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martes, 8 de junio de 2010

Justicia y pobreza

Por Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, S.D.B.
Publicado por Religion Digital

A primera vista puede parecer un poco extraño el título de esta charla. Parece que no hay mucho que decir. Sin embargo vale la pena hacerlo. Somos personas del milenio anterior, del siglo pasado, que asumimos la responsabilidad indelegable de pensar el futuro así sea poco el tiempo que vayamos a vivir en él. Si no tomamos la decisión de pensar y de decidir con claridad sobre estos temas que preocupan en la tarea de diseñar el futuro, quedaremos en deuda con quienes vienen detrás de nosotros, con los hijos y con los nietos que podrán pensar en la desgracia de haber sido antecedidos por unas generaciones incapaces de mirar con solidaridad, claridad y desprendimiento hacia el horizonte que haga posible pasar con eficiencia del mundo que tenemos hacia el mundo que deseamos.

Esta afirmación va acompañada de optimismo, es cierto, pero ello no está prohibido. Por lo común se ha dicho que la juventud es la época de los sueños y la vida adulta la de las realizaciones. Pues bien: esto hay que cambiarlo ya que estamos de nuevo todos invitados a soñar y a realizar.
Si algo positivo trae la “cultura de la “globalización “ aún no configurada plenamente, es que un sueño solamente es válido cuando se realiza con los hechos. Pero para ello hay que derrotar el individualismo que corroe y que es el signo negativo de los tiempos que vivimos.

Los que pensamos en de las “MÚLTIPLES opciones de “globalización” debemos interrogarnos por una serie de síntomas preocupantes que comienzan a pedir respuestas claras. Y esto lo digo no solamente por la última crisis financiera.

El empobrecimiento creciente y la exclusión causados por un modelo de desarrollo que genera una injusta distribución de las riquezas, un aumento de la dependencia, que exige el pago de una onerosa deuda externa y a nivel interno crea una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres.

-- Crisis políticas y democracias frágiles permeadas por la corrupción, con sistemas de gobiernos representativos que parecieran conformarse sólo con convocar a los ciudadanos a elecciones periódicas.

-- Incremento de los niveles de violencia e inseguridad ciudadanas; preocupante aumento del desempleo, empleos precarios y debilidad de programas sociales.

-- El fenómeno migratorio, de desplazamientos internos y de refugio. La mayoría migra por razones de índole económica, pero también se dan desplazamientos forzados por violencia, lo que genera graves crisis humanitarias. En relación a este tema constatamos también, el grave problema del tráfico de personas, incluso de niños, niñas y adolescentes para el comercio sexual y la explotación laboral y tráfico de órganos.

-- El narcotráfico se incrementa en la mayoría de países con efectos perversos como incentivo del consumo en la población juvenil e infantil, el sostenimiento de la violencia organizada, el surgimiento de pandillas y el aumento de la corrupción.

-- Las limitaciones para acceder al sistema de justicia de grandes sectores de la población y la impunidad de delitos, sobre todo aquellos ligados a la corrupción.

-- Los problemas de discriminación de las poblaciones pobres, indígenas y afroamericanas, especialmente mujeres, es una tarea pendiente para la construcción de una verdadera democracia en la región.

-- Junto a lo anterior, constatamos que pese a la fragilidad de nuestras democracias, éstas siguen siendo el mejor sistema para la protección de los derechos humanos, para la lucha contra la impunidad y para la defensa de los derechos económicos, sociales y culturales y de los derechos de los pueblos.

RECUPERAR LO FUNDAMENTAL

Sin duda alguna la pregunta fundamental es la de preocuparse por el lugar que ocupa el ser humano en esas variadas formas de globalización .

Se corre el riesgo de estar ahondando una “Brecha insuperable“entre ricos y pobres, ya no a través de la antropología sino a través de la economía y de la cultura que con ella interacciona no solo en el nivel de las relaciones entre individuos sino –lo que es más grave – entre las diversas sociedades.

