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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales Litúrgicos y Catequéticos: XXII Domingo del T.O. (Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23) - Ciclo B
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martes, 25 de agosto de 2009

Materiales Litúrgicos y Catequéticos: XXII Domingo del T.O. (Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23) - Ciclo B


Monición de entrada

(A)
Vivimos en una situación extraña para nuestra fe. Se dan, continuamente cambios en la Religión y en la Iglesia, y no lo acabamos de comprender. Nos cambian todo y esto desorienta nuestra fe tranquila, "No hay quien lo entienda".
La verdad es que las costumbres religiosas pasan.
Cada época, cada pueblo, cada grupo social, manifiesta la fe un poco a su manera, según sus costumbres. Esto es así, y es bonito.
Las costumbres religiosas pasan. Pero la fe se mantiene. La fe sigue su camino hacia adelante a través de todas esas costumbres pasajeras.
Lo que nos interesa a cada uno es manifestar nuestra fe y nuestra confianza en Dios a través de las señales o costumbres que mejor se acomoden a nuestra forma de ser, pero manteniendo siempre la fe en Jesús.
Aunque cambien las costumbres, no perdemos la fe.

(B)

Queridos amigos: un domingo más nos hemos reunidos para escuchar la Palabra de Dios, y celebrar con gozo el recuerdo de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Después de la pausa de vacaciones, volvemos al ritmo de los quehaceres, horarios, trabajos, y, quizás, también volvamos a la rutina, a la costumbre. Es un buen momento para reflexionar sobre nuestra identidad cristiana, sobre nuestras costumbres. Podemos tener la sensación de andar desorientados sobre lo que constituye lo esencial de nuestra vida cristiana; hemos de reflexionar sobre lo que debemos creer firmemente, lo que debemos realizar como cristianos, y sobre lo que debemos celebrar.
Que la Eucaristía nos ayude a descubrir que la fe es vida y se debe convertir en vida; no importa ni el lugar ni el momento.

(C)

Hermanos, nos reunimos en el nombre del Señor para celebrar la Eucaristía. Sed todos bienvenidos.
Jesús nos ofrece su Palabra de vida que irá suavizando el egoísmo de nuestro corazón; iremos viendo que las cosas externas no degradan al hombre sino que el mal procede de nuestro interior.
Pidamos hoy al Señor que podamos descubrir lo importante del mensaje evangélico: el mandamiento nuevo de Jesús.


Saludo del Sacerdote

El Dios de la esperanza, que por el Espíritu Santo nos llena de su alegría y de su paz, permanezca siempre con todos vosotros…


Pedimos perdón

(A)

Es el momento de acercarnos a Dios. Es el momento de pedir perdón, porque muchas veces no hemos sido fieles a su Evangelio, no hemos confiado plenamente en Jesús, y encima hemos buscado disculpas.

* Porque somos perezosos para las cosas religiosas, y nos olvidamos de Dios. Señor, ten piedad.

* Porque queremos disimular esa pereza y ese olvido de Dios con la disculpa de que "nos lo cambian todo" : Cristo, ten piedad.

* Porque nos agarramos a las costumbres y a los ritos religiosos sin llegar hasta Ti, que eres el que das vida a esas costumbres nuestras : Señor, ten piedad.

(B)

Pidamos perdón al Señor, en un momento de silencio, porque nuestra actitud en la vida cotidiana, no está muy acorde con el mensaje de Jesús.

- Porque tranquilizamos nuestra conciencia cumpliendo los preceptos y las normas. Señor, ten piedad.
- Porque damos más importancia a la ley que a la construcción del Reino. Cristo, ten piedad.
- Porque no trabajamos en la transformación de las leyes injustas con nuestros hermanos más necesitados. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso, el Padre del amor, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

Gloria:

Agradecidos por el perdón que hemos recibido le decimos : Gloria a Dios en el cielo ....


