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MISIONEROS EN CAMINO: XIII Domingo del T.O.(Lc 9, 51-62) - Ciclo C: EN LUCHA POR LA LIBERTAD
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sábado, 26 de junio de 2010

XIII Domingo del T.O.(Lc 9, 51-62) - Ciclo C: EN LUCHA POR LA LIBERTAD



Jesús fue a Jerusalén, símbolo de (a institución religiosa, con el ánimo de enfrentarse a ella pata liberar a los hombres de un modo de entender la religión que los convertía en esclavos de Dios e incapaces para la solidaridad con los hermanos. Dio su vida para hacernos libres para el amor. Nada más y nada menos.


A ENFRENTARSE CON JERUSALEN

Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con Jerusalén.

La parte central y más larga del evangelio de Lucas (casi diez capítulos: 9,51-19,46) trata de la subida de Jesús a Jeru salén. En ella se narran los acontecimientos que sucedieron a Jesús desde el momento en que decidió ir a Jerusalén (el evangelio de hoy) hasta la expulsión de los mercaderes del templo. No es un acercamiento pacífico, sino polémico: Jesús va a enfrentarse, «a encararse», con las instituciones judías, en especial con la institución religiosa.

Cabe preguntarse por qué los evangelistas dedican tanto espacio a contarnos los conflictos de Jesús con los dirigentes de Israel. ¿A qué se debe este afán de Jesús por entrar en conflicto con las instituciones religiosas judías? ¿Cómo es posible que la ciudad que los salmos dicen que fundó el mismo Dios (Sal 187) y que los profetas anunciaron que sería el centro de atracción para todos los pueblos, sea ahora el centro de todas las acusaciones de Jesús? ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Qué representa ahora Jerusalén?

Las razones de este enfrentamiento que acabará con la muerte de Jesús, las expone Lucas a través de la narración de los acontecimientos que se van sucediendo y de los temas que Jesús trata en su enseñanza a lo largo de este viaje.

El centro del viaje está ocupado por el lamento-denuncia que Jesús denuncia a Jerusalén cuando unos fariseos le sugieren que se vuelva, pues Herodes quiere matarlo. «Jesusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!» (Lc 13,34); esta denuncia está incluida entre dos sectores del evangelio que tratan acerca de la relación entre la Ley de Moisés y el reino de Dios (13, 10-17M 14m 1-6), y al mismo tiempo, todo el viaje está incluido en otras dos secciones en las que también se trata el tema de la ley 10, 25-37, la parábola del buen samaritano, que muestra cómo los cumplidores de la ley no se sienten obligados a amar al prójimo y 10,18-30, el episodio del rico observante, que muestra cómo es posible cumplir toda la ley y ser adorador del Dinero y, por eso, negarse a seguir a Jesús. Este es el motivo principal del enfrentamiento de Jesús con la religión judía; esto es lo que significa Jerusalén: el modo de entender la relación del hombre con Dios, lo mantiene en una permanente minoría de edad y hace que el hombre tenga para el hombre menos importancia que un burro o un buey (Lc 10,5).



VOCACION DE LIBERTAD

Para que seamos libres nos liberó el Mesías; con que manteneos firmes y no os dejéis atar de nuevo al yugo de la esclavitud...

A vosotros hermanos, os han llamado a la libertad; solamente que esa libertad no dé pie a los bajos instintos. Al contrario, que el amor os tenga al servicio de los demás...



Pablo era fariseo, esclavo de la ley, hasta que Jesús lo tiró del caballo en el camino de Damasco (Hch 9,1-9) y descubrió el gozo de la libertad; desde entonces se dedicó a anunciar el mensaje de Jesús, expresando con apasionada claridad su carácter liberador.

Según la segunda lectura de hoy, la vocación cristiana es una llamada a la virtud o a la perfección, es una invitación a la libertad, y para eso, para que los hombres pudiéramos responder a esa invitación, subió a Jerusalén, se enfrentó con la institución judía, se jugó la vida y la perdió, y de tal modo esto es así, que si alguien intenta volver la vista atrás y pretende someterse o someter a otros a la ley está haciendo inútil la muerte del Mesías (Gál 2,21; véase comentario núm. 39).

La ley para Pablo mantiene al hombre en minoría de edad (Gál 3,24), y sólo liberándose de ella el hombre puede llegar a ser hijo de Dios (Gál 4,5) por medio del Espíritu (Gál 4,6; Rom 8,15-17), que es incompatible con la ley, pues «donde hay Espíritu del Señor hay libertad» (2 Cor 3,17).

Por supuesto que libertad no es lo mismo que libertinaje. Pablo ya tiene esto al descubrir el cauce por el que la libertad se deberá desarrollar: el amor. Y el que ama de verdad, nunca podrá ser considerado un libertino. El hombre libre de la ley tiene capacidad para profundizar, por medio del amor, en el camino de la libertad que conduce a la vida y la paz (Rom 8,6); el que ama, guiado por el Espíritu, nunca realizará «los deseos de la carne», nunca se dejará dominar por los «bajos instintos» que consisten precisamente en la fuerza contraria al amor, contraria al Espíritu y, por tanto, a la libertad; son el impulso que nos lleva a actuar de tal manera que rompamos la armonía en las relaciones humanas: la falta de respeto a la dignidad y libertad de los demás (en el terreno de la sexualidad y en todos los terrenos); los bajos instintos «tienden a la muerte; el Espíritu, en cambio, a la vida y la paz» (Rom 8,6), y en especial a la «codicia, que es una idolatría» (Col 3,5); en una palabra : son el libertinaje «las pasiones pecaminosas que atiza la ley» (Rom 7,5)

Por eso se enfrentó Jesús a Jerusalén, a la ley; para liberarnos de ella dio su vida. ¿Estamos seguros de que en la Iglesia de Jesús no nos hemos dejado "atar de nuevo al yugo de la esclavitud", a la esclavitud de la ley?

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WebJCP | Abril 2007