Publicado por Catequistas.org
1. Notas sobre la Sagrada Escritura. Lecturas Litúrgicas del Domingo actual
El mensaje del Evangelio se apoya en la Palabra de Dios. Y para recibir la palabra de Dios hay que tener los oídos abiertos. Varias veces en el Evangelio se habla de sordos que son curados. Se puede entender con cierto sentido simbólico, pero también responde a realidades frecuentes en la época en que Jesús actúa.
Primera lectura Isaías 35. 4-7
El Profeta promete milagros portentosos, como que los sordos sentirán que sus oídos se abren y los ciegos verán la luz.
“Decid a los que están desalentados: ¡Sed fuertes, no temáis: ahí está vuestro Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: El mismo viene a salvarnos".
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales;
la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.”
Segunda lectura Santiago 2. 1-5.
El Apóstol Santiago reclama una atención especial en su carta para con la igualdad de las personas ante Dios.
Hermanos: No hagáis acepción de personas por la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado.
Porque, si entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; y dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: "Tú, siéntate aquí, en un buen lugar"; y en cambio al pobre le decís: "Tú, quédate ahí de pie", o "Siéntate a mis pies"; ¿no sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?
Escuchad, hermanos míos queridos: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman?
Tercera lectura Marcos 7. 31-35
La curación del sordomudo implica una llamada de atención en el Evangelio de San Marcos. Hay que tener los oídos abiertos para acoger y profundizar el mensaje del Señor.
“En aquel tiempo, Jesús volvía de la región de Tiro y pasó por Sidón. Fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Effetá", que significa: "Ábrete".
Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie. Pero, cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban. Y llenos todos de admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Esta reflexión nos ayuda a comprender que la “calidad de comunicación”, la capacidad de comunicación que Jesús devuelve al sordomudo, no es sólo la de hablar o no hablar, oír y escuchar o no: es la posibilidad de comunicarse “correctamente”. En otras palabras, el poder hablar y escuchar por y con amor.
“Escuchar” es quizás el verbo más repetido en la Sagrada Escritura. Y la “escucha” es la actitud básica, el criterio para saber quién es discípulo, una actitud esencialmente comunicativa: con Dios y con el prójimo. La actitud incluso por la que, según el evangelio de Lucas, se distinguen y reconocen los que pertenecen a la familia de Jesús.
La palabra aramea que aparece en el texto evangélico: ¡Effetá! nos llena de sorpresa. Y nos invita a pensar en nuestra propia capacidad de oír los que dice Jesús y también lo dicen los hombres.
El Señor, si se lo pedimos con humildad, puede decirnos a cada uno de nosotros, lo mismo que dijo al sordomudo que se nos recuerda en esta ocasión. ¡Effetá! , ¡Ábrete! Es su Palabra divina, que es como una orden de curación y de liberación. Y necesitamos este término ¡Effetá! porque nos hemos vuelto incapaces de escuchar al hermano, al otro, al próximo o prójimo. Y con frecuencia nos sentimos enfermos de sordera para oír y de palabra para hablar. La misericordia de Diosa es muy grande y quiere sanarnos para que podamos escucharlo. Y para que podamos escuchar al hermano. Y también para poder entender al mundo en el que Dios nos querido poner.
Son muchas las realidades del mundo y los mensajes que por él circulan. Con frecuencia los hombres ven y entienden sólo lo que les interesa. Y se hacen los desentendidos en las cosas duras de asimilar: las injusticias, el egoísmo, los abusos y violencias, las desigualdades, y muchas más. Jesús quiere que todos abran los oídos y escuchen y quiere que todos abran los labios y hablen.
El mismo se presento como un mensajero que iba por el mundo, y sigue caminando por la Historia, anunciado un mensaje de salvación. Pero también es él mismo quien más escucha a los hombres y pone remedio a quienes, con fe, le presentan sus angustias.
