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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales Litúrgicos y Catequéticos: XXIII Domingo del T.O. (Marcos 7,31-37) - Ciclo B
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viernes, 4 de septiembre de 2009

Materiales Litúrgicos y Catequéticos: XXIII Domingo del T.O. (Marcos 7,31-37) - Ciclo B

Publicado por Juan Jauregui

Monición de entrada

(A)

El Evangelio es la Palabra de Dios que se acerca a nosotros, no para taparnos la boca, sino para guiarnos y orientarnos.
El Evangelio de hoy nos habla de la curación de un sordomudo.
Al escuchar el evangelio, sabemos que recibimos no solo la Palabra de Jesús, sino al mismo Jesús y todo lo que eso supone. Así pues, no podemos quedarnos sordos o mudos, porque Jesús nos da fuerzas para escuchar y trabajar. Lo que escuchamos debemos expresarlo no solo con los labios,
sino sobre todo con la vida y con nuestras obras.
No debemos vivir encerrados, sino que debemos abrirnos a los demás. De esto vamos a hablar en la celebración de hoy: de la Palabra de Dios que es como una mano cariñosa que cura nuestros males y nos da fuerzas para salir hacia los demás, rompiendo nuestra soledad.

(B)

Hermanos: nos reunimos un domingo más, para celebrar el "paso" y la presencia del Señor entre nosotros. Nuestro Dios viene en persona y se hace salvación para cada uno de nosotros. Dios está deseando curarnos, sólo necesita y espera encontrarnos con el corazón abierto y dispuesto a acogerle.
Vamos a iniciar nuestra celebración. Que el Señor nos abra nuestros oídos y el corazón para que entendamos y acojamos su Palabra y proclamemos su Reino.


Saludo del Sacerdote

Las manos de Dios se alargan por mis manos para saludaros y daros la bienvenida a todos. Este es mi saludo de su parte:
Que la mano cariñosa de Dios esté con todos vosotros...

Pedimos perdón

El Señor se acerca a nosotros con sus manos cariñosas, que acarician y curan, y con su Palabra que da vida. Pero nosotros, muchas veces, no ayudamos, con el gesto cariñoso de nuestras manos, ni con nuestra palabra amigable, sino que nos encerramos en nosotros mismos, en nuestra vida. Por eso vamos a pedir perdón.

* Escuchamos tu Palabra y la guardamos para nosotros, no la extendemos con el ejemplo de nuestras vidas. Señor, ten piedad…
* No tendemos nuestras manos al que pide ayuda, ni señalamosel camino al que anda descarriado. Cristo, ten piedad...
* Nos encerramos en nuestras vidas, nos vence el egoísmo, somos como sordomudos ante la realidad que nos rodea. Señor, ten piedad...
(B)

Y lo primero que vamos a poner en sus manos son nuestras debilidades y pecados, pedimos perdón, en un momento de silencio.

* Porque a veces no escuchamos tu Palabra con la debida generosidad, te decimos: ¡Señor, ten piedad!
* Porque en muchas ocasiones somos insensibles a las llamadas que nos haces y a los signos que realizas, te rogamos: ¡Cristo, ten piedad!
* Porque a veces no damos testimonio de nuestra fe ni proclamamos tu mensaje de salvación por miedo o por falta de coraje, te pedimos: ¡Señor, ten piedad!

Dios todopoderoso, el Padre del amor, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.


Escuchamos la Palabra

Monición

Dios viene en persona. Él traerá la dicha y la felicidad a la humanidad. Sólo basta con aceptarle con sencillez


Monición al Evangelio

Jesús cura a un sordomudo, y nos anima a todos a escuchar su Palabra y sobre todo a ponerla en práctica.

