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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales Litúrgicos y Catequéticos: XXV Domingo del T.O. (Marcos 9, 30-37) - Ciclo B
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martes, 15 de septiembre de 2009

Materiales Litúrgicos y Catequéticos: XXV Domingo del T.O. (Marcos 9, 30-37) - Ciclo B


Publicado por Juan Jauregui

Monición de entrada

(A)

Todo el mundo quiere ser el primero, quiere triunfar, aunque sea a costa de los demás.
Se nos educa para competir y triunfar. Pero todos no pueden ser el primero y esto lleva inevitablemente a la frustración.
Jesús nos dice en el evangelio de hoy: " El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor ".
Además Jesús pone como ejemplo de vida, acoger a los niños, a las personas sencillas.
" El que acoge y recibe con cariño a un niño, acoge a Jesús y al Padre que lo ha enviado ".
Sobre esto vamos a reflexionar en la Celebración Eucarística de este Domingo.

(B)

Al comenzar un nuevo curso, nos volvemos a reunir para celebrar nuestra fe en la Eucaristía. Es un buen momento para dar gracias a Dios por todo lo bueno que hemos recibido, a la vez que le presentamos nuestras dificultades y problemas.
Uno de los muchos problemas de nuestra sociedad, son las personas que viven marginadas y excluidas por no tener un trabajo digno. Nos lo recuerda hoy Cáritas en su campaña anual por el empleo.
El camino de la paz se hace por la repartición equitativa y justa del poder, del dinero, de los bienes. ¿Estamos dispuestos a dejarnos complicar la vida por los demás?
Puestos de pie recibimos al sacerdote.

(C)

Ganar a cualquier precio, ser famoso, escalar los primeros puestos... es lo que mueve a muchos en nuestra sociedad. Jesús, sin embargo, no fue así. Oiremos en el Evangelio: "Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos". Jesús cumplió esta doctrina. Para É1 la verdadera sabiduría y la mayor grandeza está en la sencillez, en el servicio a los demás y en la fidelidad a uno mismo.
Nosotros, a pesar de muchos años de vida cristiana, podemos encontrar esta lección difícil todavía. Es posible que sigamos acariciando pensamientos de grandeza, de poder o de ambición. El modelo humano de Jesús va por otro camino.

Saludo del Sacerdote

Que Dios, Padre cariñoso, Hijo que recibe y acoge a los niños y Espíritu de servicio, esté con todos vosotros ...

Pedimos perdón

(A)

Como en nuestra vida de cada día no siempre buscamos el servicio, sino que a veces lo que intentamos es figurar o crecer a costa de los demás, vamos ahora a pedir el perdón de Dios y de los hermanos.

* Por nuestra falta de respeto a los demás, dejándoles de lado... Señor, ten piedad.

* Por nuestro deseo de subir en la vida, aunque sea a costa de los demás... Cristo, ten piedad.

* Por intentar ocupar puestos, y olvidarnos de prestar un servicio a la comunidad... Señor, ten piedad.

(B)

Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos”. Son las palabras que Jesús nos dice hoy. Porque nos gusta, con frecuencia, ocupar los primeros puestos, pedimos perdón arrepentidos.

- Tú, Señor, que animas el esfuerzo y el servicio de quienes buscan el bien y la justicia. SEÑOR, TEN PIEDAD...
- Tú, Señor, que haciéndote uno como nosotros nos llamas a vivir pendientes de los más humildes. CRISTO, TEN PIEDAD...
- Tú, Señor, que nos das la fuerza para ser testigos del Evangelio, mensajeros de tu amor. SEÑOR, TEN PIEDAD...

El Señor tenga misericordia de nosotros perdone nuestros pecados y nos lleva a la vida eterna.

Gloria

A Dios, que es un Padre misericordioso, le damos las gracias por su gran amor...


Escuchamos la Palabra


Monición

Los justos son perseguidos. Vivir según Dios, es decir no, al modo egoísta de vivir en el mundo.


Monición al Evangelio

El camino de Jesús es la entrega a los demás. Ser el primero en el Reino de Jesús, es servir a los otros, saber acoger a los niños.


