Por CAMINO MISIONERO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5, 33-39
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5, 33-39
Los escribas y los fariseos dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben».
Jesús les contestó: «¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar».
Les hizo además esta comparación: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a éste no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. El vino nuevo se pone en odres nuevos. Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: el añejo es mejor».
Una vez que Simón Pedro y sus compañeros comienzan a seguir a Jesús, salen abruptamente de su pequeño mundo del lago y de la pesca cotidiana, tratando de responder por sus propias vidas, hacia el mundo amplio y cruel del dolor humano. En el nuevo y amplio panorama del seguimiento los discípulos son testigos de cómo Jesús hace hombres nuevos.
1. La fiesta de la misericordia
Jesús y sus discípulos pasan del lago al mundo urbano, donde se encuentran con un primer marginado: un leproso. Éste es reintegrado plenamente a su comunidad (5,12-14). Luego esta acción se multiplica (5,15), y a pesar de la intensidad del trabajo, Jesús nunca pierde sus espacios de oración (5,16).
Pero la obra de Jesús va más a fondo. Jesús reintegra al hombre a la comunión con Dios y los hermanos mediante el gesto del perdón, por eso la curación siguiente va unida al perdón de los pecados (5,17-26). Y esto alcanza su punto alto cuando al llamar a su comunidad al publicano Leví, Jesús declara abiertamente: “No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores” (5,32).
Observando este conjunto de pasajes lucanos, entre 5,12 y 5,32, vemos cómo el evangelio se convierte en una fiesta de la misericordia: la misericordia con el leproso, con el paralítico perdonado, con Leví y sus compinches pecadores. Es la fiesta de los que el médico Jesús ha salvado recuperándolos para la vida: “este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado” (15,32).
2. La comunidad festiva vista por dentro
Jesús va más allá: al ir al encuentro de “los que están mal” (5,31), el gesto de salvación es el punto de partida de una realidad duradera: va formando comunidad con ellos.
Esta comunidad es diferente, es una comunidad que siempre está en fiesta y que no encaja en los parámetros ascéticos de comunidades ya conocidas, como las de Juan Bautista y los fariseos: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, peroles tuyos comen y beben” (5,33).
La reacción de los fariseos y escribas, que acabamos de citar, es muy diciente. Ellos notan que en torno a Jesús se ha formado una comunidad con características nuevas. Jesús les va a responder mostrándoles que lo que está sucediendo es algo de fondo: es el buen vino de la alegría del evangelio que transforma todo desde dentro.
El tema de la discusión es el ayuno que se supone que los discípulos de Jesús también deberían practicar en los días prescritos como expresión de la conversión. Al fin y al cabo, como lo acaba de decir en 5,32, Jesús vino a llamar a la conversión a los pecadores.
Pongámosle atención a la manera como responde Jesús a sus críticos. Lo hace con tres imágenes.
(1) El comportamiento de los invitados en un banquete de bodas (5,34-35). Jesús se proclama como el esposo mesiánico que inaugura un tiempo nuevo en las relaciones entre Dios y los hombres; los discípulos son los invitados al banquete de bodas. Con la presencia de Jesús en medio de los pobres, sufrientes y marginados, comienza el tiempo festivo, el del gozo de la salvación, el de la “alegría del cielo” (ver 15,10.32), signo y realización de la esperanza colmada de todos los hombres. Sin embargo, los días del ayuno vendrán pronto, serán los días del sufrimiento del Maestro.
Vienen enseguida dos imágenes que tienen por finalidad contraponer lo antiguo y lo nuevo. Lo primero que se dice es que lo antiguo y lo nuevo en principio no pueden ir juntos; unir lo uno y lo otro es arruinarlos a ambos. De esta manera, Jesús enseña que el apego a las cosas y costumbres viejas, a lo mejor puede ser algo placentero, pero destruye lo nuevo, lo nuevo que irrumpe en el tiempo a partir de Jesús.
Pero, también hay otra posibilidad de lectura que invitamos a explorar.
(2) El absurdo de intentar remendar un vestido viejo destrozando un vestido nuevo (5,36). La comparación podría apuntar también a la idea de no echar a perder los dos: lo viejo y lo nuevo. Según esto, la novedad del Reino no implica un rechazo de las antiguas tradiciones, pero –eso sí- tampoco es válido anquilosarse en el pasado, es necesario dar nuevos pasos, sin oponer fastidiosas resistencias, hacia lo nuevo. Lo nuevo no se sacrifica por lo antiguo (para darle gusto a quien está apegado a lo antiguo), es lo antiguo lo que debe adaptarse a lo nuevo.
