Jesús se pone serio. Parece que esta vez se deja de rodeos, de parábolas y de imágenes y va al grano. Sencillo y rotundo, tan rotundo que la mayoría de los que iban con Él se hacen a un lado, cuando no le abandonan abiertamente. Así que la claridad es la prueba de fuego: si dices de verdad lo que opinas, la gente se larga.
La radicalidad no se lleva. No está a la moda. Es tan cómodo no tener opinión fija, ni verse obligado a sostener una idea, ni a razonar para sostenerla. En este mundo nuestro, no cambiar de casa, trabajo, pareja o familia cada dos por tres está casi mal visto, y es sinónimo de aburrimiento, de falta de interés y de tontuna vital. Si uno no se compromete con nadie, ni con nada, no tiene luego que dar cuenta. La falta de criterio es un valor en alza, la tolerancia hasta con lo intolerable se considera grandeza de corazón y el papanatismo del respeto a todo, incluso a lo no respetable, se extiende, amenazando con sumirnos a todos en la idiotez.
Jesús sabía que la naturaleza humana es así. Nos entusiasmamos pronto, e igual de rápido nos retiramos cuando el proyecto en cuestión empieza a exigir demasiado de nosotros. Los discípulos le siguieron, algunos desde primera hora. Fue una divertida aventura, les llevó a muchos lugares nuevos y conocieron a mucha gente. Junto a aquel hombre carismático vivieron momentos de comunión y novedad, de confianza en el futuro y esperanza en el cambio. Aquello era fantástico, y lo mejor de todo era que no se les había pedido que firmaran nada. En cualquier momento podían volver a sus hogares, a sus trabajos de antes. Todo quedaría atrás, sin afectar verdaderamente a sus vidas. Tendrían montones de historias para contar junto al fuego durante su vejez.
Pero Jesús siente que se le acaba el tiempo. Y ahora toca empezar a dejar atados los cabos. Así que se pone muy serio, y empieza a avisarles de que va siendo tiempo de definirse. Ya no es la aventura pasajera de unos días estupendos. Toca jugársela. Ya saben con quién. Y deben elegir cuál va a ser su vida: Con Él o sin Él.
Nosotros hacemos igual. Seguimos a Jesús en los ratos libres. Somos capaces de poner en juego nuestra salud o nuestros afectos por el éxito en el trabajo, las ganancias económicas o cualquier otra meta pasajera y terrenal. Pero cuando Jesús se cuela en nuestra vida, cuando el Padre nos llama, pensamos que toda esa fuerza nuestra no va a ser bastante. Creemos que vamos a estar solos en la empresa, y que llevamos las de perder. Tenemos miedo de definirnos, de vernos obligados a dar razón de unos comportamientos que, derivados de nuestra fe, nos van a hacer ser el hazmerreír del mundo entero. Con todo eso en la cabeza, y sin ganas de agrandar nuestro estrechito corazón, nos damos media vuelta y nos alejamos. Rechazamos los planes del Padre porque los medimos según la conciencia de nuestra pequeñez, aunque luego la soberbia nos hace meternos en fregados que nos superan.
Sus palabras son de vida eterna. Y los son porque son palabras del Espíritu. Nuestra vida es corta, y nos empeñamos en hacerla patética y tristona, porque nos cerramos a la fuente de la vida eterna. Tenemos el mejor regalo: la llamada del Padre. Y podemos dar la mejor respuesta: nuestro compromiso de seguirle. Confiando en que Él nos dará las fuerzas para vivirlo y también para contarlo. Nuestra vida será eterna cuando sea su vida, y nuestras palabras serán del Espíritu cuando dejemos al Espíritu hablar por nuestra boca.
JOSUE 24,1 2a.15 17.18b
En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Eúfrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor». El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»
EFESIOS 5, 21 32
Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne». Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
JUAN 6, 60 69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
El texto de hoy trata de resumir en unos versículos la llamada Alianza de Siquen. La gran asamblea convocada por Josué a la sombra de los montes Ebal y Garizín, en medio de la tierra recién conquistada, con el fin de sellar para siempre la vieja alianza del Sinaí en la nueva situación creada tras la conquista. Un pueblo salido de la esclavitud, es ahora un pueblo libre; la escasez y miseria del desierto se ha convertido en la abundancia de una ‘tierra que mana leche y miel’. Moisés había advertido (Dt 8,11ss). “guárdate de olvidar al Señor, de no cumplir sus mandatos… no sea que cuando comas hasta hartarte…cuando críen tus reses y ovejas, abunde tu playa y tu oro.. te engrías y te olvides del Señor que te sacó de Egipto…y pienses: por mi fuerza me he criado estas riquezas…”. Por eso Josué somete al pueblo a este examen para ver si aún permanece fiel al Señor.
El texto de hoy por ello es una hermosa inclusión con el texto citado. Algunos autores hablan por ello de ‘Hexateuco’, como si todo el libro de Josué fuera la culminación y el broche de la hermosa historia de Israel, la de un pacto entre Dios y el pueblo. Algo semejante al empeño de Lucas que tras escribir su evangelio nos lleva en los Hechos de los Apóstoles hasta Roma como culminación de la misión iniciada por Cristo, obra del Espíritu Santo. Sin este libro, los evangelios habrían quedado cortados de la historia futura, la historia de la Iglesia.
