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MISIONEROS EN CAMINO: Domingo XI del TO (Lucas 9,18-24) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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viernes, 18 de junio de 2010

Domingo XI del TO (Lucas 9,18-24) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


LO ESENCIAL
Publicado por DABAR

En momentos decisivos y críticos hay que volver a lo esencial. No por miedo, sino por lucidez y hasta por necesidad. Y nuestros tiempos son, sin género de duda, decisivos y críticos. Por eso, quienes nos confesamos creyentes tenemos delante el urgente desafío de volver a lo esencial, es decir, de centrar la atención y la acción en el seguimiento de Jesús.

No tendríamos algo por lo que vivir si no tuviéramos algo por lo que vale la pena morir. El seguimiento de Jesús es la razón última de nuestra vida, la razón por la que vivir e, incluso, morir. Nuestra vida hecha seguimiento es la respuesta, a veces, balbuceante y torpe, a la pregunta siempre actual que Jesús nos dirige: Y tú, quién dices que soy yo. El punto de partida es el encuentro con Jesús, una experiencia de fe en Él. Si falta ese encuentro el seguimiento se nos puede tornar imposible o, lo que es peor, se nos puede volver una carga insoportable.

Algo así les sucedió a los primeros discípulos. Su bienintencionado y generoso propósito de seguir al Maestro llegó hasta el momento decisivo y crítico de la cruz. Luego apareció el escándalo, la decepción y la dispersión. La buena voluntad, el deseo de seguirlo no fue suficiente para ayudarles a superar la dureza de la cruz. Sólo la fe pascual, el encuentro definitivo con el Resucitado, les convocó de nuevo y les afianzó en el seguimiento radical y definitivo.

La cruz de Jesús está formada por el amor vulnerable de Dios, que se arriesga en la historia. Este amor crucificado es el que ponemos en el centro de nuestras vidas, arriesgándolas. Siendo conscientes de que la invitación que brota de la llamada de Jesús se refiere directamente al seguimiento y no precisamente a cargar con la cruz. Él mismo nos enseñó que se carga con la cruz como resultado de la fidelidad a ese seguimiento.

Jesús llama al seguimiento con una sorprendente “autoridad” que parece eximirle de dar explicaciones y que se expresa especialmente en la radicalidad, que no pocas veces sobrecoge. Esta forma de llamar no tiene paralelo, nos confronta con lo último, nos remite a lo absoluto de Dios y a la irrupción de su Reino como mensaje de salvación. No hay medias tintas, el seguimiento exige una obediencia sin condiciones, una entrega total, ya que implica una acogida incondicional que conduce a una “segura inseguridad”.

Ante esta llamada, que equivale a la invitación a amar sin limitación alguna, el ser humano está sin posibilidad real de dar una respuesta positiva. La radicalidad le hace consciente de su debilidad. Y es precisamente desde la debilidad asumida como puede sentirse remitido con confianza a la fuerza amorosa de Dios. El reconocimiento de la debilidad dirige a la gracia de Dios y no a la “rebaja” o a la trampa del “atajo”.

Seguir a Jesús hoy implica un compromiso firme con la justicia y los derechos humanos. No es evangélico que quienes seguimos a Jesús nos encerremos en nuestro mundo conocido y seguro de familia, amistades, grupos y nos desentendamos del resto de la humanidad. La justicia abarca todos los aspectos de nuestra vida. Nos exige que seamos honestas y honestos en los negocios y en los precios, que seamos fieles a nuestras responsabilidades laborales, profesionales y familiares, que tomemos posturas claras y apostemos por la dignidad y los derechos humanos de todas las personas, que renunciemos a cualquier forma de dominación, que nuestros juicios y conversaciones se ajusten a la verdad, que seamos nobles y leales en las relaciones que establecemos…

La llamada al seguimiento que en este domingo nos hace Jesús es demasiado seria como para ser ignorada. Nos sitúa frente a lo esencial: quién decimos que es Jesús. La respuesta es vital y no puede ser postergada, no sólo porque la vida es corta sino porque nos estamos perdiendo lo mejor de ella. La convicción de Jesús es que entrando en comunión con Él y estando al servicio del Reino, la vida cobra especial significación y hondura. Lo decisivo no se sitúa en las exigencias, ni en las renuncias, sino en el “tesoro escondido” o en la “perla preciosa” que se nos ofrece. Lo primordial no radica tanto en el “niéguese a sí mismo” sino en ganar la vida en plenitud. Por eso, junto con la cruz, es un gozo madrugar para contemplar que su diestra nos sostiene y cantar con júbilo a la sombra de sus alas.