Escuchamos la Palabra

Monición

El Señor y su palabra están cerca del pueblo. Dios está en medio de su pueblo. Esto es lo que marca el camino de su actuación.


Monición al Evangelio

La vida del cristiano no debe limitarse a cumplir con unas normas o tradiciones. Lo importante es vivir en el amor de Jesús y ser libres.


Evangelio dialogado (Niños)

Narrador: Entre los judíos existía la tradición de lavarse siempre las manos antes de comer, pero no sólo por higiene, sino como un rito religioso.
Un día, un grupo de fariseos vieron que los discípulos de Jesús comían sin lavarse las manos, (los fariseos cumplían externamente, al pie de la letra, todos los ritos y tradiciones judías, aunque en su corazón eran envidiosos, egoístas, se aprovechaban de la gente sencilla...) le preguntaron:
Fariseo: - ¿Por qué tus discípulos no cumplen la tradición de lavarse las manos antes de comer?
Narrador: Jesús que, desde el principio de su misión, quiso dejar claro qué es lo que más le importa a Dios de cada uno de nosotros, les dijo:
Jesús: - Entendedme bien todos: la suciedad de la calle no es lo que le hace impuro al hombre ante Dios. Lo que le hace impuro al hombre a los ojos de Dios es lo que sale de su corazón: las envidias, los rencores, los egoísmos, las mentiras, los engaños, las críticas, las calumnias, el orgullo, los malos pensamientos... Toda esa suciedad y esos males salen de dentro. Es eso, lo que a cada uno le hace impuro a los ojos de Dios.
Narrador: Palabra del Señor.


Homilías

(A)

El Evangelio de hoy nos recuerda un roce de Jesús con los Fariseos: ¿Por qué, tus discípulos no siguen la tradición de los mayores?.
Es el clásico enfrentamiento que todos conocemos: enfrentamiento de generaciones: padres-hijos; mayores-jóvenes; iglesia tradicional y renovadora.
Vamos a comentar un poco el roce de grupos distintos en la Iglesia. Lo de antes y lo nuevo.
Solemos oír comentar muchas veces sobre esto.
Si el pueblo deja de asistir a Misa, decimos que falta fe. Si disminuyen las vocaciones sacerdotales, decimos que falta fe. Si no se hace mucho caso de "Años Santos Jacobeos, Años Santos Lebaniegos, o de visitas al Papa", decimos: es que ya no hay fe, ya no es como antes.
Y es verdad, no es como antes. Pero tal vez no porque falte fe, sino porque hay prácticas religiosas, actos piadosos, formas religiosas de antes, que ahora no van, o que a muchos no les van, aunque siguen teniendo fe.
- Lo que sí es claro, es que hablar de falta de fe, o recordar la religión de antes, no soluciona nada.
- Es necesario hacer un examen de nuestras creencias, de nuestra fe y comprobar si está apoyada en Cristo o está apoyada en unas prácticas, en la persona de un sacerdote que nos ha caído bien, o en un santo o una virgen que nos resulta simpática.
Es cierto que nuestra fe es aceptar a Cristo, pero como a Él no le vemos, debemos apoyarnos en cosas cercanas.
* Unos actos piadosos, un santo.
* Un sacerdote simpático y agradable.
Pero lo fundamental es Cristo y lo demás puede ir cambiando. Cristo permanece.
Lo que tenemos que hacer es no hablar tanto de falta de fe, y procurar acomodar nuestra fe a todas esas cosas que van cambiando.
Si nuestra fe esta apoyada en Cristo nos dan poco miedo los cambios. Nos da lo mismo rezar así o de la otra forma. Comulgar en la mano o en la boca. Celebrar la Eucaristía en el templo o en otro local. Que el sacerdote vista con sotana o de paisano: Todo eso y otras muchas cosas son algo accidental.
Lo fundamental es seguir la Enseñanza de Cristo: "Amaos los unos a los otros".
Vamos a continuar la Celebración y vamos a pedir a Dios que nos ayude a mantener la fe, que es algo sencillo, pero complicado a la vez:
- sencillo porque es confiar en una persona, Jesús, que además es Dios; y seguirle.
- complicado porque la fe la vivimos en una sociedad pluralista, con muchas formas de pensar, que debemos respetar. En una sociedad en la que las costumbres, incluso las religiosas, cambian a menudo.
Pero el Evangelio de hoy nos enseña que: "Pasan las costumbres religiosas, pero la fe debe seguir su camino, la fe se mantiene y no se pierde por eso".