En el texto de hoy se tiene también la confirmación de que los sucesos narrados no son historia pasada, sino la historia presente que cada día obliga a Israel a renovar su opción por el Señor. Tales son las palabras de Josué: Habéis de elegir entre los dioses de vuestros antepasados y los dioses que hoy os rodean, baales y Astartés de todos los tiempos (v.15) o bien al contrario como ‘yo y mi casa elegiremos al Señor’.
La respuesta del pueblo es una adhesión a su propia historia. Ella les confirma la autenticidad de la Alianza: el Señor no ha faltado a su palabra (v.17).
Solo faltan las palabras de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Y las del pueblo con Josué: “También nosotros serviremos a Yahvé porque él es nuestro Dios”.
La sección Ef. 5,22-6,9 se suele considerar un “código doméstico”, es decir, normas de conducta familiares típicas de la filosofía moral del tiempo, sobre todo estoica o rabínica, que el autor de Efesios incorpora en su escrito. Lo importante de este hecho, entre otras cosas, es que aparece de forma más acentuada que en otras ocasiones lo cultural y contingente. Estas formas con que, inevitablemente, se reviste la revelación no son inmutables y permanentes como la Palabra en sí. Sólo son su necesario vehículo. Es preciso no olvidar que la Sagrada Escritura es también palabra humana y a ello pertenece el estar sujeta a limitaciones, no sólo estrictamente lingüísticas y formales, sino un tanto más profundas. Pero hay que intentar distinguir el núcleo permanente de lo pasajero y transitorio. Así, por ejemplo, sería no entender el texto pensar que el sometimiento de la esposa defendido en este texto es parte directa de la Revelación.
Más importante es el párrafo 25-32, tan utilizado en la liturgia de las bodas, sobre todo hace algún tiempo. Extractando lo fundamental, ha de decirse que se presenta una relación conyugal basada en el amor mutuo (la preponderancia de las menciones masculinas no ha de tomarse como algo definitivo tal como se ha indicado arriba).
Tan en serio se toma este amor de los esposos que es una figura de las relaciones de Cristo con su iglesia y con toda la humanidad. Es probablemente el lugar más explícito en toda la Escritura en cuanto a apreciación de la relación hombre-mujer. Pero ha de notarse la importancia total que se da al amor y no a otros temas que también entran en esa relación. El amor entre esposos es una participación y realización del plan divino de amor a los seres humanos, que tiene su fundamento ya en el AT, tanto en la narración de Génesis como en el Cantar. Es un símbolo, precisamente por ser algo real, de ese amor y lo que permite extender ese simbolismo a relaciones tan básicas como las que existen entre Cristo y los seres humanos. Y a su vez recibe su sentido más profundo de ser un reflejo de ellas.
Más no se puede decir del matrimonio, y del matrimonio cristiano.
Texto. Comienza recogiendo la perplejidad producida por las palabras de Jesús en los domingos anteriores. Enseñanza inaceptable. He aquí formulada la reacción de la razón, reacción de la que hasta ahora eran portavoces los judíos y de la que en el texto de hoy lo son los propios discípulos de Jesús. De experimentar perplejidad ante Jesús no se libra nadie y tal vez menos que nadie los discípulos. Así viene a reconocerlo el propio Jesús: ¿Esto os hace vacilar? ¿Y si vierais al hijo del hombre subir adonde estaba antes?
La superación de la perplejidad y de la vacilación la esboza Jesús en los vs.63-65. Estar en la onda del Padre podría ser una transposición a nuestro lenguaje de lo que el texto afirma en esos versículos. No es posible entrar en detalle en el análisis de los mismos. En ellos, el término carne está empleado en contraposición a espíritu y, consiguientemente con un matiz distinto al que tenía el domingo pasado. Carne, en efecto, no designa aquí tanto lo sensible y perceptible del ser humano, cuanto su dimensión perecedera y corruptible; por contraposición, espíritu designa lo imperecedero, lo incorruptible. Así, por ejemplo, desde el diálogo con la mujer samaritana el lector sabe que Dios es espíritu (Jn 4,24).
Estar en la onda de Dios Padre, no es, sin embargo, algo impositivo. El texto de hoy reduce el número de discípulos a un mínimo e incluso éste, cuestionable y reducible. Pero es en este mínimo donde se da la interpretación completa de lo que Jesús es y significa.
Comentario. Este texto, con el que se cierran las reflexiones sobre el signo de la multiplicación de los panes y los peces, formula la única actitud capaz de entender ese signo. Se trata de una actitud a la que hay que calificar de espiritual, por cuanto que es capaz de descubrir el espíritu de Jesús, es decir, lo consistente e imperecedero que hay en él. Señor, tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.
Este descubrimiento lleva a relativizar todo lo que hasta ese momento parecía ser fundamental. En lugar de todo ello emerge Jesús, su persona, su palabra. Jesús ilumina todo con una luz nueva. A la luz de Jesús hay cosas que dejan de tener interés y valor, hay otras que surgen y otras que cobran un sentido nuevo. La sed de búsqueda de lo absoluto se sacia y lo relativo pierde la premura e importancia que a menudo se le da. De ninguna dificultad queda eximido el creyente, pero ninguna puede con él.