Evangelio dialogado (Niños)

Narrador: A pesar de que Jesús les acababa de decir a sus discípulos que el que quisiera seguirle tenía que renunciar a sus apetencias personales y poner su vida al servicio de los demás, ellos no lo entendían del todo.
De hecho, mientras iban de una aldea de Cesarea a Cafarnaún, por el camino, los discípulos iban discutiendo sobre quién era el más importante entre ellos.
Cuando llegaron a casa Jesús les preguntó:
Jesús: - ¿De qué hablabais y discutíais por el camino?
Narrador: Ellos no se atrevieron a contestarle porque les daba apuro decirle que habían estado hablando de quién era el más importante entre ellos.
Pero Jesús, que les había oído, les reunió a todos y les dijo:
Jesús: - Mirad, el que quiera ser el primero y el más importante, que sea el último y el servidor de todos.
Narrador: Palabra del Señor



Homilías

(A)
Hace algunos años el semanario Vie Catholique ilustrée hizo una encuesta en Francia sobre lo que era más importante en la vida para el encuestado. El 90 % de los jóvenes interrogados respondió que lo más importante era "triunfar en la vida". "Triunfar en la vida" es el gran ideal que se establecen muchas personas. Ésta es la clase de persona que promocionan los medios de comunicación social en los colegios, en la universidad... Triunfar profesionalmente, triunfar económicamente, triunfar social o deportivamente: ésta es la gran meta para muchos. Cuando triunfar se constituye en el sentido de la vida, entonces se pasa entre la gente dando codazos para abrirse camino y poder subir al podio. El afán de triunfar en la vida a toda costa es lo que desata la rivalidad, mueve el pie para poner zancadillas, instrumentalizar a los demás y servirse "de" ellos en lugar de servir "a" ellos.

Seattel
Hace algunos años, en los paraolímpicos de Seattle, nueve concursantes, todos con alguna discapacidad fisica o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100 metros lisos.
Al sonido del disparo, todos salieron, no exactamente como bólidos, pero con gran entusiasmo de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar.
Todos, es decir, menos uno, que tropero en el asfalto, dio dos vueltas y empezó a llorar.
Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad y volvieron hacia atrás.
Todos dieron la vuelta y regresaron... todos.
Una niña con síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida, y le dijo:
-Eso te lo va a curar.
Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta.

Todos en el estadio se pusieron de pie, los ¡vivas! y aplausos duraron varios minutos.
La gente que estuvo presente aún cuenta la historia. ¿Por que?
Porque dentro de nosotros sabemos una cosa: Lo importante en esta vida va más allá de ganar nosotros mismos, aunque hayamos sido educados y eduquemos para ganar y estar siempre por encima de todos
Lo importante en esta vida es ayudar a ganar a otros, aun cuando esto signifique tener que disminuir la velocidad o cambiar el rumbo, o tener que perder... nosotros.
Y llamamos a estas personas ¿discapacitadas?
Nosotros sí que damos la impresión de discapacidad, al estar siempre peleándonos por quedar los primeros y salir en la foto...
Ciertamente nuestros criterios no coinciden con los de Jesús.
Para nosotros, importante es el hombre de prestigio, seguro de si mismo, que ha alcanzado el éxito en algún campo de la vida, que ha logrado sobresalir sobre los demás y ser aplaudido por las gentes.
Esas personas cuyo rostro podemos ver constantemente en la TV. Líderes políticos, «premios Nobel», cantantes de moda, atletas excepcionales... .¿Quién puede haber más importante que ellos?
Según el criterio de Jesús, miles y miles de hombres y mujeres anónimos, de rostro desconocido, a quienes nadie hará homenaje alguno, pero que se desviven en el servicio sencillo y desinteresado a los que están a su lado.
El afán de ser más, de prevalecer, de escalar, de superponerse es lo que complica la vida y nos la amarga. Es lo que ocurría en el grupo de los apóstoles. Por ejemplo, "los otros diez se indignaron por sus pretensiones" (Mt 20,24).
Anthony de Mello expresa el sufrimiento que causa la ambición con una bella parábola. "Un autobús cargado de turistas atraviesa una hermosísima región llena de lagos, montañas, ríos y praderas. Pero las cortinas del autobús están echadas, y los turistas, que no tienen la menor idea de lo que hay al otro lado de las ventanillas, se pasan el viaje discutiendo sobre quién debe ocupar el mejor asiento del autobús, a quién hay que aplaudir, quien es más digno de consideración... Y así siguen hasta el final del viaje...".
Éste es, con frecuencia y por desgracia, el convivir humano.
¡Qué paraíso, en cambio, la convivencia de quienes se olvidan de estas minucias, de estos celos, y se empeñan en gozar de los sorprendentes regalos que Dios ha puesto a nuestro alcance!
¡Qué feliz es quien pone todo su empeño, no en ser servido, sino en servir! Recordemos la bella sentencia, de sabor evangélico, de R. Tagore: "Me dormí y soñé que la vida era alegría; me desperté y me encontré con que la vida era servicio; me puse a servir y descubrí que el servicio es alegría". Es otra versión de lo que dijo el Señor Jesús: "Hay más alegría en dar que en recibir" (Hch 20,35).