Y por favor no crean ustedes que estoy mirando hacia atrás. Los migrantes forzados son el ejemplo de esta pobreza aplastante que ya no es posible ocultar, porque son los excluidos totales que han perdido aún el derecho a un territorio. Basta mirar a diario los periódicos o los noticieros para enterarse de miles de personas que arriesgan sus vidas para buscar lugares más propicios a la supervivencia .Lo hacen porque no tienen ya nada que perder.

Tampoco puedo ignorar que por las mismas causas avanza indetenible la migración interna de pobres en nuestro continente, entre nuestros países, hacia los cinturones de pobreza de nuestras capitales y ciudades intermedias en donde sustituyen la desesperanza de una pobreza real por el espejismo transitorio de una esperanza aún más terrible.

EL VALOR DE LA PERSONA HUMANA

Y en este prolegómeno de la “Justicia y la Pobreza “me detengo a pensar en el puesto de la persona humana. Lo hago porque los valores como el de la justicia son valores que se encarnan en la persona y anti valores como el de la pobreza se dan también encarnados en esa misma persona. Y se encarnan en ella por ser el eje sobre el cual gira todo y debemos reconocer que las civilizaciones en el pasado fueron y las del futuro serán según lo que pensaron y piensen y realicen de y por la persona humana.

Desde hace muchas décadas un informe de las Naciones Unidas publicado bajo el título de “Ser Más”, advertía de una posible ruptura en el interior de la categoría “Ser Humano” . Creo que estamos en el borde de ese abismo.

Desde la Iglesia hemos intentado llamar la atención a nosotros mismos y a las sociedades sobre la “ Brecha entre Ricos y Pobres “ y si bien hemos logrado con otros liderazgos mundialmente reconocidos mover algunas conciencias de personas y de organizaciones no gubernamentales, debo reconocer que no hemos logrado aún mover los Estados y las grandes organizaciones rectoras de la sociedad internacional en la tarea de darle sentido al desarrollo del mundo convenciéndose que el “desarrollo sostenible” es básicamente aquel en el cual podamos sobrevivir con dignidad todos los que habitamos esta tierra que debería ser de “promisión” Basta recordar la última reunión realizada en Roma de la organización especializada en el combate del hambre a nombre de todos los países del mundo en el “Programa Mundial de Alimentos” y del costo de los banquetes inaugural y de clausura que acompañaron la tristeza de reconocerse incapaces de hacer algo que nos permita “alimentar” alguna esperanza. De nada nos sirve jugar con la estadística y felicitarnos por los frágiles éxitos de los números absolutos y del fracaso evidente de los “relativos”. En cambio, un par de meses después hay todos los billones del mundo para salvar el dinero y el mercado. ¿Dónde queda la persona humana?

AQUÍ SE TRATA DE IR MAS ALLÀ.

Se trata de ir más allá de aquellos que piensan en la “Parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro “aplicando la metodología perversa de quienes se niegan a colocar asientos para aumentar el número de comensales y hablan en cambio del imperativo de que Epulón coma más y mejor, con la certeza de que aumentará también el número y la calidad de las migajas que podrán ser recogidas por los “pobres Lázaros” del subdesarrollo, de la indigencia y de la exclusión. Son aquellos que tienen comida de sobra y tan solo dejan para los demás las sobras de su comida.

Cuando frente a circunstancias de orden público en donde se dan grandes pérdidas materiales, cuando en circunstancias que tienen que ver con la corrupción y la sustracción de dineros públicos cuando en fin se extravían recursos significativos, el discurso es que se han visto lamentablemente afectados los dineros que se tenían previstos para aliviar o resolver los problemas de los pobres, quienes deberán prolongar su espera por una justicia que no llega.

Hay quienes desde el poder roban y pagan los menesterosos .Las ganancias se privatizan mientras se socializan las pérdidas.

