Publicado por En Clave de Africa

Si la senda hacia un deterioro de la situación de seguridad que lleve a una guerra o a una situación crónica de inestabilidad es extremadamente rápida y efectiva al estar a veces apoyada por poderosos intereses financieros (pongamos por caso el famoso coltán, los diamantes o el petróleo...) una vez que se ha alcanzado esa situación de enfrentamiento bélico es muy difícil parar las armas... más difícil aún firmar la paz y aún cuando se haya alcanzado esa loable meta la cosa no estará segura. Un país que ha vivido situaciones extremas de brutalidad y de abuso es difícil que vuelva a la normalidad emocional en poco tiempo. El camino que supone salir de una cultura de la violencia o de las armas a una cultura del diálogo y de la tolerancia es muy pedregoso, arduo y no pocas veces lleno de trampas y de obstáculos que amenazan la vuelta al caos y la destrucción.
Hace pocos días se ha llevado a cabo en Juba, capital del Sur Sudán, un registro masivo de toda la ciudad en búsqueda de armas de fuego. Desde el 2005, Sudán se recupera de 20 años de guerra civil y de 2 millones de muertos y hasta ahora, aunque la situación está mucho mejor que cuando la guerra, está todavía a años luz de alcanzar una estabilidad medianamente aceptable. Como bien lo han señalado informes internacionales de diferentes organizaciones humanitarias y de desarrollo, la mayor amenaza para la paz no son paradójicamente los tanques o los misiles, sino las armas ligeras, las cuales pueden encontrarse a precio de saldo en cuanto hay en la región cualquier país con poca legislación y poco control sobre las mismas. En África Oriental, tenemos Somalia que es la armería, qué digo armería, el supermercado de la región pero tampoco se quedan cortos el mismo Sudán, el Congo y la parte de Darfur con su etérea frontera con Chad. Y si hablamos de armas legales, no faltarán los proveedores de corbata y maletín que harán su agosto vendiendo sus mercancías a los más altos niveles y con las bendiciones de diferentes gobiernos interesados. China tiene aquí una ventaja añadida por razones de todos conocidas de preeminencia económica en la región.
Como decía, en Juba se ha llevado a cabo un registro masivo llevado a cabo por los soldados del gobierno semiautónomo y aquí en las fotos tienen los resultados de lo que se ha conseguido. Un verdadero arsenal en manos de civiles que – teóricamente – no deberían poseer armas pero que por cualquier conducto las han conseguido y las han conservado en quien sabe qué rincones ocultos de sus casas. Hasta armas antiaéreas se han encontrado en los escondrijos domésticos de la población. El volumen de armas confiscadas habla ya de por sí de lo difícil que es poder volver a una situación de paz cuando el potencial destructivo o desestabilizador de tantas armas está ahí latente, al alcance de cualquier desaprensivo. Hasta ahora, el sonido de las armas por las noches en Juba no era una excepción y me imagino que – como seguramente habrán confiscado solo una parte de las armas que se pueden encontrar – seguirá siendo un factor importante a tener en cuenta.
Lo que sí me resulta ahora evidente es que, una vez que un país entra en el abismo de la violencia, la destrucción y la anarquía, la labor de salir del mismo es inmensa e incluso personas y grupos de buena voluntad que quieran llevar a cabo la titánica tarea de construir la paz y restaurar la confianza en las personas, los partidos, el estado y las instituciones verán su labor saboteada por la presencia de armas y la dinámica de impunidad que ellas suponen. Al ver estas fotos, una señora sudanesa me ha comentado “¿Adónde vamos a llegar? ¿podemos estar seguros con esta situación que tenemos?” Le he dicho simplemente mi opinión, mientras en la sociedad civil haya tanto potencial destructor, la paz seguirá siendo una quimera inalcanzable y lo peor es lo que esto conlleva: falta de servicios públicos, más ignorancia, falta de concienciación ciudadana, poca seguridad alimentaria, desmembramiento del tejido social. La paz es donde se fundamenta tanto el resto de los valores cívicos y sociales como el bienestar físico y mental de la población. Urge construirla y afianzarla porque lo que hay en juego es el futuro de la próxima generación, una generación que esperemos solo vea las armas en las películas de la televisión.
Mientras ese día llega, habrá que seguir buscando y confiscando armas hasta debajo de las piedras. Ojalá que un día sólo queden en circulación las pistolas de agua.
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