(B)

Los importantes.

Ciertamente nuestros criterios no coinciden con los de Jesús. ¿A quién de nosotros se le hubiera ocurrido hoy pensar que los hombres y mujeres más importantes son aquellos que parecen los «últimos» porque viven al servicio de los demás?
Para nosotros, importante es el hombre de prestigio, seguro de sí mismo, que ha alcanzado el éxito en algún campo de la vida, que ha logrado sobresalir sobre los demás y ser aplaudido por las gentes.
Esas personas cuyo rostro podemos ver constantemente en la TV. Líderes políticos, «premios Nobel», cantantes de moda, atletas excepcionales... .¿Quién puede haber más importante que ellos?
Según el criterio de Jesús, miles y miles de hombres y mujeres anónimos, de rostro desconocido, a quienes nadie hará homenaje alguno, pero que se desviven en el servicio sencillo y desinteresado a los demás.
Hombres y mujeres que no viven para su éxito y egoísmo personal. Gentes que no actúan sólo para arrancarle a la vida todas las satisfacciones posibles para sí mismo, sino que se preocupan de la felicidad de los otros.
Ciertamente hay una grandeza en la vida de estas personas que no aciertan a ser felices sin la felicidad de los demás. Su vida es un misterio de entrega y desinterés. Saben vivir más allá de sus propios intereses. Sin hacer cálculos. Sin medir mucho los riesgos.
Hombres y mujeres que saben poner su vida a disposición de otros. No se imponen ni existen para sí mismos. Actúan movidos por su bondad. Una ternura grande envuelve su trabajo, su quehacer diario, sus relaciones, su convivencia.
No viven sólo para trabajar ni para disfrutar. Su vida no se reduce simplemente a cumplir sus obligaciones profesionales y ejecutar diligentemente sus tareas.
En su vida se encierra algo más. Viven de manera creativa. Cada persona que encuentran en su camino, cada dolor que perciben a su alrededor, cada problema que surge junto a ellos, es una llamada que les invita a actuar, servir y ayudar.
Pueden parecer los «últimos», pero su vida es verdaderamente grande. Todos sabemos que una vida de amor y servicio desinteresado merece la pena, aunque no nos atrevamos a vivirla.
Quizás tengamos que orar humildemente como lo hacía el P. Teilbard de Chardin: «Señor, responderé a tu inspiración profunda que me ordena existir, teniendo cuidado de nunca ahogar ni desviar ni desperdiciar mi fuerza de amar y hacer».
(C)

