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MISIONEROS EN CAMINO: Domingo XI del TO (Lc 7, 36-8, 3) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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viernes, 11 de junio de 2010

Domingo XI del TO (Lc 7, 36-8, 3) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


Publicado por DABAR

VETE EN PAZ

Jesús fue a comer a casa de un fariseo. Nada corriente, porque los fariseos querían hundir a Jesús como fuera, y buscaban ocasiones de ponerle en ridículo. Quizá la invitación aquella fue una trampa. Y esto nos da ya un punto sobre el que reflexionar: ¿cuántas veces nos mostramos amistosos con alguien sólo para saber más cosas que nos permitan luego reprocharle su conducta?

El fariseo no contaba con que Jesús se tomó la invitación en serio, y se fijó en que no fue recibido con los honores debidos a un convidado: ni saludo, ni beso, ni agua para lavarse, ni perfume, como mandaba el protocolo al uso. Así que el fariseo aquel no debía ser muy listo, porque su intención de liar a Jesús le estaba poniendo en evidencia. Claro que ninguno de aquel grupo mostró nunca gran agudeza mental, porque de todos sus pueriles intentos sacaba Jesús ocasión de enseñarles buenos modales.

Y ahí tenemos a Jesús comiendo con el fariseo, cuando se cuela sin ser llamada una mujer pecadora. Se dirige a Él, se arrodilla y lava a Jesús, le besa y le perfuma. Hace todo lo que debió hacer el anfitrión, y no por quedar, sino para mostrar su arrepentimiento. Ella sabía el peso que llevaba en el corazón, y ésa fue la manera que consideró adecuada de pedir perdón al que consideraba su salvador. No conocemos su historia, pero es posible que hubiera escuchado a Jesús en alguna ocasión anterior. Le calaron sus palabras y decidió hacer borrón y cuenta nueva, arrepintiéndose de sus pecados y mostrando en público su voluntad de cambiar y se mejor persona a la manera de Jesús. Da muestra de su determinación el hecho de que escogiera la casa de un fariseo para hacer todo esto: el lugar donde sabía que sería criticada y rechazada. Pero no se amilanó y se puso a los pies de Jesús.

Él, que conoce el corazón y reconoce las intenciones, supo ver la sinceridad de su propósito. Y, estando donde estaba, no la rechazó. Imagino que le alargó la mano y la ayudó a ponerse en pie ante todos aquellos que la condenaban. Porque ningún corazón arrepentido escapa a la misericordia de Jesús.

A nosotros no se nos exige tanto cuando vamos a reconciliarnos con Jesús. Intuyo que si se nos obligara a presentarnos en casa de nuestros críticos para hacer allí nuestro acto de contrición, muy pocos serían lo bastante valientes. Y, con lo fácil que nos lo ponen, nos cuesta una barbaridad reconocernos pecadores y acudir a pedir perdón. ¡Lo que nos perdemos! Porque creo que aunque no lloremos a los pies de Jesús en sentido literal, Él no mira con el mismo cariño con el que miró a aquella mujer, dispuesto de defendernos de quienes nos quieran acusar de impuros. Y que nos alargará su mano, para que apoyándonos en ella, podamos levantarnos. Que, con toda la ternura de un padre hacia el hijo arrepentido, nos dirá: “Vete en paz”.

Este evangelio nos recuerda varia cosas muy importantes de Jesús:
- Fue capaz de enfrentarse a los fariseos que, aún no cumpliendo ni sus propias normas, se sentían legitimados para censurar a otros.
- Vio el auténtico interior de la mujer y supo de su arrepentimiento, dándole le oportunidad de cambiar.
- No hizo cuenta de los pecados, sólo de su capacidad de amar.
- La perdonó en público, restituyendo su dignidad.

