno, pero aún puede ser mejor. Amar es sentir que los demás significan mucho para nosotros. ¿Te atreves a amar así hoy?

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WebJCP | Abril 2007