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MISIONEROS EN CAMINO: EL MENSAJE DEL DOMINGO: XIII Domingo del T.O.(Lc 9, 51-62) - Ciclo C
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sábado, 26 de junio de 2010

EL MENSAJE DEL DOMINGO: XIII Domingo del T.O.(Lc 9, 51-62) - Ciclo C


Este pasaje del Evangelio propone una reflexión sobre las condiciones que exige el seguimiento de Jesús. Veamos cuáles son esas condiciones, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas de este domingo [1 Reyes 19, 16b.19-21; Salmo 16 (15); Carta de Pablo a los Gálatas 5, 1.13-18].

1. “¿Quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos?”

La primera condición para seguir a Jesús es la actitud de tolerancia, totalmente opuesta al fanatismo. El relato del Evangelio nos presenta a Jesús caminando con sus discípulos de norte a sur, es decir, desde la región de Galilea hacia la provincia de Judea, cuya capital es Jerusalén. Para llegar a esta ciudad tenían que pasar por el país de Samaria, cuyos pobladores, los llamados “samaritanos”, eran enemigos de los judíos.

La reacción de Santiago y Juan, que en los evangelios son apodados “los hijos del trueno” seguramente por los impulsos de su temperamento primario pero también precisamente por aquello de querer que cayera un rayo sobre los samaritanos que no habían querido recibir a Jesús, es ni más ni menos la misma de los fanáticos, que consideran que su causa tiene que triunfar mediante la destrucción o eliminación de quienes se les opongan.

Esta actitud intransigente e intolerante, que tiene mucho en común con las posiciones políticas extremas -sean de “izquierda” o de “derecha”-, existen por desgracia en todas las religiones, como también en todos los grupos sectarios que se consideran a sí mismos como los buenos y santos, y conciben a Dios como un juez castigador y destructor de aquellos a quienes ellos consideran los malos y pecadores. La actitud de Jesús, que con su ejemplo nos revela cómo es y como actúa Dios, es totalmente contraria. Revisemos entonces cuál es la nuestra, y saquemos nuestras propias conclusiones si de verdad queremos ser coherentes con nuestra opción de ser auténticos seguidores de Cristo.

2. “El Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”

Una segunda condición del seguimiento de Jesús es la disposición a no vivir instalados. Ser discípulo Cristo exige no apegarse a las comodidades materiales y tener la fortaleza necesaria para asumir las dificultades y los sacrificios que implica cumplir la voluntad de Dios, que es voluntad de amor mostrada más en las obras que en las palabras.

Esta disposición va en contra de la tentación del facilismo, tan característica de la mentalidad de quienes quieren el éxito sin esfuerzos, el dinero sin trabajo, las comodidades y los placeres propios de una existencia esclavizada por el culto a lo material. El verdadero seguidor de Jesús, por el contrario, es un ser libre de la esclavitud del egoísmo que impide realizar la ley del amor, tal como nos lo dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura: “Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse ustedes firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud. Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor. Porque toda la ley se resume en este solo mandato: "Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5, 1. 13-14).

Preguntémonos cada uno y cada una de nosotros: ¿Tengo la disposición de asumir el esfuerzo que implica seguir a Jesús, con la libertad propia de quien no se deja atar por los apegos o afectos desordenados? ¿Cuáles son en mi caso esos apegos, esos afectos que me impiden seguir libremente a Jesucristo, y por lo mismo me impiden amar de verdad?

3. “El que empuña el arado y mira para atrás no sirve para el Reino de Dios”

La tercera condición es no dejarse enredar por lo que pueda impedir la perseverancia en el camino emprendido. En contraste con lo que cuenta el relato de la primera lectura refiriéndose a la vocación profética de Eliseo para seguir como discípulo al profeta Elías (1 Reyes 19, 16b.19-21), a primera vista parece desconsiderado lo que le dice Jesús a quien le pide ir primero a enterrar a su padre, o al otro que quiere ir a despedirse de su familia. Sin embargo, lo que el Evangelio pretende resaltar es la radicalidad que implica la decisión prioritaria de seguir a Cristo: el Señor está por encima de todo, incluso de la propia familia, a la cual podría estar uno tan apegado que los lazos de parentesco le impidan seguirlo con una disponibilidad total. Esto resulta muy significativo en el contexto en el que fueron escritos los primeros evangelios -como el de Lucas-, entre los años 64 y 80 d. C., cuando los cristianos eran perseguidos y podían tener en sus propia familias a posibles delatores ante las autoridades del imperio romano.

La imagen del arado, instrumento con el que se prepara el campo para la siembra, es muy significativa en el lenguaje de Jesús, que empleaba comparaciones tomadas de la vida cotidiana de sus oyentes. Cada uno de nosotros está llamado a colaborar con Él en la tarea de sembrar la semilla del reino de Dios, reino de justicia y de amor cuya cosecha será la paz y la felicidad para todos los que acojan la Palabra de Dios. ¿Estamos realizando esta tarea con la tenacidad de quienes persisten a pesar de las dificultades?

Pidámosle al Señor que nos ayude a seguirlo con la disponibilidad plena que exige nuestra opción por Él, cumpliendo las condiciones que Él mismo nos señala para ser sus auténticos discípulos.-

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WebJCP | Abril 2007