(3) El absurdo de intentar depositar vino nuevo en recipientes ya utilizados (5,37-39). La imagen anterior podría dejar una ambigüedad que habría que aclarar con una nueva comparación. Se estaría diciendo que tampoco hay que sacrificar lo nuevo desbaratando lo antiguo, que debe haber armonía con la antigua tradición.
Jesús termina diciendo: “Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo, porque dice: ‘el añejo es el bueno’” (5,39). Esta frase, que es propia de Lucas, coloca el acento en qué es “lo mejor”. Lo nuevo no es necesariamente lo mejor, como tampoco lo es necesariamente lo viejo. Lo que importa, en última instancia, no es el recipiente que lo contiene sino el vino mismo: el vino viejo añejo es mejor que el nuevo –eso nadie lo duda- pero éste necesita de un recipiente nuevo –esto tampoco nadie lo duda-. Así es la Buena Nueva del Reino.
Bajo esta luz, Simón Pedro y sus compañeros comprenden la profundidad de su vocación para una vida nueva en el seguimiento de Jesús. La Palabra de Jesús vertida en sus corazones genera actitudes nuevas frente a las diversas realidades de la vida: “nuevos” comportamientos, “nuevos” hábitos distintivos. De nada sirve el evangelio si la novedad no es total y a fondo. Es la nueva ética del Reino de Dios.
1. ¿Qué nos quiere decir Jesús con la comparación que hace del vino y los odres y del remiendo nuevo en vestido viejo?
2. ¿Me considero una persona alegre que busca actuar como actuó Jesús? ¿Si les preguntara a las personas que conviven conmigo si me ven alegre, qué me dirían?
3. ¿Nuestra familia, nuestra comunidad, sabe valorar lo nuevo y lo antiguo respecto a las ideas, opiniones, personas? ¿Me cuesta aceptar aquello que me pide actitudes nuevas, desprendimientos nuevos, caminos nuevos? ¿Qué debo hacer?
Jesús les contestó: «¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar».
Les hizo además esta comparación: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a éste no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. El vino nuevo se pone en odres nuevos. Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: el añejo es mejor».
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
En torno a Jesús: una comunidad con características nuevas
Lucas 5, 33-39
“El vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos”
Por CELAM - CEBIPAL
En torno a Jesús: una comunidad con características nuevas
Lucas 5, 33-39
“El vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos”
Una vez que Simón Pedro y sus compañeros comienzan a seguir a Jesús, salen abruptamente de su pequeño mundo del lago y de la pesca cotidiana, tratando de responder por sus propias vidas, hacia el mundo amplio y cruel del dolor humano. En el nuevo y amplio panorama del seguimiento los discípulos son testigos de cómo Jesús hace hombres nuevos.
1. La fiesta de la misericordia
Jesús y sus discípulos pasan del lago al mundo urbano, donde se encuentran con un primer marginado: un leproso. Éste es reintegrado plenamente a su comunidad (5,12-14). Luego esta acción se multiplica (5,15), y a pesar de la intensidad del trabajo, Jesús nunca pierde sus espacios de oración (5,16).
Pero la obra de Jesús va más a fondo. Jesús reintegra al hombre a la comunión con Dios y los hermanos mediante el gesto del perdón, por eso la curación siguiente va unida al perdón de los pecados (5,17-26). Y esto alcanza su punto alto cuando al llamar a su comunidad al publicano Leví, Jesús declara abiertamente: “No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores” (5,32).
Observando este conjunto de pasajes lucanos, entre 5,12 y 5,32, vemos cómo el evangelio se convierte en una fiesta de la misericordia: la misericordia con el leproso, con el paralítico perdonado, con Leví y sus compinches pecadores. Es la fiesta de los que el médico Jesús ha salvado recuperándolos para la vida: “este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado” (15,32).
2. La comunidad festiva vista por dentro
Jesús va más allá: al ir al encuentro de “los que están mal” (5,31), el gesto de salvación es el punto de partida de una realidad duradera: va formando comunidad con ellos.
Esta comunidad es diferente, es una comunidad que siempre está en fiesta y que no encaja en los parámetros ascéticos de comunidades ya conocidas, como las de Juan Bautista y los fariseos: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, peroles tuyos comen y beben” (5,33).
