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martes, 2 de septiembre de 2008

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: AMOR ¿EXCLUSIVAMENTE AMOR?

LA HOMILÍA JOVEN
Por Pedrojosé Ynaraja



Tal vez en algún momento, mis queridos jóvenes lectores, os hayáis sentido desconcertados al pensar en la cuestión que ahora voy a recordar. Es posible que en la catequesis os hayan dado una lista de pecados que se pueden cometer, una lista tan larga y detallada, que en algún momento habéis tenido la impresión de que los habíais cometido todos y os habéis sentido abrumados, al creeros grandes pecadores. O tal vez no. Quizá os han dicho que todo se reduce a amar y nada más. Cualquiera otra cosa, recalcaban, son inofensivas faltas. O también es posible que nadie os haya dicho que el ser cristiano supone unos deberes, una forma de comportarse, que implica, en ciertos momentos, incomodidades ¡vete a saber lo que a cada uno os han explicado! Me entretendré hoy yo un poco, en esta cuestión.

En la segunda lectura de la misa, el fragmento de san Pablo, se habla de amor. Yo diría que el apóstol hubiera escrito la palabra con una gran letra mayúscula, para señalar la importancia que tiene amar en cristiano. Porque ahora a cualquier cosa se le llama amor. Entre dos humanos, hacer el amor, puede significar buscar un placer en común, sin otra trascendencia. Puede tratarse de amor a un perro faldero o el cariño que se siente por un pajarito cautivo en una jaula. Menudencias sentimentales y aprecios afectivos estos últimos, todo lo más. Al Amor este que os decía deberíamos escribirlo con mayúscula, le llamamos Caridad (que es algo más que conmiseración, sentido que comúnmente le damos al término). Si queremos saber en que consiste el Amor, deberemos acudir al Evangelio escudriñando pasajes, labor que bien se lo merece el tema, pero que hoy no emprenderemos.

El Apóstol nos dice que ser cristiano se resume en amar y para que no creamos que se trata de esos pequeños amores de los que os hablaba antes u otros semejantes, pone algunos ejemplos. Ejemplos que, seguramente, a la mayoría de vosotros no os sirven. No os imagino, mis queridos jóvenes lectores, adulterando o asesinando. Tal vez sí sustraer algo menor, nada de atracos, podáis hacerlo. Ahora bien, como Pablo añade la expresión “otro mandamiento”, bueno será que indique alguna cosa en la que tal vez caéis y no os examináis nunca. Estoy pensando en el poco interés que ponen algunos, en el alumno nuevo que llega a vuestra clase, en la comida que se deja en la mesa y después se tira, padeciendo hambre en el mundo tanta gente, en la energía eléctrica que se consume, luces encendidas, televisor en marcha sin que a nadie aproveche, en las satisfacciones egoístas de cualquiera de vuestros sentidos, en la falta de dominio en el consumir bebidas alcohólicas, en el aprovecharse de los demás con puro goce, convirtiéndolos en mero instrumento de placer, en el gastar el poco o mucho dinero que podáis tener, sin pensar en los demás. A la falta de Amor se le puede llamar tacañería, al olvido de los demás y la búsqueda de llamar la atención morbosa, se la puede calificar de estar o ir muy sexy, sin atreverse a ponerle el nombre adecuado de provocativa. Podría alargar la lista. Bueno sería que vosotros os dedicaseis a escribirla desde vuestra realidad, que es muy diferente de la mía. Es bueno hacerlo con sinceridad radical, porque existe gente que siempre encuentra razones muy razonables, para no prestar ayuda, para no dar de lo que tienen y el otro carece. Resumiendo, os invito a que os preguntaseis: ¿pienso primero en los demás, antes que en mí mismo?

Advertir confidencialmente al amigo o compañero que su conducta no es correcta, cuesta mucho hacerlo. Presentar una queja o reclamación en particular a alguien que no obra bien también es difícil. En ambos casos se trata de un deber cristiano. Que lo fácil es hablar, criticar y condenar a espaldas del que no obra bien. En el caso notorio de un incorregible, y cuyo obrar perjudica, creo yo que la denuncia pública que habla el evangelio, se expresaría actualmente en una carta al director de un medio de comunicación social. Otro sistema tal vez fuera organizando y participando en una manifestación pública. Que no es este medio, sistema exclusivo de las reivindicaciones sociales o políticas. Lo que el texto de hoy exige es que no seamos pusilánimes, que esto no es ser fiel ni Cristo, ni es seguir las huellas de Juan el Bautista, ni las de Esteban.

No olvido, mis queridos jóvenes lectores, la presencia del Señor en la Eucaristía. Es alimento del alma. Pura proteína espiritual. Tampoco la Palabra de Dios, proclamada y asumida, que es vitamina de vida interior. Menos aún la aceptación y ayuda a los pobres, que ocultan al Jesús hambriento o desvestido. Pero hoy el Maestro nos dice que Él también se hace presente cuando dos o más nos reunimos en su nombre. Reunirse en su nombre ocurre cuando nos encontramos para decidir un programa de asistencia, cuando proyectamos un horario de ayuda, cuando nos interesa el cálculo de un presupuesto para colaborar en una empresa del Tercer Mundo, cuando queremos obrar acertadamente en la elección de aquel que se hará responsables de un grupo de formación… ¡Jesús está presente en tantas ocasiones buenas de nuestra convivencia! Deberíamos ser conscientes de ello. Nos reuniríamos con más sentido de responsabilidad. Reclamaríamos, sí, exigiríamos, su colaboración. Lo prometido es deuda, le recordaríamos. Se me ocurre proponeros que, para que seáis más conscientes de esto que os digo, en reuniones de esta índole, pongáis una silla vacía para que simbólicamente la ocupe Él. Os aseguro que vuestros encuentros darán mayor provecho.

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WebJCP | Abril 2007