Por CAMINO MISIONERO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 23, 27-32
Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas»! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!
Queridos Hermanos, hoy culminamos con el evangelio de este día la serie de ¡Ay! que tuvimos oportunidad de meditar y orar este lunes y martes. ¿Está enojado Jesús? ¿Es éste un discurso de exclusión hacia los fariseos? Son muchos los interrogantes que surgen al leer este capítulo de Mateo, y aunque los biblistas y exegetas dan varias interpretaciones al respecto, optemos por la postura de aseverar que de la boca de Jesús nunca saldrá algo que perjudique a una persona.
¿Entonces por que tanto énfasis? No perdamos nunca de vista la humanidad de Jesús y su continuo discernir y descubrir la misión que en esta tierra le ha confiado su Padre. Si tomamos el evangelio podemos inferir que Jesús a esta altura le queda muy poco tiempo en la tierra, y a tratado por todos los medios de conquistar el corazón de los fariseos, pero la mayoría de ellos ha hecho la vista gorda a sus enseñanzas, para hacer prevalecer sus arraigadas costumbres que le dan ciertas comodidades y por sobre todo, poder por encima del resto del pueblo.
Viéndolo así podemos entender la severidad del mensaje de Jesús, pero a la vez, también debemos comprender estos ¡Ay! como una contralista de las Bienaventuranzas, sería como la enseñanza de lo negativo, de aquello que no debemos realizar, cuando en las Bienaventuranzas son todas aquellas cosas a las que debemos aspirar para entrar al Reino de los Cielos.
Mucho cuidado debemos tener en querer endilgar estos ¡Ay! a nuestros hermanos, porque estaríamos cayendo en los mismos errores que está reprochando Jesús. Estas advertencias son para nosotros, que somos cristianos, bautizados y miembros de la Iglesia de Cristo. No miremos al costado descuidadamente como haciendo que este mensaje no nos toca. Por el contrario, los cristianos comprometidos (sacerdotes, religiosos, laicos, misioneros, ministros, etc.), en la mayoría de los casos, somos los nuevos fariseos de este tiempo, que escandalizamos a nuestros hermanos y no permitimos que entre en la Gloria del Señor.
Te invito a que nos tomemos un momento de pausa profunda para orar y meditar este evangelio, para escuchar lo que Dios nos está diciendo en este día y poder corregir nuestros pasos, para poder llegar a la Amistad plena con el Señor. Comencemos con estas simples palabras:
“Ven Señor a mi vida, háblame y muéstrame lo que es agradable a tus ojos, ayúdame a poder sacar las piedras de mi camino, que me entorpecen para poder cumplir mi misión, y manda tu Espíritu para poder discernir tu mensaje”.
AUTOCRÍTICA CON CARIDAD. Los extremismos en nuestra Iglesia (y en el mundo), suelen estar alejados de la Voluntad de Dios, por lo que debemos buscar constantemente un equilibrio centrando la mirada en lo que haría Jesús en nuestro lugar. No se trata de un equilibrio que es sinónimo de quedarse estancado en el medio, sin tomar decisiones y tratar de quedar bien con todos. Es el equilibrio que brinda la Caridad.
Por lo que ejercer una crítica de nuestra persona como hijos de Dios, es necesaria a todo momento y lugar, ya que es más fácil corregir el rumbo cuando estoy más cerca del puerto, que cuando nos hemos alejado. Esta crítica debe ser regida por los criterios del evangelio, ser medida en cuanto Amor he recibido y cuanto he devuelto. Entonces debemos desechar una mirada superficial, que sólo nos haga ver como los ejemplos incorruptibles a seguir; pero tampoco debemos dar cabida a una especie de sadismo patológico, donde soy culpable de todo y no tengo perdón.
Pregúntale al Señor en este momento que errores son más urgentes de corregir en tu vida, para que luego con más tiempo y alivio, puedas atacar los otros más pequeños, pero no menos malos. Si se lo pides con confianza, el Señor, lejos de reprenderte, te los hará ver con dulzura y te acompañará a superarlos.
TESTIMONIO DE LUCHA. Si bien es cierto que Jesús nos ha llamado a ser perfectos, como su Padre del Cielo, lo es.; también sabe que somos humanos y tenemos una tendencia a caer frecuentemente en el pecado. De esto no se escandaliza Cristo, lo podemos ver en sus encuentros con Zaqueo, Magdalena, etc.,. Él acoge, sana, redime y salva, pero hace el gran llamado a no pecar más, para que nuestras almas no vuelvan a enfermarse.