Por eso estoy convencido de que todo “modelo de sociedad y toda aspiración a una “sociedad modelo” han de tener claridad sobre el puesto que ocupa el ser humano en su diseño, si se quiere aspirar a un desarrollo verdaderamente humano y a un bien común universal.
No en vano hablamos de Estado Social de Derecho al que, a mi juicio, debe corresponder una Economía Social de Mercado que se lleva a cabo a través de un Modelo Social de Desarrollo.

EN EL UMBRAL DE LAS NECESIDADES BASICAS

En segundo lugar es necesario reordenar las tareas del Estado y por tanto de la política si se quiere optar por la justicia y la superación de la pobreza.
Para esto no se necesita demasiada teoría ya que lo que hay que hacer es actuar para la satisfacción de las necesidades básicas activas o pasivas que son la base de lo que denominamos “Bien Común” que hace parte de todos los discursos de quienes en la política piden una oportunidad para “servir” y que lamentablemente en muchos casos termina siendo una posibilidad para “servirse”.

La nueva generación de quienes aspiran a los liderazgos en los pueblos y en el mundo debe comprender que la realización de la justicia necesita comprometerse con la superación de la pobreza.

La justicia superando los desafíos que le plantea la pobreza ayudará a sobrepasar esa antinomia perversa de quienes oponen “Calidad de Vida” a “Cantidad de Vida” que en un sano humanismo son complementarias.

Siempre habrá duda entre la calidad de vida que reclaman los pudientes, que normalmente la identifican en los niveles de consumo de lo inútil y de lo superfluo , mientras existan incertidumbres en la supervivencia de personas que están a nuestro alrededor, a pueblos enteros que no pueden sobrevivir porque no pueden pagar los centavos que cuesta una vacuna.

Esas necesidades básicas cuya satisfacción da fundamento a la justicia son de todos conocidas .Hay necesidades básicas que son pasivas y frente a ellas el Estado no puede dejar de ser asistencialista porque debe suplir en aquellos casos en donde no haya logrado poner en movimiento la participación y cooperación de cada uno de los necesitados. Esas necesidades son la comida, la salud, el vestido y la vivienda. De ellas depende la vida y deberían por tanto ser el inicio del examen de la conciencia política del Estado y de la conciencia social de la comunidad. Ellas son el fundamento de la justicia y el primer paso desde el cual se comienza a vencer la pobreza.
Los políticos entienden de esto. Si revisamos las plataformas de todos los partidos que aspiran a recibir el encargo de dirigir las sociedades estos cuatro desafíos no faltarán. Hacen parte de los enunciados constitucionales de todas las naciones en cuanto a la defensa de la vida. Y esta no se da en abstracto sino en concreto ya que el Estado debe impedir que nos maten pero al tiempo debe hacer todo lo posible para que sobrevivamos y vivamos dignamente.

Se protesta por la violencia en el mundo; se creó una Corte Internacional para castigar genocidios y abusos contra el Derecho Internacional Humanitario. Pero está demostrado que las muertes del hambre superan a las que causan las ametralladoras y los Campos de Concentración antiguos o modernos: los campos de hacinamiento de migrantes o los Ghetos de minorías donde seres humanos de segunda clase nos ven transitar satisfechos por la vida pero llenos de temor por la inseguridad que inevitablemente causará la “subversión de la Pobreza” promovida por quienes se niegan a perecer sin hacer algún esfuerzo por sobre vivir en una sociedad globalizada que en lugar de generar empleos los sacrifica sin aceptar la evidencia que cada empleo sacrificado es una familia condenada a la muerte.

Los deberes del Estado son los derechos del ciudadano y pareciera que el Estado está fracasando en esa tarea de conservar y de promover la vida, la nutrición, la salud y la vivienda. Debemos colaborar para impedir este fracaso. Lo estamos haciendo con la acción subsidiaria de la Sociedad Civil, de las Organizaciones no Gubernamentales, de la Fundaciones y de la Comunidades organizadas que no han aceptado corromper sus objetivos y de aquellos partidos políticos que luego de haber reconocido y en algunos casos pagado sus errores comienzan a retomar la tarea de orientar la vida comunitaria en torno a la realización del Bien Común.