MARICARMEN MARTÍN
carmen@dabar.net



DIOS HABLA

ZACARÍAS 12,10 11;13,1
Así dice el Señor: «Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad Rimón en el valle de Meguido». Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas.

GÁLATAS 3,26 29
Hermanos: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

LUCAS 9,18 24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará».



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA

La profecía de Zacarías, todo un juego con la historia de Israel, sus reyes, sus profetas, sus fracasos, retorno, mantiene a lo largo de su mensaje un lema constante: “Volveos a mí y yo me volveré a vosotros”. “Miradlo. Diré: “Este es mi pueblo”. Y él dirá: “Yavé es mi Dios”.
Una vez más el tema de la relación de Dios con su pueblo, hecho de fidelidades, quebranto de la alianza, arrepentimiento, soberbia… Zacarías lo describe concretando en personajes históricos, no siempre identificables, la tragedia y la gloria del pueblo de Israel; el fracaso de una historia destrozada por los de dentro y por los de fuera; pero también la historia en la que el Señor va llevando adelante, pese a todo, sus planes de Salvación.
Protagonistas de la historia muchos que en su día fueron juzgados o eliminados y que la historia posterior reivindica como héroes, pues dieron su vida por los demás.
Así aparece la figura del ‘traspasado’. El texto hebreo supone que no es el Señor, como mantiene la traducción litúrgica siguiendo el texto griego que es el que justifica la cita de San Juan ‘mirarán al que traspasaron’. El texto hebreo dice: “…derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia y mirarán hacia mí. En cuanto a aquel a quien traspasaron harán duelo por él como se llora a un hijo único…”
Y después de describir el llanto de todo el país y de cada familia de Jerusalén (v.12-14) concluye con un versículo que condensa toda la salvación y prodigalidad del Señor con su pueblo, con la casa de David y toda Jerusalén, ‘un manantial de agua para lavar el pecado y la impureza’.
Quizás esta respuesta de vida por parte de Dios a quienes recapacitan en su pecado, causa del ‘traspaso del justo’, tenga su eco en el ‘de su costado brotó sangre y agua’.
El texto de Zacarías concluye (13,2) con el anuncio de toda una conversión de valores, la misma conclusión con que termina el evangelio de hoy.

TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net


SEGUNDA LECTURA

Al terminar el tema de la justificación Pablo apunta el tema de la filiación divina que es el modo central y más profundo de hablar de la relación de los seres humanos con Dios. Lo volverá tocar en esta misma carta en 4,1-7. La fe que justifica pone en marcha esta condición de hijos de Dios en quienes la aceptan. Se establece con ella una incorporación a Cristo sellada por el bautismo, que es equivalente a la unión con él que se expresa aquí con la imagen del revestimiento. Es la vida común del Hijo y los hijos, quienes participan de la misma condición filial de Cristo.
Este hecho fundamental, dicho aquí brevemente, tiene consecuencias prácticas y reales. Las diferencias humanas quedan superadas ante Dios y ante los de Dios. Es un superación honda. No se puede creer que Pablo no percibiera las obvias diferencias, Pero ellas no cuentan. Tales diferencias eran importantes en el mundo antiguo, aún más que en el actual; el esclavo no era persona; la mujer no era sujeto de la ley judía y dependía del varón para relacionarse con Dios; el judío y el pagano, en opinión de los primeros, tenían también condiciones del todo diferentes ante Dios. Todo ello ha pasado a segundo plano y se puede decir que no existe porque la condición de hijos nos coloca en otro plano, nos sitúa a todos entre la descendencia de Abrahán y nos hace participar en las promesas divinas, lo cual es hacernos entrar en la historia de la salvación tal como la veían los judíos. Además, al estar unidos a Cristo nos une entre nosotros.
En este párrafo Pablo asienta las bases de la igualdad entre los seres humanos y entre los sexos.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net


EVANGELIO

1. Aclaración de términos
V.20 El Mesías de Dios: A quien Dios ha ungido y enviado. Mesías: título que se daba al enviado por Dios para liberar al pueblo. El título fue rechazado por Jesús por las variopintas connotaciones políticas del mismo. En su lugar y para referirse a sí mismo, Jesús usó siempre el título Hijo del Hombre: personaje humano misterioso, con aureola divina.
V.22 Tiene que: denota necesidad lógica, más que obligación moral o conveniencia natural. Ancianos, sumos sacerdotes y letrados: estamentos que componían el Sanedrín (consejo de gobierno y corte suprema de justicia).
V.23 Negarse a sí mismo: renunciar a la independencia de uno mismo, de sus gustos, de sus ideas. Cargar con su cruz cada día: estar dispuesto un día y otro a perder la vida, a morir. Los judíos no entendían la cruz en sentido de carga o de peso, sino de instrumento de muerte.