Nosotros como discípulos y misioneros del Señor estamos llamados a ser, en primer lugar, humildes, ya que de nada sirve que en nuestros trabajos apostólicos nos ocultemos detrás de máscaras, porque tarde o temprano, nuestras debilidades van a aparecer, y el daño será el doble. En cambio si nos mostramos débiles, pero dispuestos a darle combate a esa debilidad, nuestro testimonio ha de ser cristiano y atrayente al Amor de Dios. El misionero, reflejándose en el Apóstol, debe testimoniar con su vida que seguirlo a Cristo no es un camino de un solo tramo, sino que hay marchas y contramarchas, pero que debe encararse con toda la certeza de que es el Señor el que nos envía a la palestra, en la cual debemos dar duras peleas para no ser vencidos definitivamente por el enemigo, y que todo esto es posible si confiamos en la Providencia del Señor.
Pongamos en las Manos de Dios todas nuestras luchas diarias, las repasemos lentamente y pidamos por cada una de ellas, como así también por aquellas luchas que deben afrontar nuestros hermanos más débiles.
COMUNIDADES BIENAVENTURADAS. Procuremos que nuestras comunidades eclesiales sean el fiel reflejo de lo que el Señor nos proclama en sus bienaventuranzas y no en los ¡Ay! que hoy tenemos oportunidad de orar.
Si en nuestras comunidades buscamos el bien común, mirando a nuestros hermanos más necesitados que están fuera. Si pedimos, corregimos, proponemos y proyectamos con Amor. Si desechamos los privilegios y optamos por profundizar nuestra Fe a través del estudio y la Oración... Tengamos por sentado que nuestras comunidades estarán encaminadas a ser realmente cristianas y no fariseas, puesto que todo aquello que busque la Caridad y la Comunión entre todos los hermanos, es la Voluntad de Dios y que es puntapié inicial para emprender una misión en busca de dar a conocer, con nuestras vidas, el mensaje de Jesús, en esta Tierra.
Miremos a Jesús sentado en nuestra Iglesia, en nuestra parroquia, en nuestra comunidad y nos está reprendiendo por alguna actitud, que me toca muy de cerca, estamos realizando a cotidiano y es escandaloso a los demás hermanos.
¿Cuál sería ese error tan evidente que elegimos no hablarlo? ¿Cuántas veces el Señor ya nos llamó la atención sobre el mismo punto?
Pidamos al Señor, con el corazón arrepentido, su perdón por cada uno de nuestros errores que cometemos a menudo y que nos alejan de su Gracia, y también apelemos a su infinita Misercordia para que disponga de todos los medios para ayudarnos a luchar contra el pecado.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo. Amen.
Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas»! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!
Compartiendo la Palabra
Queridos Hermanos, hoy culminamos con el evangelio de este día la serie de ¡Ay! que tuvimos oportunidad de meditar y orar este lunes y martes. ¿Está enojado Jesús? ¿Es éste un discurso de exclusión hacia los fariseos? Son muchos los interrogantes que surgen al leer este capítulo de Mateo, y aunque los biblistas y exegetas dan varias interpretaciones al respecto, optemos por la postura de aseverar que de la boca de Jesús nunca saldrá algo que perjudique a una persona.
¿Entonces por que tanto énfasis? No perdamos nunca de vista la humanidad de Jesús y su continuo discernir y descubrir la misión que en esta tierra le ha confiado su Padre. Si tomamos el evangelio podemos inferir que Jesús a esta altura le queda muy poco tiempo en la tierra, y a tratado por todos los medios de conquistar el corazón de los fariseos, pero la mayoría de ellos ha hecho la vista gorda a sus enseñanzas, para hacer prevalecer sus arraigadas costumbres que le dan ciertas comodidades y por sobre todo, poder por encima del resto del pueblo.
Viéndolo así podemos entender la severidad del mensaje de Jesús, pero a la vez, también debemos comprender estos ¡Ay! como una contralista de las Bienaventuranzas, sería como la enseñanza de lo negativo, de aquello que no debemos realizar, cuando en las Bienaventuranzas son todas aquellas cosas a las que debemos aspirar para entrar al Reino de los Cielos.
Mucho cuidado debemos tener en querer endilgar estos ¡Ay! a nuestros hermanos, porque estaríamos cayendo en los mismos errores que está reprochando Jesús. Estas advertencias son para nosotros, que somos cristianos, bautizados y miembros de la Iglesia de Cristo. No miremos al costado descuidadamente como haciendo que este mensaje no nos toca. Por el contrario, los cristianos comprometidos (sacerdotes, religiosos, laicos, misioneros, ministros, etc.), en la mayoría de los casos, somos los nuevos fariseos de este tiempo, que escandalizamos a nuestros hermanos y no permitimos que entre en la Gloria del Señor.
Te invito a que nos tomemos un momento de pausa profunda para orar y meditar este evangelio, para escuchar lo que Dios nos está diciendo en este día y poder corregir nuestros pasos, para poder llegar a la Amistad plena con el Señor. Comencemos con estas simples palabras:
“Ven Señor a mi vida, háblame y muéstrame lo que es agradable a tus ojos, ayúdame a poder sacar las piedras de mi camino, que me entorpecen para poder cumplir mi misión, y manda tu Espíritu para poder discernir tu mensaje”.