Ingenuidad

La actitud ante los niños sigue siendo uno de los rasgos más desconcertantes de Jesús. Para él, el niño es el símbolo de lo que debería ser toda actividad existencial verdadera.
No admira Jesús a los hombres maduros, emprendedores, activos o eficaces. Su mirada se vuelve hacia esos pequeños cuya sencillez y simplicidad parecen cautivarlo.
Pocas cosas nos pueden resultar más retrógradas e inútiles en esos tiempos en que la organización y la complejidad de la vida va creciendo de manera acelerada.
La evolución y la marcha general de la humanidad parece empujarnos sin piedad en una dirección que nos aleja cada día más de todo lo que pueda ser ingenuidad, simplicidad y transparencia.
Sería, sin duda, una estupidez condenar la inteligencia crítica y el desarrollo tecnológico que nos están permitiendo penetrar mejor en los secretos de la naturaleza y organizar de manera más inteligente la vida.
Pero hay algo que comienza a turbar la conciencia del hombre y a ponerlo en estado de alerta.
Esta sociedad está "tecnificando" nuestro espíritu. El sistema comienza a tratarnos a todos como piezas de un gran mecanismo. Nos ajusta, nos funcionaliza y, con frecuencia, lamina nuestra alma vaciándonos de vida y verdad humana.
Compleja y sofisticada, esta sociedad comienza a mostrársenos profundamente indigente cuando se trata de ahondar en el misterio del corazón humano y en sus aspiraciones más íntimas.
Almacenamos datos y conocimientos, pero sentimos que algo esencial se nos escapa. Adquirimos "verdades técnicas" siempre nuevas, pero no nos sentimos poseídos por la verdad.
Comenzamos a intuir que la verdad que nos puede salvar no brotará sin más del desarrollo sin fin de nuestra racionalidad crítica. No será resultado de un proceso meramente tecnológico.
La verdad, según Jesús, aparece como gracia en el corazón de aquellos que saben ahondar en la vida con humildad, transparencia y simplicidad.
"Si no os hacéis como mitos, no entraréis en el Reino de Dios". No son los inteligentes ni los más activos ni los más poderosos, los que más profundamente penetran en la realidad de la existencia, sino aquellos que la viven con "la transparencia del niño".
Transparencia y simplicidad que hoy nos parecen absolutamente impensables, pero que el hombre necesita recuperar para escapar de la asfixia.

(D)

ACOGER AL NIÑO

Las primeras víctimas del deterioro y de los errores de una sociedad son casi siempre los más débiles y desamparados: los niños. Esos seres que dependen totalmente del cuidado de sus padres o de la ayuda de los adultos. Basta abrir los ojos y observar lo que sucede entre nosotros.
La crisis de la familia y la inestabilidad de la pareja están provocando en algunos hijos efectos difíciles de medir en toda su hondura. Niños poco queridos, privados del cariño y la atención de sus padres, de mirada triste y ánimo crispado, que se defienden como pueden de la dureza de la vida sin saber dónde encontrar refugio seguro.
El bienestar material maquilla a veces la situación ocultando de manera sutil la «soledad» del niño. Ahí están esos hijos, repletos de cosas, que reciben de sus padres todo lo que les apetece, pero que no encuentran en ellos la atención, el cariño y la acogida que necesitan para abrirse a la vida con seguridad y gozo.
Y ¿los educadores? No lo tienen fácil. Piezas de un sistema de enseñanza que, por lo general, fomenta más la transmisión de datos que el acompañamiento humano, tienen el riesgo de convertirse en «procesadores de información» más que en «maestros de vida». Por otra parte, muchos de ellos han de enfrentarse cada mañana a alumnos desmotivados e indolentes sabiendo que apenas encontrarán en sus padres colaboración para su tarea.
No se trata de culpabilizar a nadie. Es toda la sociedad la que ha de tomar conciencia de que un pueblo progresa cuando sabe acoger, cuidar y educar bien a las nuevas generaciones. Es un error planificar el futuro y descuidar la educación integral de niños y jóvenes. Es necesario apoyar más a la familia, valorar a los educadores, saber que la tarea más importante para el futuro es mejorar la calidad humana de quienes serán sus protagonistas.
«El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Estas palabras de Jesús, recogidas en diversas tradiciones evangélicas, son una llamada a la responsabilidad. En las primeras comunidades cristianas no se protege al niño por razones jurídicas o legales. La razón es más honda. Los creyentes han de sentirse responsables ante el mismo Cristo de acoger a esos niños que, sin el cuidado y la ayuda de los adultos, no podrán abrirse a una vida digna y dichosa. La vida que Dios quiere para ellos.

