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MISIONEROS EN CAMINO: Pascua Juvenil 2008: Emaus Juvenil - Pentecostes Juvenil
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jueves, 28 de febrero de 2008

Pascua Juvenil 2008: Emaus Juvenil - Pentecostes Juvenil

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EMAÚS JUVENIL.

I.¿QUÉ ES EL CAMINO DE EMAÚS?

(Lc 24,13-35; // Mc 16,12-13).

Los discípulos que marchaban de Jerusalén sabían mucho de Jesús y habían esperado mucho de él; al sentirse defraudados, abandonaban sus ilusiones y su comunidad. Jamás el conocer mucho sobre Jesús ha llevado a reconocerle, cuando se hace el encontradizo; jamás la huida de la comunidad creyente ha favorecido el acceso al Resucitado: fuera de la comunidad de discípulos, aunque desesperada, incluso el Jesús conocido se hace forastero e ignorante; fuera de la comunidad, nuestros muchos saberes sobre Jesús no llegan a la confesión ni nos es posible la esperanza; fuera de la comunidad somos torpes y lentos en entender la Escritura. Allí donde se nos parta el Pan y donde lo compartamos bendiciendo a Dios, allí descubriremos a Jesús Viviente (¡Cristo Vive!) y recordaremos que nuestro corazón ardía junto a él. De allí volveremos a la comunidad, para hacernos testigos sorprendidos y predicadores entusiastas de la Resurrección. Y durante el Camino de vuelta a los hermanos, recobraremos las prisas y la Ilusión, recordaremos el encuentro con Cristo mientras vamos al encuentro con los hermanos.

El relato de cuanto sucedió a dos discípulos camino a Emaús, puede ser un trozo de nuestra biografía espiritual: hoy no tenemos otro acceso al Señor Jesús que el que nos ofrece la comunidad que se reúne en su nombre para partir el Pan y repartírnoslo: únicamente su memoria eucarística puede hacernos clara la Escritura, ardiente el corazón y abiertos los ojos.

Es evidente que este “encuentro con el Resucitado”, posible hoy gracias a la mediación comunitaria, exige una disposición de fe profunda: para hacerse creyente en Jesús Resucitado, hay que renunciar a agarrarse a la evidencia del tocarle (Jn 20,17s. 24-29); la aceptación cordial e inmediata del aparecido como el Señor no depende jamás de nuestra capacidad para dejarle a nuestra disposición; no podremos abarcar su misterio, sino afirmarlo; ni sabremos librarnos de toda duda sobre lo que están viendo nuestros ojos. Pero nos nacerán otras misiones: la de confortar a los hermanos (Jn 21, 15-23). Sostenido en el amor que cree y confía en el Amado veremos en el recién Aparecido al Señor Jesús y tendremos como misión la de sostener la fe y alimentar la confianza de los hermanos en el Señor Resucitado. La construcción de una comunidad de creyentes en el Resucitado como tarea de nuestras vidas garantizará que hemos encontrado a Jesús: la experiencia pascual siempre hace del elegido un testigo.

Si la vuelta a la comunidad nos devuelve a Jesús Vivo, si el retorno a los hermanos nos hace encontrarnos con el Resucitado, si nuestras dudas se vencen convenciendo a los demás de la realidad de la Resurrección, habrá que fortalecer nuestro sentimiento de pertenencia a ala comunidad cristiana y tendremos que resistir nuestras desilusiones confortando a los hermanos. Sin conciencia de ser miembros de una comunidad (diócesis, parroquia, movimiento, familia, grupo juvenil), a cuyo servicio hemos sido llamados, no puede darse experiencia de que ¡Cristo Vive!. “No busquemos al Vivo entre los muertos” (Lc 24,5).

1. Cleofás y su compañero:

Estos dos discípulos solamente volvían a su casa y a su trabajo, después de muertas sus esperanzas. Pero se acostumbró llamarlos los peregrinos de Emaús.

Peregrino fue el Pueblo judío, el pueblo de Israel, porque nunca tuvo posibilidad para detenerse en su marcha. La salida de Egipto, la Conquista de la Tierra Prometida, las luchas contra los invasores, el desarrollo de la cultura religiosa, fueron otras tantas etapas de su Camino. Cada vez pensó que al conseguir su meta, tendría solucionados sus problemas. Y cada vez debió darse cuenta de que el Camino llevaba más allá.

Peregrinos eran Cleofás y su compañero, por haber seguido a Jesús, pensando que él sería el que libertaría a Israel. Pero, al final, no hubo más que la muerte de Jesús. Este es el momento en que Jesús se hace presente y les enseña que no se entra al reino sin pasar por la Muerte.

En el cielo de Palestina atardecía. El sol envuelto en su ropaje de oro y púrpura, se hundía en el ocaso, en el ambiente tibio y perfumado de una tarde de primavera. El primer día de la Pascua, en medio de la opulencia, el paisaje expiraba dulcemente.

Por el camino que va de Jerusalén a Emaús, sembrado de sicómoros (higos), olivos, almendros, jacintos y narcisos en flor, van dos caminantes; tristes, preocupados y con la frente inclinada, no se dan cuenta del paisaje.

De pronto les alcanza un viajero desconocido, y acercándose a ellos, les pregunta bondadosamente: -¿De qué hablan y porqué están tristes? El tema no podría ser otro: La Muerte trágica del Maestro Adorado.

Entonces el compañero de viaje les explica cómo esa Muerte es el principio de la “Vida verdadera”, cómo la Pasión es la causa de la Gloria, cómo la aparente derrota no es el fondo sino el triunfo definitivo.

La tristeza y el abatimiento de los dos discípulos desaparece, ante el influjo irresistible de aquellas palabras, plenas de fuego, de luz, de unción, de convencimiento, de un algo especial inexplicable...

Era imposible separarse de aquel viajero misterioso. Al llegar a Emaús, le ruegan que no los abandone: “Quédate con nosotros Señor, porque atardece declina el día”.

Sentados a la mesa, el viajero, según la costumbre judía, toma el pan, lo bendice y lo parte. En aquel momento, el velo que había cubierto sus ojos se desvanece, y reconocen a Jesús...Pero al arrojarse a sus plantas, extasiados, la visión se desvanece.

Por el camino de la vida va también la humanidad cargando hace más de veinte siglos el peso de sus hondas tristezas, de sus abatimientos, de sus nostalgias de cielo..Y cada año, cuando llegan las alegrías de la Pascua, y cantan jubilosas las campanas, y derrocha la Primavera sus perfumes y sus flores, y resuena por todas partes el “ALELUYA”, pascual. JESÚS se acerca de nuevo a las almas a quienes pausada y dulcemente murmura al oído: ¿Porqué están tristes?.

¿Por qué estás triste cuando todo exulta?, ¿Por qué lloras cuando todo canta?, ¿Por qué te abates cuando todo te habla de esperanza? ¿No me tienes a Mí que soy la alegría infinita de los Cielos?

Ningún pasaje evangélico como el de Jesús haciéndose encontradizo con los dos discípulos contiene los tres elementos esenciales de todo encuentro del hombre con Jesús: buscar y hallar a Cristo en el camino de la vida, en las páginas de la Palabra y en el Pan de la Eucaristía.

II. EMAÚS, UN CAMINO DE ACOMPAÑAMIENTO.

1. “¿Qué conversación es esa que traen por el camino?”

La predicación debe tener presente un acontecimiento o un clima de la vida actual y ponerlo en contacto con Jesús. Expresiones como: “Hoy se cumple esta Escritura”, “Partir de la vida (que llevamos) para ir a la Vida (que debemos llevar)”, relacionar lo que pasa en este tiempo con lo que Jesús dijo en aquel tiempo”, En la mano derecha el Evangelio, y en la izquierda el periódico”, resalta bien que la explicación catequética en las reuniones con los jóvenes debe de colocarse la Palabra de Dios en el contexto del aquí y ahora.

2. “Les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura”.

El Emaús Juvenil pretende centrarse en la personalidad de Jesús, partiendo del texto base del Evangelio y de las demás lecturas de la Liturgia de la Palabra y aún de toda la Biblia. Pero sobre todo hacer hincapié en el misterio de la muerte y resurrección de Jesús: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su Gloria?

3. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron”.

La revelación de Jesús a los discípulos de Emaús tiene lugar tras la Fracción del Pan”, símbolo de la Eucaristía.

Caldeados los ánimos por la explicación de Cristo a lo largo del Camino quien hizo un recorrido por las Escrituras, -“¿No ardía nuestro corazón, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”-, el toque de gracia para conocer a Jesús tuvo lugar en la Cena al bendecir y partir el Pan.

También que este “Emaús Juvenil” contagie a muchos jóvenes y adolescentes a descubrir a Jesús en su participación en la Eucaristía dominical y en los encuentros semanales con sus grupos parroquiales y que no se desilusionen ante las dificultades de la vida.