Jesús nos devuelve a nuestro ser cada vez que decidimos mirarnos como Él nos mira. Nos perdona, nos manda de nuevo a nuestra vida con el corazón limpio y dispuesto a empezar de nuevo. Tenemos que hacer nuestra esa manera de tratarnos, siendo generosos con nuestro perdón y concediéndonos unos a otros el don de la paz con mayor frecuencia. Y sería muy bueno para nosotros recordar que Dios Padre está ahí siempre listo a recibirnos arrepentidos y a decirnos “Vete en paz”

A. GONZALO
aurora@dabar.net




DIOS HABLA

II SAMUEL 12,7 10. 13
En aquellos días, Natán dijo a David: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías”». David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!» Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás».

GÁLATAS 2, 16.19 21
Hermanos: Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto de la Ley, la muerte de Cristo sería inútil.

LUCAS 7,36 50
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora». Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él respondió: «Dímelo, maestro». Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente». Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama». Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados». Los demás convidados empezaron a decir entre si: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA

En la perícopa que hoy escuchamos lamenta uno la brevedad de la misma. Es el centro duro, desabrido, poderoso que sólo se comprende en toda su dimensión con al escena que le precede y la que le sigue.
Sobradamente conocida esta escena, nos da la clave de este enfrentamiento entre el profeta Natán con el rey David. De Dios mismo con el pecador.
Antecede la preciosa parábola de los dos hombres de una misma ciudad. Se conocían, pues. El rico en haciendas y rebaños; el pobre, que sólo tenía una oveja, “una corderilla, pequeña que había comprado. Él la alimentaba y ella iba creciendo con él y sus hijos, comiendo su pan, bebiendo en su copa, durmiendo en su seno igual que una hija”. El desenlace lo conocemos. El rico que recibe a un huésped, pero ‘le da pena’ coger una de sus numerosas reses para obsequiarlo, y sacrifica la única corderilla del pobre.
La indignación de David al escucharlo: “¡Vive Dios que ese hombre merece la muerte!”. Y la acusación de Natán: “Ese hombre eres tú”.
El otro extremo de esta escena es el duelo profundo de David por su hijo, fruto de este abuso, que muere. “David hizo un ayuno riguroso, entraba en casa y pasaba la noche acostado en el suelo… no quería comer con nadie… Suplicó al Señor por el niño”. Experimentó en su carne el dolor que su ambición había infligido a Urías, su fiel guerrero, con su comportamiento. Su dolor es sincero, experimentado, sentido. Así se explica que apenas dice: “He pecado contra el Señor”•, escucha de labios del profeta: “El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás”.
En el centro, en la escena recogida por nuestra lectura de hoy, el enfrentamiento del profeta con el pecador. Sin medias tintas, ni comprensiones, sino echándole en cara la seriedad del pecado. “¿Por qué has menospreciado al Señor, haciendo lo que a él le parece mal?”. Y le recuerda que los efectos del pecado generan mal ‘generación tras generación’: “No se apartará la espada de tu casa”. La violencia engendra violencia. Es la imparable ‘espiral de la violencia’.
A veces la ‘comprensión’ con el pecador se vuelve manga ancha con el pecado. Y es que no se trata de ‘buenismo’ barato. El pecado contra el prójimo es terrible agravio a Dios. Y el pobre clama justicia. Todos los salmos son expresión de este clamor, de esta angustia, de este aplastamiento gratuito, brutal, feo que anula toda la ternura de los sencillos, de los humildes. Y quiebra todas las esperanzas de futuro. “El pobre había comprado una corderita”. No es la ley lo que se quebranta. Se rompe a Dios en el pequeño.

TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net



SEGUNDA LECTURA

Comienza en 2,16 la parte doctrinal de la Carta, bien sea que ese versículo forma parte de la palabras de Pablo a Pedro con ocasión del "incidente de Antioquía" o que realmente sean la transición epistolar a lo que sigue, la inicial exposición de la justificación.
Yendo al contenido básico de estas líneas más que a la exégesis detallada, se puede decir que la justificación es una de las formas que Pablo usa para hablar de la relación positiva del ser humano con Dios, o sea, dicho con otras palabras, de la acción salvadora de Dios y la resultante condición humana fundamental. Es privativa de Pablo, pero no es sencilla de explicar. Lo esencial en estos versículos es la afirmación de que para conseguir ese acceso a Dios no se puede confiar en el cumplimiento de ninguna ley, inclusive la ley divina. porque, aunque se logre, ello es una obra humana incapaz de todo punto de conseguir que Dios de su gracia - ¡en definitiva se trata de ello - y haga al se humano hijo suyo, que en definitiva coincide con el contenido básico de la justificación.
Esto sólo lo obtiene la fe en Cristo, de la que habla los vv. 19 y 20. Esta fe no es una mera aceptación intelectual de misterios, sino una actitud de entrega y aceptación - ¡esa sí! - de la persona de Cristo. Es una unión que percibe y siente el amor del Hijo "que me amó y entregó (a la muerte) por mi", de tal manera que puede decirse que él vive en mi, no porque me despersonalice, sino porque en el fondo del propio ser, allí donde uno dice "yo" está presente él dando sentido y compañía a la existencia. De esta forma la persona renuncia a si misma y a sus logros, por buenos que sean, y se fía del Señor Jesús en todo y para todo.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net


EVANGELIO

1. Observaciones al texto
V.36 Un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Lucas es el único evangelista en hablar de invitaciones de los fariseos a Jesús (11,37; 14,1). Fariseo: hombre piadoso, para quien la Ley de Dios era la guía de su vida. Recostarse a la mesa: estar echado a la manera oriental, apoyándose sobre el codo, rodillas dobladas y pies sin sandalias dirigidos hacia fuera.
V.37 Una pecadora. Mujer de vida no acorde con la Ley de Dios, pero no necesariamente una prostituta. Lucas no emplea aquí este término. El plan de la mujer era ungir los pies de Jesús, pero el sentimiento le pudo, hasta el punto de empapar con sus lágrimas los pies de Jesús y tener que secarlos con su pelo (una mujer judía tenía que tener el pelo recogido cuando estaba en público).
V.39 Si fuera profeta. No porque Jesús tuviera que saberlo todo, sino porque debería saber a qué atenerse en lo relativo a la valía moral de las personas.
V.40 Tengo algo que decirte. Fórmula cortés de petición de permiso para hablar.
V.42 ¿Cuál de los dos lo amará más? V.44 ¿Ves a esta mujer? Dos preguntas claves para iluminar la situación y la parábola.
V.50 Vete en paz. Fórmula hebrea designando un estado de bienestar completo y duradero, cuya fuente se encuentra en Dios.
V.2 María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios. Magdalena por el lugar de origen (Magdala, en Galilea, cerca del lago Tiberíades). Siete demonios: indicación de posesión diabólica particularmente grave.
V.3 Le ayudaban con sus bienes. La crítica textual apoya más la lectura plural les (en referencia a Jesús y a los doce) que la singular del texto litúrgico le (en referencia exclusivamente a Jesús).

2. Texto
Lo componen dos partes. Una primera formada por 7,36-50 y una segunda formada por 8,1-3. Ambas tienen en común la presencia femenina. Dato relevante en el evangelio de Lucas.
2.1. 7,36-50
Con la pregunta ¿cuál de los dos lo amará más? busca Jesús involucrar al fariseo en la situación vivida en la sala. Con la pregunta ¿ves a esta mujer? le detalla Jesús al fariseo su contraposición con la pecadora.
Esta contraposición abre las puertas a una doble identificación: pecadora=deudor de quinientos denarios; fariseo=deudor de cincuenta denarios.
La identificación pecadora=deudor mayor la formula el propio Jesús, haciendo público el sentido de las grandes muestras de amor de la pecadora: Sus muchos pecados están personados, porque tiene mucho amor (v.47a).
La identificación fariseo=deudor menor no la formula Jesús, quien, con tacto y delicadeza, cambia dicha identificación por un principio general: Al que poco se le perdona, poco ama (v.47b). De esta manera Jesús no echa en cara públicamente al fariseo su falta de amor. Pero al buen entendedor pocas palabras bastan: el fariseo es el deudor menor.
En lo que sí se reafirma Jesús es en la gran lección de humilde grandeza de la mujer al reconocerse pecadora a través de sus muestras de amor. Así se lo dice directa y públicamente a ella: Estás perdonada. Tu fe te ha salvado, vete en paz.
2.2. 8,1-3
Esta segunda parte del texto es una pequeña nota informativa sobre los acompañantes de Jesús en su actividad de proclamación de la buena noticia: los doce, algunas mujeres a las que Jesús había curado de malos espíritus y de enfermedades (tres de ellas mencionadas por sus nombres) y otras muchas mujeres que ayudaban a Jesús y a los doce con sus bienes.
En lo referente a las mujeres, la información es exclusiva del evangelista Lucas, quien de esta manera quiere poner de manifiesto la respuesta agradecida y el compromiso por parte de sectores poco valorados socialmente.