(E)

ACOGER A LOS NIÑOS

No es fácil adoptar una postura acertada con los niños. Lo saben muy bien los padres y educadores. A veces, los idealizamos ingenuamente. Otras, descargamos sobre ellos nuestra irritación. En ocasiones, los utilizamos. Casi siempre los sometemos a nuestra voluntad. La actitud sorprendente de Jesús ante los pequeños y su invitación a acoger a los niños nos han de hacer pensar.
El niño es siempre un ser débil y vulnerable. Basta mirarlo con un poco de ternura. Su vida es frágil. Si no es acogido y protegido con amor, está llamado a sufrir lo indecible. Sin amor, nadie crece de manera sana y feliz.
El niño es sólo una «promesa de vida». Sólo lo pueden acoger y cuidar bien quienes lo miran con esperanza. Para ser un buen padre o un buen educador hay que olvidarse de cálculos. Hay que amar al niño sin ver resultados inmediatos. No todo se puede planificar. Lo importante es creer, confiar y acompañar con paciencia.
Rara vez el niño agradece lo que está recibiendo. Sólo se le puede querer con amor gratuito, a fondo perdido. El padre o el educador que pretenda exigir una respuesta adecuada a lo que está haciendo por él, se sentirá frustrado. Aquí no funciona la reciprocidad. Sólo son buenos padres y buenos educadores quienes disfrutan buscando el bien del niño y no su respuesta agradecida.
Al niño hay que tratar con alegría que es el signo que acompaña siempre a cualquier tarea creadora. Hacer feliz a un niño es ayudarle a ser bueno. Enseñarle a disfrutar aprendiendo es enseñarle a vivir. Esos niños de rostro triste y mirada apagada nos están acusando a todos. No les estamos transmitiendo la alegría de vivir.
Hay algo más. También los niños nacidos en esta sociedad tienen derecho a que alguien los inicie en la reflexión personal, en una cierta vida interior y en la apertura a Dios. Pocas cosas me apenan más que esos jóvenes a veces tan vacíos de interioridad y tan desvalidos para descubrir un sentido un poco hondo e inteligente a sus vidas. Mientras tanto, las palabras de Jesús nos interpelan a todos: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí».


Oración de los fieles

(A)

Vamos a pedir a Dios por los necesitados, por los que buscan los primeros puestos y por nosotros también, para que aprendamos a ser felices ayudando a los demás.

1.- Por la Iglesia, por los que ocupan puestos en su gobierno, para que no busquen figurar y triunfar, sino que crezca en ellos el espíritu de humildad y servicio. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2.- Por las naciones de la tierra y todos sus pueblos, para que desaparezcan las barreras que les separan como países ricos y pobres, fomenten entre ellos la solidaridad y destierren para siempre la explotación y la competitividad. ROGUEMOS AL SEÑOR.
3.- Por todos los pequeños y pobres del mundo, y de forma especial los más cercanos a nosotros, para que sientan nuestra cercanía y solidaridad, porque reconocemos en ellos el rostro del Señor. ROGUEMOS AL SEÑOR.
4.- Por cuantos en la Iglesia viven con especial dedicación el carisma del servicio, para que lo hagan desde un corazón humilde y generoso. ROGUEMOS AL SEÑOR.
5.- Por los que estamos aquí reunidos, para que vivamos nuestra
identificación con Jesús en la acogida y servicio a los más pequeños. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Escucha, Señor, nuestra oración y ayúdanos a estar donde nos necesiten. Amén

(B)
Necesitados siempre de la ayuda de Dios, le presentamos ahora nuestras súplicas, diciendo: ¡Haznos sencillos, Señor!

Para que la Iglesia sea una comunidad viva y llena de esperanza, que ayude a las personas a vivir con dignidad. Oremos.
Para que vivamos con humildad y descubramos la grandeza del servicio y de la entrega a las personas. Oremos.
Para que apoyemos el trabajo y los esfuerzos sinceros de cuantos buscan el bien y la paz. Oremos.
Para que nuestra comunidad parroquial sepa mostrar con su trabajo evangelizador el rostro de Dios, Padre de bondad. Oremos.

Oración: Haznos, Señor, sencillos, y atiende nuestra humilde oración. Por Jesucristo.

(C)

Acudamos confiadamente al Padre que en su Hijo nos ha manifestado los secretos de su Reino.
Escúchanos, Señor.