Puede ser que hoy sea necesario comenzar por el comentario a la segunda lectura y no tratar de eludirlo o dejarlo para el final. Con un lenguaje extraño a nuestro tiempo y a nuestra cultura, San Pablo nos da una valiosísima reflexión acerca del matrimonio cristiano. Habremos de distinguir entre la forma y el fondo. En su forma, va comparando al esposo con Cristo y a la esposa con la Iglesia. Pero lo hace con palabras teológicas cuando parecen palabras humanas. Es decir, para hablarnos del matrimonio, nos habla de la relación de Cristo con su Iglesia. Cristo es la cabeza y la Iglesia es su cuerpo. Así, la Cabeza es la que da las “órdenes” y el cuerpo el que obedece. De este modo, la Iglesia sigue las indicaciones de Cristo y le sigue porque es su Maestro y Señor. Pero Cristo, el Señor, es perfecto en el amor. Por eso nos sometemos a él, porque no puede fallarnos, pues, al fin y al cabo, es Hijo de Dios, y ha sellado una Alianza de fidelidad con el género humano. Si sacamos de su contexto o prescindimos de su significado teológico profundo, de las frases de este párrafo, se podría deducir que Pablo pide a los las mujeres un sometimiento total a sus maridos y que el cuerpo de sus esposas les pertenece a ellos, justificando, así, las actitudes machistas y el maltrato de las mujeres. Quien quiera ver esa interpretación se equivoca. Bien conoce Pablo lo tiranos que muchos maridos son con sus mujeres, igual que ocurre en nuestros tiempos. Así, lo que el Apóstol hace es elevar la dignidad del amor matrimonial a la relación de Cristo y la Iglesia, dándole a la mujer (en su comparación con la Iglesia) la máxima dignidad; dignidad, que, por otra parte, la sociedad de su tiempo le negaba; y elevar el papel del marido en el matrimonio al papel de Cristo; es decir, lo llama a ser perfecto en el amor, la fidelidad y en la entrega a su esposa, igual que Cristo ha sido perfecto en el amor, la entrega y la fidelidad a la Iglesia. Que nadie, pues, derive de este texto una exaltación del machismo, ni una discriminación de la mujer. Si alguien lo interpreta así sólo puede ser por pura ignorancia. La igualdad entre el esposo y la esposa la trae Pablo y la hace explícita mediante la cita del Génesis: “...se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.
Aclarado ese punto, podemos entrar en el comentario del evangelio y de la primera lectura. Ambos textos nos plantean una idea de fondo similar: la tentación de abandonar en el recorrido del camino de la fe. Josué ve cómo el pueblo se deja influenciar por las religiones extranjeras y plantea el tema abiertamente. Hay que aclararse interiormente y tomar una decisión; después, habrá que ser consecuentes con esa decisión que se ha tomado. Josué expone la suya: él y su familia servirán al Señor. El discurso y el testimonio de su líder espiritual ha calado en el pueblo y éste responde con una confesión de fe en el Dios de Israel haciendo recordatorio de cómo Dios ha actuado históricamente en su favor. El propio pueblo reconoce que le debe una respuesta de fidelidad a Dios, que tanto ha hecho por ellos. Aparentemente, la cuestión queda, pues, zanjada.
La situación que vive Josué está provocada por el “contagio” del pueblo de Dios de las costumbres y cultos religiosos paganos con los que ha entrado en contacto. La situación que nos plantea el evangelio de Juan nace del escándalo que en algunos discípulos ha provocado el discurso del pan de vida, que hemos venido leyendo en los domingos anteriores. Es curioso que esta vez la crítica hacia Jesús no viene de los fariseos ni de los judíos ni de las autoridades religiosas. Se trata, más bien, de una disidencia dentro del grupo de discípulos. Y hay un grupo importante que le abandona porque dicen que esa forma de hablar les resulta inaceptable. Y, desde luego, entender el discurso del pan da vida, en aquel comento y en aquel contexto, era para nota. Tenía demasiado peso el judaísmo para el auditorio de Jesús, al fin y al cabo, hacía casi dos milenios de los acontecimientos del Éxodo; los textos más antiguos de las Escrituras fueron redactados nada menos que mil años antes y enseñados así por mil años de generación en generación. Sólo si se ha descubierto quién es Jesús se podrá aceptar su mensaje, se podrá subir al grupo de los que le siguen. Sólo el reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios puede llevar a aceptar el discurso en el que Jesús afirma “Yo soy el pan de vida”. Cuando Jesús se dirige a los Doce para preguntarles si también ellos quieren marcharse, Pedro vuelve otra vez a dar en el clavo: “Nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Seguramente Pedro ha entendido muy poco o nada del gran discurso de Jesús, pero el conocimiento de saber quién es le lleva a seguirle con fidelidad inquebrantable. Jesús se les ha presentado a todos como el Pastor que no tienen. Pero, en su rebaño, la puerta permanece abierta, lo mismo para entrar que para salir. Jesús respeta la libertad de la persona, igual que Dios lo hace, con todas sus consecuencias. También hoy en día encontramos abandonos; algunos piden oficialmente el impreso para apostatar, pero otros muchos, sin ningún trámite legal, abandonan porque se han dejado contagiar por una sociedad hostil al hecho religioso, porque no han comprendido quién es Jesús o por la falta de testimonio de los cristianos. Nosotros, con nuestras miserias y nuestros pecados, a pesar de nuestros fallos de cada día, le decimos, como Pedro, a Jesús: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos...”
Señor, Padre todopoderoso, que reúnes a tus fieles en la escucha de tu palabra y en la comunión del pan único y partido, y le alimentas con los bienes reservados para la vida eterna, haz que valoremos siempre el privilegio que nos das en el sacramento eucarístico, y que la comunión con tu Hijo Jesús, realice también la comunión entre los hermanos.
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Al presentarte estos dones, unimos nuestra vida a la tuya. Haz que por esta unión, nos alcance tu santidad para vivir en el amor que la Eucaristía nos manifiesta.