(B)

INDIFERENCIA

La crisis religiosa se va decantando poco a poco hacia la indiferencia. De ordinario, no se puede hablar propiamente de ateísmo ni siquiera de agnosticismo. Lo que mejor define la postura de muchos es la indiferencia religiosa donde no hay preguntas ni dudas ni crisis.
No es fácil describir esta indiferencia. Lo primero que se observa es una ausencia de inquietud religiosa. Dios no interesa. La persona vive en la despreocupación, sin nostalgias ni horizonte religioso alguno. No se trata de una ideología. Es, más bien, una «atmósfera envolvente» donde la relación con Dios queda bloqueada.
Hay diversos tipos de indiferencia. Algunos viven en estos momentos un alejamiento progresivo; son personas que se van distanciando cada vez más de la fe, cortan lazos con lo religioso, se alejan de la práctica; poco a poco Dios se va apagando en sus conciencias. Otros viven sencillamente absorbidos por las cosas de cada día; nunca se han interesado mucho por Dios; probablemente recibieron una educación religiosa débil y deficiente; hoy viven olvidados de todo.
En algunos la indiferencia actual es fruto de un conflicto personal vivido a veces en secreto; han sufrido miedos o experiencias frustantes; no guardan buen recuerdo de lo que vivieron de niños o de adolescentes; no quieren oír hablar de Dios pues les hace daño; se defienden olvidándolo.
La indiferencia de otros es más bien resultado de circunstancias diversas. Salieron del pequeño pueblo y hoy viven de manera diferente en un ambiente urbano; o se casaron con alguien poco sensible a lo religioso y han cambiado de costumbres; o se han separado de su primer cónyuge y viven una situación de pareja no «bendecida» por la Iglesia. No es que estas personas hayan tomado la decisión de abandonar a Dios, pero de hecho su vida se va alejando de Él.
Hay todavía otro tipo de indiferencia encubierta por la piedad religiosa. Es la indiferencia de quienes se han acostumbrado a vivir la religión como una «práctica externa» o una «tradición rutinaria». Todos hemos de escuchar la queja de Dios. Nos la recuerda Jesús con palabras tomadas del profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí».

(C)

CAMBIAR DESDE DENTRO

Hay algo que los hombres y mujeres de hoy queremos ingenuamente olvidar una y otra vez. Sin una transformación interior, sin un esfuerzo real de cambio de actitud, no es posible crear una nueva sociedad.
Hemos de valorar, sin duda, muy positivamente, todos los intentos de ayudar, ennoblecer y dignificar al hombre desde fuera. Pero, las estructuras, las instituciones, los pactos y los programas políticos no cambian ni mejoran automáticamente al hombre.
Es inútil lanzar consignas políticas de cambio social si los que gobiernan el país, los que dirigen la vida pública y todos los ciudadanos, en general, no hacemos esfuerzo personal alguno para cambiar nuestras posturas. No hay ningún camino secreto que nos pueda conducir a una transformación y mejora social, dispensándonos de una conversión personal.
Los pecados colectivos, el deterioro moral de nuestra sociedad, el mal encarnado en tantas estructuras e instituciones, la injusticia presente en el funcionamiento de la vida social, se deben concretamente a factores diversos, pero tienen, en definitiva, una fuente y un origen último: el corazón de las personas.
La sabia advertencia de Jesús tiene actualidad también hoy, en una sociedad tan compleja y organizada como la nuestra. «Las maldades salen de dentro del hombre». Los robos, los homicidios, los adulterios, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, la envidia, la difamación, el orgullo, la frivolidad, que de tantas maneras toman cuerpo en las costumbres, modas, instituciones y estructuras de nuestra sociedad, «salen de dentro del corazón».
Es una grave equivocación pretender una reconversión industrial justa, sin «reconvertir» nuestros corazones a posturas de mayor justicia social con los más oprimidos por la crisis económica.
Es una ilusión falsa creer que vamos camino de una sociedad más igualitaria y socializada, si apenas nadie parece dispuesto a abandonar situaciones privilegiadas ni a compartir de verdad sus bienes con las clases más necesitadas.
¿Pueden cambiar mucho las cosas si cada uno de nosotros cambiamos tan poco?