Un modelo que tienen los que se dedican a la animación espiritual de los demás y sembrar en el mundo los mensajes del Evangelio, es hablar sin escuchar a Jesús. Debe aprender en los relatos evangélicos la forma admirable y admirada que tenía de comunicarse de Jesús con la gente. Si son capaces de abrir sus oídos a los estilos de Jesús. Si lo hacen conseguirán que sus anuncios, sus homilías, sus catequesis, sus lecciones o sus intervenciones sean ricas en gestos, signos y en apertura.
+ + + + +
El mensaje que encierra el milagro de la curación de un sordomudo es interesante. Vemos que tiene tres partes fundamentales o tres momentos simbólicos: la descripción del sordomudo, los signos y los gestos, el milagro y sus consecuencias.
1) La narración evangélica precisa ante todo el desaliento de este hombre, porque no puede comunicarse. Es alguien que no oye e intenta expresarse con sonidos que los demás no entienden. No sabe ni lo que quiere, porque es necesario que los otros lo lleven a Jesús. El sólo por si mismo no hubiera ido. Es fácil de entender a uno que sordo y mucho de nacimiento y nunca a podido entender e integrar los mensajes de los hombres normales.
Esto nos debe hacer pensar. Hay muchos hombres que necesitan de los demás para acercarse a Dios. Tiene que hallar en su camino animadores que iluminen su mente y les ayuden a caminar.
2) Jesús no realiza el milagro en seguida. Espera un poco. Quiere ante todo entender lo que este hombre quiere. Se interesa por su caso y desea curarle. Lo lleva aparte. Trata de ganar su confianza. Levanta los ojos al cielo y pide la luz del cielo, no tanto para él, sino para quien tiene delante y entiende que es un ser que sufre y sin palabras pide ayuda.
Son signos y símbolos que indican que en el trato con los hombres hay que tener paciencia y dar tiempo al tiempo. Los hombres no son mecanismos y cada uno es diferente. Cada uno tiene sus reacciones y hay que tener paciencia con ellos.
3) Luego viene el milagro. Le introduce los dedos en los oídos para abrir los canales de la comunicación, le unge la lengua con saliva para comunicarse con soltura. Son signos corpóreos que parecen chocantes. Pero, ¿cómo comunicar con quien está encerrado en su propio mundo y en su propia inercia? ¿Cómo expresar el amor a quien está bloqueado en sí mismo si no es con algún signo físico?
Observamos que Jesús comienza curando el oído. La curación de la lengua viene a continuación. A estos tres signos Jesús añade la mirada hacia lo alto, es decir la relación con el Padre del cielo, como indicando que “todo don perfecto desciende del cielo”. Y un suspiro que Jesús arroja de su pecho indica su sufrimiento y su participación ante esta dolorosa condición humana.
Sigue la orden de “Efeta” (ábrete en arameo, que es el lenguaje de Jesús) Es lo que la liturgia dice antes del bautismo de los adultos: el celebrante, tocando la oreja derecha e izquierda de los elegidos y con la boca cerrada, dice: Efeta, para que pueda profesar la fe, la alabanza y la gloria de Dios.
Una vez que se han realizado las tres cosas, el milagro se ha realizado y la vida comienza a caminar con normalidad para ese hombre: sus oidos se abren y su lengua se suelta.
+ + + +
Jesús les comunicó a los acompañantes que no se lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, más hablaban con la gente sobre la había hecho Jesús.
La barrera de la comunicación había caído, la palabra se extiende como el agua que ha roto las barreras del dique. El estupor y la alegría se difunden por los valles y ciudades de Galilea. Y todos decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (7-35-37). Este hombre es lanzado al vértice alegre de una comunicación auténtica. Reflexionando sobre este enfermo, imposibilitado para comunicarse con los demás, podemos constatar que, si la sordera y la mudez consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas, satisfactorias, bellas, entonces podemos fácilmente reconocer que todos somos, quien más quien menos, sordomudos, y por ello nos tenemos que dar por aludidos cuando Jesús dice al sordomudo del Evangelio “Efeta”
Somos “sordos”, incapaces de comunicar, cuando no “escuchamos” la Palabra de Dios. Es ésta la queja dolorida que, por boca de los profetas, Yahvé decía sobre el pueblo elegido de Isarel: “Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer” (Salmo 81). Porque el mandato fundamental del Señor es: «¡Escucha, Israel!» - Shemâ, Israel. Escuchando se llega al a verdad. Y con la verdad se consigue la libertad.