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En verdad de justo y necesario alabarte y darte gracias por todo lo que nos das. Sobre todo por tu amor, que te llevó a entregarnos a tu único Hijo en la persona de Jesús de Nazaret. Él, horas antes de entregarse por nosotros y manifestar la plenitud de tu amor en la cruz, adelantó su entrega a los discípulos como memorial de su pasión y como prenda de la resurrección y de la vida eterna. Dos mil años después, continúas alimentado a tu pueblo con el mismo pan y el mismo vino que aquella tarde de Jueves Santo se convirtieron en el cuerpo entregado y en la sangre derramada de Jesucristo, Señor nuestro. Por este regalo inestimable para la vida de tus fieles, cantamos, llenos de agradecimiento, en tu honor, el himno de tu alabanza.
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Acabamos de recibir el pan de la vida, el sacramento de la entrega de Jesús. Que él nos haga vivir en comunión de amor contigo y nos lleve un día hasta la vida eterna.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
El mensaje de Jesús puede provocar escándalo en algunos grupos o personas. Lo provocó para los judíos, que llevaban una tradición de casi dos mil años y que se vieron con un discurso que ponía en tela de juicio su fe, su templo, su ley y sus sacerdotes. El discurso del pan de vida provoca que muchos de sus discípulos le abandonen. Hoy, muchos, abandonan la fe cristiana porque se opone al aborto y defiende la vida, por ejemplo. Pedro, entonces, da en el clavo; Ante la pregunta de Jesús de si también los Doce se quieren marchar, Pedro le responde: “Sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Si reconocemos quién es Jesús, confiaremos en él y no nos causarán escándalo sus palabras; más bien, nos invitarán a mover algunas de nuestras posturas. Bienvenidos.
ACTO PENITENCIAL
-Tú, que te apiadas de los que andan como ovejas sin pastor. Señor, ten piedad.
-Tú, que eres el pan de la vida eterna. Cristo, ten piedad.
-Tú, que prometes la resurrección a quien comulga contigo. Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Josué, líder del pueblo de Dios, se ha dado cuenta de que muchos israelitas se han dejado contagiar por las costumbres y el reconocimiento de los dioses de los pueblos paganos con los que están en contacto. Convoca una reunión general en la que, con su ejemplo de vida, pide fidelidad al Dios verdadero. El pueblo reconoce la actuación de Dios en su favor a lo largo del tiempo y renueva su compromiso de servir al Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 33)
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a El.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Con un lenguaje que se presta a falsas interpretaciones, San Pablo eleva el amor conyugal al amor de Cristo por su Iglesia. La Iglesia se somete a Cristo, pues Él es la cabeza y la Iglesia es el cuerpo. No se trata, pues, de un planteamiento machista el del apóstol, sino más bien, de una reflexión teológica que aplica al amor matrimonial la perfección del amor de Cristo.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Después del discurso del pan de vida, muchos discípulos se escandalizan de lo que Jesús predica y deciden abandonar su seguimiento. El Señor se dirigirá a los Doce para preguntarles si también ellos se quieren ir. Jesús se presenta como el Pastor que el pueblo no tiene, pero se encuentra con la resistencia de algunos. Como dirá Pedro, el saber quién es Jesús convierte su discurso en palabras de vida eterna. ¿A quién, pues, vamos a acudir?
ORACIÓN DE LOS FIELES
Nuestra oración es escuchada con interés y con amor por nuestro Padre Dios. Llevemos, pues, ante él nuestra súplica confiada.
-Por la Santa Iglesia, en su misión de llevar el mensaje de Jesús al mundo. Roguemos al Señor.
-Por los pastores de la comunidad cristiana, en su misión de hacer de la Eucaristía el centro de la vida cristiana de ellos mismos y de todo el pueblo de Dios. Roguemos al Señor.
-Por los que gobiernan y legislan, en su tarea de buscar la justicia, la paz, el desarrollo y el bien común desde una ética universal y con espíritu de servicio a los demás. Roguemos al Señor.
-Por los esposos cristianos, en su misión de testimoniar entre ellos el amor de Cristo y de su Iglesia. Roguemos al Señor.
-Por los enfermos, los emigrantes, los que no tienen trabajo y por todos los que sufren, en la importancia de que no pierdan la esperanza y la fe. Roguemos al Señor.
-Por todos nosotros, en la necesidad de vivir consecuentemente con la Eucaristía que celebramos y recibimos. Roguemos al Señor.
Oración: Atiende, Dios bueno y Santo, la plegaria de tus fieles. Que el alimento eucarístico con que nos nutres, haga de nosotros fieles seguidores de tus pasos. Por JCNS.
DESPEDIDA
Sabiendo que Jesús es el consagrado por Dios y el único que tiene palabras de vida eterna, podemos ir en paz.
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Alrededor de tu mesa; Juntos marchamos a Ti (1 CLN-431); Cristo es el camino (CB-51B del disco ‘Dios es amor’).
Salmo. Gustad y ved (1 CLN-518).
Aleluya. Gregoriano o el popular (2 CLN-E 4).
Ofertorio. Te ofrecemos, Señor, nuestra juventud (1 CLN-H 2); Quiero estar, Señor, en tu presencia (del disco ‘Cantos para participar y vivir la misa’)
Santo. (1 CLN-I 8)
Comunión. Como brotes de olivo (1 CLN-528); Peregrino, ¿a dónde vas? (del disco ‘Dios con nosotros); Beberemos la copa de Cristo (1 CLN-O 10); Creo en Jesús (1 CLN-274); Quedate con nosotros (1 CLN-O 29).