Dinámica.

“Emaús, un camino donde se revela el Amor”.

1. Objetivo: Descubrir en la celebración de la Eucaristía, la presencia de Cristo Resucitado que explica las Escrituras y parte el Pan, llevándonos por un camino de Amor.

2. Sugerencias:

Primera: Emaús juvenil es una serie de encuentros sucesivos durante la Cincuentena Pascual, o al menos una intermedia entre Pascua de Resurrección y Pentecostés, para que los jóvenes se encuentren a nivel masivo en otra ocasión.

Segunda: Iniciar con una marcha (citar a los muchachos previamente), y de ahí caminar hacia el lugar donde se vaya a realizar el encuentro “Emaús Juvenil

Tercera: Se sugiere que sea todo el día (en sábado de preferencia).

Cuarta: Al ir por la calle ir cantando “porras a Cristo Resucitado” o el canto Pascua.

VER.

Hacer una Marcha Juvenil Camino de Emaús (por la calle):

Consistirá en hacer un recorrido meditativo y haciendo altos en las estaciones previamente preparadas escuchando la lectura de las citas referidas a Jesús.

A. Estaciones del Camino de Emaús:

1ª. Gn 3, 8-15. “Habrá enemistad..”.

2ª. Gn 14,17-21. “Melquisedec rey de Salem: dame las personas y llévate los bienes”

3ª. Gn 18, 1-15. “Dios aparece en Mambré a Abraham y hace la Promesa.

4ª. Gn 37, 12-28. “José vendido por sus hermanos”.

5ª. Ex 3,1-15. “Vocación de Moisés y la zarza ardiente”.

6ª. Ex 12,43-50. “El Cordero pascual”.

7ª. Ex 13,1-16. “Los primogénitos y los panes sin levadura”.

8ª. Ex 13,17-22. “Salida de Egipto”.

9ª. Ex 16, 9-20. “El Maná y las codornices”.

10ª. 2Sam 5,5-12. “David le promete a Dios que le construirá una dinastía”

11ª. Jer 1,4-10. “Vocación y misión del Profeta”.

12ª. Is 9,1-2. “Se enciende una Luz: un niño nos ha nacido”.

13ª.Is 53,2—5 “El Siervo sufriente de Dios”.

N.B. Entre estación y estación se irá cantando este canto:

POR LA CALZADA DE EMAÚS

UN PERGRINO IBA CONMIGO;

NO LE CONOCÍ AL CAMINAR:

AHORA SI, EN LA FRACCION DEL PAN.

-¿Qué llevas conversando? Me dijiste, buen Amigo

y me detuve asombrado a la vera del camino:

¿No sabes lo que ha pasado allá en Jerusalén

de Jesús de Nazaret a quien clavaron en cruz?

Por eso me vuelvo triste a mi aldea de Emaús.

-Van tres días que se ha muerto y se acaba mi esperanza;

dicen que algunas mujeres al sepulcro fueron de alba;

me dijeron que algunos otros hoy también allá buscaron;

mas se acaba mi confianza: no encontraron a Jesús.

Por eso me vuelvo triste a mi aldea de Emaús.

-¡Oh tardíos corazones que ignoráis a los profetas!

En la Ley ya se anunció que el Mesías padeciera,

Y por llegar a su Gloria escogiera la aflicción.

En la tarde de aquel día yo sentí que con Jesús

nuestro corazón ardía a la vista de Emaús.

-Hizo señas de seguir más allá de nuestra aldea,

y la luz del sol poniente pareció que se muriera;

¡Quédate forastero: ponte a la mesa y bendice!

Y al destello de su luz, en la bendición del pan,

Mis ojos reconocieron al Amigo de Emaús.

JUZGAR.

Lectura Bíblica (Eclesiástico 51, 13-22).

Desde joven, antes de dedicarme a viajar, busqué con decisión la Sabiduría en la oración; delante del templo la pedí y hasta el último día la busqué.

Cuando floreció, como un racimo que madura, mi corazón se recreaba en ella.

Mi pie se adentró por el camino recto, desde mi juventud seguí sus huellas.

Apenas puse atención y ya la conseguí; me encontré lleno de instrucción y gracias a ella he progresado mucho: glorificaré al que me ha dado la sabiduría. Pues me he propuesto practicarla, he buscado apasionadamente el bien y no quedaré defraudado.

He luchado para conseguirla, he sido puntual en practicar la ley; he extendido mis manos al Cielo, echando de menos lo que ignoraba de ella.

Hacia ella he encaminado mi vida, y la encontré en toda su pureza; desde el principio me he dedicado a ella, por eso no quedaré abandonado.

La he buscado apasionadamente, por eso he hecho una buena adquisición. En recompensa, el Señor me ha dado una lengua, con la cual lo alabaré.

Palabra de Dios..

ÉL VIVE Y CAMINA CON NOSOSTROS.

Todos: Camina con nosotros Jesús de Nazaret, Dios y Hombre verdadero.

Hombres: Camina con nosotros, Señor de la Vida, guía nuestros pasos por caminos de justicia y de paz.

Mujeres: Camina con nosotros amigo de los jóvenes, dulce consuelo, Hijo del Padre.

Joven 1: Muchas situaciones impiden nuestro caminar, Señor.

Joven 2:Gruesas vendas cubren nuestros ojos y nos impiden verte, seguirte.

Joven 3: No podemos escuchar claramente tu voz, Señor, porque muchos ruidos del mundo nos impiden escuchar y recibir tu mensaje.

Mujeres: Ven Poderoso defensor, quita de nuestro camino toda barrera, todo vicio, todo pecado.

Hombres: Explícanos, Señor, tus palabras, así podremos evitar las seducciones del pecado: el sexo libre, la pornografía, el deseo de conseguir las cosas fácilmente, la corrupción, la deshonestidad.

Mujeres: Parte con nosotros el Pan de la fraternidad y del compromiso, así dejaremos de hacer cosas superfluas y sin sentido.

Todos: Enséñanos a comunicar tu Palabra a todo el mundo, en especial danos el regalo de poder Evangelizar a otros jóvenes y adolescentes.

Joven 1: Haznos jóvenes valientes (vela).

Joven 2: Haznos jóvenes entregados (vela).

Joven 3:Ayúdanos a librarnos de las seducciones del mal (vela).

Mujeres: Hazte presente en nosotros, porque tú dijiste: que en donde dos o más se reúnen en tu nombre, estarías en medio de ellos.

Joven 1:Que podamos verte en el rostro de cada hermano.

Hombres: Que en nuestro caminar por la vida sintamos tu poderosa y providencial presencia.

Todos: Lánzanos, Señor a llevar tu Palabra a tiempo y a destiempo.

Joven 2: ¿No arde nuestro corazón al sentir la presencia del Señor?

Joven 3: Jesús está entre nosotros, ¡De veras ha resucitado el Señor!.

Hombres: Señor, haznos jóvenes alegres, constructores del Reino.

Mujeres: Señor, haznos jóvenes sumisos a tus Palabras, y constructores de la “Civilización del Amor”.

Todos: Señor, haznos jóvenes orantes. Jesús enséñanos a orar.

“Nos tomamos el pulso ¿Nos cuestionamos?”

Responder estas cuestiones en grupos:

-¿Crees en Cristo?

-¿Pones tu confianza en Cristo o en tus bienes materiales?

-¿Alguna vez has sabido lo que es tener esperanza o estar esperanzado, en lo que has puesto toda tu confianza?

-Alguna vez has vivido o experimentado una desilusión -con el novio(a), en la escuela, en el trabajo o con tu familia?

¿Cómo se comporta una persona desilusionada? ¿cómo lo manifiesta o hasta qué consecuencias llega alguien así?

A. Trabajo por grupos:

*Leer el Relato del Texto bíblico Camino de Emaús.

(Lc 24,13-35 ).

Aquel mismo día, dos de los discípulos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, que dista de Jerusalén unos unce kilómetros. Iban hablando de todos estos sucesos. Mientras hablaban y se hacían preguntas, JESÚS en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos estaban tan cegados, que no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo:

-¿Qué es lo que vienen conversando por el camino?

Ellos se detuvieron entristecidos , y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió:

-¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?

Él les preguntó:

-¿Qué ha pasado?

Ellos contestaron:

-Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. ¿No sabes que los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron? Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Y sin embargo, ya hace tres días que ocurrió esto. Es cierto que algunas de nuestras mujeres nos han sorprendido, porque fueron temprano al Sepulcro y no encontraron su Cuerpo. Hablaban incluso de que se les habían aparecido unos ángeles que decían que estaba Vivo. Algunos de los nuestros fueron al Sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres decían, pero a Él no lo vieron.