La reacción de los fariseos y escribas, que acabamos de citar, es muy diciente. Ellos notan que en torno a Jesús se ha formado una comunidad con características nuevas. Jesús les va a responder mostrándoles que lo que está sucediendo es algo de fondo: es el buen vino de la alegría del evangelio que transforma todo desde dentro.
El tema de la discusión es el ayuno que se supone que los discípulos de Jesús también deberían practicar en los días prescritos como expresión de la conversión. Al fin y al cabo, como lo acaba de decir en 5,32, Jesús vino a llamar a la conversión a los pecadores.
Pongámosle atención a la manera como responde Jesús a sus críticos. Lo hace con tres imágenes.
(1) El comportamiento de los invitados en un banquete de bodas (5,34-35). Jesús se proclama como el esposo mesiánico que inaugura un tiempo nuevo en las relaciones entre Dios y los hombres; los discípulos son los invitados al banquete de bodas. Con la presencia de Jesús en medio de los pobres, sufrientes y marginados, comienza el tiempo festivo, el del gozo de la salvación, el de la “alegría del cielo” (ver 15,10.32), signo y realización de la esperanza colmada de todos los hombres. Sin embargo, los días del ayuno vendrán pronto, serán los días del sufrimiento del Maestro.
Vienen enseguida dos imágenes que tienen por finalidad contraponer lo antiguo y lo nuevo. Lo primero que se dice es que lo antiguo y lo nuevo en principio no pueden ir juntos; unir lo uno y lo otro es arruinarlos a ambos. De esta manera, Jesús enseña que el apego a las cosas y costumbres viejas, a lo mejor puede ser algo placentero, pero destruye lo nuevo, lo nuevo que irrumpe en el tiempo a partir de Jesús.
Pero, también hay otra posibilidad de lectura que invitamos a explorar.
(2) El absurdo de intentar remendar un vestido viejo destrozando un vestido nuevo (5,36). La comparación podría apuntar también a la idea de no echar a perder los dos: lo viejo y lo nuevo. Según esto, la novedad del Reino no implica un rechazo de las antiguas tradiciones, pero –eso sí- tampoco es válido anquilosarse en el pasado, es necesario dar nuevos pasos, sin oponer fastidiosas resistencias, hacia lo nuevo. Lo nuevo no se sacrifica por lo antiguo (para darle gusto a quien está apegado a lo antiguo), es lo antiguo lo que debe adaptarse a lo nuevo.
(3) El absurdo de intentar depositar vino nuevo en recipientes ya utilizados (5,37-39). La imagen anterior podría dejar una ambigüedad que habría que aclarar con una nueva comparación. Se estaría diciendo que tampoco hay que sacrificar lo nuevo desbaratando lo antiguo, que debe haber armonía con la antigua tradición.
Jesús termina diciendo: “Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo, porque dice: ‘el añejo es el bueno’” (5,39). Esta frase, que es propia de Lucas, coloca el acento en qué es “lo mejor”. Lo nuevo no es necesariamente lo mejor, como tampoco lo es necesariamente lo viejo. Lo que importa, en última instancia, no es el recipiente que lo contiene sino el vino mismo: el vino viejo añejo es mejor que el nuevo –eso nadie lo duda- pero éste necesita de un recipiente nuevo –esto tampoco nadie lo duda-. Así es la Buena Nueva del Reino.
Bajo esta luz, Simón Pedro y sus compañeros comprenden la profundidad de su vocación para una vida nueva en el seguimiento de Jesús. La Palabra de Jesús vertida en sus corazones genera actitudes nuevas frente a las diversas realidades de la vida: “nuevos” comportamientos, “nuevos” hábitos distintivos. De nada sirve el evangelio si la novedad no es total y a fondo. Es la nueva ética del Reino de Dios.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué nos quiere decir Jesús con la comparación que hace del vino y los odres y del remiendo nuevo en vestido viejo?
2. ¿Me considero una persona alegre que busca actuar como actuó Jesús? ¿Si les preguntara a las personas que conviven conmigo si me ven alegre, qué me dirían?
3. ¿Nuestra familia, nuestra comunidad, sabe valorar lo nuevo y lo antiguo respecto a las ideas, opiniones, personas? ¿Me cuesta aceptar aquello que me pide actitudes nuevas, desprendimientos nuevos, caminos nuevos? ¿Qué debo hacer?
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