Final: Escucha hermano (CB-87B).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
La radicalidad no se lleva. No está a la moda. Es tan cómodo no tener opinión fija, ni verse obligado a sostener una idea, ni a razonar para sostenerla. En este mundo nuestro, no cambiar de casa, trabajo, pareja o familia cada dos por tres está casi mal visto, y es sinónimo de aburrimiento, de falta de interés y de tontuna vital. Si uno no se compromete con nadie, ni con nada, no tiene luego que dar cuenta. La falta de criterio es un valor en alza, la tolerancia hasta con lo intolerable se considera grandeza de corazón y el papanatismo del respeto a todo, incluso a lo no respetable, se extiende, amenazando con sumirnos a todos en la idiotez.
Jesús sabía que la naturaleza humana es así. Nos entusiasmamos pronto, e igual de rápido nos retiramos cuando el proyecto en cuestión empieza a exigir demasiado de nosotros. Los discípulos le siguieron, algunos desde primera hora. Fue una divertida aventura, les llevó a muchos lugares nuevos y conocieron a mucha gente. Junto a aquel hombre carismático vivieron momentos de comunión y novedad, de confianza en el futuro y esperanza en el cambio. Aquello era fantástico, y lo mejor de todo era que no se les había pedido que firmaran nada. En cualquier momento podían volver a sus hogares, a sus trabajos de antes. Todo quedaría atrás, sin afectar verdaderamente a sus vidas. Tendrían montones de historias para contar junto al fuego durante su vejez.
Pero Jesús siente que se le acaba el tiempo. Y ahora toca empezar a dejar atados los cabos. Así que se pone muy serio, y empieza a avisarles de que va siendo tiempo de definirse. Ya no es la aventura pasajera de unos días estupendos. Toca jugársela. Ya saben con quién. Y deben elegir cuál va a ser su vida: Con Él o sin Él.
Nosotros hacemos igual. Seguimos a Jesús en los ratos libres. Somos capaces de poner en juego nuestra salud o nuestros afectos por el éxito en el trabajo, las ganancias económicas o cualquier otra meta pasajera y terrenal. Pero cuando Jesús se cuela en nuestra vida, cuando el Padre nos llama, pensamos que toda esa fuerza nuestra no va a ser bastante. Creemos que vamos a estar solos en la empresa, y que llevamos las de perder. Tenemos miedo de definirnos, de vernos obligados a dar razón de unos comportamientos que, derivados de nuestra fe, nos van a hacer ser el hazmerreír del mundo entero. Con todo eso en la cabeza, y sin ganas de agrandar nuestro estrechito corazón, nos damos media vuelta y nos alejamos. Rechazamos los planes del Padre porque los medimos según la conciencia de nuestra pequeñez, aunque luego la soberbia nos hace meternos en fregados que nos superan.
Sus palabras son de vida eterna. Y los son porque son palabras del Espíritu. Nuestra vida es corta, y nos empeñamos en hacerla patética y tristona, porque nos cerramos a la fuente de la vida eterna. Tenemos el mejor regalo: la llamada del Padre. Y podemos dar la mejor respuesta: nuestro compromiso de seguirle. Confiando en que Él nos dará las fuerzas para vivirlo y también para contarlo. Nuestra vida será eterna cuando sea su vida, y nuestras palabras serán del Espíritu cuando dejemos al Espíritu hablar por nuestra boca.
A. GONZALO
aurora@dabar.net
aurora@dabar.net
DIOS HABLA
JOSUE 24,1 2a.15 17.18b
En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Eúfrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor». El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»
EFESIOS 5, 21 32
Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne». Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
JUAN 6, 60 69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?» Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
PRIMERA LECTURA
El texto de hoy trata de resumir en unos versículos la llamada Alianza de Siquen. La gran asamblea convocada por Josué a la sombra de los montes Ebal y Garizín, en medio de la tierra recién conquistada, con el fin de sellar para siempre la vieja alianza del Sinaí en la nueva situación creada tras la conquista. Un pueblo salido de la esclavitud, es ahora un pueblo libre; la escasez y miseria del desierto se ha convertido en la abundancia de una ‘tierra que mana leche y miel’. Moisés había advertido (Dt 8,11ss). “guárdate de olvidar al Señor, de no cumplir sus mandatos… no sea que cuando comas hasta hartarte…cuando críen tus reses y ovejas, abunde tu playa y tu oro.. te engrías y te olvides del Señor que te sacó de Egipto…y pienses: por mi fuerza me he criado estas riquezas…”. Por eso Josué somete al pueblo a este examen para ver si aún permanece fiel al Señor.
El texto de hoy por ello es una hermosa inclusión con el texto citado. Algunos autores hablan por ello de ‘Hexateuco’, como si todo el libro de Josué fuera la culminación y el broche de la hermosa historia de Israel, la de un pacto entre Dios y el pueblo. Algo semejante al empeño de Lucas que tras escribir su evangelio nos lleva en los Hechos de los Apóstoles hasta Roma como culminación de la misión iniciada por Cristo, obra del Espíritu Santo. Sin este libro, los evangelios habrían quedado cortados de la historia futura, la historia de la Iglesia.
En el texto de hoy se tiene también la confirmación de que los sucesos narrados no son historia pasada, sino la historia presente que cada día obliga a Israel a renovar su opción por el Señor. Tales son las palabras de Josué: Habéis de elegir entre los dioses de vuestros antepasados y los dioses que hoy os rodean, baales y Astartés de todos los tiempos (v.15) o bien al contrario como ‘yo y mi casa elegiremos al Señor’.