(B)

En el evangelio que vamos a escuchar, Jesús se muestra como un hombre abierto y sin fronteras, que mira al ancho mundo y más allá de su tierra. El sordomudo es la imagen de los discípulos que van mostrando su incapacidad de entender la buena noticia; es Jesús quien tiene que abrir sus oídos y desatar su lengua. Es también la imagen del creyente de hoy: parece que vivimos incomunicados y que sólo nos escuchamos a nosotros mismos. Dios viene para sacarnos de nuestros raquíticos mundos y lanzarnos al encuentro con los demás.


Homilías

(A)
El evangelio que acabamos de escuchar nos recuerda un milagro de Jesús: cura a un sordomudo; una persona que apenas podía comunicarse con los demás.
Pero Jesús le tiende su mano cariñosa, le cura y le facilita esa relación con los que le rodean.
También nosotros, a pesar de poder oír y hablar, corremos el peligro de vivir solos, aislados en esta sociedad.
La soledad se ha convertido en una de las plagas más graves de nuestra sociedad.
El contacto humano se ha enfriado en muchos ámbitos de nuestra sociedad. La gente no se siente demasiado responsable de los demás. Cada uno vive su mundo. No es fácil el regalo de la verdadera amistad.
Hay quienes han perdido la capacidad de llegar a un encuentro cálido, cordial, sincero. Se sienten demasiado extraños a los demás.
No son ya capaces de entender y amar sinceramente a nadie, y no se sienten comprendidos ni amados por nadie.
Quizás se relacionan cada día con mucha gente. Pero en realidad no se encuentran con nadie. Viven aislados. Con el corazón bloqueado. Cerrados a Dios y cerrados a los demás, son como " sordomudos ".
Cuántos hombres y mujeres necesitan hoy escuchar las palabras de Jesús al sordomudo: «Ábrete». No es casualidad que se narren en los evangelios tantas curaciones de ciegos y sordos. Son una invitación a que abramos nuestros ojos y nuestros oídos para acoger el evangelio de Jesús y la salvación que se nos ofrece desde Dios.
También a nosotros se nos hace una invitación a abrirnos. Sin duda, las causas de la incomunicación, el aislamiento y la soledad creciente entre nosotros son muy diversas. Pero, casi siempre tienen su raíz en nuestro egoísmo.
Cuando actuamos egoístamente, nos alejamos de los demás, nos separamos de la vida y nos encerramos en nosotros mismos. Queriendo defender nuestra propia libertad e independencia con celo exagerado, caemos en un aislamiento y soledad cada vez mayor.
Tenemos que aprender, sin duda, nuevas técnicas de comunicación en la sociedad moderna. Pero debemos aprender antes que nada a abrirnos a la amistad y al amor verdadero. Tenemos que ser solidarios.
El egoísmo, la desconfianza y la insolidaridad son también hoy lo que más nos separa y aísla a unos de otros. Por ello la conversión al amor es camino indispensable para escapar de la soledad.
El que se abre al amor al Padre y a los hermanos, no está solo.
El que escucha la Palabra de Dios y tiende su mano cariñosa al hermano, no está solo.
Es lo que nos enseña Jesús en este evangelio de hoy.

(B)

