Por José María Maruri, SJ
1.- ¿Quién dice la gente que soy yo?... Miles de libros han dado respuesta a esta pregunta del Señor: teólogos, místicos, autores piadosos, novelistas, cineastas y hasta enemigos del cristianismo han tratado de participar entre lo que opina la gente con títulos como Rey de Reyes, La Pasión, Jesucristo, Superstar o, incluso de manera falaz y escandalosa, con “La última tentación”. Otros, han querido verle como un revolucionario al estilo del Che Guevara.
Como los apóstoles contestando lo que los demás piensan se quedaron tan anchos y satisfechos, así nosotros, pero se nos corta el resuello cuando el Señor cambia su pregunta por la que, en realidad, le interesa a Él: “¿Y vosotros quién decís que soy yo?”.
Ya no vale refugiarse en títulos de libros, novelas o películas, ni siquiera se responde con muy pulidas respuestas de catecismo. A Pedro no le valió. Contestó con una definición de aventajado discípulo de clase de religión, pero se le quedó en el tintero lo que el Señor le preguntaba: su disposición hacia Él, su disponibilidad, su compromiso, su decisión, su entrega… Y fue reprendido duramente. A Jesús no le valen respuestas de catecismo.
2.- El Señor, ni es teólogo, ni profesor de religión, ni quiere colegiales aventajados, ni teólogos famosos, ni predicadores “piquito de oro”. Jesús sube hacia Jerusalén, se va enfrentar con la enemistad de los más…Sabe en peligro su vida y quiere saber si cuenta con los suyos, gente que pierde la vida con Él, porque Él significa algo para ellos.
“¿Tú quien dices que soy yo?” ¿Qué significó su vida? Pensároslo cada uno en silencio. Contestároslo si podéis. Pero cuidadito porque es una respuesta que compromete y el Señor nos va a tomar la Palabra.
Desde las líneas de un libro, la imagen de un cine o el desenfado de un púlpito caben las frases bonitas, la cháchara. Pero nen el tú a tú con el Señor no vale más que la verdad, y la verdad compromete. Pedro de definió y negó. Tomás dijo “Muramos por Él…
3.- ¿Cuenta Jesús en nuestra vida diaria? ¿O le tenemos encerrado en la Iglesia? ¿Entra en mi despacho, en mi comedor?
--¿lo siento cercano, como a cualquier miembro de mi familia?
--¿cuenta en mis decisiones personales o familiares?
--¿oigo crujir sus pasos junto a los míos por el camino de la vida?
--¿es alguien al que miro y hablo para decidir que debo hacer?
La anécdota es muy conocida, y muy antigua, pero hermosa. Se cuenta del Padre Vilariño, autor de una preciosa biografía de Jesús que yendo sólo en el tranvía –allá en el Madrid de los años treinta del siglo pasado—charlando con el Señor, al acercarse el cobrador pidió instintivamente dos billetes, con gran admiración del tranviario… Así era de real Jesús para él.
Jesús no es el teólogo curioso, es el amigo y quiere saber si cuenta con sus amigos: ¿qué soy en tu vida?, ¿ocupo en lugar en ella?
4.- Hay muchos “quienes” en el Evangelio, la multitud se pregunta: “¿quién es éste que acalla a la tempestad?, ¿quién es éste que arroja a los demonios?, ¿quién, que perdona los pecados?, ¿quién es el que habla con autoridad? Quién, quién, quién, pero todos fuera de mí. El único quién importante para el Señor y para cada uno de nosotros es: “¿Quién es el Señor para mí?
A una persona se la define por su nombre y apellido, por la referencia a la familia que pertenece, por su carrera o cargo. Pero lo importante es quién es para mí, la persona sin la que no puedo vivir, la persona por la que soy capaz de dar mi vida. Lo único que me importa en la vida… Esta es la respuesta que Jesús espera de mí.
Como los apóstoles contestando lo que los demás piensan se quedaron tan anchos y satisfechos, así nosotros, pero se nos corta el resuello cuando el Señor cambia su pregunta por la que, en realidad, le interesa a Él: “¿Y vosotros quién decís que soy yo?”.
Ya no vale refugiarse en títulos de libros, novelas o películas, ni siquiera se responde con muy pulidas respuestas de catecismo. A Pedro no le valió. Contestó con una definición de aventajado discípulo de clase de religión, pero se le quedó en el tintero lo que el Señor le preguntaba: su disposición hacia Él, su disponibilidad, su compromiso, su decisión, su entrega… Y fue reprendido duramente. A Jesús no le valen respuestas de catecismo.
2.- El Señor, ni es teólogo, ni profesor de religión, ni quiere colegiales aventajados, ni teólogos famosos, ni predicadores “piquito de oro”. Jesús sube hacia Jerusalén, se va enfrentar con la enemistad de los más…Sabe en peligro su vida y quiere saber si cuenta con los suyos, gente que pierde la vida con Él, porque Él significa algo para ellos.
“¿Tú quien dices que soy yo?” ¿Qué significó su vida? Pensároslo cada uno en silencio. Contestároslo si podéis. Pero cuidadito porque es una respuesta que compromete y el Señor nos va a tomar la Palabra.
Desde las líneas de un libro, la imagen de un cine o el desenfado de un púlpito caben las frases bonitas, la cháchara. Pero nen el tú a tú con el Señor no vale más que la verdad, y la verdad compromete. Pedro de definió y negó. Tomás dijo “Muramos por Él…
3.- ¿Cuenta Jesús en nuestra vida diaria? ¿O le tenemos encerrado en la Iglesia? ¿Entra en mi despacho, en mi comedor?
--¿lo siento cercano, como a cualquier miembro de mi familia?
--¿cuenta en mis decisiones personales o familiares?
--¿oigo crujir sus pasos junto a los míos por el camino de la vida?
--¿es alguien al que miro y hablo para decidir que debo hacer?
La anécdota es muy conocida, y muy antigua, pero hermosa. Se cuenta del Padre Vilariño, autor de una preciosa biografía de Jesús que yendo sólo en el tranvía –allá en el Madrid de los años treinta del siglo pasado—charlando con el Señor, al acercarse el cobrador pidió instintivamente dos billetes, con gran admiración del tranviario… Así era de real Jesús para él.
Jesús no es el teólogo curioso, es el amigo y quiere saber si cuenta con sus amigos: ¿qué soy en tu vida?, ¿ocupo en lugar en ella?
4.- Hay muchos “quienes” en el Evangelio, la multitud se pregunta: “¿quién es éste que acalla a la tempestad?, ¿quién es éste que arroja a los demonios?, ¿quién, que perdona los pecados?, ¿quién es el que habla con autoridad? Quién, quién, quién, pero todos fuera de mí. El único quién importante para el Señor y para cada uno de nosotros es: “¿Quién es el Señor para mí?
A una persona se la define por su nombre y apellido, por la referencia a la familia que pertenece, por su carrera o cargo. Pero lo importante es quién es para mí, la persona sin la que no puedo vivir, la persona por la que soy capaz de dar mi vida. Lo único que me importa en la vida… Esta es la respuesta que Jesús espera de mí.
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