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MISIONEROS EN CAMINO: Homilias y Reflexiones para el Domingo XI del Tiempo Ordinario, Ciclo C
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sábado, 12 de junio de 2010

Homilias y Reflexiones para el Domingo XI del Tiempo Ordinario, Ciclo C


Publicado por Iglesia que Camina

LA MARAVILLA DE DECIRTE: “VETE EN PAZ”

El Evangelio de hoy he querido leerlo en primera persona. Es posible que más de una vez también yo haya ejercido el oficio de Simón. Invitar a Jesús a la casa de mi corazón y luego con ese mismo corazón condenar a aquellos que nosotros llamamos malos. Y eso me duele en el alma. ¡Qué triste es arrastrar un corazón que cada día piensa mal y condena a los otros!

Felizmente, Dios me ha llamado a una vocación a una misión que es parte de la suya. La misión no de juzgar, no de pensar mal de nadie, sino la de perdonar. Esa misión maravillosa de ver cómo cada día, infinidad de gente, se acerca a mí, se arrodilla en mi confesionario, no para perfumar mis pies, sino para desahogar el perfume de las lágrimas de sus corazones heridos y arrepentidos, que buscan el perdón de Dios.

La vida del sacerdote tiene muchos momentos difíciles, pero también tiene muchos más momentos de alegría y de felicidad en los que puedo decir a alguien como yo: “Hermano, tus pecados están perdonados.” “Tu fe te ha salvado, vete en paz.”

Me imagino la oscuridad y la pequeñez del corazón de Simón que ni se atreve a confesar lo que piensa, pero que su pensamiento es todo un juicio condenatorio y de exclusión de la pobre mujer pecadora.

Me imagino la belleza del corazón de Jesús que es capaz de descubrir en aquel corazón de pecado, el amor escondido y las ansias de luz, las ansias de una palabra de esperanza. Además, me imagino la alegría de Jesús de poder encender de nuevo aquella vida y abrirla al gozo y a la alegría del perdón y de la gracia.

¿Hay algo más maravilloso que pueda hacer el hombre que el poder decir a alguien, en nombre de Dios: “Tus pecados están perdonados. Tú fe te ha salvado. Vuelve a sonreír a la vida.”?

Esta es la experiencia con la que Dios me regala cada día, en esas horas que me paso en el confesionario, escuchando corazones, escuchando penas y alegrías, escuchando caídas y luchas interiores, escuchando vacíos que quieren llenarse de nueva vida.

Esta es la experiencia con la que Dios regala a mi espíritu al poder decir también yo “tus pecados están perdonados”. Hay alegrías que no son fáciles de confesar, hay alegrías que no son fáciles de entender. Son las verdaderas alegrías del alma porque son también las alegrías de Dios. Por eso doy gracias cada día a Dios por haberme concedido el maravilloso don de hacerme partícipe de sus mayores alegrías, las alegrías de perdonar.




¿ES ACTUAL EL CONFESARSE?

Perdone. No he entendido bien la pregunta. Si es actual el confesarse. Ahora sí... Veamos si nos entendemos.

¿Es actual el visitar al médico? Si estás enfermo no solo es actual sino necesario, al menos si quieres sanarte. Creo que ir al médico es actual.

¿Es actual vivir en pecado? Puede que alguno se acostumbre a vivir muerto, pero de actualidad tiene poco que se diga. Creo que el buscar el perdón sí debe ser actual.

¿Es actual el perdón? Hasta donde sé sigue habiendo ofensas, chismografías, calumnias. Creo que el perdón es actual.

¿Es actual renovar tu voluntad de conversión y cambio? Luego creo que el Sacramento de la Penitencia es actual.

¿Es actual experimentar el amor de Dios en la experiencia del perdón? Entonces sigo creyendo que la Penitencia es actual.

El pecar nunca debiera ser actual. La mentira nunca debiera ser actual. El engaño nunca debiera ser actual. El robar nunca debiera ser actual. Calumniar nunca debiera ser actual. La infidelidad nunca debiera ser actual. Lo que sí debiera ser actual es la lucha diaria por vivir en la gracia y el amor del Señor. Y para ello nada mejor que confesarte.

El recibir a Dios en la comunión es bien actual. Pero para ello necesito tener un corazón limpio de telarañas y de basuras escondidas en secreto bajo la alfombra de la mentira y el engaño. ¿No te parece que una lavadita en la Confesión te ayudaría a blanquearte un poco?

No sé lo que tú puedas pensar de todo esto. Personalmente, sí creo que confesarse sigue siendo hoy tan actual como lo fue siempre. Pero, ojo, estoy hablando de confesarse, no de pasar la franela para quitar el polvo de los muebles porque confesarse es algo mucho más serio, es decidir ser mejor.





TODOS PEDIMOS PAN

¿Los niños piden pan? Reclaman amor.
¿Los jóvenes piden pan? Reclaman comprensión.
¿Los hijos piden pan? Reclaman a sus padres.
¿Los ancianos piden pan? Reclaman compañía.
¿La esposa pide pan? Reclama tu presencia.
¿El esposo pide pan? Reclama tu ternura.
¿Los pobres piden pan? Reclaman dignidad.
¿Los presos piden pan? Reclaman libertad.
¿Los enfermos piden pan? Reclaman salud.
¿Los que tienen frío piden pan? Reclaman tu calor.
¿Los abandonados piden pan? Reclaman un hogar.
¿Los trabajadores piden pan? Reclaman trabajo.
¿Los malos piden pan? Reclaman el perdón.
¿Los buenos piden pan? Reclaman la verdad.
¿Los peregrinos piden pan? Reclaman llegar a su destino.
¿Los tristes piden pan? Reclaman alegría.
¿Los alegres piden pan? Reclaman con quien compartirla.
¿Los que han caído piden pan? Reclaman tu mano que los levante.
¿Los ricos piden pan? Reclaman el calor de los demás.
¿El hombre pide pan? Reclama a Dios en su corazón.