3. Comprensión actualizante
Todos, buenos y malos, somos pecadores; todos somos deudores ante Dios. Cada uno sabe de qué manera, pero, en definitiva, todos somos deudores ante Dios.
Todos debemos mostrar nuestro agradecimiento a Dios, que nos perdona, que nos acoge como somos, buenos, regulares y malos.
Todos debemos erradicar la actitud del fariseo, quien, no sintiéndose deudor, no creía ni que tuviera que pedir perdón ni que debiera ser agradecido.
Todos debemos hacer nuestra la actitud de la pecadora, quien, sintiéndose deudora, creía que tenía que pedir perdón y que ser agradecida.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net


NOTAS PARA LA HOMILIA

Hoy Jesús pone en evidencia dos actitudes humanas, dos actitudes que vienen a ser como las claves de nuestras conductas más secretas, más profundas. Por un lado, la actitud de un fariseo que lo invita a comer con él. El único de ese grupo religioso que es mencionado por su nombre en los sinópticos: Simón. Un fariseo ante el que Jesús, como siempre, no hace distinciones ni expresa rechazo alguno. Rechazos de esos que, ayer, hoy y siempre, pueden derivar de las diferencias sociales, religiosas o políticas que los humanos establecemos entre nosotros.

Por otro lado, una conocida prostituta. Una mujer sin nombre, marginada por su oficio; de la cual, llamativamente, Lucas hace una detallada descripción. ¿Para qué? Pues para resaltar más el contraste de actitudes desde el cual se nos interpela acerca de las nuestras. Y por supuesto, frente a ambas actitudes, un Jesús que acoge y promueve sin condiciones, sin presuposiciones.

Ya en la escena, hay que resaltar los rasgos sorprendentes con que nos es presentado Jesús. Absolutamente solo, entra en casa del fariseo, en casa de alguien del grupo al que sistemáticamente viene enrostrando haber frustrado el plan que Dios tenía previsto para su pueblo (cf. Lc 7, 30). El fariseo a su vez, se hace rodear por otras voces como la suya: legalista y rígida. La voz de los convidados.

Otra sorpresa la constituye la presencia de la mujer pública en la casa de un líder religioso del grupo reconocido como el más intransigente. Y sin embargo ¿qué sucede allí, en casa de Simón, que su presencia no levanta los aspavientos que hubiesen sido de esperar a juzgar por la mayoría de los comensales que allí había? Pero sin duda, lo más llamativo será el encadenamiento de emociones y preguntas silenciadas por parte de los fariseos hasta el momento en que Jesús declara que la mujer está perdonada.

En efecto, al dejarse tocar por la pecadora y su pecado, Jesús se convierte en pecador ¿Dónde queda entonces su profetismo se preguntará Simón? ¿Pero quién es éste que hasta se atreve a perdonar los pecados? dirán los otros invitados, complementando a Simón y dirigiendo hacia Jesús todo una moción de censura.