La respuesta del pueblo es una adhesión a su propia historia. Ella les confirma la autenticidad de la Alianza: el Señor no ha faltado a su palabra (v.17).
Solo faltan las palabras de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Y las del pueblo con Josué: “También nosotros serviremos a Yahvé porque él es nuestro Dios”.
TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net
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SEGUNDA LECTURA
La sección Ef. 5,22-6,9 se suele considerar un “código doméstico”, es decir, normas de conducta familiares típicas de la filosofía moral del tiempo, sobre todo estoica o rabínica, que el autor de Efesios incorpora en su escrito. Lo importante de este hecho, entre otras cosas, es que aparece de forma más acentuada que en otras ocasiones lo cultural y contingente. Estas formas con que, inevitablemente, se reviste la revelación no son inmutables y permanentes como la Palabra en sí. Sólo son su necesario vehículo. Es preciso no olvidar que la Sagrada Escritura es también palabra humana y a ello pertenece el estar sujeta a limitaciones, no sólo estrictamente lingüísticas y formales, sino un tanto más profundas. Pero hay que intentar distinguir el núcleo permanente de lo pasajero y transitorio. Así, por ejemplo, sería no entender el texto pensar que el sometimiento de la esposa defendido en este texto es parte directa de la Revelación.
Más importante es el párrafo 25-32, tan utilizado en la liturgia de las bodas, sobre todo hace algún tiempo. Extractando lo fundamental, ha de decirse que se presenta una relación conyugal basada en el amor mutuo (la preponderancia de las menciones masculinas no ha de tomarse como algo definitivo tal como se ha indicado arriba).
Tan en serio se toma este amor de los esposos que es una figura de las relaciones de Cristo con su iglesia y con toda la humanidad. Es probablemente el lugar más explícito en toda la Escritura en cuanto a apreciación de la relación hombre-mujer. Pero ha de notarse la importancia total que se da al amor y no a otros temas que también entran en esa relación. El amor entre esposos es una participación y realización del plan divino de amor a los seres humanos, que tiene su fundamento ya en el AT, tanto en la narración de Génesis como en el Cantar. Es un símbolo, precisamente por ser algo real, de ese amor y lo que permite extender ese simbolismo a relaciones tan básicas como las que existen entre Cristo y los seres humanos. Y a su vez recibe su sentido más profundo de ser un reflejo de ellas.
Más no se puede decir del matrimonio, y del matrimonio cristiano.
FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
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EVANGELIO
Texto. Comienza recogiendo la perplejidad producida por las palabras de Jesús en los domingos anteriores. Enseñanza inaceptable. He aquí formulada la reacción de la razón, reacción de la que hasta ahora eran portavoces los judíos y de la que en el texto de hoy lo son los propios discípulos de Jesús. De experimentar perplejidad ante Jesús no se libra nadie y tal vez menos que nadie los discípulos. Así viene a reconocerlo el propio Jesús: ¿Esto os hace vacilar? ¿Y si vierais al hijo del hombre subir adonde estaba antes?
La superación de la perplejidad y de la vacilación la esboza Jesús en los vs.63-65. Estar en la onda del Padre podría ser una transposición a nuestro lenguaje de lo que el texto afirma en esos versículos. No es posible entrar en detalle en el análisis de los mismos. En ellos, el término carne está empleado en contraposición a espíritu y, consiguientemente con un matiz distinto al que tenía el domingo pasado. Carne, en efecto, no designa aquí tanto lo sensible y perceptible del ser humano, cuanto su dimensión perecedera y corruptible; por contraposición, espíritu designa lo imperecedero, lo incorruptible. Así, por ejemplo, desde el diálogo con la mujer samaritana el lector sabe que Dios es espíritu (Jn 4,24).
Estar en la onda de Dios Padre, no es, sin embargo, algo impositivo. El texto de hoy reduce el número de discípulos a un mínimo e incluso éste, cuestionable y reducible. Pero es en este mínimo donde se da la interpretación completa de lo que Jesús es y significa.
Comentario. Este texto, con el que se cierran las reflexiones sobre el signo de la multiplicación de los panes y los peces, formula la única actitud capaz de entender ese signo. Se trata de una actitud a la que hay que calificar de espiritual, por cuanto que es capaz de descubrir el espíritu de Jesús, es decir, lo consistente e imperecedero que hay en él. Señor, tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.
Este descubrimiento lleva a relativizar todo lo que hasta ese momento parecía ser fundamental. En lugar de todo ello emerge Jesús, su persona, su palabra. Jesús ilumina todo con una luz nueva. A la luz de Jesús hay cosas que dejan de tener interés y valor, hay otras que surgen y otras que cobran un sentido nuevo. La sed de búsqueda de lo absoluto se sacia y lo relativo pierde la premura e importancia que a menudo se le da. De ninguna dificultad queda eximido el creyente, pero ninguna puede con él.
ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net
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NOTAS PARA LA HOMILIA
Puede ser que hoy sea necesario comenzar por el comentario a la segunda lectura y no tratar de eludirlo o dejarlo para el final. Con un lenguaje extraño a nuestro tiempo y a nuestra cultura, San Pablo nos da una valiosísima reflexión acerca del matrimonio cristiano. Habremos de distinguir entre la forma y el fondo. En su forma, va comparando al esposo con Cristo y a la esposa con la Iglesia. Pero lo hace con palabras teológicas cuando parecen palabras humanas. Es decir, para hablarnos del matrimonio, nos habla de la relación de Cristo con su Iglesia. Cristo es la cabeza y la Iglesia es su cuerpo. Así, la Cabeza es la que da las “órdenes” y el cuerpo el que obedece. De este modo, la Iglesia sigue las indicaciones de Cristo y le sigue porque es su Maestro y Señor. Pero Cristo, el Señor, es perfecto en el amor. Por eso nos sometemos a él, porque no puede fallarnos, pues, al fin y al cabo, es Hijo de Dios, y ha sellado una Alianza de fidelidad con el género humano. Si sacamos de su contexto o prescindimos de su significado teológico profundo, de las frases de este párrafo, se podría deducir que Pablo pide a los las mujeres un sometimiento total a sus maridos y que el cuerpo de sus esposas les pertenece a ellos, justificando, así, las actitudes machistas y el maltrato de las mujeres. Quien quiera ver esa interpretación se equivoca. Bien conoce Pablo lo tiranos que muchos maridos son con sus mujeres, igual que ocurre en nuestros tiempos. Así, lo que el Apóstol hace es elevar la dignidad del amor matrimonial a la relación de Cristo y la Iglesia, dándole a la mujer (en su comparación con la Iglesia) la máxima dignidad; dignidad, que, por otra parte, la sociedad de su tiempo le negaba; y elevar el papel del marido en el matrimonio al papel de Cristo; es decir, lo llama a ser perfecto en el amor, la fidelidad y en la entrega a su esposa, igual que Cristo ha sido perfecto en el amor, la entrega y la fidelidad a la Iglesia. Que nadie, pues, derive de este texto una exaltación del machismo, ni una discriminación de la mujer. Si alguien lo interpreta así sólo puede ser por pura ignorancia. La igualdad entre el esposo y la esposa la trae Pablo y la hace explícita mediante la cita del Génesis: “...se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.
Aclarado ese punto, podemos entrar en el comentario del evangelio y de la primera lectura. Ambos textos nos plantean una idea de fondo similar: la tentación de abandonar en el recorrido del camino de la fe. Josué ve cómo el pueblo se deja influenciar por las religiones extranjeras y plantea el tema abiertamente. Hay que aclararse interiormente y tomar una decisión; después, habrá que ser consecuentes con esa decisión que se ha tomado. Josué expone la suya: él y su familia servirán al Señor. El discurso y el testimonio de su líder espiritual ha calado en el pueblo y éste responde con una confesión de fe en el Dios de Israel haciendo recordatorio de cómo Dios ha actuado históricamente en su favor. El propio pueblo reconoce que le debe una respuesta de fidelidad a Dios, que tanto ha hecho por ellos. Aparentemente, la cuestión queda, pues, zanjada.
La situación que vive Josué está provocada por el “contagio” del pueblo de Dios de las costumbres y cultos religiosos paganos con los que ha entrado en contacto. La situación que nos plantea el evangelio de Juan nace del escándalo que en algunos discípulos ha provocado el discurso del pan de vida, que hemos venido leyendo en los domingos anteriores. Es curioso que esta vez la crítica hacia Jesús no viene de los fariseos ni de los judíos ni de las autoridades religiosas. Se trata, más bien, de una disidencia dentro del grupo de discípulos. Y hay un grupo importante que le abandona porque dicen que esa forma de hablar les resulta inaceptable. Y, desde luego, entender el discurso del pan da vida, en aquel comento y en aquel contexto, era para nota. Tenía demasiado peso el judaísmo para el auditorio de Jesús, al fin y al cabo, hacía casi dos milenios de los acontecimientos del Éxodo; los textos más antiguos de las Escrituras fueron redactados nada menos que mil años antes y enseñados así por mil años de generación en generación. Sólo si se ha descubierto quién es Jesús se podrá aceptar su mensaje, se podrá subir al grupo de los que le siguen. Sólo el reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios puede llevar a aceptar el discurso en el que Jesús afirma “Yo soy el pan de vida”. Cuando Jesús se dirige a los Doce para preguntarles si también ellos quieren marcharse, Pedro vuelve otra vez a dar en el clavo: “Nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Seguramente Pedro ha entendido muy poco o nada del gran discurso de Jesús, pero el conocimiento de saber quién es le lleva a seguirle con fidelidad inquebrantable. Jesús se les ha presentado a todos como el Pastor que no tienen. Pero, en su rebaño, la puerta permanece abierta, lo mismo para entrar que para salir. Jesús respeta la libertad de la persona, igual que Dios lo hace, con todas sus consecuencias. También hoy en día encontramos abandonos; algunos piden oficialmente el impreso para apostatar, pero otros muchos, sin ningún trámite legal, abandonan porque se han dejado contagiar por una sociedad hostil al hecho religioso, porque no han comprendido quién es Jesús o por la falta de testimonio de los cristianos. Nosotros, con nuestras miserias y nuestros pecados, a pesar de nuestros fallos de cada día, le decimos, como Pedro, a Jesús: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos...”
JUAN SEGURA
juan@dabar.net
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PARA LA ORACION
Señor, Padre todopoderoso, que reúnes a tus fieles en la escucha de tu palabra y en la comunión del pan único y partido, y le alimentas con los bienes reservados para la vida eterna, haz que valoremos siempre el privilegio que nos das en el sacramento eucarístico, y que la comunión con tu Hijo Jesús, realice también la comunión entre los hermanos.
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Al presentarte estos dones, unimos nuestra vida a la tuya. Haz que por esta unión, nos alcance tu santidad para vivir en el amor que la Eucaristía nos manifiesta.