Epidemia de soledad

Dice un escritor, que "sólo hay un sufrimiento y es el estar solo". La afirmación podrá parecer exagerada, pero lo cierto es que, para muchos hombres y mujeres de hoy, la soledad es el mayor problema de su existencia.
Aparentemente, el hombre actual está mejor comunicado que nunca con sus semejantes y con la realidad entera. Los medios de comunicación se han multiplicado de manera insospechada. El teléfono permite mantener una conversación con las personas más distantes. El televisor introduce hasta nuestro hogar imágenes de todo el mundo. El transitar ha terminado con el aislamiento.
Por otra parte, se impone lo público sobre lo privado. Se habla de asociaciones de todo tipo, círculos sociales, relaciones públicas, encuentros.
Pero todo ello no impide que una soledad indefinida, difusa y triste se vaya apoderando de muchos hombres y mujeres. Hogares donde las personas se soportan con indiferencia o agresividad creciente. Niños que no conocen el cariño y la ternura. Jóvenes que descubren con amargura que el encuentro sexual puede encubrir un egoísmo engañoso. Amantes que se sienten cada vez más solos después del amor. Amistades que quedan reducidas a cálculos e intereses inconfesables.
El hombre actual va descubriendo poco a poco que la soledad no es necesariamente el resultado de una falta de contacto con las personas. Antes que eso, la soledad puede ser una enfermedad del corazón. Si mi vida es un desierto, el mundo entero es un desierto, aunque esté poblado de toda clase de gentes.
Sin duda, son muchos los factores que pueden llevar a una persona a ese aislamiento interior que se expresa en frases cada vez más oídas entre nosotros: «Nadie se interesa por mí». «No creo en nadie». «Que me dejen solo. No quiero saber nada de nadie».
Pero para superar el aislamiento, es necesario abrirse de nuevo a la vida. Aceptarse a sí mismo con sencillez y verdad. Escuchar de nuevo el sufrimiento y la alegría de los demás. Romper el círculo obsesivo de «mis problemas». Recuperar la confianza en los gestos amistosos de los otros por muy limitados y pobres que nos puedan parecer.
La fe no es un remedio terapéutico que pueda prevenir o curar la soledad. El creyente está sometido, como cualquier otro, a las tensiones de la vida moderna y las dificultades de la relación personal.
Pero puede encontrar en su fe una luz, una fuerza, un sentido, una energía para superar el aislamiento, la soledad y la incomunicación. Como aquel hombre sordo y mudo, incapaz de comunicarse, que escuchó, un día la palabra curadora de Jesús: «Ábrete».

(C)

Escuchar la vida.

Son muchos los hombres y mujeres que se sienten incapaces de entablar un verdadero diálogo con su Creador. No saben escuchar a Dios y no saben hablarle. Se diría que son "sordomudos" ante Él.
Muchos de ellos no conocen lo que puede ser una experiencia interior. Han olvidado totalmente los caminos que los podrían adentrar en su propio espíritu y en el encuentro con Dios.
Otros siguen cumpliendo algunas prácticas religiosas. Escuchan predicaciones y lecturas sagradas, sus labios se mueven para entonar cantos o recitar oraciones, pero salen del templo sin haber dialogado con nadie en el fondo de su corazón.
Incapaces de comunicarnos con Dios, ¿cómo escuchar hoy esa llamada de Jesús al sordomudo de la Decápolis. "Abrete". ¿Cómo abrir nuestros oídos y nuestros labios para dialogar con Dios?
Cuenta Tony de Mello en uno de sus escritos ese delicioso relato:- Un pez joven e inexperto acudió a otro más viejo y con más experiencia y le preguntó: "Dígame. ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He andado buscándolo por todas partes sin resultado".
El viejo pez le respondió: "El Océano es precisamente donde estás tú ahora mismo". El joven pez se marchó decepcionado: "¿Esto? Pero si esto no es más que agua.. Lo que yo busco es el Océano".
Para encontrar a Dios no hay que recorrer largos caminos. Basta detenerse, cerrar los ojos, entrar en nuestro corazón y escuchar la vida que hay en nosotros mismos. Ahí, donde estamos ahora mismo, está Dios rodeándonos y penetrándonos de vida.
Yo no hago absolutamente nada y, sin embargo, mi corazón palpita, la sangre corre por mis arterias, mi organismo respira. Una fuerza oculta recorre todo mi ser. No soy yo quien hace algo para vivir. Segundo a segundo voy recibiendo la vida como un regalo misterioso.
Solemos decir: "Estoy respirando" pero, en realidad, no es así. Yo no estoy respirando. La respiración está sucediendo en mí. Cuando un niño recién nacido respira por vez primera ni siquiera sabe que existe el mecanismo de la respiración, sus pulmones jamás han funcionado hasta entonces. Y sin embargo la respiración llega y el milagro comienza.
Desgraciadamente también entre los hombres hay quienes "sólo ven agua y no descubren jamás el Océano". Viven sin escuchar el misterio de la vida que los rodea y los sostiene.
Si un día se detienen a escucharla, aunque sea de manera todavía inicial y débil, no les será tan difícil abrirse a un diálogo amistoso con el Creador de la vida.