(D)
Son bastantes los cristianos que tienen la sensación de no saber ya exactamente qué es lo que hay que creer, lo que hay que cumplir y lo que hay que celebrar. ¿Qué hacer ante la marea de inseguridad y confusión que amenaza con disolverlo todo? ¿Cómo reaccionar ante esa ola de incredulidad que parece penetrar más y más en las conciencias?
Es natural que muchos busquen refugio en una «ortodoxia reforzada. Un cuerpo doctrinal seguro, un código de conducta bien definido, una organización religiosa fuerte». Ante la anarquía de posiciones, se busca la seguridad de la tradición. Ante la irrupción de tantas novedades, la solidez del pasado.
Sin duda, hay una intuición acertada en esa postura. Sería una equivocación pretender interpretar el acontecimiento cristiano exclusivamente a partir de nuestro presente, saltando por encima la tradición cristiana y prescindiendo de la larga vida de fe que ha animado a las iglesias durante veinte siglos.
El cristiano que pretende releer el evangelio sin acudir a la tradición corre el riesgo de empobrecer grandemente su lectura, desconociendo toda la riqueza y posibilidades que ese evangelio ha puesto ya de manifiesto en estos siglos.
Pero, al acudir a la tradición, es necesario evitar un grave riesgo. La fe no es algo que se va transmitiendo mecánicamente, como un objeto que se pasa de mano en mano. La fe es una vida que no puede ser comunicada sino en la misma vida. Y la única manera de vivir lo mismo en un contexto cultural nuevo consiste en vivirlo de manera nueva.
Una transmisión que no sea sino la transmisión de unas fórmulas ortodoxas o unas rúbricas litúrgicas, conducirá siempre a una asfixia mortal. En el corazón de la verdadera tradición está siempre la búsqueda del evangelio y de la verdadera voluntad del Padre hoy.
Es bueno que todos escuchemos sinceramente la advertencia de Jesús: «Dejáis de lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres (Marcos 7,ss)... Ni progresistas ni tradicionalistas tienen derecho a sentirse un grupo más cristiano que el otro. Todos hemos de dejarnos juzgar por la palabra de Jesús que nos llama siempre a buscar desde el amor la verdadera voluntad de Dios.

(E)

Reflexión

"Este pueblo me honra con las labios,
pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío"

Como ha ocurrido en otras ocasiones, también hoy, la tentación de los momentos de crisis es "aferrarse al pasado", o creer que "sólo es válido lo de ahora", sin ninguna conexión con esas experiencias ya vividas.

Éste es el tema que plantea Jesús en el Evangelio de hoy y, de hecho, personas "muy religiosas" de su tiempo (así los fariseos), se aferraban con tal servilismo al pasado que impedían la vida, el crecimiento; incluso la fe y la sana religión. ¡Vieja historia de la humanidad!

Y es que resulta que la FE es VIDA TRANSMITIDA, y no fórmulas hechas y hechas para siempre. Por desgracia, es posible que muchos de nuestros creyentes hayan olvidado de tal forma esta verdad que han caído en "ese aferrarse a la tradición", que no lleva a nada.