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En verdad de justo y necesario alabarte y darte gracias por todo lo que nos das. Sobre todo por tu amor, que te llevó a entregarnos a tu único Hijo en la persona de Jesús de Nazaret. Él, horas antes de entregarse por nosotros y manifestar la plenitud de tu amor en la cruz, adelantó su entrega a los discípulos como memorial de su pasión y como prenda de la resurrección y de la vida eterna. Dos mil años después, continúas alimentado a tu pueblo con el mismo pan y el mismo vino que aquella tarde de Jueves Santo se convirtieron en el cuerpo entregado y en la sangre derramada de Jesucristo, Señor nuestro. Por este regalo inestimable para la vida de tus fieles, cantamos, llenos de agradecimiento, en tu honor, el himno de tu alabanza.
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Acabamos de recibir el pan de la vida, el sacramento de la entrega de Jesús. Que él nos haga vivir en comunión de amor contigo y nos lleve un día hasta la vida eterna.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
El mensaje de Jesús puede provocar escándalo en algunos grupos o personas. Lo provocó para los judíos, que llevaban una tradición de casi dos mil años y que se vieron con un discurso que ponía en tela de juicio su fe, su templo, su ley y sus sacerdotes. El discurso del pan de vida provoca que muchos de sus discípulos le abandonen. Hoy, muchos, abandonan la fe cristiana porque se opone al aborto y defiende la vida, por ejemplo. Pedro, entonces, da en el clavo; Ante la pregunta de Jesús de si también los Doce se quieren marchar, Pedro le responde: “Sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Si reconocemos quién es Jesús, confiaremos en él y no nos causarán escándalo sus palabras; más bien, nos invitarán a mover algunas de nuestras posturas. Bienvenidos.
ACTO PENITENCIAL
-Tú, que te apiadas de los que andan como ovejas sin pastor. Señor, ten piedad.
-Tú, que eres el pan de la vida eterna. Cristo, ten piedad.
-Tú, que prometes la resurrección a quien comulga contigo. Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Josué, líder del pueblo de Dios, se ha dado cuenta de que muchos israelitas se han dejado contagiar por las costumbres y el reconocimiento de los dioses de los pueblos paganos con los que están en contacto. Convoca una reunión general en la que, con su ejemplo de vida, pide fidelidad al Dios verdadero. El pueblo reconoce la actuación de Dios en su favor a lo largo del tiempo y renueva su compromiso de servir al Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal. 33)
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a El.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Con un lenguaje que se presta a falsas interpretaciones, San Pablo eleva el amor conyugal al amor de Cristo por su Iglesia. La Iglesia se somete a Cristo, pues Él es la cabeza y la Iglesia es el cuerpo. No se trata, pues, de un planteamiento machista el del apóstol, sino más bien, de una reflexión teológica que aplica al amor matrimonial la perfección del amor de Cristo.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Después del discurso del pan de vida, muchos discípulos se escandalizan de lo que Jesús predica y deciden abandonar su seguimiento. El Señor se dirigirá a los Doce para preguntarles si también ellos se quieren ir. Jesús se presenta como el Pastor que el pueblo no tiene, pero se encuentra con la resistencia de algunos. Como dirá Pedro, el saber quién es Jesús convierte su discurso en palabras de vida eterna. ¿A quién, pues, vamos a acudir?
ORACIÓN DE LOS FIELES
Nuestra oración es escuchada con interés y con amor por nuestro Padre Dios. Llevemos, pues, ante él nuestra súplica confiada.
-Por la Santa Iglesia, en su misión de llevar el mensaje de Jesús al mundo. Roguemos al Señor.
-Por los pastores de la comunidad cristiana, en su misión de hacer de la Eucaristía el centro de la vida cristiana de ellos mismos y de todo el pueblo de Dios. Roguemos al Señor.
-Por los que gobiernan y legislan, en su tarea de buscar la justicia, la paz, el desarrollo y el bien común desde una ética universal y con espíritu de servicio a los demás. Roguemos al Señor.
-Por los esposos cristianos, en su misión de testimoniar entre ellos el amor de Cristo y de su Iglesia. Roguemos al Señor.
-Por los enfermos, los emigrantes, los que no tienen trabajo y por todos los que sufren, en la importancia de que no pierdan la esperanza y la fe. Roguemos al Señor.
-Por todos nosotros, en la necesidad de vivir consecuentemente con la Eucaristía que celebramos y recibimos. Roguemos al Señor.
Oración: Atiende, Dios bueno y Santo, la plegaria de tus fieles. Que el alimento eucarístico con que nos nutres, haga de nosotros fieles seguidores de tus pasos. Por JCNS.
DESPEDIDA
Sabiendo que Jesús es el consagrado por Dios y el único que tiene palabras de vida eterna, podemos ir en paz.
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Salmo. Gustad y ved (1 CLN-518).
Aleluya. Gregoriano o el popular (2 CLN-E 4).
Ofertorio. Te ofrecemos, Señor, nuestra juventud (1 CLN-H 2); Quiero estar, Señor, en tu presencia (del disco ‘Cantos para participar y vivir la misa’)
Santo. (1 CLN-I 8)
Comunión. Como brotes de olivo (1 CLN-528); Peregrino, ¿a dónde vas? (del disco ‘Dios con nosotros); Beberemos la copa de Cristo (1 CLN-O 10); Creo en Jesús (1 CLN-274); Quedate con nosotros (1 CLN-O 29).
Final: Escucha hermano (CB-87B).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
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