2. Texto
2.1 En el marco reducido de los discípulos (vs.18-22)
Datos sobresalientes: oración de Jesús y prohibición a sus discípulos de hablar de él como Mesías.
Mención de la oración como algo connatural en Jesús.
Prohibición fundamentada en una lógica que no es la humana sino la divina. Jesús enseña a sus discípulos que la lógica divina, descubierta en la oración, le lleva a él a cambios profundos, que van desde el vocabulario hasta los conceptos y los procedimientos.
2.2 En el marco amplio de la gente (vs.23-24)
Jesús enseña a sus discípulos y a todos en general que la lógica divina les llevará también a ellos a cambios profundos de conceptos y de valores.
Jesús habla con franqueza, realismo e, incluso, crudeza. Para poder ser seguidor suyo se requieren abnegación y conciencia del riesgo mortal y diario que se corre. Pero con la misma franqueza y realismo afirma que perder la vida por él no termina en la muerte.

3. Comprensión actualizante
El aprendizaje de la lógica divina se hace en la oración. Así lo hizo Jesús. Lucas es el evangelista que destaca el dato de la asiduidad de Jesús en orar. Algo para lo que no parece que los discípulos tuvieran una particular predisposición, pero que aprenderán poco a poco y a fuerza de ver a Jesús hacerlo. Lucas es el único evangelista que recoge la siguiente petición de los discípulos: Señor, enséñanos a orar (11,1).
La lógica divina que aprendió Jesús es la misma que debe aprender todo el que quiera ser discípulo de Jesús. Esa lógica pasa por la negación de sí mismo, el riesgo mortal y la resurrección. Negarse a sí mismo para ganarse a sí mismo. Paradójico y duro. Pero sólo lo que cuesta es lo que realmente vale; lo demás es existencia sin pena, sin gloria, sin consistencia: una pena de existencia.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net


NOTAS PARA LA HOMILIA

Fijándonos en el evangelio de hoy, estamos en el capítulo de Lucas en el que Jesús va a emprender su largo camino, de un año, hasta Jerusalén. Ese viaje supone el corpus del evangelio de Lucas, ya que cuando llegue a la ciudad santa tendrá lugar su pasión, muerte y resurrección. Y esto es, precisamente, lo que Jesús les anuncia a sus discípulos en el pasaje actual, antes de emprender ese viaje. Les anuncia la meta adonde se van a dirigir. Sucederá un segundo anuncio y el acontecimiento de la Transfiguración antes de partir. Todo habla sobre lo mismo: el sentido del viaje que Jesús va a emprender con sus discípulos es la entrega de su vida, es la Pascua de Jesús, su paso de la muerte a la vida. Ahora va a comenzar el recorrido de ese éxodo.

En contexto de oración, Jesús pregunta a los discípulos quién es él para la gente. Algunos lo ven como una reencarnación de Juan Bautista, decapitado por Herodes. Otros ven en él al profeta Elías, que arrebatado al cielo, en vida, en un carro de fuego, creen que ha vuelto en Jesús. Los profetas antiguos (los “nabim”), hacía siglos que no aparecían; sin embargo, el estilo y las formas del Bautista los habían puesto, de nuevo, de actualidad, pues Juan les recordaba a los profetas. Así que otras respuestas apuntaban a que había vuelto uno de los profetas antiguos. De cualquier modo, en las respuestas dadas hay dos rasgos comunes a todas ellas: la figura de Jesús se relaciona con Dios y, segundo, se le atribuye otra personalidad diferente a la suya. La percepción que se tiene de Jesús fuera de su entorno no es que sea un nuevo predicador, ni un nuevo líder, ni alguien que proponga una enseñanza diferente. Se le relaciona con la religión del judaísmo, pero se le atribuye una personalidad que resulta familiar y ya conocida antes. Es como si Jesús, para la gente, no fuera una persona, no tuviera personalidad propia.

