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sábado, 31 de octubre de 2009

Homilías y Reflexiones: LA FIESTA DE TODOS NOSOTROS


Solemnidad de Todos los Santos
Publicado por Iglesia que Camina

El culto a los santos viene desde la primitiva Iglesia en la que ocuparon un lugar central, en primer lugar, los mártires. Sólo a partir del siglo XI la Iglesia comenzó a celebrar la Fiesta de los Santos, mártires o no. Finalmente, en nuestros días hemos comenzado a celebrar la fiesta de la “santidad anónima”, la santidad de “santos desconocidos”. Un poco como esos monumentos que suelen encontrarse en las ciudades donde siempre arde una tea encendida y dos soldados de guardia. Es el monumento al “soldado desconocido”, al que nunca llevó posiblemente galones ni medallas al mérito, pero que dio su vida por la patria.

Nos fijamos mucho en ciertos santos porque la devoción popular los ha hecho milagrosos. No es tanto para recordar su santidad, sino porque Santa Rita es abogada de los imposibles, San Judas Tadeo tiene un poder especial para que ganes dinero o encuentres trabajo, y hasta circulan por ahí cadenas de oraciones que, ¡mucho cuidado! porque si no sacas no sé cuantas copias se te puede incendiar la casa o puedes romperte la crisma.

Los santos no son una especie de “Gamarra espiritual” donde todo se consigue más barato. Los santos son modelos que debieran animarnos a nosotros a ser cada día mejores. Los santos necesitan hacer milagros para ser canonizados, pero antes es preciso declarar la “heroicidad de sus virtudes”, sin este primer paso no hay camino por delante.

Hoy celebramos a los primeros testigos de la fe, los mártires de todos los tiempos. Celebramos a esos cristianos que han vivido heroicamente su fe y la Iglesia los ha puesto en el altar y celebramos también la santidad de esos otros santos que, en vez de estar en el altar están sentados en las bancas de la Iglesia. Hombres y mujeres que cada día están sembrando bondad, generosidad, servicialidad y amor por los caminos de la vida. Es posible que nunca lleguen a los altares, pero son los “santos de las bancas de la Iglesia” que miran a los que están en el altar y se saludan mutuamente.

Celebramos la santidad del Pueblo de Dios, una santidad sin el brillo de los milagros, pero con el brillo de la gracia en sus corazones, con el brillo de su amor y su sonrisa en el alma. Por eso, hoy es la fiesta de todos porque todos formamos esa “familia de los santos” en la Iglesia. Es posible que nadie nos rece un Padre nuestro, pero con nuestras vidas daremos gloria a Dios y glorificaremos su Nombre.



LA SANTIDAD NO ES PARA LOS “GENIOS”

“Como el Concilio mismo explicó, este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos “genios” de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno.” “Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este “alto grado” de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección.” (NMI n.31)

El peor servicio que le hemos hecho a la santidad es verla como algo extraordinario. Como si el hacernos adultos en la vida fuera algo extraordinario. Crecer y madurar en la vida todos lo vemos como algo normal. ¿Por qué el crecimiento y la madurez bautismal la tenemos que ver como algo anormal?

Los Santos aparecen como “extraordinarios” porque los demás nos hemos quedado achatados. Un hombre maduro normal sería algo extraordinario, si todos nos quedásemos achatados y enanos. Los normales son ellos y los anormales somos nosotros.

El Papa cree que ha llegado el momento de proponer “con convicción” la santidad de la vida cristiana a todos. La comunidad y las familias cristianas son llamadas a este camino de madurez en su fe. Por otra parte, el Papa, reitera que los caminos de santidad son muchos y adecuados a cada vocación. El religioso o sacerdote como religioso y sacerdote y los seglares como seglares; la madre de familia como madre de familia dando de mamar a su hijo y limpiándole los pañales; y el obrero poniendo ladrillos y amasando cemento. La santidad debiéramos considerarla como lo normal. Los no santos debieran ser los anormales.



LA SANTIDAD Y LA PASTORAL

Juan Pablo II en su Exhortación de el Tercer Milenio, nos propone siete criterios iluminadores de la nueva pastoral para este siglo XXI. El primero de ellos es la “santidad”, “la llamada de todos a la santidad” y comenta él mismo:

“En realidad, poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial. Preguntar a un catecúmeno “¿quieres recibir el Bautismo?” significa al mismo tiempo preguntarle, “¿quieres ser santo?” Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”. (Mt 5,48)" (NMI. 31)

Juan Pablo II no aboga por una pastoral de “no robar y no matar” ni por la pastoral de “ser buena gente”, sino que quiere que la pastoral presente al bautizado la verdadera meta del ideal que Dios quiere para cada uno de nosotros. No es la pastoral de “lo mínimo”, tampoco “de las medias tintas”, sino la “pastoral del idea supremo del creyente”: la santidad.

No se corre a las exigencias ni cae en el miedo de que la gente se desanime. Al contrario, pretende proponer a la Iglesia ideales altos, elevados, capaces de ilusionar y arrastrar el corazón del hombre hacia las alturas. Dios nos dio pies para pisar tierra y andar, pero también nos ha dado las alas del Espíritu para volar alto.



YO QUERÍA SER SANTO

Sí, yo quería ser santo y me dio miedo.
Y Dios me dijo: si yo estoy contigo.
Yo quería ser santo, pero me sentía pecador.
Y Dios me dijo: si los pecadores son los que me ganan el corazón.
Yo quería ser santo, pero me sentí muy débil.
Y Dios me dijo: es en la debilidad donde yo manifiesto el poder de mi gracia.
Yo quería ser santo, pero no sabía cómo.
Y Dios me dijo: tú déjate llevar por mi Espíritu Santo.
Yo quería ser santo, pero me sentía poca cosa.
Y Dios me dijo: También María, la Madre de mi Hijo, se creía poca cosa.
Yo quería ser santo, pero fácilmente caía en mis debilidades.
Y Dios me dijo: santo es el que se levanta siempre.
Yo quería ser santo, pero también me gustaba el mundo.
Y Dios me dijo: fíjate lo que me gusta a mí que envié a mi Hijo para que lo salvase.
Yo quería ser santo, pero me gustaba también el pecado.
Y Dios me dijo: eso no, hijo, pecado y gracia no pueden estar juntos.

¿Entonces qué hago pues, a pesar de todo, yo quiero ser santo?
Y Dios me respondió: Hijo, muy fácil:
Tú déjate manejar por mí que yo sé muy bien el camino.
Tú no hagas nada, pero déjame hacer a mí en ti.
Tú no eres el que te haces santo, sino yo que actúo en ti.
Los santos no nacieron santos, yo los voy santificando cada día.
Los santos no son los que no tienen debilidades sino los que se fían de mí.
Los santos no son los que nunca pecaron, sino los que siempre se dejaron perdonar.
Los santos no son los grandes, sino los que se sienten pequeños y me necesitan siempre.
Los santos son los que quieren, no los que siempre dudan y viven indecisos.

Señor, pero, ¡yo no sé ni puedo hacer milagros!
¿Y para qué quieres hacer milagros?
Deja que yo haga el milagro de mi amor en ti.
Tú puedes ser el milagro de santidad de mi corazón.
Los milagros los puedo hacer yo en ti, no tú.



SILENCIO

Recordando a nuestros viejos
que se fueron.

Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.

Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.

Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio.

Y cuando resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio.

Y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.
(Andrés Eloy Blanco)

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WebJCP | Abril 2007