(D)

COMUNICARSE

Hay muchas clases de soledad. Algunos viven forzosamente solos. Otros buscan la soledad porque desean «independencia», no quieren estar «atados» por nada ni por nadie. Otros se sienten marginados, no tienen a quien confiar su vida, nadie espera nada de ellos. Algunos viven en compañía de muchas personas, pero se sienten solos e incomprendidos. Otros viven metidos en mil actividades, sin tiempo para experimentar la soledad en que se encuentran.
Pero la soledad más profunda se da cuando falta la comunicación. Cuando la persona no acierta ya a comunicarse, cuando en una familia no une casi nada, cuando las personas solo se hablan superficialmente, cuando el individuo se aísla y rehuye todo encuentro verdadero con los demás.
La falta de comunicación puede deberse a muchas causas. Pero hay, sobre todo, una actitud que impide de raíz toda comunicación porque hunde a la persona en el aislamiento. Es el temor a confiar en los demás, el retraimiento, la huida, el irse distanciando poco a poco de los demás para encerrarse dentro de uno mismo.
Este retraimiento impide crecer. La persona «se aparta» de la vida. Vive como «encogida». No toma parte en la vida porque se niega a la comunicación. Su ser queda como congelado, sin expansionarse, sin desarrollar sus verdaderas posibilidades.
La persona retraída no puede profundizar en la vida, no puede tampoco saborearla. No conoce el gozo del encuentro, de la comunicación, del disfrute compartido. Intenta «hacer su vida», una vida que ni es suya ni es vida.
Cuanto más fomenta la soledad, la persona «se aísla» a niveles cada vez más profundos y se va incapacitando interiormente para todo encuentro. Llega un momento en que no acierta a comunicarse consigo misma ni con Dios. No tiene acceso a su mundo interior, no busca su verdadera identidad personal ni sabe abrirse confiadamente al amor de Dios. Su vida se puebla de fantasmas y problemas irreales.
La fe es siempre llamada a la comunicación y la apertura. El retraimiento y la incomunicación impiden su crecimiento. Es significativa la insistencia de los evangelios en destacar la actividad sanadora de Jesús que hacía «oír a los sordos y hablar a los mudos», abriendo a las personas a la comunicación, la confianza en Dios y el amor fraterno.
El primer paso que necesitan dar algunas personas para reanimar su vida y despertar su fe es abrirse con más confianza a Dios y a los demás. Escuchar interiormente las palabras de Jesús al sordomudo: «Effeta», es decir, «Ábrete».


(E)
ABRIRSE A LA VIDA

A. Camus ha descrito como pocos el vacío de la vida monótona de cada día. Escribe así en el mito de Sísifo: «Resulta que todos los decorados se vienen abajo. Levantarse, tranvía, cuatro horas de oficina o de taller, comida, tranvía, cuatro horas de trabajo, descanso, dormir y el lunes-martes-miércoles-jueves-viernes-sábado, siempre el mismo ritmo, siguiendo el mismo camino de siempre. Un día surge el "porqué" y todo vuelve a comenzar en medio de ese cansancio teñido de admiración».
Desvanecido el espejismo de las vacaciones, es fácil que más de uno sintonice con los sentimientos del escritor francés. A veces es la vida monótona de cada día la que nos plantea en toda su crudeza los interrogantes más hondos de nuestro ser: «Todo esto, ¿para qué? ¿Por qué vivo? ¿Vale la pena vivir así? ¿Tiene sentido esta vida?»
El riesgo es siempre la huida. Encerrarse en la ocupación de cada día sin más. Vivir sin interioridad. Caminar sin brújula. No reflexionar. Arrastrarse sin esperanza. Perder incluso la sed, el deseo de vivir con más hondura.
No es tan difícil vivir así. Basta hacer lo que hacen casi todos. Seguir la corriente. Vivir de manera mecánica. Sustituir las exigencias más radicales del corazón por toda clase de «necesidades» superfluas. No escuchar ninguna otra voz. Permanecer sordos a cualquier llamada profunda.
El relato de la curación del sordomudo (Mc 7, 31-37), redactado según un esquema catequético bien conocido, es una llamada a la apertura y la comunicación. Aquel hombre sordo y mudo, encerrado en sí mismo, incapaz de salir de su aislamiento, deja que Jesús trabaje sus oídos y su lengua. La palabra del Profeta resuena como un imperativo de contornos universales: «Ábrete».
Cuando no escucha los anhelos más humanos de su corazón, cuando no se abre al amor, cuando, en definitiva, se cierra al Misterio último que los creyentes llamamos «Dios», la persona se separa de la vida, se cierra a la gracia y ciega las fuentes que le harían vivir.