Somos “sordos” también cuando no oímos ni escuchamos a los otros, cuando no oímos el grito de ayuda que nos llega de los que sufren, y en cambio preferimos, a lo mejor, poner entre nosotros y el prójimo el “doble cristal” de la indiferencia. Nos portamos así, cuando, como el sacerdote y el levita de la parábola de Lucas, damos un “rodeo”, en vez de atender al que ha caído en manos de los bandidos…
Pero no debemos solo aprender a escuchar. En la medida que recibimos el regalo de la fe y descubrimos el mensaje salvador de Jesús, tenemos que hablar. Con frecuencia nos portamos como “mudos”, con la misma incapacidad de comunicación que el sordomudo del Evangelio. Somos mudos cuando nuestro corazón y nuestros labios se cierran y no se abren para alabar, glorificar, dar gracias, bendecir a Dios y a los hermanos, o cuando quizás nos cerramos en un silencio esquivo, mientras a veces una palabra de comprensión, bendición y perdón podría devolver la paz y la serenidad: a nosotros y a los demás.
1. Experiencia
Hacerse el sordo y describir el mundo sin tener en cuenta los que se sabe por haber oído y escuchado. Para describirlo, como se es también mucho, hacerlo con gestos, con gráficos. Si fuera posible preguntar a un sordo qué piensa él de la música, de los cánticos, de la gente que se mueve y habla en una sala de fiestas, de cómo discuten en un debate de TV, sería estupendo. A falta de ello, realizar la experiencia de explicar las cosas de la vida sin palabras. Puede valer la asistencia a un concierto, el canto de los pájaros, los gritos de un mercado. Y decir algunas cosas, describir una fiesta, el jolgorio de una cuadrilla de amigos, la disputa con un guardia de tráfico, etc.
2 Reflexión
Hacer una reflexión sobre lo importante que es hablar y escuchar. Sobre todo llevar la reflexión sobre lo importante que es el habla de Dios al hombre: cuando habla en la Sda. Escritura. Cuando habla por la Iglesia. Cuando habla en el secreto de la conciencia-
Y lo importante que es la escucha del hombre: escucha en su interior, escucha en los mensajes de la Iglesia., escucha en la palabra que anuncia la salvación en la Escritura Sagrada.
3. Acción
Cada uno va a buscar tres cosas, momentos o acciones en las que los hombres nos movemos sordos y no queremos enterarnos de las realidades, cuando pretendemos manifestar ignorancia: cuando se nos pide un favor que no deseamos hacer; cuando se nos da un consejo que no queremos seguir; etc.
Cada uno elige, discurro y escribe esas sorderas
4. Participación
Ponemos en común esos hallazgos y podemos, entre todos los del grupo o de la clase, establecer una escala de sorderas sociales, morales y también religiosas.
Si hay tiempo, podemos hacer lo mismo con la mudez: se puede buscar en qué cosas, momentos o situaciones nos callamos por falta de decisión, de valentía o de energía para hablar.
5. Interiorización
Pedimos perdón a Dios por las veces que no escuchamos: por pereza. Por las veces que no hablamos: por cobardía. El animador puede comenzar con una frase y luego invita a que algunos de los presentes digas otras similares, en un clima de plegaria y de presencia de Dios.
Para pequeños
Se puede hacer un concurso, entre un niño mudo y un niño sordo. Se lee primero el texto del evangelio de este domingo. Luego se hace uno el sordo y los demás le dicen cosas por gestos o a figuras y el sordo denota no entrarse de nada.