¿Pero por qué hablamos antes de rasgos sorprendentes? Simplemente porque son rasgos vinculados con la escala de valores que mejor parece tipificarnos a los seres humanos. Una tipificación que nos configura en lo que son nuestras actitudes vitales, como a seres atrapados por la dinámica del sólo “toma y daca”. Es decir, una dinámica donde lo que damos, será siempre según el cálculo de la previsión, del agradecimiento calculado.

Esto, porque en un punto ya nos hemos cerrado a la posibilidad de un adinámica diferente a la del referido “toma y daca”. Y ésta es precisamente la dinámica de Dios. Fariseos y pecadores ya tienen algo que agradecer a Jesús antes de la escena del convite en casa de Simón. Algo que no nos dice el texto, pero bien podemos suponer: la vida, la libertad, la proyección existencial hacia adelante.

Sin embargo, la seguridad personal del cumplimiento de la ley, el ser y hacer para que Dios nos retribuye, impide a Simón experimentar esa otra dinámico, la de la gratuidad, la de Dios.

La mujer en cambio, por haber tocado fondo, está más allá de todo cálculo y cumplimiento. Tiene más capacidad para percatarse de la novedad vital que trae Jesús. Tiene una capacidad tan abisal, tan cuestionadora, que hallará razón suficiente por parte de Dios para ser perdonada. Esa es su fe.

Un texto provocador, interpelante de dinámicas, cálculos y criterios, ya personales, ya eclesiales. Sí nuestro agradecimiento vital, a la naturaleza, a los demás, a Dios fuese el propuesto… ¿No deberíamos vivir de otra manera? Y esto, Dios lo sabe…

Tú, en tu fuero interno, has murmurado
de ella y de mí sin reparo;
ella me ha amado como sabe
y me place ser amado.

Tú has sido bien tacaño
y hasta taimado;
ella agradecida
con sus gestos humanos.

El banquete ha terminado.
No te sorprendas.


SERGIO LOPEZ
sergio@dabar.net




PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS

Te aseguro que si da tales muestras de amor es que se le han perdonado sus muchos pecados; en cambio, al que se le perdona poco, mostrará poco amor.
(Lc 7, 47) (Hoy, utilizamos la traducción de la Casa de la Biblia y no la litúrgica para éste versículo)

Preguntas y cuestiones
- Revisar nuestro concepto de fe
- ¿Hasta qué punto ponemos nuestra confianza en nosotros mismo y en nuestras buenas obras?
- Por estar libre de la ley, ¿me considero exento de conductas éticas?
- ¿Nos cuesta perdonar?. ¿Cuál es nuestra experiencia de perdonar y ser perdonados?


PARA LA ORACION

Dios, Padre nuestro, fuerza de los que en ti esperan; escucha nuestras oraciones, y ya que somos frágiles y nada podemos sin ti, concédenos tu ayuda para que podamos vivir como hermanos, y nos perdonemos siempre nuestras ofensas.
----------------------------------
Padre, por medio de estos dones que te presentamos, tú nos das el alimento del cuerpo y el sacramento del espíritu. Concéde¬nos poder gozar siempre de estos dones que nos haces y saber agra¬decértelo.
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Realmente es justo y necesario bendecirte y alabarte, porque eres Padre de todos nosotros, rico en misericordia. Nosotros confesamos nuestra condición de pecadores, de hom¬bres que nos hemos desviado del camino que tú nos marcas; pro¬fesamos una fe con la que no siempre somos coherentes; hicimos unas promesas en nuestro bautismo que renovamos con frecuen¬cia y traicionamos con facilidad.
Pero tú no nos abandonas y nos llamas continuamente a la conversión; por eso nosotros ahora, desde nuestra pobreza y pe¬queñez, queremos volver a ti, confesar nuestra culpa y sentarnos de nuevo a tu mesa.
Y en medio de la fiesta de la alegría por tu perdón, proclamar tu gloria con toda la creación.
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Padre, que nuestra participación en la Eucaristía sea expresión de nuestro deseo de vivir siempre en amistad contigo, al vivir en fraternidad con todos los hombres.




LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Todavía son muchos los que le tienen miedo a Dios, porque todavía son muchos los que se lo imaginan como un policía rigu¬roso o un juez terrible al que es difícil satisfacer y agradar, a cuya mirada vigilante es imposible sustraerse y cuya ira hay que apla¬car con sacrificios y presentes.
Toda una descripción de cómo veían a los dioses en las reli¬giones antiguas, y de cómo les ven los cristianos, dando más cré¬dito a sus suposiciones y temores que a todo lo que Jesús nos en¬seña sobre Dios.
Y una de las cosa que Jesús más empeño tuvo en que nunca la olvidemos es que Dios es nuestro Padre, que nos ama incluso antes de que nosotros seamos conscientes de su amor, y que nos perdona incondicionalmente siempre que abrimos nuestro cora¬zón a su perdón. Celebremos en esta Eucaristía la fiesta del amor y del perdón de Dios.

SALUDO
Hermanos, el amor y el perdón de Dios nuestro Padre, que el Señor Jesús hace presente en nosotros por medio del Espíritu Santo, esté con todos vosotros.

ACTO PENITENCIAL
-Tú no quieres la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Señor, ten piedad.
-Tú has venido para llamar a los pecadores a tu Reino. Cristo, ten piedad.
-Tú descubres la hipocresía de quienes se sienten muy seguros de sí mismos. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Dios no hace acepción de personas; cuando el poderoso abusa del débil, no importa que la ofensa venga de un rey escogido por el propio Dios, y el Señor se pone de parte de los oprimidos, de sus hijos más pequeños.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 31)
Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero.
Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
A pesar de nuestros esfuerzos, lo que salva al hombre no es la ley sino la fe y la confianza en Jesús. Una fe que no es asenti¬miento intelectual, sino práctica de la justicia, del perdón y de la fraternidad. Atarse a la ley es hacerse esclavo suyo, y toda escla¬vitud es incompatible con la vida.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Fariseos son todos aquellos que se sienten con derechos ante Dios, porque cumplen la ley; pero ante Dios no cabe otra actitud que la de reconocer la propia pequeñez y aceptar que los demás no son tan malos ni tan buenos como a veces pensamos. Todos somos hijos de Dios, todos tenemos fallos, todos necesitamos su amor y su perdón.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Hermanos, tengamos vivo en nosotros el sentimiento de gra¬titud con que debemos acercarnos a Dios, que cuida de nosotros y nos concede lo que necesitamos para nuestro bien incluso antes de que se lo pidamos, y digamos juntos: Padre, míranos con amor
-Por la Iglesia, para que anuncie a todos los hombres el perdón incondicional que Dios nos ofrece a todos. Oremos.
-Por los que se creen justos, para que abran su corazón a Dios y a los hombres. Oremos.
-Por los marginados, para que tengan todas las atenciones y cui¬dados que su situación requiere. Oremos.
-Por los pecadores, para que confíen en el perdón de Dios y se llenen de esperanza. Oremos.
-Por nuestra comunidad (parroquial), para que seamos ejemplo vivo de confianza en el amor de Dios. Oremos.
Oremos: Ilumina nuestras vidas, Padre, para que caminemos por los senderos de la libertad y la fraternidad. Por Jesucristo.



CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada: Cristo nos da la libertad; El Señor nos ha reunido junto a Él; Cristo nos une en torno a su altar (disco “15 Cantos para la Cena del Señor”).
Salmo: LdS.
Aleluya: (1 CLN-E 4).
Ofertorio: Te presentamos el vino y el pan (1 CLN-H 3); Quiero ofrecerte, Señor (de Aradillas en el disco ‘Ven, amigo, ven’)
Santo: (1 CLN-I 4)
Comunión: Cristo es el camino, la verdad y la vida (Del disco ‘Dios es amor’ de C. Erdozáin); Alabad al Señor (Popular CB-5).
Despedida: Te seguiré (Sembrador de A. Bravo).



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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WebJCP | Abril 2007