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domingo, 6 de junio de 2010

Guíanos, Señor


Con emoción, Señor, te alabamos y te exaltamos.
Acostumbrados a encumbrarte en el altar,
creemos que, las calles y plazas de nuestro vivir,
no siempre están preparadas ni bien dispuestas
para acoger tu limpia y santa presencia.
La Eucaristía, nos recuerda a Ti.
La Eucaristía, nos trae a Ti.
La Eucaristía, nos habla de Ti.
Vienes, Cristo, personalmente a cada uno de nosotros.
Observas nuestra vida, y ves que le falta algo de amor,
te adentras en nuestros corazones,
y adviertes que, en ellos, no siempre hay lugar para Dios.

¡Guíanos, Señor, con la fuerza de la Eucaristía!
Convierte nuestras almas en una morada para tu presencia,
Ilumina nuestros corazones con la luz de tu verdad.
Abre nuestros ojos con el resplandor de tu Cuerpo.
Dirige nuestros pies por los senderos de tu Verdad.
Fortalece nuestro interior cuando, tantas fuerzas externas
e idólatras, nos prueban, nos persiguen o nos rechazan

¡Danos, Señor, a beber tu vida!
Para nosotros, y para el mundo que te espera.
Sin tu vida, nuestra vida se desangra,
es insatisfecha, vacía y llena de fisuras.
Porque, un mundo sin Dios, sin el Padre,
es una creación que muere con panes efímeros,
una realidad que pierde el sentido del futuro.
Acepta por un día, Señor, por unas horas, Señor,
la ofrenda de nuestras calles aromatizadas,
el encanto de nuestras plazas engalanadas,
el aroma del incienso que por Ti se quema
y se eleva, la música armoniosa y triunfal:
todo es para Ti, amigo que te dignas caminar
junto a nosotros.
Y, después de todo, Señor,
no dejes de bendecirnos,
de tocarnos con tu gracia,
de inspirarnos oportunamente con tu Palabra,
de hacernos invencibles con tu Sacramento,
de llenarnos con el Pan de la Vida,
de saciarnos con la Sangre que corre por tus venas.
Bendícenos, Señor; haznos vivos y valientes.
Bendícenos, Señor; haznos entusiastas y decididos
para que, a la multitud que espera tu llegada,
sepamos anunciarles y llevarles tu Reino,
tu presencia, tu pan multiplicado,
tu mano sanadora y tu corazón compartido.
Amén.

Padre Javier Leoz

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WebJCP | Abril 2007