Luego otro niños simula ser mudo y los demás tratan de explicarle y preguntarle y el mudo sólo puede responder con manos y la cara, sin hablar, o bien por escrito.
Para medianos
Se puede hacer una encuesta a o una exploración sobre cuantas personas conocemos que son sordas y mudas en los relacionado con los valores religiosos. El niños pregunta, indaga, observa, analiza situaciones durante una semana: cuántos nunca han hablado nada de Dios y de las cosas del alma. Y cuántos son los que, cuando oyen hablar de Dios, se vuelven mudos y no saben decir nada o no pueden
Luego se pone en común los datos y las impresiones y el animador o catequista va clarificando por que se debe hablar de Dios y cómo conviene hacerlo.
Para mayores
Buscar en las Epístolas de Santiago y de San Pablo algunas referencias al anuncio del misterio de Dios y al apostolado de la palabra y de la predicación
Primero se aclara qué es hablar de Dios.
Luego se analizan cómo cada uno de los presentes pueden colaborar en el anuncio del mensaje de Jesús
Al final se perfila un plan de acción para una semana: a qué se compromete cada uno de los presentes.
Escuchar. Palabra. Palabra de Dios. Sermón. Conferencia. Discurso, Explicación. Disputa. Debate. Exégesis. Homilía. Catequesis. Conferencia. Anuncio. Oratoria. Retórica. Censura. Critica. Diatriba
Jesús y la misericordia. José Antonio Pagola. Ed. Idatz. Vizcaya 2005
Jesús de la Misericordia. José María Puyana. Madrid. Maestro. 2007
Jesús, el Hijo del hombre: sus palabras y sus hechos recogidos y contados por aquellos que le conocieron. Jalil Gibran Madrid. Olañeta. Editor. 2005
Las palabras de Jesús: todo lo que dijo el Señor. José A. Martínez Puche. Madrid. Edibesa. 2005
El Reino de Dios es como.. Reflexiones sobre las parábolas y los dichos de Jesús . Tomas Keating. Bilbao. Desclee de Brower. 2008
El mensaje del Evangelio se apoya en la Palabra de Dios. Y para recibir la palabra de Dios hay que tener los oídos abiertos. Varias veces en el Evangelio se habla de sordos que son curados. Se puede entender con cierto sentido simbólico, pero también responde a realidades frecuentes en la época en que Jesús actúa.
Primera lectura Isaías 35. 4-7
El Profeta promete milagros portentosos, como que los sordos sentirán que sus oídos se abren y los ciegos verán la luz.
“Decid a los que están desalentados: ¡Sed fuertes, no temáis: ahí está vuestro Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: El mismo viene a salvarnos".
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales;
la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.”
Segunda lectura Santiago 2. 1-5.
El Apóstol Santiago reclama una atención especial en su carta para con la igualdad de las personas ante Dios.
Hermanos: No hagáis acepción de personas por la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado.
Porque, si entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; y dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: "Tú, siéntate aquí, en un buen lugar"; y en cambio al pobre le decís: "Tú, quédate ahí de pie", o "Siéntate a mis pies"; ¿no sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?
Escuchad, hermanos míos queridos: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman?
Tercera lectura Marcos 7. 31-35
La curación del sordomudo implica una llamada de atención en el Evangelio de San Marcos. Hay que tener los oídos abiertos para acoger y profundizar el mensaje del Señor.
“En aquel tiempo, Jesús volvía de la región de Tiro y pasó por Sidón. Fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Effetá", que significa: "Ábrete".
Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie. Pero, cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban. Y llenos todos de admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Esta reflexión nos ayuda a comprender que la “calidad de comunicación”, la capacidad de comunicación que Jesús devuelve al sordomudo, no es sólo la de hablar o no hablar, oír y escuchar o no: es la posibilidad de comunicarse “correctamente”. En otras palabras, el poder hablar y escuchar por y con amor.