"VIVIR lo mismo de una MANERA NUEVA" parece ser la formulación exacta de la exigencia evangélica de hoy y que tan fácilmente olvidamos en la concretez de la vida de cada día. Es más fácil:
- Bautizar: "porque siempre se ha hecho"
- Confirmar: "porque se lleva"
- Hacer la Primera Comunión: "porque todo el mundo lo hace"
- Casarse por la Iglesia: "porque queda mejor".
- ...
¡Cuán lejos está esta postura de la fe vivida y transmitida como vida! ¡Y cuán cerca del servilismo o la tradición! Que por cierto, hoy Jesús condena.



Oración de los fieles

(A)

Llenos de confianza vamos a acercarnos al Dios de nuestra fe para pedirle.

1- Por los miembros de tu Iglesia, que al cambiar las costumbres y tradiciones se sienten inseguros en su fe. "Roguemos al Señor".
2- Por los cristianos que ante las reformas se sienten perdidos y obstaculizan la marcha de las comunidades cristianas. "Roguemos al Señor".
3- Por los que intentan destruir las costumbres religiosas de los pueblos, sin tratar de buscarles el sentido y la utilidad. "Roguemos al Señor".
4- Por todos nosotros, para que no nos perdamos con los cambios, ni nos excusemos con ellos, sino que sepamos mantener lo que es esencial en la fe y distinguir lo que son costumbres pasajeras. "Roguemos al Señor".

Ayuda, Señor, a todos los que luchan por llevar la fe a todos los pueblos y rodearla en modelos humanos. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

(B)

Desde el ejemplo de Jesús, cuya vida fue una entrega continua a la voluntad del Padre y al bien de los hombres, pidamos, hermanos, por todos los hombres y sus necesidades.

1.- Por la Iglesia de Dios y por cuantos ejercen en ella el ministerio pastoral, para que vivan en coherencia con lo que creen y sean siempre ejemplo vivo para todos nosotros. OREMOS AL SEÑOR
2.- Por los dirigentes de todas las naciones de la tierra y, en forma especial, por los dirigentes de nuestros pueblos, para que sean conscientes de su responsabilidad, empeñándose en favorecer a los más débiles. OREMOS AL SEÑOR
3.- Por todas aquellas personas que no tienen la posibilidad de escuchar la Buena Noticia o no la acogen, para que Dios les dé la gracia de abrir sus corazones a su mensaje. OREMOS AL SEÑOR
4.- Por todos los que estamos en esta celebración para que acojamos la Palabra de Dios, y la invitación de Jesús que nos propone renovar nuestro corazón, nuestras actitudes personales más profundas. OREMOS AL SEÑOR

5.- Por nuestra Comunidad Parroquial, para que seamos capaces de acoger las palabras de Jesús, que nos han de ayudar a revisar en profundidad nuestras actitudes y nuestro compromiso. OREMOS AL SEÑOR


(C)

Dios nuestro Padre ve en lo escondido y conoce nuestras necesidades, pero espera que las expresemos desde el corazón. Respondemos a las peticiones: Señor, escucha nuestra oración.

1. Para que cesen los conflictos y las guerras, en todas las naciones de la tierra; para que haya paz entre todos nosotros. Oremos.
2.- Para que los cristianos no tengamos miedo al diálogo con las nuevas culturas y sepamos reconocer y valorar todo lo que de bueno, de bello y de honesto hay en ellas. Oremos.
3.- Por nuestros hermanos enfermos, angustiados, por los que sufren. Oremos.
4. Por quienes en estos días se trasladan al finalizar las vacaciones; para que todos seamos respetuosos en el tráfico, nos interesemos por las personas y cuidemos el ambiente y la naturaleza. Roguemos al Señor.
5.- Por nosotros, los que estamos reunidos en esta celebración, para que demos acogida generosa a la Palabra de Dios; que no cumplamos nuestros deberes cristianos por tradición o cos¬tumbre sino por exigencia de nuestra fe y de nuestro compromiso con Dios, roguemos al Señor.