Entonces JESÚS les dijo:

-¡Qué torpes son para comprender, y qué duros son para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías sufriera todo esto para entrar en su Gloria?

Empezando por Moisés y siguiendo por todos los, les explicó lo que decían de Él las Escrituras. Al llegar al pueblo a donde iban, JESÚS hizo ademán de seguir adelante.

Pero ellos le insistieron diciendo:

-Quédate con nosotros, porque ya es tarde y está anocheciendo.

Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaba sentado a la Mesa con ellos, tomó el Pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero JESÚS desapareció de su lado. Y se dijeron uno a otro:

-¿No ardía nuestro corazón mientras nos habla en el camino y nos explicaba las Escrituras?

En aquel mismo instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once y a todos los demás, que decían:

-Es verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.

Ellos, por su parte, contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el Pan.

B. Preguntas para reconstruir el texto:

¿Cuáles personajes aparecen?

¿De quién están hablando?

¿Qué hace Jesús?

¿Por qué Jesús actúa así?

¿Qué hace Jesús? ¿Por qué?

¿Cuál es la reacción de Cleofás?

¿Qué había pasado?

¿Por qué se sentían tristes?

¿Qué habían contado las mujeres?

¿Por qué vuelven a Jerusalén?

¿Con quién y con qué se encuentran?

¿Cómo han reconocido a Jesús?

C. Medita con más profundidad:

¿Cuál es la forma que utiliza Jesús para Evangelizar?

¿Qué mensaje tiene este pasaje para nosotros?

6. Aprendamos de Jesús y de los discípulos en su Camino a Emaús:

(Después de haber leído el texto. En el que se ve claramente el “círculo pastoral”, que consiste en tener presentes varios procesos que JESÚS usó con frecuencia al realizar su misión).

¡Cristo Vive!, joven vive la Palabra!

Ser. La identidad de los discípulos es clara; si no hubieran sido seguidores de Jesús, no lo hubieran podido reconocer en la fracción del Pan.

Ver. Los discípulos analizan lo que acaban de experimentar; una realidad que los llenaba de tristeza y desilusión profunda, pues todas sus esperanzas en Jesús, como el Mesías prometido, se habían venido al suelo con su muerte.

Juzgar. A la luz de la Escrituras que comparte con ellos su compañero de jornada, los discípulos empiezan a ver su experiencia bajo la perspectiva de los profetas.

Actuar. Los discípulos deciden actuar e invitan a su compañero a compartir la cena y seguir platicando con ellos. No solo los discípulos actúan; el compañero de camino ha actuado en su vida desde hace tiempo y continúa actuando al aceptar la cena.

Celebrar. En el partir el Pan, los discípulos reconocen a JESÚS. Ahora están seguros de que ha resucitado. Por eso celebran el encuentro y su corazón arde de alegría al contacto con Él.

Evaluar. A la luz de esta nueva experiencia, los discípulos evalúan lo que deben hacer y deciden regresar a la Comunidad. Esta evaluación los lleva a comenzar el círculo pastoral, pero ahora son unos discípulos transformados; su ser más íntimo ha sido tocado por JESÚS. Van con una fe reafirmada, una esperanza renovada y un gran Amor a Dios y hacia sus hermanos, con quienes ansían compartir su experiencia del Resucitado.

¡Acepta a JESÚS como compañero de jornada o de Camino! ¡Recorre una y otra vez el círculo pastoral y avanzarás en tu seguimiento de JESÚS y el cumplimiento de tu misión evangelizadora!

7. Puesta en común de las respuestas:

(Se culmina este momento con la oración siguiente):

ACTUAR. Acción, experimenta la alegría del dar:

“Salgamos a compartir lo vivido”

Formación de Grupos:

1°. Prepara unos slogans y una porra, con referencia a lo tratado hasta a horita.

2°. Prepara por escrito en breve lo que has aprendido hasta este momento.

3°. Por grupos de 2 personas salir a la calle y comunicar a una familia lo que estás viviendo aquí e invítala a la Eucaristía de la tarde.

-Regreso de calle

-Descanso

-Dinámica de compartir la experiencia de calle

-Cantos y porras

-Ensayo de cantos de Misa.

-Compartamos el sustento “el pan de cada día”.

-Animación-Juegos.

CELEBRAR.

“Emaús, un Camino donde se revela el Amor”.

“En esta tarde Cristo del Calvario”

En esta tarde, Cristo del Calvario,

Vine a rogarte por mi carne enferma;

Pero, al verte, mis ojos van y vienen

De tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados

cuando veo los tuyos destrozados?

¿Cómo mostrarte mis manos vacías

cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad

cuando en la Cruz alzado y solo estás?

¿Cómo explicarte que no tengo amor

cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,

Huyeron de mí todas mis dolencias.

El ímpetu del ruego que traía

Se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo no pedirte nada,

Estar aquí, junto a tu imagen muerta,

Ir aprendiendo que el dolor es sólo

La llave santa de tu santa puerta.

(Gabriela Mistral).

ORACIÓN.

La huella de JESÚS DE NAZARET en la historia

Ha quedado grabada en piedra angular.

Los que con El convivieron,

En la cercanía de mente y de corazón,

Pasaron de la convivencia a la VIVENCIA;

Se transformaron,

De amigos, en creyentes.

Ellos fueron amados por El y lo amaron.

Pero la caridad les facilitó y les exigió

Comprobar la verdad.

Se les pedía la vida, en esperanza de eternidad.

No podían fallar.

Pudieron ser testigos fidedignos.

Sin que la irrupción del más allá en el más acá,

De la eternidad en el tiempo,

Oscureciera la evidencia de la historia real.

La fe entregaba mucho, y pidió mucho.

El creyente pudo ser el testigo más fidedigno.

Y la Comunidad también vio y creyó.

Y se llamó cristiana.

Y conservó y transmitió.

Lo suficiente para creer y testimoniar.

No tenemos el diseño detallado completo;

Pero, sobre los rasgos precisos de la piedra angular,

Se levanta el nuevo templo cuyas torres se clavan en el cielo.

Un sepulcro vacío

No parece un buen final para esta biografía:

Es el broche entre el tiempo y la eternidad,

Entre la historia y la fe.

Se trata de un sepulcro luminoso.

Porque la fe no es vacía,

Porque ¡Cristo ha resucitado!

(Juan José Bartolomé SDB).

V. CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA.

PENTECOSTÉS JUVENIL.

I. ALGUNAS INDICACIONES GENERALES.

La fiesta de “Pentecostés” es el “cúlmen de la Pascua”. Es la acción santificadora y transformadora del Espíritu la que hace de nosotros personas nuevas y logra hacer de nuestros grupos y comunidades una Iglesia viva.

Por tanto es conveniente que los jóvenes que han celebrado la Pascua Juvenil se reúnan para celebrar juvenilmente la “fiesta del Espíritu Santo”.

En la Pascua Juvenil los jóvenes y los grupos juveniles (y las comunidades parroquiales) hicieron un compromiso, que reafirmaron en la Renovación de las Promesas Bautismales, durante la Vigilia Pascual. La “Fiesta de Pentecostés” es la mejor oportunidad de evaluar el cumplimiento de dichos compromisos o propósitos, tanto personales como grupales-comunitarios. Por esos en este material de apoyo se ofrecen sugerencias de evaluaciones.

Esta fiesta juvenil del Espíritu puede realizarse en diferentes modalidades en lo referente a la duración, según las circunstancias locales que cada “comunidad o centro” elegirá:

-Viernes por la tarde, todo el sábado y Domingo.

-Sábado y domingo completos.

-Sábado por la tarde y todo el Domingo.

-Sólo el Domingo de Pentecostés.

II. EL DON DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS.

1. La fiesta de Pentecostés.

Es conocido por casi todos que la palabra “Pentecostés” es un término griego que significa literalmente cincuenta. Es igualmente del dominio común que cuando se habla de “Pentecostés” se quiere hacer referencia a la fiesta que celebra la Iglesia Católica, 50 días después de la Pascua de Resurrección del Señor Jesús, para conmemorar la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.

Una historia como es la de Pascua.

Resulta en cambio muy ignorada la historia de esta fiesta, su origen, su evolución, sin lo cual difícilmente se puede valorar el significado tan rico que tiene. Efectivamente “Pentecostés” no es una fiesta primitivamente cristiana. Podríamos decir que “Pentecostés” recorrió el mismo camino que la “Pascua”.

A. La Pascua Semita.

Ya sabemos que las tribus de las que descendió el pueblo hebreo eran pastores seminómadas que celebraban una fiesta, a la que llamaban “Pesaj”, durante la noche de la primera luna llena de la primavera, en la que sacrificaban un cabrito, con cuya sangre rociaban las tiendas de campaña, para pedir protección para los más pequeños –hombres y animales- a lo largo del viaje que estaban a punto de emprender en busca de nuevos pastizales para el ganado. Esta era la “Pascua semita”.

