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lunes, 26 de julio de 2010

África: la Iglesia acompaña 50 años de independencia


El continente cumple medio siglo de ‘sueños destrozados’
Por José Carlos Rodríguez Soto

“Sueños destrozados”. Así de claro definieron los obispos de la República Democrática del Congo el balance de los 50 años de independencia de su país, en una reciente carta pastoral en la que lamentan las “oportunidades perdidas” como consecuencia de “una visión y una práctica del poder político contrarias a los ideales de la independencia y de las sociedades democráticas” (VN, nº 2.715).
Aunque son palabras que parecen dejar poco lugar para el optimismo, no suenan fuera de lugar en un país que ha padecido los 35 años de dictadura de Mobutu, un saqueo interminable de sus recursos naturales por parte de compañías extranjeras y una sucesión de guerras que desde 1996 han dejado un reguero de cinco millones de muertos. Por si fuera poco, la celebración oficial de estas bodas de oro como nación, a finales de junio, no podía haber caído en un momento más inoportuno: tres semanas antes, el país quedó conmocionado por el asesinato de Floribert Chebeya, un prominente activista de derechos humanos muy crítico con el Gobierno, que apareció asesinado en su propio coche tras haber sido llamado a declarar la noche antes por el jefe nacional de la Policía.
R.D. Congo es uno de los 17 países africanos que celebran este año el 50º aniversario de su independencia. En 1960, además de este país, se estrenaban como nación: Camerún, Togo, Malí, Senegal, Madagascar, Somalia, Benín (entonces Dahomey), Níger, Burkina Faso (entonces Alto Volta), Costa de Marfil, Chad, República Centroafricana, República de Congo, Gabón, Nigeria y Mauritania. Aunque antes de ese año había ya en África otros diez países soberanos, fue en 1960 cuando África entró en la escena internacional con pleno derecho, como una fuerza con la que había que contar.
Cincuenta años después, sorprende poco que se hable de “sueños rotos” y “oportunidades perdidas”. A ello han contribuido dictadores y regímenes militares que se han eternizado en el poder, la dependencia de las economías africanas de monocultivos con precios muy fluctuantes en los mercados internacionales y guerras que han arrasado más de la mitad de los actuales 53 países africanos (54, si incluimos el Sáhara Occidental, reconocido por la Unión Africana).
Aunque en África hay historias de éxito como el fin del apartheid en Sudáfrica, gobernantes ejemplares como Senghor o Nyerere, avances económicos notables en países como Mozambique, Cabo Verde y Mauricio y democracias libres de corrupción como Botswana y Ghana, todos los países de África subsahariana puestos juntos (con excepción de Sudáfrica) siguen representando apenas un 1% del comercio mundial, y sus materias primas (especialmente el petróleo y muchos minerales) siguen siendo esquilmadas por potencias extranjeras.
Auge del cristianismo
La Iglesia católica ha sido uno de los protagonistas de pleno derecho durante estos últimos cincuenta años en África. Para empezar, tras la explosión de las independencias ha experimentado un crecimiento espectacular. Basta cotejar estos datos: en 1960 había en África 18 millones de católicos (de un total de 277 millones). En 2010, cuando el continente acaba de rebasar los mil millones, los católicos son –según el Anuario Estadístico de la Iglesia– 183 millones, casi el 18%. En números redondos, los cristianos de otras confesiones representan más o menos el mismo porcentaje. Los países mayoritariamente católicos son: Angola, Burundi, Cabo Verde, Guinea Ecuatorial, Gabón, R.D. Congo y Congo Brazzaville.

Benedicto XVI en Camerún
Aunque el porcentaje de católicos varía mucho de un país a otro, no es arriesgado afirmar que en África la Iglesia católica ha tenido durante estos años un gran peso social, en parte debido a que las diócesis suelen gestionar eficazmente una cantidad nada despreciable de servicios de salud, educación, promoción de la mujer, microproyectos, asistencia a los más pobres y otros. Su prestigio ha hecho que en algunos países africanos que han querido hacer una transición política se eligiera a obispos o sacerdotes para presidirla. Así ocurrió en Benín con el arzobispo De Souza o en Congo (entonces Zaire) con monseñor Monsengwo.
Como parte de la Iglesia universal, en los últimos 50 años la Iglesia africana ha vivido tres momentos álgidos: primero, la visita de Pablo VI a Kampala (Uganda) en 1969, donde dijo: “Vosotros, africanos, debéis ser misioneros de vosotros mismos… podéis y debéis tener un cristianismo africano”. Segundo, el I Sínodo Africano (Roma, 1994), que se centró en la imagen de la Iglesia como ‘Familia de Dios’, y cuyas conclusiones se plasmaron en el documento Iglesia en África, entregado por Juan Pablo II en Nairobi en 1995. Hasta la fecha, el último momento importante de Iglesia africana en su conjunto ha sido el II Sínodo Africano (Roma, 2009), cuyas discusiones giraron en torno a la paz, justicia y reconciliación.
Desafíos actuales
“La Iglesia católica ha sido herida en muchos de sus miembros y en sus estructuras y ha compartido el destino del pueblo del Congo también en sus sufrimientos”. Ésta es una de las conclusiones del mensaje de los obispos congoleños para el 50º aniversario de la independencia de su país. Pero otros mensajes episcopales han tenido un tono más positivo, seguramente porque no todos los países africanos que festejan esta efeméride han pasado por una historia tan trágica. Es el caso de Burkina Faso, cuyos obispos han animado a la población: “Aunque no todo ha sido hermoso en nuestra historia, debemos ser felices y estar orgullosos de lo que hemos construido juntos. Nos queda aún trabajar más para que dejemos un país mejor a las generaciones venideras”.

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WebJCP | Abril 2007