NECESIDADES BASICAS Y PROTAGONISMO.

Pero también debemos hablar de las dos necesidades básicas activas que promueven la participación de todos y de cada uno de los ciudadanos, los pobres inclusive a través de la “educación y capacitación” y de la “generación” de empleos donde cada quien pueda desarrollar todo el trabajo que lleva adentro y aquel que ha logrado perfeccionar a través de la capacitación y convertirse así en co-protagonista de su propio destino.

Generar una sociedad que avance en el conocimiento exige poner en marcha una sociedad en la cual el ser humano pueda trabajar a sus anchas y sentirse co –creador de la sociedad donde habita.
Hay que superar el analfabetismo, es cierto; solo los millonarios o los nuevos ricos pueden permitirse ser analfabetos. Pero un pobre sin capacitación y sin empleo ya está condenado de antemano a ser víctima de un destino que no merece.

Claro que son importantes los avances de la ciencia en todas sus dimensiones; de la tecnología en todas sus manifestaciones. Pero hay que definir y redefinir prioridades pues “todos” estamos convocados al bienestar. La maravilla de los avances que nos deslumbran deben servir para inaugurar un verdadero “reino de justicia , de solidaridad y de paz”.

Jacques Attali en su libro “Breve Historia del Futuro” nos llama la atención para que impidamos que por falta de justicia y por no superar el hambre nos encontremos en una lucha implacable entre los sedentarios de la ciudad y los nómades que a ella llegarán saqueando para sobrevivir. El mañana, afirma él, depende de cómo entendamos que todos los instrumentos creados y que tenemos a disposición han de estar orientados a crear justicia en la supervivencia para que así mismo sobreviva la justicia.

ENTRE EL TEMOR Y LA ESPERANZA

Vivimos entre el temor y la esperanza pero tengo la certeza que todavía no es demasiado tarde.
Debemos hacer un alto importante en el camino para definir:
“Qué Somos”
“para donde vamos”,
“con quién vamos”
Hay que recuperar la humildad de preguntarnos pero también el valor de respondernos con honrada audacia.

Vale la pena recordar los enunciados de la Revolución Francesa que inauguró la sociedad democrática en la que vivimos. Pero también debemos hacer una serie de precisiones que son indispensables.
Nadie dijo que lo primero y único a desarrollar fuera la libertad y que una vez lograda habría tiempo para la igualdad como pensó el liberalismo desde entonces. Tampoco es cierto lo que desde el marxismo se afirmó que realizada la igualdad seríamos verdaderamente libres y fraternos Estos dos sistemas mostraron desiguales resultados algunos verdaderamente nefastos o al menos preocupantes.
Hoy se intenta desde la Solidaridad recomenzar un proceso que sin negar la energía del mercado, abra caminos ciertos a la libertad; en donde no se olvide que si lo que se busca es la justicia debe haber una simetría total entre los derechos y los deberes. Sé muy bien que esto no es popular afirmarlo en una sociedad donde algunos luchan por convencer a otros que ellos no “tienen límites” pero tienen el atrevimiento de reclamar “permisividad” para sí y servidumbre para los otros.

Quien reclama el derecho a ser libre ha de reconocer que tiene el deber de luchar por la libertad de los demás y que al tener éxito esas libertades logradas limitarán la propia y los llevarán a negociar los límites de su libertad con su comunidad creando nuevas leyes obedecidas por todos.
Desde la Solidaridad comprendemos que la igualdad solo se realiza en la “Equidad”, y que ésta refleja el esplendor de la justicia. Por eso deseamos la globalización a partir de la solidaridad que pide que no sea el ser humano para la globalización si no ella para el ser humano.
Por eso creo que no es demasiado tarde porque estamos en capacidad de darle un buen inicio a una globalización que aún puede redefinir sus rumbos y sus objetivos.