B. La Pascua Hebrea.

Pero sucede que, cierta vez (hacia el año 1250 a.C.) mientras celebraban su Pascua en Egipto, donde se encontraban esclavos desde hacía varios siglos, hubo una plaga que afectó especialmente a los egipcios y que provocó “la salida–“el éxodo”- de los que se hallaban esclavizados. A partir de entonces, comenzaron a darle un significado nuevo a esa fiesta: Dios los había liberado de la esclavitud y había hecho de ellos un pueblo de hombres libres..Esta era la “Pascua hebrea”.

C. La Pascua cristiana.

Finalmente el 7 de abril del año 30, fiesta en que cayó la fiesta de la Pascua, Jesús de Nazaret, que se había entregado en cuerpo y alma a anunciar el Reino de Dios y a testimoniarlo con sus palabras y sus obras, fue crucificado. Todo parecía haber terminado trágicamente, con la victoria del Egoísmo sobre el Amor, incluso sus mismos discípulos estaban convencidos de que había sido un fracaso y que sus esperanzas se habían convertido en una triste desilusión. Hasta que la Resurrección hizo brillar la Luz sobre la tinieblas, y la Vida venció a la Muerte. ¡El Amor del Crucificado-Resucitado había derrotado para siempre al Odio y al Egoísmo de los poderosos de este mundo¡. Muy pronto los cristianos descubrieron un sentido nuevo y definitivo a la Pascua: en la Muerte y Resurrección de Cristo, que el Padre había hecho triunfar la Vida Nueva por la fuerza de su Espíritu. La Muerte ya no tenía dominio sobre el hombre, porque no es ya la última palabra en la existencia humana. Esta es la Pascua Cristiana.

La Historia de Pentecostés.

A. El Pentecostés Cananeo.

De igual manera, la fiesta de Pentecostés, era originalmente una “fiesta cananea”, es decir, celebrada por las tribus que habitaban en Canaán, la tierra que Dios entregó a su pueblo Israel. En ella se festejaba el inicio de la siega del trigo; por esta razón, en el Antiguo Testamento se le llama también con otros nombres: “fiesta de la siega” o “fiesta de las primicias”, o bien “fiesta de las semanas” (Cfr. Ex 23,16; 34,22; Dt 16,9). Estas apelaciones revelan el sentido original de esta fiesta de agricultores (no de pastores como la pascua), celebrada al final de la cosecha del trigo, siete semanas después de la fiesta de ázimos.

B. El Pentecostés Hebreo.

El nombre de “Pentecostés” se debe a que el primer día de la fiesta de los ázimos coincidía con el día de la Pascua; de modo que la “fiesta de las semanas” caía 50 días más tarde. Sin embargo, fue solamente a partir del siglo II a.C., que comenzó a ser llamada así: “fiesta de Pentecostés”, tal como lo encontramos en la Biblia Griega (Cfr. Tb 2,1; 2Mc 12,32). Puede decirse que sólo hasta entonces perdió su significación agraria, es decir, dejó de ser la fiesta de la cosecha del trigo después de las siete semanas que duraba, más o menos, la recolección de la cebada, y adquirió un significado más específicamente religioso.

Así es como la fiesta cananea se hizo hebrea, al ponerse en relación con los acontecimientos del Sinaí, con lo cual Pentecostés empezó a ser considerada como la “fiesta de la Alianza”, que conmemoraba las grandes alianzas del pasado y especialmente la del Sinaí, para pasar finalmente a celebrar más concretamente el don de la ley.

De esta manera, “Pascua y Pentecostés” muy pronto quedaron unidas en el calendario litúrgico de Israel. La razón es muy clara: la Liberación de Egipto y la donación de la Ley Divina habían marcado el nacimiento de Israel como pueblo de Dios.

C. El Pentecostés cristiano.

Nada extraño, pues, que Lucas haya hecho coincidir, a nivel narrativo, el día del Pentecostés judío con el “don del Espíritu Santo a los Apóstoles”. Esta coincidencia, que difiere por ejemplo de la narración teológica del Evangelio de Juan (Jn 20,22), según el cual, el Espíritu se les dio a los discípulos la tarde misma del día de Pascua, debe tener su importancia.

Esto significa que para entender bien la “fiesta del Pentecostés cristiano”, hay que leerla a la luz del “don de la Ley en el Sinaí”: lo mismo que Moisés subió hasta Dios para recibir allí la Ley, transmitiéndola luego al Pueblo, también Jesús Resucitó y subió hasta el Padre, para dar su Espíritu a los hombres:

“Exaltado por la Diestra de Dios, Jesús ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que ustedes ve y oyen” (Hch 2,33).

Parece, ser, pues, que Lucas aplica a Cristo y al don del Espíritu lo que el Pentecostés judío aplicaba a Moisés y al don de la Ley.

Así mismo, si los acontecimientos del Sinaí habían marcado el nacimiento del pueblo de Israel como pueblo de Dios, hay que ver que en Pentecostés el nacimiento de la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios.

1.3. Significado de Pentecostés.

Esta interpretación hace del Pentecostés cristiano la realización de las esperanzas de Israel y de las promesas hechas por los profetas (Cfr. Ez 36,24-28;Jl 3,1-5), que anunciaban la efusión del Espíritu sobre el conjunto del Pueblo de Dios, representado en los 12 Apóstoles, dando lugar a un hombre nuevo motivado en su actuar no por una ley exterior a él, sino impulsado por una ley interior, que es el Amor. Es lo que ordinariamente llamamos: “caminar obedeciendo a las inspiraciones del Espíritu Santo”. Consiguientemente surge una nueva sociedad que hace del Amor su nuevo y principal mandamiento: “un nuevo mandamiento les doy: que se amen los unos a los otros. Que como yo los he amado así se amen también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que ustedes son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros” (Jn 13,34ss).

Hecho este recorrido histórico es más fácil comprender el significado cristiano, profundo y definitivo de la “fiesta de Pentecostés”: Cristo Resucitado, que ha sido exaltado a la derecha de Dios, hace de nosotros criaturas nuevas, mediante el don del Espíritu Santo.

1.4. El relato de la efusión del Espíritu Santo (Hch. 2,1-11).

El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del Cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse.

En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Atónitos y llenos de admiración, preguntaban: “¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, Judíos y Prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de la maravillas de Dios en su propia lengua”.

III. MARIA Y EL ESPIRITU SANTO.

La Virgen María está muy vinculada a la persona del Espíritu Santo. Fue Ella la que dio vida por la acción del Espíritu Santo a Jesús, que es la Vida; fue ella la que estuvo cerca de morir cuando murió en la Cruz; y fue ella quien acompañó a los apóstoles cuando la Iglesia nace en aquella pequeña comunidad el día de Pentecostés. Es Ella nuestro modelo de apertura, obediencia y disponibilidad a Dios Padre por su Espíritu, y es Ella quien nos conduce al encuentro con Jesús, su Hijo.

1. En el Mensaje del Ángel.

“El ángel entró a donde ella estaba y dijo: ¡Salve, llena de gracia, el Señor está contigo!, Ella se turbó por tal lenguaje y consideraba qué podría significar aquel saludo. Más el ángel le dijo: ¡No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios! Mira, vas a concebir y a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le dará el trono de David su padre; reinará en la casa de Jacob eternamente y su reino no tendrá fin” (Lc 1,29-34).

La entrevista más importante que conoce la historia tuvo lugar en el interior oscuro de una casita pobre de Nazaret. Tal fue la de Gabriel, el ángel que envió Dios como mensajero, con María, la Virgen escogida para Madre del Salvador. Acaso estuviera ésta en oración o contemplación en el momento de entrar el ángel. En todo caso su espíritu no perdía nunca el recogimiento.

A. La respuesta de María la primera discípula.

“María dijo: ¿Cómo podrá ser eso, pues yo no conozco varón? Y el ángel le respondió: ¡El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la Virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra!. Por eso El Santo que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Y mira, también Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en edad avanzada, y éste es el mes sexto para ella, que es considerada como estéril. Porque para Dios no hay imposibles. Entonces dijo María: ¡He aquí la esclava del Señor! ¡Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,34-38).

Con estas palabras había expuesto el ángel solemnemente que había traído desde el Cielo a la tierra para la Virgen de Nazaret. Una reflexión interna absorbía ahora el espíritu de María, una reflexión en la que se concentraban todos sus pensamientos, toda su preparación y toda su devoción de los años anteriores. En su mano estaba la realización de lo que había sido el único anhelo de su corazón.

María estaba dispuesta a ser la Madre del Redentor, pero no conocía el modo cómo se habría de realizar esto conforme a la voluntad del Cielo.