“Escuchar” es quizás el verbo más repetido en la Sagrada Escritura. Y la “escucha” es la actitud básica, el criterio para saber quién es discípulo, una actitud esencialmente comunicativa: con Dios y con el prójimo. La actitud incluso por la que, según el evangelio de Lucas, se distinguen y reconocen los que pertenecen a la familia de Jesús.
2. Reflexión. ¿Qué nos dicen estas lecturas?
La palabra aramea que aparece en el texto evangélico: ¡Effetá! nos llena de sorpresa. Y nos invita a pensar en nuestra propia capacidad de oír los que dice Jesús y también lo dicen los hombres.
El Señor, si se lo pedimos con humildad, puede decirnos a cada uno de nosotros, lo mismo que dijo al sordomudo que se nos recuerda en esta ocasión. ¡Effetá! , ¡Ábrete! Es su Palabra divina, que es como una orden de curación y de liberación. Y necesitamos este término ¡Effetá! porque nos hemos vuelto incapaces de escuchar al hermano, al otro, al próximo o prójimo. Y con frecuencia nos sentimos enfermos de sordera para oír y de palabra para hablar. La misericordia de Diosa es muy grande y quiere sanarnos para que podamos escucharlo. Y para que podamos escuchar al hermano. Y también para poder entender al mundo en el que Dios nos querido poner.
Son muchas las realidades del mundo y los mensajes que por él circulan. Con frecuencia los hombres ven y entienden sólo lo que les interesa. Y se hacen los desentendidos en las cosas duras de asimilar: las injusticias, el egoísmo, los abusos y violencias, las desigualdades, y muchas más. Jesús quiere que todos abran los oídos y escuchen y quiere que todos abran los labios y hablen.
El mismo se presento como un mensajero que iba por el mundo, y sigue caminando por la Historia, anunciado un mensaje de salvación. Pero también es él mismo quien más escucha a los hombres y pone remedio a quienes, con fe, le presentan sus angustias.
Un modelo que tienen los que se dedican a la animación espiritual de los demás y sembrar en el mundo los mensajes del Evangelio, es hablar sin escuchar a Jesús. Debe aprender en los relatos evangélicos la forma admirable y admirada que tenía de comunicarse de Jesús con la gente. Si son capaces de abrir sus oídos a los estilos de Jesús. Si lo hacen conseguirán que sus anuncios, sus homilías, sus catequesis, sus lecciones o sus intervenciones sean ricas en gestos, signos y en apertura.
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El mensaje que encierra el milagro de la curación de un sordomudo es interesante. Vemos que tiene tres partes fundamentales o tres momentos simbólicos: la descripción del sordomudo, los signos y los gestos, el milagro y sus consecuencias.
1) La narración evangélica precisa ante todo el desaliento de este hombre, porque no puede comunicarse. Es alguien que no oye e intenta expresarse con sonidos que los demás no entienden. No sabe ni lo que quiere, porque es necesario que los otros lo lleven a Jesús. El sólo por si mismo no hubiera ido. Es fácil de entender a uno que sordo y mucho de nacimiento y nunca a podido entender e integrar los mensajes de los hombres normales.
Esto nos debe hacer pensar. Hay muchos hombres que necesitan de los demás para acercarse a Dios. Tiene que hallar en su camino animadores que iluminen su mente y les ayuden a caminar.
2) Jesús no realiza el milagro en seguida. Espera un poco. Quiere ante todo entender lo que este hombre quiere. Se interesa por su caso y desea curarle. Lo lleva aparte. Trata de ganar su confianza. Levanta los ojos al cielo y pide la luz del cielo, no tanto para él, sino para quien tiene delante y entiende que es un ser que sufre y sin palabras pide ayuda.
Son signos y símbolos que indican que en el trato con los hombres hay que tener paciencia y dar tiempo al tiempo. Los hombres no son mecanismos y cada uno es diferente. Cada uno tiene sus reacciones y hay que tener paciencia con ellos.