Puntos para la Oración
AUTOCRÍTICA CON CARIDAD. Los extremismos en nuestra Iglesia (y en el mundo), suelen estar alejados de la Voluntad de Dios, por lo que debemos buscar constantemente un equilibrio centrando la mirada en lo que haría Jesús en nuestro lugar. No se trata de un equilibrio que es sinónimo de quedarse estancado en el medio, sin tomar decisiones y tratar de quedar bien con todos. Es el equilibrio que brinda la Caridad.
Por lo que ejercer una crítica de nuestra persona como hijos de Dios, es necesaria a todo momento y lugar, ya que es más fácil corregir el rumbo cuando estoy más cerca del puerto, que cuando nos hemos alejado. Esta crítica debe ser regida por los criterios del evangelio, ser medida en cuanto Amor he recibido y cuanto he devuelto. Entonces debemos desechar una mirada superficial, que sólo nos haga ver como los ejemplos incorruptibles a seguir; pero tampoco debemos dar cabida a una especie de sadismo patológico, donde soy culpable de todo y no tengo perdón.
Pregúntale al Señor en este momento que errores son más urgentes de corregir en tu vida, para que luego con más tiempo y alivio, puedas atacar los otros más pequeños, pero no menos malos. Si se lo pides con confianza, el Señor, lejos de reprenderte, te los hará ver con dulzura y te acompañará a superarlos.
TESTIMONIO DE LUCHA. Si bien es cierto que Jesús nos ha llamado a ser perfectos, como su Padre del Cielo, lo es.; también sabe que somos humanos y tenemos una tendencia a caer frecuentemente en el pecado. De esto no se escandaliza Cristo, lo podemos ver en sus encuentros con Zaqueo, Magdalena, etc.,. Él acoge, sana, redime y salva, pero hace el gran llamado a no pecar más, para que nuestras almas no vuelvan a enfermarse.
Nosotros como discípulos y misioneros del Señor estamos llamados a ser, en primer lugar, humildes, ya que de nada sirve que en nuestros trabajos apostólicos nos ocultemos detrás de máscaras, porque tarde o temprano, nuestras debilidades van a aparecer, y el daño será el doble. En cambio si nos mostramos débiles, pero dispuestos a darle combate a esa debilidad, nuestro testimonio ha de ser cristiano y atrayente al Amor de Dios. El misionero, reflejándose en el Apóstol, debe testimoniar con su vida que seguirlo a Cristo no es un camino de un solo tramo, sino que hay marchas y contramarchas, pero que debe encararse con toda la certeza de que es el Señor el que nos envía a la palestra, en la cual debemos dar duras peleas para no ser vencidos definitivamente por el enemigo, y que todo esto es posible si confiamos en la Providencia del Señor.
Pongamos en las Manos de Dios todas nuestras luchas diarias, las repasemos lentamente y pidamos por cada una de ellas, como así también por aquellas luchas que deben afrontar nuestros hermanos más débiles.
COMUNIDADES BIENAVENTURADAS. Procuremos que nuestras comunidades eclesiales sean el fiel reflejo de lo que el Señor nos proclama en sus bienaventuranzas y no en los ¡Ay! que hoy tenemos oportunidad de orar.
Si en nuestras comunidades buscamos el bien común, mirando a nuestros hermanos más necesitados que están fuera. Si pedimos, corregimos, proponemos y proyectamos con Amor. Si desechamos los privilegios y optamos por profundizar nuestra Fe a través del estudio y la Oración... Tengamos por sentado que nuestras comunidades estarán encaminadas a ser realmente cristianas y no fariseas, puesto que todo aquello que busque la Caridad y la Comunión entre todos los hermanos, es la Voluntad de Dios y que es puntapié inicial para emprender una misión en busca de dar a conocer, con nuestras vidas, el mensaje de Jesús, en esta Tierra.
Imagen para contemplar
Miremos a Jesús sentado en nuestra Iglesia, en nuestra parroquia, en nuestra comunidad y nos está reprendiendo por alguna actitud, que me toca muy de cerca, estamos realizando a cotidiano y es escandaloso a los demás hermanos.
¿Cuál sería ese error tan evidente que elegimos no hablarlo? ¿Cuántas veces el Señor ya nos llamó la atención sobre el mismo punto?
Conclusión
Pidamos al Señor, con el corazón arrepentido, su perdón por cada uno de nuestros errores que cometemos a menudo y que nos alejan de su Gracia, y también apelemos a su infinita Misercordia para que disponga de todos los medios para ayudarnos a luchar contra el pecado.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo. Amen.
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