Acoge, Señor, nuestra oración, te lo pedimos por JNS.

Ofrendas

PRESENTACIÓN DEL PAN Y DEL VINO
(Dos de las mujeres de la comunidad ofrecen una hogaza de pan y una jarra de vino. Una de ellas dice.)

Mira, Señor, nosotras te hemos traído un pan y una jarra de vino, son frutos de la tierra, la vid y el trabajo de los hombres, que Tú nos das generosamente. Te ofrecemos lo que Tú mismo nos das para que florezca en nuestras manos. Y te los traemos, porque aún Tú vas a ser más generoso con nosotros, al transformarlos, por tu Espíritu, en el Cuerpo de tu Hijo, el alimento que nos fortalece en nuestras vidas. Haz, Señor, que al comulgarlo hoy nos vuelva transparentes de Ti en medio de los hombres y del mundo.

OFRENDA DEL MISMO PRESIDENTE

Señor, yo no quiero esconder hoy mi responsabilidad. Me has elegido para presidir, «in persona Christi», esta celebración. Yo, al fin y al cabo, soy un pobre hombre. Sin embargo, quiero ofrecerte mi esfuerzo diario por transformarme en tu mismo Hijo. Y soy consciente, además, de que lo que logro es por tu pura gracia. No me dejes caer en el fariseísmo y vivir una doble vida. Haz que viva transparentándote en todo momento. Asumo ser ejemplo de toda la comunidad, pero haz que ella no me niegue nunca su ayuda.


Prefacio…

Te damos gracias, Padre, por el don de la fe
que supera nuestras costumbres y tradiciones.
A veces nos asaltan las dudas y nos desanimamos.
Nos gustaría tener un Dios más a nuestro alcance,
es decir, más a nuestro gusto.
Pero reconocemos que Tú eres Grande,
y que has dejado tu imagen
y tu amor en nosotros.
A todos ofreces tu mano y tu ayuda
para que te encuentre el que te busca.
Por eso, con la fuerza que nos da nuestra fe
queremos unir nuestras voces
con las de todos los que creen en Ti
para alabarte y bendecirte diciendo:

Santo, Santo, Santo ...


Padre Nuestro

En el Bautismo recibimos la Fe. Por el Bautismo Dios es Nuestro Padre. Es el momento de dirigirnos a Él con la oración que el mismo Jesús nos dejó como recuerdo para decirle: Padre Nuestro ...

Nos damos la paz

Cristo nos habló de Paz y nos dijo: "Mi Paz os dejo mi Paz os doy, no como la del mundo, sino como la quiere el Padre Dios". Por eso:
- Que la Paz del Señor esté con todos nosotros ...
- Y como creyentes que confiamos en Dios nos damos la Paz.

Comunión

Hemos orado al Padre. Hemos hecho las paces con Dios y entre nosotros. Ahora Jesús nos invita a su Mesa. Quiere que nos acerquemos juntos a su Banquete y no vamos a defraudarle. Por eso:
- Dichosos nosotros por haber sido invitados a su Mesa.
- Señor no soy digno de que entres en mi casa ...


Despedida

Amigos: la Palabra de Dios que hemos escuchado en esta celebración nos ponía de manifiesto que el ser cristianos y seguidores de Jesucristo lo debemos expresar en nuestras obras y vida. Que el Señor, con su gracia, nos ayude a ser fieles a nuestros compromisos. Que seamos una Comunidad abierta y estemos más cerca de los enfermos, ancianos, parados, los más débiles, los preferidos del Señor. Haznos, Señor, cercanos y solidarios con todos ellos.

Y pedimos la bendición de Dios.

Que la Bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros.

Podemos ir en Paz ...

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WebJCP | Abril 2007