(F)

Santiago, no el Mayor, no el Patrón de España, sino el Menor, el que era pariente de Jesús, en la segunda lectura de hoy se queja de que, en las reuniones litúrgicas, al que iba bien vestido se le decía: «Por favor, siéntate aquí en el puesto reservado» (Sant 2,3); en cambio, que al pobre andrajoso se le hablaba de esta manera: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo» (Sant 2,3).
Esta es la historia que, de una u otra manera, se repite a través de los siglos, en un mundo donde nada son los que nada tienen.
Así contaba un misionero: «Una mañana llaman a mi puerta. Es una muchacha de 19 años, con expresión de dolor. Me enseña un papel en el que hay escrito: Una serpiente me ha mordido en la pierna derecha.
Sin perder tiempo subimos al coche. Me voy en busca de una religiosa enfermera. Esta le hace un vendaje para ir a la consulta médica, a unos 15 km. Al llegar, el médico no está. Cogemos de nuevo el coche y nos dirigimos a otro dispensario, ahora ya a 30 km. Pero allí tampoco estaba el médico. La joven iba perdiendo el conocimiento y fuerzas.
Al damos cuenta de la gravedad, tomamos la resolución de buscar ayuda en una pequeña ciudad para blancos. Otra vez al coche y más carretera. El médico confirma que ha sido mordida por una serpiente y le inyecta un tranquilizante. Lo grave del caso es que la joven se estaba muriendo porque el veneno de la serpiente "Mambo" es muy fuerte. No obstante, el médico no quiso inyectarle el antídoto porque el hospital era para blancos y la muchacha era negra.
Sentí que me hervía la sangre cuando el médico nos dijo a la religiosa y a mí que debíamos llevarla al hospital para negros, a una distancia de 36 km.
Conduje a gran velocidad. La religiosa me decía: corre, corre, que se está muriendo.
En el servicio de urgencias del hospital para negros tuve que hacer de camillero; celador, enfermero y casi de médico. Gracias a Dios, la joven de 19 años salvó la vida y ahora vuelve a trabajar.
Aquella noche sentí una gran indignación por la discriminación existente incluso en momentos de la mayor gravedad, pero, al mismo tiempo, una gran alegría en el alma por haber ayudado a salvar una vida».
Hermanos: los pobres son muy despreciados; por eso Jesús, para decirles que no estaban solos y que no estaban abandonados de Dios, para decirles que Él estaba a su lado, llevó una vida pobre, desde que nació en un establo hasta que fue enterrado en un sepulcro, que no era suyo, era prestado.
Los pobres son los predilectos de Cristo. Cristo está siempre en el prójimo para que podamos verlo y servirlo, pero nuestras mejores atenciones para Cristo serán las que tengamos con los pobres, sobre todo con aquellos que no pueden pagar favores con favores.
Cristo pagará estas atenciones haciendo que sintamos una gran alegría en el alma y dándonos la vida eterna.

Oración de los fieles

(A)

Por medio de Jesús, Pan de Vida, presentamos al Padre nuestra oración humilde y llena de confianza.