Hace unos cuantos días releía ese informe de Muhammad Yunus – premio nobel de paz – titulado “un Mundo sin Pobreza”.

Este hombre llamado el “ Banquero de los Pobres “ ha ideado y puesto en marcha un sistema de microcrédito sin garantía, a diferencia de los “Ninja” (que en el argot bancario americano significa no income, no job, no assets). para desterrar la plaga de la pobreza mundial .

Es un sueño, es cierto, pero es un sueño con los ojos abiertos y orientado a que esta plaga de la pobreza desaparezca porque, en sus palabras, “es tiempo que la visión de un mundo en el cual la pobreza sea solamente un recuerdo del pasado se transforme en realidad” .

Estoy convencido que cuando a uno se le envejece la mente deja de soñar y se vuelve recalcitrante frente a los cambios. La vejez no es cuestión de años. Un amigo mío y yo sostenemos que hay jóvenes de años y otros que somos “jóvenes llenos de años” pero jóvenes reales porque no hemos renunciado a soñar. Hay que soñar. La juventud del espíritu no es renunciable. Por eso como dice Yunus: “al inicio de un mundo mejor está la imaginación “. Valdría la pena estudiar los 19 propósitos de las cosas que hay que superar y las situaciones que deben desaparecer. Esos 19 objetivos se refieren a la concreción de la justicia y a la desaparición de la pobreza que encontrarán en forma de relato puesto en el “museo de lo incomprensible” de los siglos pasados.

Las generaciones por venir no van a comprender que pasados más de dos milenios de establecer metas ciertas a un nuevo humanismo todavía haya pobreza, hambre, desarraigo y exclusión es decir el imperio de la injusticia vigente.

Yunus nos invita a superar estas lacras y a llevarlas como relato a ese “museo”, para mostrar que por fin aceptamos el reto y supimos responder a él y que fuimos capaces de lograr un verdadero salto cualitativo para construir una sociedad más humana.

LA URGENTE NECESIDAD DE SOÑAR

Me molesta un mundo sin sueños y sin ideales. Me duele que haya juventud hastiada de vivir y refugiada en las patologías sociales de la drogadicción y de la violencia. Me molesta la aversión de aquellos adultos ávidos tan sólo de satisfacciones, hedonistas y satisfechos, convencidos que también son impotentes para colaborar en la transformación del mundo.

No olvido una lectura de Goethe que recordaba en una de sus novelas un mausoleo en donde estaba grabado el siguiente pensamiento:“ Acuérdate de vivir “.

Y vivir, amigos, no es otra cosa que comprometerse con la realización de la justicia y con ella de la libertad y de la paz que nos abrirán de par en par las puertas de la felicidad que merecemos aquí y en la vida eterna y que hemos de dejar como testimonio y herencia para quienes habiten el mañana del hoy que estamos construyendo.

No nos debe amedrentar la situación presente de injusticia y deshumanización que estamos viviendo. Hay que avanzar y tener la certeza que siempre el primer paso es el inicio de un camino. Es cierto que es dura la realidad de quienes nos advierten que el 20 % de la población mundial se apropia del 80 % del PIB mundial y que ese mismo 20 % consume el 80 % de los recursos mundiales. Estos datos son desoladores si no estamos dispuestos a hacer nada; son desafiantes si aceptamos el reto de cambiarlos para lograr una sociedad en donde el desarrollo sea verdaderamente sostenible y humano.

REALIZAR LA JUSTICIA

Pero creo indispensable que recordemos que la realización de la justicia y la lucha contra el hambre no se dan tan solo en el terreno de lo macroeconómico; es importante entender que también ha de efectuarse un trabajo igualmente profundo, hábil y constante en el terreno de lo micro económico que es donde habitan quienes padecen injusticia y son permanentemente vapuleados por el hambre.