B. María y los discípulos esperan el Espíritu Santo.

“Entonces volvieron de aquel cerro, llamado de los Olivos, que está a un cuarto de hora de Jerusalén. Y, llegando a la ciudad, subieron a la habitación superior donde se alojaban. Eran Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo; Simón, el que fue zelotes, y Judas, hermano de Santiago.

Todos ellos perseveraban en la oración y con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús” (Hch 1,12-14).

Ya en el Antiguo Testamento se había hablado del Espíritu de Dios. Con ello se significaba la esencia divina como manifestación de las operaciones divinas en el alma. Pero los hombres de aquel tiempo no sabían nada acerca de una Tercera Persona Divina. Aún cuando el ángel anunció a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su Sombra”, no comprendió ella todavía la esencia del Espíritu Santo y sus relaciones con Dios Padre e Hijo, en la manera y la forma de más tarde, cuando Jesús dio sus explicaciones doctrinales.

En Pentecostés el Espíritu Santo no descendió e iluminó solamente a Pedro y a los otros discípulos, sino también a la Madre de Jesús, ejerciendo sobre su corazón un influjo admirable.

Es cierto que había descendido ya otra vez de manera especial sobre María cuando fue escogida para Madre del Salvador. Ahora la colmó de nuevo modo y para una vocación nueva. La proveyó para la última etapa de su vida, cuando ya no iba a vivir más con Jesús, sino con su obra. Como los discípulos, recibió también ella nuevos conocimientos sobre la significación de la vida de Jesús y nuevas ilustraciones respecto de Él y de su obra. Estas se le dieron, sin embargo, no simplemente con miras al pasado, sino más bien para el futuro, para su vida como Madre de Jesús en la comunidad de los que creían en Jesús.

El cambio que obró el Espíritu Santo en los Apóstoles y el que provocó en María, tuvieron otra vez como consecuencia el estrechar más las relaciones entre las dos partes. Ahora que los discípulos y la Madre habían sido colmados del Espíritu Santo, se iban uniendo día tras día con fe viva y contribución generosa a la obra de Jesús y a su propia labor dentro de aquella obra.

Con esto había llegado también el tiempo en que debía quitarse el velo de la vida de María, Madre de Jesús. María fue testigo nato para aquella época de la vida del Señor, sobre la que nadie, fuera de ella, podía dar testimonio, porque sólo ella la conocía.

IV. CRISTO JESÚS UNGIDO CON EL ESPIRITU SANTO.

“Lo ungió Dios con el Espíritu Santo...” (Hch 10,38).

1. La ciencia de Cristo Jesús, mi Señor.

“Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad de la ciencia de Cristo Jesús, mi Señor”, escribía San Pablo a los Filipenses (3,8). ¡Conocer al Señor! ¡Tener el conocimiento profundo”, la “epígnosis”, la intuición de lo que es Él! (Ef 1,17): el Verbo de Dios, el Hijo de Dios, la perfecta imagen “Eikon”Icono del Dios Invisible- el Resplandor de su gloria, la Impronta de su substancia; el Cristo = el Ungido; Jesús = el Salvador; el Primogénito de toda la Creación y el primogénito de entre los muertos; el Señor resucitado y glorificado; el Sumo Sacerdote para siempre; el Amén de Dios...

El entendimiento humano no es capaz de abarcar en densa síntesis tanta riqueza de atributos, y prefiere, en un acto simple e intuitivo, hundirse en sosegada contemplación: ¡Mi Señor! ¡Mi Cristo! ¡Mi Jesús! ¡Bendito seas!.

2. Jesús, modelo de santidad.

“¡Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón!” (Mt 11,29).”¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador?” (Jn 8,46). “Yo hago siempre lo que le agrada a mi Padre” (Jn 8,30). “El que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado” (Mc 9,37).

Estas y otras muchas afirmaciones que leemos en el Evangelio a propósito de Jesús nos revelan su eximia santidad. Para conocer y estudiar a Jesús no hay camino mejor que descubrir con mirada contemplativa el retrato que de él nos han dejado los Evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas o Juan. Cada uno de ellos ha intuido en Jesús rasgos muy particulares. Son cuatro retratos muy diferentes, pero de una misma y única persona. Cada cual tiene su propio valor.

Jesús es el modelo por excelencia de nuestra santidad. Cada uno de nosotros puede encontrar en él un rasgo que imitar: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69).

3. Jesús, lleno del Espíritu Santo.

Pero, tratando de la santidad de Jesús, un aspecto atrae poderosamente nuestra atención: es la contemplación de Jesús, el Verbo de Dios hecho carne, “Lleno del Espíritu Santo” (Lc 4,1).

Jesús dice a la Samaritana en el pozo de Jacob: “Si conocieras el Don de Dios y quien es el que te pide de beber, tú le pedirías a él y él te daría Agua Viva” (Jn 4,10). Jesús es fuente y manantial de Agua viva, esto es, de Espíritu Santo, porque él está lleno del Espíritu que el Padre le ha dado sin medida (Jn 3,34).

1°. Desde el instante mismo de la Encarnación del Verbo de Dios, el Espíritu Santo entra soberanamente en acción. Y si actuó sobre la Virgen María para hacerla fecunda, ¡cuánto más debió actuar sobre aquella naturaleza humana que en ese momento era asumida por la Persona del Hijo! El Padre ungía con su Espíritu de santidad ese cuerpo y esa alma, esa naturaleza humana que, de quedar unida hipostáticamente a la Persona del Verbo, quedaba santificada en plenitud y consagrada. Era la consagración regia y sacerdotal de Jesús en el instante mismo de su Encarnación. En efecto, el autor de la Epístola a los Hebreos escribe: “Cristo no se glorificó a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino el que le dijo: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy; Tú eres sacerdote para siempre...” (Hb 5,5-6).

2°. Otro momento trascendental de la vida de Jesús, en que el Espíritu Santo actuó fuertemente sobre él fue durante la teofanía en el Jordán: “Y al instante, al subir del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu Santo en forma de paloma bajaba sobre él. Y una voz se produjo desde el Cielo: ¡Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me complazco! (Mc 1,10-11).

El Espíritu Santo desciende de los Cielos, de allá de donde está el Padre, y se posa sobre Jesús y penetra en Él (), y lo llena. Sí, él es el Retoño mesiánico anunciado por el profeta Isaías, sobre quien reposa el Espíritu de Yahvé (Is 11, 1-2), y él es el Siervo de Dios sobre quien es puesto el Espíritu, “Este es mi Siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco. He puesto sobre él mi espíritu, para que manifieste el derecho a las naciones” (Is 42, 1).

Los Apóstoles comprendieron el misterio. San Pedro explicará más tarde: “Ustedes conocen a Jesús de Nazaret, cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder...”(Hch 10,38). Siendo así, Jesús podrá bautizar en el Espíritu Santo, derramar Espíritu, dar Espíritu, actuar con la fuerza del Espíritu.

A esa Luz, qué elocuentes son esas frases sencillas pero pletóricas de sentido que San Lucas va hilvanado en su Evangelio:

“...era conducido por el Espíritu”; ¡regresó en el poder del Espíritu”; “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido”; “y en aquella hora exultó de gozo en el Espíritu Santo” (Cfr. Lc 4,1.14.18; 10,21).

Jesús lleno del Espíritu Santo” (); Y así fue Jesús toda su vida: “pleno del Espíritu Santo”; en su oración íntima, en su evangelización, en la operación de sus milagros, en su doctrina enseñada con autoridad, en su sabiduría extraordinaria; en Belén, en Nazaret, en el Jordán, en Galilea, en el Tabor, en Jerusalén, en el Calvario. Y al impulso de ese Espíritu de santidad y de esa fuerza divina, que lo santificó y lo condujo siempre, Jesús se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios, a fin de liberar al hombre del pecado que le daba muerte y hacerlo capaz de rendir culto al Dios Vivo (Hb 9,14).

V. ELEGIDOS PARA SER SANTOS.

“Esta es la voluntad de Dios: ¡vuestra santificación!”

1. Llamamiento universal a la santidad.

Desde los tiempos de la primera Alianza, Dios hacía a sus hijos una invitación urgente: Sed santos para mí, porque Yo, vuestro Dios, soy santo; y os he separado de entre los pueblos para que seáis míos” (Lv 20,26).

La razón de ser llamados a la santidad es que somos propiedad de Dios, somos de la familia de Dios, debemos ser como Dios; y El es Santo, tres veces santo (Is 6,3): Santo, santo, santo.

2. La exhortación de Jesús.

En el Sermón de la Montaña, Jesús llevó la exhortación a la santidad a la cumbre más insospechada: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

Y los Apóstoles no se cansaron de impulsar a los cristianos a la vida santa: “Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo: por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor” (Ef 1,3-4; Cfr. 1Ts 4,7; 1Pe 1,15).