Salvo detalles de localización, éste es un episodio totalmente coincidente entre los sinópticos. La confesión de Pedro la recoge, incluso, Juan al final del discurso del pan de vida a propósito de la multiplicación de los panes (“¿A quién, Señor, vamos a acudir? Nosotros sabemos que eres el Ungido de Dios. Sólo tú tienes palabras de vida eterna.”). En efecto, siempre Pedro confiesa y afirma que, para ellos, Jesús es el Mesías, el Ungido, el Hijo de Dios. La pregunta que antes se refería a las gentes, la ha dirigido a los discípulos ahora. Pedro habla por boca de todos y afirma la verdad sobre Jesús. Otros evangelistas resaltan que el hecho de saber la verdadera identidad de Jesús es consecuencia de una revelación especial del Padre. Bien, pero quedémonos con la esencia de la respuesta de Pedro. Al creer que Jesús es el Mesías, ¿qué está creyendo cada uno? O, dicho de otra manera, ¿qué idea del Mesías se ha fundado cada uno de los discípulos? Porque, realmente, dependiendo del concepto de Mesías que tengan, tendrán sobre Jesús unas expectativas u otras. Y en eso, los discípulos no van a ser coincidentes. Prueba de ello es que, en el mismo capítulo, los discípulos se pondrán a discutir entre ellos quién es el más importante, a lo que Jesús reacciona rápidamente.

Jesús no va con engaños por delante. Les aclara a la perfección el significado de su mesianismo. Y ese no es otro que el de la pasión. La fortaleza del Mesías, en Jesús, no va a estar en su demostración de fuerza y de poder, sino en su debilidad. Y esa debilidad, en condiciones extremas. Primero viene la entrega: el sufrimiento, el dolor, la pasión y la muerte ignominiosa. Después vendrá la gloria mediante la resurrección. Pero sólo después de caer en lo más bajo de este mundo. Esta idea no tiene gran aceptación en los discípulos. Realmente, tampoco consiguen comprenderla. Es tan diferente la expectativa puesta en Jesús y lo que él está anunciando, que los discípulos ni siquiera lo retienen. Por eso pasa Jesús a ser más explícito y añade la enseñanza posterior. La vida se salva perdiéndola. Y para seguirle a él, es necesario estar dispuesto a pasar por lo mismo. El seguimiento de Jesús conlleva la “pérdida” de esta vida, por entregada y renunciada por amor. Y eso es un camino de cruz. De cruz continuada, de cada día. Es sufrir con él, morir con él para resucitar con él. Para que nadie se engañe, Jesús dice la verdad ya antes de ponerse en camino. Igualmente nosotros, si queremos seguirle, es él quien pone las condiciones; no nosotros. Elijamos.

JUAN SEGURA
juan@dabar.net




PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS

El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo,
cargue con su cruz cada día y se venga conmigo
(Lc 9, 23)

Preguntas y cuestiones
- ¿Hasta qué punto se han tomado y se toman en serio los cristianos el principio de igualdad?.
- La misma pregunta en relación con la iglesia institución y su historia. Examen de conciencia y explicación de porqué ha sucedido el antifeminismo histórico en vg. ministerios
- ¿Que experiencia tenemos de que la negación de nuestro ‘ego’ es camino de liberación y de autentificación en el seguimiento de Jesús?



PARA LA ORACION

Señor, Dios nuestro, asiste con tu bondad y tu fuerza a tus hijos, para que, siguiendo los pasos de tu Hijo, sepan responder a su llamada con las exigencias que requiere.
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Con nuestra ofrenda, presentamos ante Ti, también, nuestros éxitos y fracasos, nuestros esfuerzos y alegrías que suponen para nosotros el seguimiento de Cristo y que es lo da sentido y unidad a toda nuestra vida.
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En verdad debemos darte gracias, Padre, por haber recibido el Evangelio de Jesús de manos de nuestras familias, de nuestros sacerdotes y catequistas, de nuestra comunidad eclesial. Ella es la depositaria del testimonio de los apóstoles sobre la vida y la enseñanza de tu Hijo Jesucristo y, mediante la proclamación de la Palabra sagrada y el testimonio de la vida, va incorporando nuevos hijos a la fe de la Iglesia y al seguimiento de Cristo. Por eso, unidos a la Iglesia del cielo, nos unimos en un mismo cántico de alabanza para gloria tuya.
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Con tu alimento eucarístico nos nutres y alimentas para que demos todo lo que Jesús nos pide para seguirle. Que ellos sean nuestra fuerza en la debilidad y nuestra esperanza en nuestro cansancio, para que, yendo tras él con la cruz de cada día, ganemos con él la vida gloriosa de la eternidad.




LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
En Lucas, Jesús va a ir a Jerusalén, y ese viaje constituye el grueso de todo el evangelio. Pero cuando llegue a Jerusalén, le aguardan la pasión, la cruz y la resurrección. A la pregunta de Jesús sobre su identidad, sigue la aclaración de esos términos. Jesús no es el Mesías espectacular de poder, de nacionalismo judío, de lucha por la independencia de su pueblo. Jesús nos va a enseñar y a dar una libertad mucho más profunda. Pero a ella sólo se puede llegar mediante la muerte y la cruz. El seguidor de Jesús deberá tener esto claro. Ha de estar dispuesto a dar la vida, a renunciar a sí mismo, a cargar la cruz. Celebremos esta Eucaristía comprometidos a seguirle.

ACTO PENITENCIAL
-Tú, el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Señor, ten piedad.
-Tú, el Mesías de la entrega y la renuncia. Cristo, ten piedad.
-Tú, el que renunció a sí mismo para hacer la voluntad del Padre. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Zacarías habla de sufrimiento y dolor, pero habla también de un espíritu de gracia y de clemencia. El llanto y el luto por el hijo único vendrán como actitudes adquiridas por un don especial de Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 62)
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
La fe cristiana hunde sus raíces en la fe de Abrahán, como la de los judíos. Por la fe en Jesús, cualquiera pasa a ser también descendiente de Abrahán, y no sólo los circuncidados por el rito del judaísmo. Desde el bautismo, ambos son un solo pueblo.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Jesús es el hijo único cuya muere se llora en Zacarías. Jesús es el Mesías no para su beneficio y triunfalismo, sino para hacer la voluntad del Padre. Por eso, antes de ponerse en camino hacia su Pascua, anuncia a los discípulos lo que va a pasar. El que quiera seguirle deberá estar en disposición de arriesgarse lo mismo que Jesús. Quien no quiera, que no vaya.

ORACIÓN DE LOS FIELES
La Eucaristía nos une en el pan y en la Palabra. Manifestemos ahora nuestra unión, también, en la oración y súplica al Padre.
-Por la Santa Iglesia, para que, superado el dolor de este mundo, llegue a la gloria de su Señor. Roguemos al Señor.
-Para que los ministros consagrados lleven con alegría la cruz de la renuncia y busquen en todo hacer lo que Dios les pide. Roguemos al Señor.
-Por los que no han tenido fuerza para seguir a Jesús y se han echado atrás, para que puedan recuperar el camino que dejaron un día. Roguemos al Señor.
-Por los que no han entendido la forma mesiánica de Jesús, para que el Espíritu Santo los ilumine y los lleve hacia la luz de la verdad. Roguemos al Señor.
-Por cuantos sufren por la causa de Jesús, para que les motive la esperanza de entrar con él en su gloria. Roguemos al Señor.
-Por todos nosotros, para que Jesús nos dé la fuerza que necesitamos para su seguimiento. Roguemos al Señor.
Oración: Oye, Padre, la oración que tus hijos te dirigen en sus necesidades. Te la presentamos por medio de JCNS.

DESPEDIDA
Conociendo la verdad sobre Jesús y estando dispuestos a ir tras él con la renuncia y la cruz de cada día, entraréis también por las puertas de la gloria. Podéis ir en paz.



CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada: Cristo nos da la libertad; El Señor nos ha reunido junto a Él; Cristo nos une en torno a su altar (disco “15 Cantos para la Cena del Señor”).
Salmo: LdS; Toda mi vida te bendeciré (de Terry).
Aleluya: Gregoriano; Aleluya (1CLN-E 3).
Ofertorio: Ya no hay razas (de Mocedades); Ante Ti, Señor, presentamos hoy (disco “15 Nuevos cantos para la Misa”).
Santo: del disco “Canciones religiosas y litúrgicas para el siglo XXI”.
Aclamación: 2CLN-J 2.
Cordero de Dios: del disco “15 Cantos para la Cena del Señor”.
Comunión: Bendito, bendito (popular); Tú, Señor, me llamas; Oh buen Jesús (popular); Tú has venido a la orilla.
Final: Loado mi Señor (1CLN-601).



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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WebJCP | Abril 2007