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La esclavitud de las castas. Contra la cual los cristianos predican y practican la igual dignidad de todos. El profesor Parsi explica los motivos del incremento de la violencia hinduista. Y pone en guardia ante las repercusiones de esta en el orden mundial. Las 15 mil escuelas católicas de la India han cerrado esta mañana las puertas por el día completo. Para el primer domingo de septiembre la Iglesia católica india ha iniciado una jornada de oración y ayuno, con marchas pacíficas en todo el país.
El motivo es la nueva ola de violencia que ha golpeado a los cristianos en el estado de Orisa. Cada día se tiene noticia de asesinatos, de heridos, de violaciones, de asaltos a iglesias, conventos, escuelas, orfanatorios y caseríos por obra de hinduistas fanáticos. Cientos de personas debieron abandonar sus casas y huir al campo.
La chispa de esta última explosión de violencia fue el asesinato, el 23 de agosto, del líder religioso hindú Swami Laxmanananda Saraswati y de cinco de sus seguidores, asesinato realizado por grupos armados maoístas, pero que ha sido usado por los hinduistas como pretexto para inculpar a los cristianos y vengarse de ellos.
El epicentro de las últimas violencias es el distrito de Kandhamal, en el estado de Orisa. Este estado es desde hace varios meses el más ensangrentado. Allí los católicos son pocos, menos del 1 por ciento. Son pocas también las conversiones, que también son tomadas como pretexto para la venganza. Lo que desata la violencia —sostiene Rápale Cheenath, arzobispo de Chuttack-Bhubaneswar, en cuyo territorio se encuentra el distrito de Kandhamal— es la obra de promoción que realizan los cristianos en Orisa a favor de los tribales y de los dalit, los últimos en la escala de las castas:
«Antes eran como esclavos. Ahora una parte de ellos estudian en nuestras escuelas, ponen en marcha actividades en los caseríos, reivindicando sus derechos. Y quien —también en la India del boom económico— quiere mantener intacta la vieja división en castas, tiene miedo de que adquieran fuerza propia. La Orisa de hoy es un laboratorio. Está en juego el futuro de millones de dalits y tribus que viven en todo el país».
Según el último censo, el del 2001, el 80,5 por ciento de los habitantes de la India son de religión hinduista, mientras que 13,4 por ciento son musulmanes. Los cristianos son el 2,3 por ciento. Y en Orisa son menos aún, así como en los otros estados del centro y del norte del país, los más densamente poblados. Los porcentajes más altos de cristianos están en los estados del extremo este del país, con pico del 90 por ciento en Nagaland y Mizoram, del 70 por ciento en Meghalaya, del 34 por ciento en Manipur. Pero se trata de regiones escasamente pobladas y muy atrasadas. En cifras absolutas, los cristianos tienen la presencia más consistente en la región meridional del país, en Goa, en Tamil Nadu, en Kerala. En este último estado los cristianos son el 19 por ciento y en gran parte son católicos. Allí la instrucción, también para mujeres, se precia de tener los niveles más altos de toda la India.
Los hechos de los últimos días confirman que la convivencia entre cristianos e hinduistas en India no es más pacífica y armónica como la tradición —y el mito— de este país harían pensar. Crece la intolerancia y el fanatismo hinduista y aumentan los actos de violencia contra los cristianos. Ante el silencio y el desinterés del mundo.
Los motivos de esta evolución y los peligros de esta infravaloración son analizados agudamente por Vittorio E. Parsi, profesor de política internacional en la Universidad Católica de Milán, en un editorial publicado el 27 de agosto en “Avvenire”, el diario de la conferencia episcopal italiana.
El motivo es la nueva ola de violencia que ha golpeado a los cristianos en el estado de Orisa. Cada día se tiene noticia de asesinatos, de heridos, de violaciones, de asaltos a iglesias, conventos, escuelas, orfanatorios y caseríos por obra de hinduistas fanáticos. Cientos de personas debieron abandonar sus casas y huir al campo.
La chispa de esta última explosión de violencia fue el asesinato, el 23 de agosto, del líder religioso hindú Swami Laxmanananda Saraswati y de cinco de sus seguidores, asesinato realizado por grupos armados maoístas, pero que ha sido usado por los hinduistas como pretexto para inculpar a los cristianos y vengarse de ellos.
El epicentro de las últimas violencias es el distrito de Kandhamal, en el estado de Orisa. Este estado es desde hace varios meses el más ensangrentado. Allí los católicos son pocos, menos del 1 por ciento. Son pocas también las conversiones, que también son tomadas como pretexto para la venganza. Lo que desata la violencia —sostiene Rápale Cheenath, arzobispo de Chuttack-Bhubaneswar, en cuyo territorio se encuentra el distrito de Kandhamal— es la obra de promoción que realizan los cristianos en Orisa a favor de los tribales y de los dalit, los últimos en la escala de las castas:
«Antes eran como esclavos. Ahora una parte de ellos estudian en nuestras escuelas, ponen en marcha actividades en los caseríos, reivindicando sus derechos. Y quien —también en la India del boom económico— quiere mantener intacta la vieja división en castas, tiene miedo de que adquieran fuerza propia. La Orisa de hoy es un laboratorio. Está en juego el futuro de millones de dalits y tribus que viven en todo el país».
Según el último censo, el del 2001, el 80,5 por ciento de los habitantes de la India son de religión hinduista, mientras que 13,4 por ciento son musulmanes. Los cristianos son el 2,3 por ciento. Y en Orisa son menos aún, así como en los otros estados del centro y del norte del país, los más densamente poblados. Los porcentajes más altos de cristianos están en los estados del extremo este del país, con pico del 90 por ciento en Nagaland y Mizoram, del 70 por ciento en Meghalaya, del 34 por ciento en Manipur. Pero se trata de regiones escasamente pobladas y muy atrasadas. En cifras absolutas, los cristianos tienen la presencia más consistente en la región meridional del país, en Goa, en Tamil Nadu, en Kerala. En este último estado los cristianos son el 19 por ciento y en gran parte son católicos. Allí la instrucción, también para mujeres, se precia de tener los niveles más altos de toda la India.
Los hechos de los últimos días confirman que la convivencia entre cristianos e hinduistas en India no es más pacífica y armónica como la tradición —y el mito— de este país harían pensar. Crece la intolerancia y el fanatismo hinduista y aumentan los actos de violencia contra los cristianos. Ante el silencio y el desinterés del mundo.
Los motivos de esta evolución y los peligros de esta infravaloración son analizados agudamente por Vittorio E. Parsi, profesor de política internacional en la Universidad Católica de Milán, en un editorial publicado el 27 de agosto en “Avvenire”, el diario de la conferencia episcopal italiana.
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