1. Para que toda la Iglesia, como pueblo de Dios, viva hacia dentro y hacia fuera sin ambiciones ni privilegios, sino desde la acogida y el servicio permanente. Oremos.
2. Para que los que gobiernan las naciones de la tierra busquen siempre el bien común y pongan su mirada preferentemente en los más pequeños y desprotegidos. Oremos.
3. Para que colaboremos con todos aquellos que se esfuerzan por abrir horizontes nuevos en los que las gentes puedan encontrar un sentido más profundo a sus vidas. Oremos.
4. Para que todas las personas que están más directamente implicadas en la educación de los jóvenes encuentren a lo largo del nuevo curso los cauces y ayudas necesarias para llevarla a cabo. Oremos.

Llénanos de ilusión, Señor; para seguir tu camino de acogida y de servicio. Por JCNS. AMÉN.


Ofrendas


PREPARACIÓN DEL ALTAR
(Como en otras ocasiones, dos de las mujeres de la comunidad preparan el altar para la comunión: Ponen los manteles, las velas y un centro de flores. Luego una de ellas, hace la ofrenda)

Mira, Señor, con este gesto tan sencillo que hemos hecho hoy, como tantas otras veces, queremos simbolizar el verdadero espíritu del Evangelio: los últimos serán los primeros. Y con él, no sólo te ofrecemos nuestra disponibilidad para el servicio dentro de la comunidad y la Iglesia, sino que queremos ofrecerte, en nombre de toda la comunidad, nuestra entrega y servicio mutuo, pues queremos ser fieles a que los primeros, en tu Iglesia, son los que sirven. Ayúdanos y danos tu fuerza y gracia para hacerla.

PRESENTACIÓN DE UN NIÑO
(Un adulto se acerca hasta el Presidente, llevando de la mano un niño, se lo presenta y dice:)

Señor, yo te traigo hoy este niño, que es símbolo de la indefensión y de tus preferidos. Al presentártelo hoy, ofrezco con él mi decisión de servir a los hombres, como Tú lo hiciste, que no viniste a ser servido, sino a servir. Te pido, sin embargo, para mí y para toda la comunidad, que renueves nuestros corazones como el de este niño, para que no seamos víctimas del egoísmo, los afanes de poder y de tener, que nos separan a los adultos de los más pequeños. Danos, así, un corazón sencillo, porque sólo ellos son capaces de aceptar tu palabra y vivir según tu voluntad.


Prefacio...

El Señor esté con vosotros...
Levantemos el corazón...
Demos gracias al Señor, nuestro Dios...

Te damos las gracias, Señor,
porque eres el único que merece toda alabanza,
porque siendo Dios, no desprecias a los pecadores,
porque siendo el Fuerte,
eres el Padre de los pobres y débiles.
Tú has preparado la tierra para morada de todos,
y has querido que la lluvia fecunde
los campos de todos: justos y pecadores.
Te damos las gracias, también,
porque has querido revelar los secretos de tu Amor,
sobre todo, a los pobres y sencillos,
a los que saben acoger a Cristo como el Salvador,
y a sus hermanos
como los privilegiados del Reino de Dios.
Por eso, con la firmeza que nos da
el poderte llamar Amigo y Dios,
unidos a toda la gente sencilla y de buen corazón,
entonamos un canto en tu honor, diciendo:

Santo, Santo, Santo ...


Padrenuestro

El Señor nos alimenta en nuestra marcha por el mundo, enciende un fuego de amor en nuestros corazones y nos llama a reunirnos para compartir el mismo pan. Llenos de esperanza y alegría, le decimos: Padre Nuestro ...


Nos damos la Paz

Si somos sencillos y estamos unidos, la paz se hará realidad entre nosotros. La guerra y la violencia surgen cuando queremos ser más que los demás o estar por encima de ellos. Hoy queremos vivir en paz...

*La paz esté con nosotros...
*Y como hermanos y amigos nos deseamos la paz...


Compartimos el pan

Jesús nos invita al Banquete de su Comunión. No nos vamos a pelear por llegar los primeros. Jesús quiere que todos unidos y en plan de igualdad nos sentemos a su Mesa.
- Dichosos los invitados al Banquete de Jesús...
- Señor, no soy digno de que entres en mi casa ...


La Bendición

Jesús abre un horizonte nuevo: vivir preocupados por los débiles es una buena forma de ser discípulos suyos, que lo demostremos a lo largo de toda esta semana…
Para ello que la bendición…

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WebJCP | Abril 2007