3. La santidad y el Espíritu Santo.

La santidad es el resultado de muchos principios dinámicos que Dios nos ha regalado por Jesús en el Espíritu Santo (1Co 1,5;6,11). Es el fruto de la vida divina en nosotros; de la fe, la esperanza y el amor; de las virtudes y del ejercicio de los carismas.

Pero la ley y el alma de ese dinamismo operante es el Espíritu Santo El es”la ley interior” que organiza todos los elementos que entran en actividad, y él es “el alma” que les comunica vida (Rm 5,1-5; 8,2; 1Pe 1,2).

Esta santidad es la obra calificada del Espíritu que reproduce en nosotros la Imagen de Cristo, el primogénito entre muchos hermanos; para la gloria y alabanza de Dios Padre (Rom 8,29); Flp 1,11).

4. La voz del Concilio.

El Concilio Vaticano II, en su Constitución Lumen Gentium (Cap. V, n 39-42), reasumió la doctrina bíblica de la “vocación universal a la Santidad”, invitando a todos los cristianos a realizar en la propia vida el llamamiento de Dios a “ser santos”, porque El es santo:

“Creemos que la Iglesia es indefectiblemente santa /.../ Pues Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado el “único Santo”, amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla (Cfr. Ef 5,25-26), la unió a Sí como su propio Cuerpo y la enriqueció con el Don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella (los laicos), están llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Tes 4,3). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles” (L. G. 39).

El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y a cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador: Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto (Mt 5,48). Envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (cfr. Mc 12,30) y amarse mutuamente como Cristo les amó (cfr. Jn 13,34) Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el Bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo realmente santos.....”.

“Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (L. G. 40).

5. ¿En qué consiste la santidad?

La última frase citada de “Lumen Gentium” parece clave; ella da como la definición de la santidad. La santidad consiste “en la plenitud de la vida cristiana y en la perfección de la caridad”.

En otros términos, la santidad consiste en llevar a plenitud la vida de Cristo que nos ha sido comunicada por el Espíritu Santo en el bautismo, y en practicar los preceptos supremos del amor (Jn 3,5; Ti 3,5; 2Pe 1,4;Mc 12,30; Jn 13,34).

Todo esto equivale a decir: la santidad consiste en ser como Jesús, en “ser transformados más y más en Cristo Jesús, bajo la acción santificadora del Espíritu Santo”.

VI. LA CONFIRMACIÓN, NUESTRO PENTECOSTÉS.

Dinámica.

“Apóstoles y testigos por la fuerza del Espíritu Santo”

1. Objetivo: Que los jóvenes y adolescentes renueven conscientemente en la fiesta de Pentecostés la Confirmación de su fe y su compromiso cristiano de ser testigos de Jesús Resucitado en la sociedad de hoy tan llena de anti valores, siendo así discípulos y misioneros.

MOTIVACIÓN:

La presencia del Espíritu Santo se ha hecho más consciente en los últimos años en los católicos. Está dejando de ser ese “Gran desconocido”. Han surgido de todas partes grupos de personas que oran y le cantan con gran entusiasmo, fe y devoción. El Movimiento de Renovación cristiana en el Espíritu Santo, es fuerte en muchos lugares. Últimamente se han escrito muchos folletos sobre el Espíritu Santo y se le han compuesto muchos cantos. La fiesta de Pentecostés es celebrada con mayor Solemnidad, participación y conciencia por parte de muchos cristianos. En diversos lugares gran cantidad de personas, especialmente jóvenes, hacen en la víspera de la fiesta una “Vigilia de Oración”, que en ocasiones dura toda la noche.

Sin embargo, pocas veces se relaciona, en la vida práctica la fiesta de Pentecostés con la decisiva importancia del Sacramento de la Confirmación, que viene siendo para cada cristiano su Pentecostés.

VER.

(Desde nuestra experiencia)

2.¿Qué sabemos del Sacramento de la Confirmación?

Por grupos:

1.¿Qué realiza en cada uno de nosotros el Sacramento de la Confirmación?

2.¿Qué signos o gestos simbólicos se hacen en su celebración y qué significan?

3.¿Qué relación tiene con la fiesta de Pentecostés y el Primer Pentecostés?

Plenario:

-Se ponen en común las respuestas de los grupos.

-Se sacan “conclusiones” de dichas aportaciones, como por ejemplo: lo poco que sabemos del Sacramento de la Confirmación, la importancia que de hecho le damos en nuestra vida cristiana, etc.

-Dejar en claro, hasta ahora, que, que en la Confirmación recibimos al Espíritu Santo. Otros contenidos se irán viendo a lo largo de esta catequesis.

JUZGAR.

A la luz de la Palabra de Dios.

3. Jesús: El hombre lleno del Espíritu.

-El Espíritu Santo que recibimos nosotros en nuestra Confirmación es el mismo que recibieron los Apóstoles el día de Pentecostés y es el mismo que tenía Jesús en toda su plenitud.

En efecto, cuando Jesús iba a comenzar su ministerio público, es decir, su misión, se presentó ante sus paisanos de Nazaret y les dijo:

“El Espíritu de Dios está sobre mí y me ha ungido para llevar la Buena Nueva a los pobres, la libertad a los cautivos, la luz a los ciegos, la liberación a los oprimidos, y desterrar el castigo...” (Lc 4,18).

-Este mismo Espíritu fue quien fecundó a María (Lc 1,35), de quien nació Jesús y el mismo que conducía continuamente a Jesús:

Jesús, lleno del Espíritu Santo regresó del Jordán y en el desierto se conducía bajo el influjo del Espíritu” (Lc 4,1).

-Jesús les promete a los Apóstoles que les va a enviar al Espíritu Santo:

“Porque les he dicho que me voy a Quien me envió, se ha llenado de tristeza su corazón. Pero yo les digo la verdad: Les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Espíritu, el Consolador, no vendrá a ustedes; y si me voy yo se los enviaré”. (Jn 16,6-7).

-Jesús les promete que el Espíritu Santo los convertirá en sus testigos:

Recibirán una Fuerza, el Espíritu Santo, que descenderá sobre ustedes para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8).

4. Pentecostés: Viento y Fuego que transforma a los Apóstoles en testigos:

-En el libro de los Hechos se nos describe el acontecimiento de Pentecostés, en que el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles, reunidos con María. Nos habla de un viento fuerte que irrumpe y que arrastra; y de un fuego que quema y transforma.

-El viento y el fuego simbolizan aquí el profundo cambio interior que se efectuó en los discípulos por la fuerza del Espíritu Santo.

-El Espíritu Santo cambió la actitud de los Apóstoles de Jesús: de ser hombres cobardes y miedosos (estaban encerrados por miedo a los judíos), pasan a ser testigos comprometidos de Jesús muerto y resucitado.

De ser hombres acomplejados y temerosos, se lanzan, recorriendo el ancho mundo a hablar con valentía y alegría de que Jesús está vivo, que es el Salvador único de todos los hombres, de que en El ellos han encontrado el sentidos a su existencia y la alegría de vivir:

“Lo que hemos oído, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos, eso se los anunciamos ahora para que ustedes también crean” (1Jn 1,1-3).

5. La Confirmación: Nuevo Pentecostés.

-Dios Padre nos comunicó su Espíritu Santo cuando nos bautizaron, porque nos regaló la gracia inestimable de ser sus hijos con Jesús. Desde ese día Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo habita en cada uno de nosotros, somos casa donde Dios vive. Nuestra vida cambió, iniciamos una nueva vida.

En este momento se puede escuchar en silencio o cantar el canto. “Una nueva vida”.

-En el sacramento de la Confirmación Dios Padre nos unge con la fuerza de su Espíritu Santo para comenzar nuestra misión como Jesús y como los Apóstoles para ser nuestra fe en Jesús Muerto y Resucitado.

Por eso conviene recibir el sacramento de la Confirmación en la pre-adolescencia o adolescencia (mejor que cuando se es un bebé), porque a esa edad es cuando el preadolescente o adolescente empieza a afrontar situaciones nuevas en las que debe más conscientemente por Jesús y atestiguar su fe en Él, aunque vea él que otros compañeros suyos de escuela o trabajo y muchos adultos vayan por otros caminos y tengan otros valores, no siempre valores del Evangelio y que los consideren más importantes que su fe.

Precisamente en esos tiempos difíciles de la adolescencia y más tarde de la juventud, ese Espíritu será la fuerza para vencer las dificultades que surjan por ser fieles a nuestra fe en Jesús.

-Gracias a la presencia santificadora del Espíritu, miles de cristianos han hecho lo mismo que los Apóstoles: ser testigos de lo que creen. De entre ellos podemos mencionar a algunos de los más conocidos: Francisco de Asís, San Juan Bosco, La Beata Laura Vicuña, Santo Domingo Savio, Maximiliano Kolbe, Miguel Agustín Pro, La Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, el adolescente Mártir mexicano José Sánchez del Río.

