Al salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y ésta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y Él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. De muchos salían demonios gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero Él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.
Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero Él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado».
Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Compartiendo la Palabra
Hoy compartimos la cita evangélica donde Jesús sana a la suegra de Pedro. Este relato nos sirve como dato importantísimo para tener en cuenta un detalle que hoy se encuentra en discusión, pero que debería ser un tema de profundo discernimiento: los apóstoles de Jesús (algunos de ellos) estaban casados y fueron los que se hicieron cargo de las primeras comunidades, como ser Pedro y otros tantos obispos que designa Pablo a la hora de ordenar sus comunidades.
Éste es un tema muy debatido dentro y fuera de la Iglesia Católica Apostólica Romana, teniendo algunas veces un sesgo cinematográfico, que dista mucho de analizar este hecho puntual con la seriedad que se merece. Si nos sentamos a leer sobre la historia de la Iglesia, hubo motivos de sobra para que la jerarquía eclesial haya dictaminado la obligatoriedad del celibato sacerdotal, debido a lo distorsionado del comportamiento de casi todo el clero de la época. No es mi ánimo defender una u otra postura, ya que hay varios cardenales, obispos, teólogos y personalidades importantes de nuestra Iglesia que están queriendo debatir el tema, por sobre los prejuicios e ignorancia que rodean al celibato. Y también, es casi obvia y necesaria la postura de los últimos Papas de mantener la tradición antigua (que no corresponde a los primeros siglos), puesto que antes de llevar una innovación de este calibre, deben estar muy seguros de dar el paso y fijarse que las condiciones estén dadas para hacerlo.
Debemos abordar este delicado tema eclesial, al cual no somos ajenos, seamos sacerdotes o no, ya que el dinamismo de nuestras comunidades, responden en gran parte al pastor que está al frente de ella (en caso de que tenga la suerte de tener uno). Este pastor se brindará a su rebaño dependiendo de un sinnúmeros de factores, donde el principal sea su vocación y amor al prójimo, pero también depende de cuantos templos y barrios debe atender, cuantos movimientos tiene a cargo, si tiene un espacio en su diócesis donde explorar su espiritualidad y poder recibir contención, etc... A lo mejor sea hora de poner en oración seria y profunda, invocando al Espíritu para que nos ilumine como Iglesia a dar un paso en favor del Evangelio y al cuidado de nuestros hermanos, que más necesitan de un pastor en sus vidas.
Por otro lado, no quiero dejar de mencionar el tema principal de este evangelio (quise aprovechar la ocasión para dejarles un punto de reflexión y oración sobre el sacerdocio en nuestra Iglesia), es la figura de Jesús como el médico del cuerpo, pero sobre todo de las almas que salen a su encuentro para recuperar el bienestar perdido.
De modo muy simple, podemos observar que las curaciones que realiza Jesús tienen un punto en común en todos los evangelios:
- Es el enfermo el que se traslada hasta el Maestro para pedirle que lo sane, o bien;
- Un allegado al enfermo, lo conduce a Jesús hasta el enfermo, para que Él pueda sanarlo.
Es muy importante este detalle para poder llevarlo a nuestra vocación misionera, ya que podemos sacar de esta lectura, que nuestra tarea apostólica deberá estar orientada siempre
- A motivar e incentivar que la persona se acerca a Jesús, con el convencimiento que en Él su vida cobrará sentido y será liberado de sus ataduras.
- Orar a Dios, dándole permiso a Él para que actúe sobre nuestros hermanos que tienen el corazón muy cerrado y se niegan a recibirlo a Dios en sus vidas.
La manera en que lo hagamos, donde, cuando y demás interrogantes, deberán ser respondidos en clave al carisma y vocación regalados por el Espíritu y el discernimiento que surja de una oración cercana al Corazón de Jesús y María.
Por hoy vamos a dejar esta reflexión en este lugar (ya que es muy rico y da para mucho más), para poder orar un momento estos importantes puntos que quisiera que compartamos.
Pongámonos en Presencia del Señor:
“Querido Jesús te pedimos que envíes tu Santo Espíritu para que ilumines mi mente y mi corazón, para poder leer los signos de estos tiempos y la realidad de nuestra Iglesia, afín de que juntos encontremos y cumplamos la Voluntad de Tu Padre”.
PUNTOS PARA LA ORACIÓN
MINISTROS LIBRES. Vemos en el evangelio de hoy que la suegra de Pedro es sanada, por el Amor de Jesús, pero también por la insistencia y proximidad del apóstol con el Maestro. Para que esa cercanía se pueda dar, el discípulo debe estar avocado totalmente a servirlo a su Señor, desde el lugar que fuere, sin responder a otro señor, que no sea el mismo Jesús. Podemos intuir que la comunidad está presidida por un ministro que sirve libre y amorosamente a Dios, puesto que en ella reina el Amor y la fraternidad es la moneda corriente. Oremos por todas aquellas personas que tienen algún cargo de responsabilidad dentro de la comunidad eclesial, para que se abandonen totalmente en las manos de Jesús, para que así puedan trabajar en nombre de Aquél que lo envió.
MISIONEROS MOTIVANTES. Después de la curación de la suegra de Pedro, el evangelio nos cuenta que: “todos los que tenían enfermos de diversos males se los llevaban a Jesús y él los sanaba imponiéndoles las manos a cada uno”. Nos habla de gente que sabe y cree en que es Jesús el único capaz de sanar a aquél hermano enfermo. No se quedan lamentándose por la desgracia de lo que ocurrió, sino que en actitud proactiva levantan a sus enfermos y los llevan a Jesús. No lo hacen en contra de la voluntad de los necesitados, sino que despiertan y motivan en ellos la necesidad de ser sanados, por lo que lo ponen sobre sus espaldas y se lo presentan a Jesús. El Maestro nunca a de negar su poder sanador a nadie que lo solicite para sí o para otra persona.
¿Hoy a quien tendremos que llevar hasta Jesús? ¿Lo cargamos sobre nosotros o nos dejamos vencer por sus pesos?
COMUNIDAD ORANTE. Como dijimos antes, para que la sanación de Jesús se produzca, una de sus formas es que lo llevemos al Maestro hasta el lecho de aquel enfermo, que, bien por su enfermedad se halla imposibilitado de moverse por si mismo, o bien, no abre las puertas de su casa para que el Médico del Alma entre allí. Ése tomar de la mano a Jesús y conducirlo hasta el moribundo, es el poder tremendo que tiene la oración dirigida a nuestro Dios y Señor, poder mucho más amplio se dará si la oración sale del terreno individual para hacerse de manera comunitaria. Una comunidad que ora, busca su sanación y la del mundo entero. ¿Qué espacio ocupa la oración en tu comunidad? ¿Qué haces para favorecer la oración en ella?
Una imagen para contemplar
Miremos fijamente a alguna persona que ocupe un lugar en nuestros afectos, pero que lamentablemente está muy lejos del Señor. ¿Qué le diríamos a Jesús para poder llevarlo hasta esa persona? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer para ello ocurra?
Conclusión
Que este día de oración y trabajo sea dedicado por aquellos hermanos que necesitan urgentemente la sanación de sus almas y sus cuerpos. Ofrezcamos algún pequeño sacrificio y de ser posible la Eucaristía para que el Amor sanador de Jesús llegue a sus vidas y también a nuestros corazones.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo. Amen.
0 comentarios:
Publicar un comentario