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jueves, 24 de junio de 2010

LA HOMILÍA MÁS JOVEN: EL HOMBRE, ÚNICO ANIMAL CAPAZ DE COMPROMETERSE


XIII Domingo del T.O.(Lc 9, 51-62) - Ciclo C
Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Si siempre se ha apreciado la libertad corporal y un castigo antiquísimo ha sido su pérdida, hoy en día se tiene enorme miedo y horror, al solo imaginar que se pueda perder incluso en sus aspectos espirituales, por ejemplo de convivencia. Yo quisiera, mis queridos jóvenes lectores, que observaseis que quien proclama estos principios, generalmente, lo que defiende, es el poder vivir según los antojos del momento. O, dicho de otra manera, ser esclavo de sí mismo, entregado a sus apetencias más primarias y a sus instintos más bajos.

Vivir en libertad, exige optar en ciertos momentos y toda opción supone una renuncia. Quien mucho abarca, poco aprieta, dice el refrán. Quien quiere abarcarlo todo, se queda sin nada, se podría afirmar.

2.- Hay máquinas que se encargan a un ingeniero proyectista y salen de fábrica aptas para una sola utilidad. Siempre funcionaran de acuerdo a unas rutinas, hasta que el desgaste las destine a un vertedero, aptas solo para el reciclaje. Algunos creen que ocurre así al que se compromete, sea con Dios o con las personas. Creo que fue Julián Marías, quien dijo que el supremo acto de libertad, es el voto de obediencia. Y si no lo dijo él, fuera quien fuera, yo también estoy convencido de ello. La libertad comprometida, convierte la vida en un deporte de aventura, no exento de riesgos, como gusta al hombre de hoy. Si uno firma un documento que compromete la propiedad de su vivienda, la de unos terrenos o la de un vehículo, se sirva o no de ellos, estará siempre obligado a los gastos de mantenimiento, a las correspondientes cargas fiscales y a las responsabilidades civiles o criminales que se deriven. Comprometerse con Dios, comprometerse en el matrimonio, comprometerse en la vida religiosa o en el sacerdocio, no tiene punto de comparación. Os hablo por experiencia. Me ordené sacerdote, me comprometí así en la Iglesia, al día siguiente de cumplir 23 años. Cualquier psicólogo o antropólogo, las profesiones que aparentemente gozan hoy de más prestigio, declararía que fue grave imprudencia. Ciertamente que yo no sabría lo que me esperaba. Aquí está la gracia. Someterse a un régimen de trabajo monótono, una actividad en cadena de producción, con un sueldo establecido y sus correspondientes aumentos programados, en la más prestigiosa multinacional, condenan al individuo al ostracismo y al hastío. Dejarse conducir por el Espíritu es el más apasionado viaje existencial, conociendo de continuo nuevos aspectos, nuevas personas, nuevas sensaciones.

No hay que negar que supongan de continuo luchas internas y posibles transitorias depresiones. El más prestigioso deportista sabe que una simple infección benigna, puede arruinar de momento, su ascenso en el ranking mundial, pero si es competente y tiene coraje, no abandonará nuevos intentos. Si esto ocurre en el terreno del deporte ¿qué no pasará en el de la vida? Porque a un tenista de categoría, que ha sufrido un accidente que inutiliza una de sus extremidades, no se le puede decir que se pase al campo profesional del fútbol. Pero ¿Cuántas personas se iniciaron por un camino y Dios los condujo por otro hasta la santidad? Leyendo estos días la historia de Lolo, el periodista recientemente inscrito en la lista de los beatos de la Iglesia Católica, uno se da cuenta de que nunca pudo imaginar, cuando escogió la Acción Católica, o la profesión de periodista, que un día sería exaltado por su tenacidad, esperanza y alegría, al sufrir una enfermedad que ignoraba totalmente, pero que ocultamente ya portaba.

3.- El gran Elías es un poco condescendiente con Eliseo, al que va a convertir en su sucesor, por orden divina. Jesús es más exigente. Tiene Él clara una escala de valores, algo que hoy tanto se olvida e ignora. Debemos recordar que, con frecuencia, contra toda manera de obrar sensata, hoy diríamos contra todo comportamiento de buen burgués, exige el Señor un seguimiento inmediato y radical.

4.- Todas las sentencias del fragmento del evangelio que proclamamos en la misa de hoy, son interesantes e importantes, pero me gustaría, mis queridos jóvenes lectores, que se os clavara como un rejón, la última. Todo aquel que toma el arado y mira atrás, no es apto para el Reino de los cielos. La escuché por primera vez recordada por un maestro espiritual, lo recuerdo muy bien, allá por la década de los cincuenta. Yo había visto todavía a labradores empuñando un arado semejante a los que se utilizaban en la época de Jesús. No en vano los agricultores los conocían como rejas romanas. Ya no se utilizan ahora. Tal vez el Señor os diría a vosotros: aquel que coge en sus manos la manguera de bombero, avanzando hacia el bosque que arde y miedoso e indeciso, se vuelve y se para a mirar al pueblo de donde salió, no es digno misionero. Toda aquella que estudia una carrera humanística, ilusionada por servir al Tercer Mundo y en cuanto consigue el título y efectúa las primeras prácticas, piensa y duda si quedarse unos años ejerciendo un empleo burocrático próximo a su casa, no es digna de entrar en el equipo de las compañeras de Jesús, como lo fueron María, la de Magdala, María la de Salome y tantas otras que en la vida histórica de Jesús, se comprometieron arriesgadamente en su amistad.

Quisiera, mis queridos jóvenes lectores, que salierais hoy de misa, con la firme decisión de apuntaros en el club del Señor, con el firme propósito de entrenaros y competir en el deporte cristiano de la santidad. Os espera una fascinante felicidad, no una satisfacción cualquiera, que ningún cacharrito que podáis tener, por avanzada que sea su tecnología, os podrá conceder.

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WebJCP | Abril 2007