-Pero hay muchas personas de las que desconocemos sus nombres y que han sido o son testigos auténticos de Jesús:

· Jóvenes y adultos que han muerto por su fe en Jesús en países socialistas;

· Sacerdotes, religiosos (as) y catequistas que han sido o son perseguidos a causa de sus creencias religiosas o por haberse comprometido en ayudar a los más pobres y oprimidos;

· Cristianos que, a pesar de las burlas de sus compañeros, familiares o vecinos viven comprometidamente su fe y lo demuestran con los hechos;

· Campesinos, obreros e indígenas a quienes las sectas protestantes y grupos pseudo-religiosos les ofrecen tentadoras ofertas económicas para que cambien su religión católica por otra, pero ellos se mantienen fieles, etc.

VII. LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO.

Los dones son siete: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.

Conviene decir algo sobre cada uno de los dones en particular. Para esto seguiremos el orden trazado por el Profeta Isaías en su Profecía acerca de Jesús. Los Dones del Espíritu Santo son siete, nos dice también el catecismo. Este número siete no significa un límite de la acción de Dios sobre nosotros, sino que indica más bien una plenitud.

“Saldrá un brote del tronco de Jesé, un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el “Espíritu del Señor”: Espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor”. (Is. 11,1-2).

1. Don de Sabiduría.

Supliqué y me vino el Espíritu de Sabiduría(Sab. 7,7).

La palabra “Sabiduría” no deriva de “saber”, sino de saborear”. Este don consiste en ser capaz de valorar las cosas, en tener un sano sentido interior para distinguir lo bueno de lo malo, para discernir lo justo de lo injusto y lo conveniente de lo que daña..

Cuando el Señor ofreció a Salomón otorgarle cualquier regalo que él pidiera, el rey le rogó: “Señor concede a tu siervo un corazón sabio para gobernar a tu pueblo y para distinguir lo bueno de lo malo” (1Re. 3,9).

Es el primero de los dones, ¿qué significa ese don? Sabiduría es saber, es saborear la verdad de las cosas. Es un don sobrenatural por el cual conocemos las cosas divinas por el sabor espiritual que el Espíritu Santo nos hace percibir de ellas; es un conocimiento sabroso, profundo, íntimo y profundo de las cosas de Dios. En la oración del domingo de Pentecostés pedimos a Dios precisamente esto: “Danos el gustar lo recto según el mismo Espíritu”, es decir pedimos a Dios el sentido del gusto para las cosas celestiales y sobrenaturales. De manera que el Don de la Sabiduría no es la devoción sensible o el gusto de la devoción, sino una experiencia de lo divino, que nosotros percibimos gracias al Espíritu Santo. Este don nos hace preferir, sin vacilar la dicha de servir a Dios, a todas las alegrías de la tierra, y hace exclamar al alma fiel: “Cuán deliciosas son tus moradas”. “Un día en tu casa vale más que miles monedas de oro y plata viviendo lejos de tí”. Más para experimentar esto, es preciso que huyamos cuidadosamente de cuanto nos arrastra al deleite ilícito de los sentidos, y esto lo conseguimos sacrificándonos, haciendo oración, meditando las Sagradas Escrituras en el silencio.

2. Don de Inteligencia o Entendimiento:

La palabra “inteligencia” proviene de dos vocablos latinos, “intus-legere”: que significan: “leer en lo interior”, Es virtud que nos hace capaces de captar lo que es real, más allá de todas las apariencias.

No tuvo inteligencia faltándole entendimiento, por ejemplo, aquel hacendado que, habiendo recibido la bendición de abundantes cosechas, no pensó en ayudar a los demás, sino en derrumbar sus graneros para construir otros más grandes y así conservar sus riquezas para asegurarse una larga existencia tranquila. “El Señor le respondió: insensato. Esta misma noche morirás ¿Para quién será todo lo que has almacenado?” (Lc. 12,20).

El don del entendimiento, nos hace penetrar más profundamente en las verdades de la fe. San Pablo dice que “el Espíritu Santo revela a quien le place las profundidades de Dios”. Este don no suprime la virtud teologal de la fe, sino que la perfecciona, haciendo conocer al alma la grandeza y la conveniencia de los misterios, sus relaciones mutuas y las que tienen con nuestra vida sobrenatural; la eficacia de ese don se extiende así mismo a las verdades contenidas en la Sagrada Escritura. Leemos, por ejemplo, algún texto de la Escritura, que hemos leído un sinnúmero de veces sin que haya impresionado nuestro espíritu, pero un día brilla de repente un luz interior que alumbra hasta lo más recóndito de ese texto y la verdad entonces aparecerá, deslumbrante, convirtiéndose tal vez desde ese momento en principio de vida y de actos sobrenaturales.

3. Don de Consejo:

En él hemos sido hechos herederos y destinatarios de antemano, según el Consejo de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad(Ef. 1,11).

El Consejo es un don que hace a la persona ungida por el Espíritu Santo, descubrir cuáles son los proyectos de Dios por encima de los planes humanos. Por eso la misma palabra hebrea y griega se traduce al español como. Consejo.

El Espíritu Santo concedió los dones de Consejo y fortaleza a Jesús cuando en el Huerto de los Olivos, angustiado por la Muerte que le echaba encima, oró a su Padre: “Abbá, es decir Padre todo te es posible. Aparta de mí este Cáliz de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como tú quieres” (Mc 14,36).

Por el don de Consejo el Espíritu Santo satisface aquel suspiro del alma con que exclamaba San Pablo en el camino a Damasco: “Señor qué quieres que haga?”. El don de Consejo nos previene contra toda precipitación o ligereza, sobre todo, contra la presunción que tan dañina es para la vida espiritual. Un alma que no quiere depender de nadie, que cultiva el egoísmo, que obra sin consultar a Dios en la oración, ese creyente obra prácticamente como si Dios no fuera su Padre Celestial de donde nos viene toda luz. Vemos a nuestro Salvador, cómo decía de sí mismo a sus discípulos: “No puede el Hijo hacer las cosas por su cuenta, fuera de lo que ve hacer al Padre; de ahí que todo lo que Jesús hacía agradaba a su Padre.

El don de Consejo eleva y capacita a los hijos de Dios para juzgar las cosas según principios superiores a toda sabiduría humana. La prudencia natural, que es limitada y miope, aconsejaría en tales circunstancias obrar de esta o de otra manera; más el Espíritu Santo, por el Don del Consejo, nos descubre normas más elevadas de conducta, según las cuales debe regirse el verdadero hijo de Dios. Hay que consultar en casos de importancia a personas virtuosas e instruidas en religión (la Dirección espiritual con un sacerdote, religiosa).

No olvidemos el adagio: “Nadie es juez en su propia causa”.

No siempre basta conocer la Voluntad de Dios. Nuestra naturaleza caída necesita a menudo energía para realizar lo que Dios quiere de nosotros.

4. Don de Fortaleza:

El Don de Fortaleza robustece a quien ha descubierto los designios del Padre, a fin de que tenga el valor y la energía de llevarlos adelante a pesar de los obstáculos. Porque ponemos muchos topes a la acción del Espíritu: las propias debilidades, la oposición de personas interesadas en que los planes de Dios no se cumplan porque les frustran sus propios deseos y apetitos, y aún las resistencias de aquellos a quienes se debe llevar la salvación de Dios, que tanto necesitan. Un ejemplo de fortaleza es Moisés que aún y contra toda adversidad condujo al Pueblo a la liberación de Egipto (Ex. 17, 1-7).

El Espíritu Santo con el Don de Fortaleza nos sostiene en esos trances particularmente críticos. Hay almas débiles, apocadas, que temen las pruebas de la vida espiritual, pruebas que nunca faltan y aún puede decirse que suelen ser tanto más duras cuanto la persona es llamada a mayor perfección; vienen las burlas, las incomprensiones y solicitaciones de los mundanos. Pero no hay que temer: el Espíritu Santo está siempre en nosotros, si estamos en gracia.

Lo mismo que los Apóstoles en Pentecostés, seremos también “revestidos de la fuerza de lo alto, para cumplir la voluntad divina”, para sobrellevar con firmeza las contrariedades que se nos ofrezcan en el camino hacia la Patria de los elegidos. El Espíritu Santo dice a aquellos a quienes colma de su fortaleza lo que en otro tiempo dijo Moisés, cuando se espantaba ante la Misión que Dios le confiaba de liberar al pueblo hebreo del yugo del Faraón: “Yo estaré contigo, no temas”. Entonces somos fuertes, con la fuerza que nos viene de Dios, es la fortaleza que sostiene a los mártires, a las vírgenes, que hace dar testimonio de la verdad a los confesores. El mundo queda pasmado al verlos tan animosos y valientes, porque se imagina que obran por sus propias fuerzas, cuando en realidad obran animados por la fuerza de lo alto: “la fortaleza del Espíritu Santo”.