1.- Por la Iglesia, para que con su palabra y testimonio siga curando a todos los hombres y sea signo liberador en medio de nuestro mundo. OREMOS AL SEÑOR
2.- Por los enfermos, los necesitados, los desprotegidos y olvidados de nuestra sociedad, para que les llegue el consuelo y la fuerza liberadora de Dios. OREMOS AL SEÑOR
3.- Por todos los cristianos, para que hagamos presente en nuestros ambientes a Cristo sanador y liberador, luchando sin cesar a favor de los más desfavorecidos. OREMOS AL SEÑOR
4.- Ante el inicio del Curso Escolar, te presentamos, Señor y Padre nuestro, la inmensa tarea de la educación de nuestros niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Bendice el esfuerzo de tantos Formadores. Que tu Espíritu bueno ayude e ilumine a todos los responsables de esta tarea tan especial e importante. OREMOS AL SEÑOR
5.- Por nuestras comunidades religiosas y parroquiales, para que surjan hombres y mujeres, testigos vivos y convincentes de la presencia entrañable de Dios en medio de nosotros. OREMOS AL SEÑOR

(B)

Confiando y sabiendo que Dios siempre escucha nuestra oración cuando es sincera, como una llamada de los hijos al Padre, le decimos: ¡Escucha, Señor, nuestra oración!

Para que la Iglesia, que recibe en la Eucaristía la Vida de Jesús, sea valiente y constante a la hora de denunciar la injusticia y el abandono de los humildes. Oremos.
Para que los cristianos, con ojos bien abiertos, vivamos buscando el bien de los hermanos, haciendo creíble el mensaje de Jesús. Oremos.
Para que en medio de la vida seamos testigos de Jesús, trabajando por la vida, el perdón y la fraternidad. Oremos.
Para que nuestra comunidad parroquial se deje llenar por la Vida y el mensaje de Jesús, y así vivamos en el Amor del Padre. Oremos.

Oración: Escúchanos con bondad, Señor, y muéstranos tu amor misericordioso. Por Jesucristo.

(C)

Ábrenos los oídos y desata nuestra lengua para escuchar a nuestro mundo y dar voz a quienes no la tienen.

1. Oremos por todos aquellos a quienes estamos unidos, por los que nos han sido confiados, por las familias y amigos más queridos, por aquellos a quienes tratamos a diario. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2. Oremos por los desvalidos, por los abandonados y rechazados, por aquellos cuya presencia nos resulta difícil de soportar. ROGUEMOS AL SEÑOR.
3. Oremos por quienes tienen cargos de responsabilidad y ejercen la autoridad, para que protejan a los más desvalidos y pobres y a la vida en todas sus manifestaciones sin ceder a la injusticia y corrupción. ROGUEMOS AL SEÑOR.
4. Oremos por cuantos tienen fe en Jesús y su evangelio. Por todas las iglesias para que acojan el espíritu de Jesús que es vida, esperanza de los hombres y paz para este mundo. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Junto a aquellos que nos preceden en la fe y con María, abierta a tu Palabra y elocuente con toda su vida, acogemos tu espíritu de vida manifestada en tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Ofrendas

PRESENTACIÓN DE LOS PROBLEMAS
Y NECESIDADES DE LOS HOMBRES DE NUESTRO ENTORNO
(Hoy hacemos una multiofrenda, en la que van pasando diversos miembros de la comunidad, una vez que se han elegido los principales problemas y necesidades que
viven los hombres y nuestra sociedad, y se los ofrecen al Señor, de una forma espontánea. No deben faltar, entre otros: el paro, la droga, el sida, la marginación juvenil, la soledad de nuestros ancianos y enfermos... Una vez concluida la exposición de problemas, un militante de la comunidad y en su nombre, hace la ofrenda.)