3) Luego viene el milagro. Le introduce los dedos en los oídos para abrir los canales de la comunicación, le unge la lengua con saliva para comunicarse con soltura. Son signos corpóreos que parecen chocantes. Pero, ¿cómo comunicar con quien está encerrado en su propio mundo y en su propia inercia? ¿Cómo expresar el amor a quien está bloqueado en sí mismo si no es con algún signo físico?
Observamos que Jesús comienza curando el oído. La curación de la lengua viene a continuación. A estos tres signos Jesús añade la mirada hacia lo alto, es decir la relación con el Padre del cielo, como indicando que “todo don perfecto desciende del cielo”. Y un suspiro que Jesús arroja de su pecho indica su sufrimiento y su participación ante esta dolorosa condición humana.
Sigue la orden de “Efeta” (ábrete en arameo, que es el lenguaje de Jesús) Es lo que la liturgia dice antes del bautismo de los adultos: el celebrante, tocando la oreja derecha e izquierda de los elegidos y con la boca cerrada, dice: Efeta, para que pueda profesar la fe, la alabanza y la gloria de Dios.
Una vez que se han realizado las tres cosas, el milagro se ha realizado y la vida comienza a caminar con normalidad para ese hombre: sus oidos se abren y su lengua se suelta.
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Jesús les comunicó a los acompañantes que no se lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, más hablaban con la gente sobre la había hecho Jesús.
La barrera de la comunicación había caído, la palabra se extiende como el agua que ha roto las barreras del dique. El estupor y la alegría se difunden por los valles y ciudades de Galilea. Y todos decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (7-35-37). Este hombre es lanzado al vértice alegre de una comunicación auténtica. Reflexionando sobre este enfermo, imposibilitado para comunicarse con los demás, podemos constatar que, si la sordera y la mudez consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas, satisfactorias, bellas, entonces podemos fácilmente reconocer que todos somos, quien más quien menos, sordomudos, y por ello nos tenemos que dar por aludidos cuando Jesús dice al sordomudo del Evangelio “Efeta”
Somos “sordos”, incapaces de comunicar, cuando no “escuchamos” la Palabra de Dios. Es ésta la queja dolorida que, por boca de los profetas, Yahvé decía sobre el pueblo elegido de Isarel: “Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer” (Salmo 81). Porque el mandato fundamental del Señor es: «¡Escucha, Israel!» - Shemâ, Israel. Escuchando se llega al a verdad. Y con la verdad se consigue la libertad.
Somos “sordos” también cuando no oímos ni escuchamos a los otros, cuando no oímos el grito de ayuda que nos llega de los que sufren, y en cambio preferimos, a lo mejor, poner entre nosotros y el prójimo el “doble cristal” de la indiferencia. Nos portamos así, cuando, como el sacerdote y el levita de la parábola de Lucas, damos un “rodeo”, en vez de atender al que ha caído en manos de los bandidos…
Pero no debemos solo aprender a escuchar. En la medida que recibimos el regalo de la fe y descubrimos el mensaje salvador de Jesús, tenemos que hablar. Con frecuencia nos portamos como “mudos”, con la misma incapacidad de comunicación que el sordomudo del Evangelio. Somos mudos cuando nuestro corazón y nuestros labios se cierran y no se abren para alabar, glorificar, dar gracias, bendecir a Dios y a los hermanos, o cuando quizás nos cerramos en un silencio esquivo, mientras a veces una palabra de comprensión, bendición y perdón podría devolver la paz y la serenidad: a nosotros y a los demás.
3. Esquema directivo para una Catequesis
1. Experiencia
Hacerse el sordo y describir el mundo sin tener en cuenta los que se sabe por haber oído y escuchado. Para describirlo, como se es también mucho, hacerlo con gestos, con gráficos. Si fuera posible preguntar a un sordo qué piensa él de la música, de los cánticos, de la gente que se mueve y habla en una sala de fiestas, de cómo discuten en un debate de TV, sería estupendo. A falta de ello, realizar la experiencia de explicar las cosas de la vida sin palabras. Puede valer la asistencia a un concierto, el canto de los pájaros, los gritos de un mercado. Y decir algunas cosas, describir una fiesta, el jolgorio de una cuadrilla de amigos, la disputa con un guardia de tráfico, etc.