Hay que ser humildes, ver lo poco que somos y que nada podemos sin Dios. Orar y confiar en Dios y desconfiar de nosotros mismos.

5. Don de Ciencia:

El Don de Ciencia, en la Escritura no quiere decir saber muchas cosas, sino tener la habilidad necesaria para realizar una obra. Así como sucedió con Betsaleel, a quien Moisés le encomendó que fabricara el “Arca de la Alianza”, y que construyera la “Tienda de la Reunión”, que sería el templo peregrino por el desierto, donde el “Arca de la Alianza” se había de conservar, y donde se reuniría Dios con Moisés, para comunicarle sus proyectos sobre el Pueblo: Lo he llenado de mi Espíritu, de pericia, habilidad y maestría para realizar todo tipo de obras” (Ex 31,3).

El Don de Ciencia nos hace ver las cosas creadas bajo un aspecto sobrenatural, como debe verlas todo hijo de Dios. Lo que pasa cerca de nosotros o cerca de nosotros, puede ser contemplado de muchas maneras. Sí, un incrédulo y una persona santa contemplan la Creación, las obras de la naturaleza creada, de muy distinta manera. El incrédulo por muy basta y profunda que sea su ciencia, la posee sólo en un orden puramente natural. El hijo de Dios (la persona santa) contempla las obras de la Creación con la luz del Espíritu Santo y las aprecia como hechura de Dios y como reflejando sus eternas e infinitas perfecciones. El don de Ciencia nos hace conocer los seres de la creación y aún nuestro propio ser desde un punto de vista divino: El nos enseña cuál es nuestro fin sobrenatural y los medios para alcanzarlo. Pero además ilumina nuestra inteligencia con intuiciones que la previenen contra las falsas máximas del mundo y contra las sugestiones del espíritu malo. Usa de las cosas en tanto que le sirven para ir a Dios, y las deja en tanto que lo separan de Dios: “Toda la Creación es de ustedes, más ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” dice San Pablo.

6. Don de Piedad:

Es uno de los dones más preciosos, porque nos ayuda directamente a conducirlos como conviene en nuestras realidades con Dios. Es una mezcla de adoración, de respeto y de reverencia hacia la Majestad Divina. La Piedad es un conjunto: de amor, de confianza, de ternura, de total abandono y de santa libertad en el trato con nuestro Padre, que está en los Cielos.

Además, el Don de Piedad tranquiliza a las almas tímidas, “que siempre las hay”, que temen equivocarse en la manera de tratar con Dios, en las fórmulas de sus oraciones; ese escrúpulo lo disipa el Espíritu Santo cuando se escuchan sus inspiraciones, y si es que en realidad no sabemos orar, San Pablo nos dice; que el Espíritu Santo está con nosotros para ayudarnos:

El ora con nosotros de un modo inefable hasta hacernos dar gritos a Dios, de manera que nos atienda”. El Espíritu Santo es el que en nosotros clama: Abbá, Padre.

7. Don de Temor de Dios:

“Su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen(Lc 1,50).

El Temor de Dios es un Don del Espíritu Santo que se identifica con la verdadera Piedad, es decir, la actitud de reverencia propia de un hijo hacia su padre.

San Pablo reclama a los cristianos de que se sienten tentados a seguir viviendo según la mente farisaica: “¿Recibieron ustedes el Espíritu por haber cumplido la Ley, o por haber aceptado la fe? ¿Son tan torpes que, después de haber comenzado confiando en el Espíritu, terminan ahora confiando en sus propias fuerzas?” (Gál. 3,23).

También San Juan piensa que nada tiene que ver el miedo con el carisma de “Temor de Dios”. “En el Amor no hay lugar para el temor. Al contrario, el Amor destierra el temor, porque temor supone castigo” (1Jn 4,18). Y como el Espíritu Santo es el Espíritu de Amor, quien lo lleva dentro no puede vivir con la inseguridad del miedo. Por eso San Pablo indica la Paz como uno de los frutos del Espíritu Santo: “Guíense por los criterios del Espíritu que conduce a la vida y a la paz” (Rom 8,6).

El Don de Temor de Dios que con el Don de Piedad se complementan mutuamente.

Dios Padre en el Bautismo de Jesús en el Jordán declara con su voz poderosa: “Este es mi Hijo Amado, escúchenlo..”. Estas palabras no son sino el eco, en este mundo de aquel testimonio que se da el Padre así mismo en el santuario de la vida íntima de la Santísima Trinidad, en que Él se retrata: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”.

Por nuestra parte recibimos y nos hacemos eco del testimonio del Padre cuando, al contemplar a ese niñito recostado en el pesebre, decimos: “Este es nuestro Hijo”; le adoro y me entrego todo a Él. Al ver a ese adolescente que trabaja en el taller de Nazaret, decimos: “Este es nuestro Hijo”; yo le adoro. Al ver a Jesús con la Cruz acuestas camino al Calvario, decimos: “Este es nuestro Hijo”; yo le adoro. O ante el Pan Eucarístico, bajo cuyas apariencias se oculta Jesucristo, decimos: “Ante esta Hostia adorada, que es el Hijo de Dios me postro y adoro y le rindo toda mi fe y mi amor”.

VIII. LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO.

Procuremos en todo hacer la voluntad de Dios. Entonces nuestras personas obrarán como verdaderos “hijos adoptivos de Dios”, entonces vienen los Frutos de la acción del Espíritu Santo en nosotros, que recompensan por anticipado nuestra fidelidad, frutos llenos de dulzura y suavidad.

Esos frutos según San Pablo, son:

1) Caridad-amor, 2) gozo espiritual, 3) paz, 4) paciencia, 5) benignidad, 6) bondad, 7) longanimidad, 8) dulzura, 9) confianza, 10) modestia, 11) continencia, 12) y castidad.

Estos frutos, muy propios del Espíritu de amor y de santidad, son dignos también de nuestro Padre Celestial que por ellas se ve muy glorificado, y son dignos también de Jesucristo que nos lo ha merecido y con quien nos une el Espíritu Santo “para rendir mucho fruto”.

Hallándose Jesús en Jerusalén para la fiesta de los tabernáculos, que era una de las fiestas solemnes que celebraban los judíos, levantando la voz exclamó en medio de las turbas, exclamó: “Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba; el que cree en mí como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre”. Y San Juan añade: “Esto lo dijo Jesús del Espíritu que habrían de recibir los que creyeran en Él”.

VIGILIA DE PENTECOSTÉS CON JÓVENES:

Domingo de Pentecostés.

Para la Vigilia de Pentecostés (véase el Misal Romano pp. 356-359).

1.Ritos Iniciales.

2.Liturgia de la Palabra.

3.Homilía

4.Profesión de fe (se encienden velas o cirios).

5.Oración universal (que a continuación se sugiere):

Hermanos y hermanas (Jóvenes y adolescentes), el Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, nos llama a ser testigos creíbles, en obras y palabras, de la novedad perenne del Evangelio de Cristo. Oremos con confianza diciendo:

R/ Danos, Padre, tu Espíritu Santo.

Por la Iglesia, extendida por toda la tierra, para que, animada por el Espíritu, engendre a la vida divina una multitud de hijos y crezca en la unidad de un solo cuerpo, oremos: R/

Por el Papa, los Obispos y todos los ministros del Evangelio, par que, dóciles al Espíritu, se dediquen incansablemente a la obra de la evangelización, para hacer germinar en todas partes la semilla de la fe, oremos: R/

Por nuestra Iglesia de NN.., a fin de que, en la obediencia al Espíritu Santo, crezca la adhesión a Cristo, el Señor, renovando su impulso misionero, oremos: R/

Por todos los gobernantes, para que, con rectitud de conciencia y de conducta, estén abiertos a las inspiraciones del Espíritu, refuercen la solidaridad entre los pueblos y promuevan el bien común, oremos: R/

Por los que sufren, a fin de que, aliviados por el bálsamo del Espíritu Consolador, conozcan las riquezas de la Cruz de Cristo y encuentren la alegría de ofrecer la vida en unión con él, oremos: R/

Por todos los jóvenes y adolescentes para que con esta etapa de la vida que viven rejuvenezcan a la Iglesia alentados por la Resurrección de Jesucristo y la efusión del Espíritu Santo, oremos: R/

Por nosotros y por todos los que creen en Cristo, para que, a ejemplo de la Virgen María, nos dejemos guiar interiormente por el Espíritu Santo, y así podamos llamarnos y ser de verdad cristianos, oremos: R/

6. Liturgia Eucarística (y todo como según las rúbricas).

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WebJCP | Abril 2007