Señor, ahí tienes un resumen de nuestras necesidades. Tú curaste al sordomudo, como hemos escuchado en el evangelio. Pero Tú nos enviaste a tus seguidores al mundo, no sólo para predicar tu Evangelio de salvación y esperanza, sino para liberar a los hombres de todas las ataduras, consecuencia del pecado. Por nuestra parte, hoy te ofrecemos nuestro compromiso en favor de esa lucha liberadora. Pero esperamos de Ti tu gracia, que nos ayude a superar las dificultades.

PRESENTACIÓN DE LA ALABANZA AL SEÑOR
(En caso de existir un coro comunitario, con su directo: Éste debiera ser quien hiciera esta ofrenda.)

Al sordomudo, Señor, le abriste sus oídos para escuchar tu Palabra y le liberaste la lengua para la confesión de fe y el canto de tu alabanza. Nosotros hoy creemos, Señor, que Tú nos has curado. Y, por eso, con nuestra fe, queremos alabarte.
Canto_____


Prefacio…


Te damos las gracias, Señor y Padre Nuestro,
por habernos llamado a la vida.
Tú nunca nos abandonas
y sin cesar nos manifiestas tu presencia.
Ya en tiempos pasados,
guiaste a Israel, tu pueblo,
por el inmenso desierto.
Hoy acompañas a la Iglesia,
Nuevo Pueblo de Dios,
dándole la Fuerza de tu Espíritu.
Tu Hijo nos abre el camino,
que nos conducirá de esta vida,
a la alegrías de tu Reino.
Mientras llega ese día soñado por todos,
permítenos unir nuestras voces
a las de los ángeles y santos,
para cantar el himno de tu Gloria :

Santo, Santo, Santo...


Padrenuestro

Nuestro Dios no es un Señor que vive alegremente en su cielo y se olvida de lo que pasa en la tierra. Dios está entre nosotros, pero necesita de nuestras manos, de nuestros pies y de nuestro corazón para hacer un mundo mejor.
Nuestras manos pueden amasar un pan tan grande como el mundo. Nuestros pies pueden transportarlo hasta el último rincón de la tierra. Nuestro corazón puede convertirlo en un manjar sabroso y rico, dedicado con todo el cariño del mundo a los hermanos más necesitados. Por eso, todos unidos rezamos: Padre nuestro ...

Nos damos la paz

Dar la mano es lo mismo que abrir el corazón. Lo más importante no es que estreches una mano, des un beso o te fundas en un abrazo. Lo importante es que tu mano sea la Mano Amiga de Dios; que tu beso sea todo el amor de tu corazón; y que ese abrazo simbolice que nadie debe quedar fuera de nuestra Comunidad.

- La Mano Amiga de Dios esté con todos vosotros .....
- Nos damos como hermanos y amigos, el gran abrazo de la Paz.

Compartimos el Pan

Comulgar no consiste tan solo en levantarse del banco para ir en procesión a recibir la Comunión. El gesto de Comulgar significa que un pueblo se pone en marcha, empieza a caminar, pone manos a la obra, que su corazón empieza a amar de verdad.
Comulgar es anunciar que el mañana ya ha llegado, que los sueños de Dios se han cumplido, que todos los hombres ya son mis hermanos.

- Dichosos los invitados a la Mesa con Jesús.
Señor, no soy digno de que entres en mi casa.


Bendición...

Amigos: Cristo ha venido y nos ha curado; ya no hay lugar para el pesimismo y la desesperanza. Cristo se ha hecho cercano al hombre necesitado. El está pasando y viviendo en medio de nosotros. Sólo tenemos que abrir los ojos para encontrarnos con Él. Pero... Cristo hoy tienen necesidad y urgencia de testigos que hagan manifiesta su presencia. Somos llamados a ser los testigos y las manos de Dios. La Iglesia, y cada uno de nosotros, estamos llamados a luchar contra todo lo que impide el rostro liberador del hombre. Hemos de vivir el compartir, el compadecer y elcolaborar. ¡Feliz semana a todos!

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WebJCP | Abril 2007