2 Reflexión
Hacer una reflexión sobre lo importante que es hablar y escuchar. Sobre todo llevar la reflexión sobre lo importante que es el habla de Dios al hombre: cuando habla en la Sda. Escritura. Cuando habla por la Iglesia. Cuando habla en el secreto de la conciencia-
Y lo importante que es la escucha del hombre: escucha en su interior, escucha en los mensajes de la Iglesia., escucha en la palabra que anuncia la salvación en la Escritura Sagrada.
3. Acción
Cada uno va a buscar tres cosas, momentos o acciones en las que los hombres nos movemos sordos y no queremos enterarnos de las realidades, cuando pretendemos manifestar ignorancia: cuando se nos pide un favor que no deseamos hacer; cuando se nos da un consejo que no queremos seguir; etc.
Cada uno elige, discurro y escribe esas sorderas
4. Participación
Ponemos en común esos hallazgos y podemos, entre todos los del grupo o de la clase, establecer una escala de sorderas sociales, morales y también religiosas.
Si hay tiempo, podemos hacer lo mismo con la mudez: se puede buscar en qué cosas, momentos o situaciones nos callamos por falta de decisión, de valentía o de energía para hablar.
5. Interiorización
Pedimos perdón a Dios por las veces que no escuchamos: por pereza. Por las veces que no hablamos: por cobardía. El animador puede comenzar con una frase y luego invita a que algunos de los presentes digas otras similares, en un clima de plegaria y de presencia de Dios.
4. Ejercicios para realizar con los catequizandos
Para pequeños
Se puede hacer un concurso, entre un niño mudo y un niño sordo. Se lee primero el texto del evangelio de este domingo. Luego se hace uno el sordo y los demás le dicen cosas por gestos o a figuras y el sordo denota no entrarse de nada.
Luego otro niños simula ser mudo y los demás tratan de explicarle y preguntarle y el mudo sólo puede responder con manos y la cara, sin hablar, o bien por escrito.
Para medianos
Se puede hacer una encuesta a o una exploración sobre cuantas personas conocemos que son sordas y mudas en los relacionado con los valores religiosos. El niños pregunta, indaga, observa, analiza situaciones durante una semana: cuántos nunca han hablado nada de Dios y de las cosas del alma. Y cuántos son los que, cuando oyen hablar de Dios, se vuelven mudos y no saben decir nada o no pueden
Luego se pone en común los datos y las impresiones y el animador o catequista va clarificando por que se debe hablar de Dios y cómo conviene hacerlo.
Para mayores
Buscar en las Epístolas de Santiago y de San Pablo algunas referencias al anuncio del misterio de Dios y al apostolado de la palabra y de la predicación
Primero se aclara qué es hablar de Dios.
Luego se analizan cómo cada uno de los presentes pueden colaborar en el anuncio del mensaje de Jesús
Al final se perfila un plan de acción para una semana: a qué se compromete cada uno de los presentes.
Vocabulario Interesante
Escuchar. Palabra. Palabra de Dios. Sermón. Conferencia. Discurso, Explicación. Disputa. Debate. Exégesis. Homilía. Catequesis. Conferencia. Anuncio. Oratoria. Retórica. Censura. Critica. Diatriba
Libros
Jesús y la misericordia. José Antonio Pagola. Ed. Idatz. Vizcaya 2005
Jesús de la Misericordia. José María Puyana. Madrid. Maestro. 2007
Jesús, el Hijo del hombre: sus palabras y sus hechos recogidos y contados por aquellos que le conocieron. Jalil Gibran Madrid. Olañeta. Editor. 2005
Las palabras de Jesús: todo lo que dijo el Señor. José A. Martínez Puche. Madrid. Edibesa. 2005
El Reino de Dios es como.. Reflexiones sobre las parábolas y los dichos de Jesús . Tomas Keating. Bilbao. Desclee de Brower. 2008
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