Yo agradezco profundamente la oportunidad de pensar ante ustedes en voz alta.
Nos urge reeducarnos en Cristianismo, en Humanidad. Pienso que amar al prójimo requiere el amor a Dios y que a medida que esos amores crezcan se alimentaran el uno al otro y crecerán juntos necesitándose mutuamente.

Mi oficio es predicar el que lo uno no se da sin la presencia de lo otro y recordar lo que la sabiduría popular nos dice al afirmar que “obras son amores y no buenas razones” .Me gusta pensar y recordar que “quien no practica la justicia no es de Dios y tampoco lo es quien no ama a su prójimo” ( Juan 3,10).

Hace unos días comencé la lectura de un libro de Touraine con el título de “La globalización y el final de lo social” .El pensador que hace apenas algunos años se preguntaba en un profundo estudio titulado “Podremos Vivir Juntos” nos entrega en esta obra apenas publicada una bitácora para comprender el mundo contemporáneo en donde nos urge a la elaboración de nuevos paradigmas.
Es preciso – dice él –, aceptando la Globalización, oponernos a aquella que trae consigo como requisito al individualismo, un individualismo que arrasará con los sindicatos, con las cooperativas, con las mutuales, con la sociedad civil, con las organizaciones comunitarias e impondrá la ley del más fuerte y ese nefasto Darwinismo Social en donde según la fortaleza individual, mereceremos o no la suerte de sobrevivir.

Según Touraine es urgente trabajar desde la cultura creando nuevas capacidades de entender qué es lo que somos y qué es lo que comunitariamente buscamos si queremos construir la justicia. Ni el mundo, ni el ser humano son solamente economía. Los criterios de valorización no pueden ser solamente económicos o simplemente pragmáticos. En las sociedades de hoy se trabaja en justificar lo que no es justificable y para ello se trabaja con los medios de comunicación que transforman la conciencia aún de los que uno suponía más seguros. No hay ética ni siquiera moral. Todo está permitido, todo vale y la inteligencia política se mide en cuanta es la desvergüenza para violar leyes y pactos con la nueva metodología que enuncia que “no es preciso pedir permiso pero hay que prepararse para pedir perdón” .

Un poeta latinoamericano – León de Greiff – afirmaba que estamos en una sociedad en donde se puede afirmar que “todo no vale nada y el resto vale menos”. El Maquiavelismo, Fouché y el pragmatismo nos han hecho mucho daño. Las normas no existen y se aplica aquella expresión sajona que indica que si al final las cosas salieron bien lo inmoral es discutir cómo se hicieron. Es la ley del más fuerte que nos llevará a desproteger a los pobres que normalmente son aquellos que confían en que la ley los defienda.

Quienes estamos aquí seguramente seremos de los que en primera línea nos aprestamos a continuar actuando en lograr la superación de la pobreza y la realización de la justicia. En ellas está comprometido mucho de lo que es la Dignidad Humana y el futuro de un sentido humano del existir.
Touraine nos advierte que esta lucha es desigual pero que es preciso lucharla ya que de otra manera nos será robado el sentido de nuestra existencia, es una lucha contra un poder, contra un orden que descalifica y hace descalificar a todo aquel que piense de una manera diferente.

Es preciso asumir el desafío en lo que él trae de riesgo y de fascinación. Estar de la parte de la justicia y de la superación de la pobreza no es una situación fácil pero debemos estar convencidos que es la batalla a vencer si queremos que en verdad este mundo sea – humanamente – posible.
Muchas gracias.
Madrid, 5 de Junio de 2010.

Ponencia en el Congreso Europeo sobre Pobreza y Exclusión Social

Oscar Andrés Cardenal Rodríguez Maradiaga, S.D.B.

Arzobispo de Tegucigalpa, Honduras.
Presidente de CARITAS INTERNATIONALIS

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WebJCP | Abril 2007