¿Y Dios pide pan?
Reclama amor para todos los que no tienen amor.

Todos nos sentimos ricos, pero también pobres
porque todos necesitamos de los demás.
Todos necesitamos algo.
Nadie lo tiene todo.
Hasta los que creen tenerlo todo, sienten que les falta algo.

Piensa en lo que tienes.
Piensa en lo que te falta.
De lo que tienes compártelo.
De lo que te falta pídelo.

¿Ves cómo nadie es absolutamente libre?
Yo te necesito.
Tú me necesitas.
Y tú y yo necesitamos a los demás.
Los pobres necesitan de los ricos.
Los ricos necesitan de los pobres.
porque sin ellos tendrían que hacer cosas que nunca hicieron.
Hasta Dios nos necesita a todos.
A ti. A mí. A los demás.

Porque si Dios quiere hacer algo hoy en el mundo,
no lo podrá hacer sin nosotros.
¡Es maravillosa esta necesidad y dependencia!

Clemente Sobrado C. P.





VIVIR CADA DÍA EL MILAGRO DEL AMOR

Todos quisiéramos ver cada día grandes milagros
y nos perdemos los pequeños-grandes milagros de cada día.

¿No es un milagro poder amanecer cada día y gritar “estoy vivo”?
¿No es un milagro poder abrir cada mañana la ventana y sentir que entra el sol mañanero?
¿No es un milagro sentir cada mañana que alguien te saluda con un beso en los labios o en la mejilla?
¿No es un milagro sentir cada mañana que alguien nos dice con cariño: “Buenos días”?
¿No es un milagro ver cómo cada mañana miles de niños acuden alegres al Colegio?
¿No es un milagro ver cómo cada mañana infinidad de padres salen a buscar el pan de sus hijos?

¿No es un milagro sentir cada día que los demás todavía me aman?
¿No es un milagro sentir cada día que hoy puedo amar a los demás?
¿No es un milagro sentir cada día que hoy puedo decir una palabra de esperanza a los demás?
¿No es un milagro sentir cada día que hoy puedo cambiar un pedacito de mundo?
¿No es un milagro sentir cada día que hoy puedo hacer sonreír a alguien que se cruza en mi camino?

¿No es un milagro sentir cada día que hoy todavía mis labios pueden florecer en una sonrisa?
¿No es un milagro sentir cada día la bondad que existe en el corazón de los demás?
¿No es un milagro ver cada día cómo nos sonríe un niño?
¿No es un milagro ver cómo cada día los jóvenes se enamoran?
¿No es un milagro ver cómo cada día los esposos renuevan su amor?
¿No es un milagro ver cómo cada día florecen las rosas en el jardín?
¿No es un milagro ver cómo cada día un enfermo se sana y regresa a su casa?
¿No es un milagro que yo pueda estar escribiendo hoy estas líneas para ti?
¿No es un milagro el que tú puedas leerlas, sentirte mejor, sin conocerme?
¿No es un milagro la felicidad que siento de poder hacer algo por ti?

No. Yo no espero ni quiero vivir de los grandes milagros.
Yo quisiera vivir del milagro de disfrutar de todos los pequeños milagros de cada día.

Clemente Sobrado C.P.





ADMÍRATE DE TI MISMO

Te admiras de la belleza de un cuadro. ¿Y por qué no te admiras de la belleza de ti mismo, que eres el cuadro más maravilloso de todos? A ti te pintaron los pinceles creadores de Dios.
Te admiras de la belleza de una estatua. ¿Y por qué no te admiras de ti mismo? Tu cuerpo es la más bella estatua que se haya hecho. Lo cincelaron las manos creadoras de Dios. ¿Y sabes? El mismo Dios después de crearte, se quedó pasmado de ti... Hasta Dios se sorprendió de lo bien que le saliste.
Te admiras de la belleza de un paisaje. ¿Y por qué no te admiras de ti mismo? La belleza de tu corazón es mucho mayor. Es la belleza del corazón de Dios reflejada en él. ¿Por qué miras siempre hacia afuera si dentro llevas tanta belleza escondida?
Te admiras de las cosas que hacen los animalitos. Dices: "Casi parecen tener inteligencia." Sí, ellos "casi" tienen inteligencia, pero tú la tienes. Tú eres inteligente. ¿Por qué no admiras el que Dios te haya regalado una inteligencia que te hace superior a todos los demás seres?
Te admiras de las maravillas que hace una computadora. Son admirables, ciertamente. ¿Y no te admiras de las posibilidades que tiene tu libertad? Libre para decir no. Libre para amar y dejar de amar. Libre para andar o detenerte. Libre para todo... ¿No te admiras de tu libertad?
Te admiras de las estrellas con las que Dios ha dibujado de noche los cielos. ¿Y no te admiras del cielo de tu alma dibujado a diario por cantidad de luces, de llamadas, de inspiraciones, de exigencias, con las que tachona tu espíritu? Si te miraras bien desde dentro verías que el cielo de tu alma está iluminado, aún en tus noches sin luz.
Te admiras de que la gente te ame y haya quien te diga que está enamorado de ti. ¿Y nunca te has admirado de que Dios sea el gran enamorado de tu vida, de tu corazón, de tu cuerpo, de tu alma, de tu libertad? Tan enamorado que no dudó en dar su vida por ti en la Cruz. ¿No es esa una locura de amor?

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WebJCP | Abril 2007