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miércoles, 14 de agosto de 2013

Mi Credo


Creo firmemente en un mundo mejor, donde todos podamos convivir de un modo más equitativo, justo, humano y amistoso.

Creo en las personas, en su bondad, en su fuerza, en el poder del amor y del perdón, en el poder de las relaciones a favor del progreso.

Creo que hay más personas buenas que malas, y que incluso las malas tienen un motivo para serlo, pues cada uno tiene unas dificultades con las que enfrentarse, y en ocasiones, pocos hombros donde apoyarse y aún menos oídos para ser escuchados y comprendidos. Hay personas que no saben salir de sus infiernos por ignorancia, carencia de autoestima, soledad aplastante. Con esos hábitos del día a día, se encierran en cárceles sin expectativas y se convierten en perros heridos y rabiosos. Creo que un poco de atención podría suavizar esas vidas, saberse como los demás es la clave de la felicidad.

Creo en la generosidad y en la compasión del ser humano para curar lo que se daba por perdido, derrumbar muros indestructibles, desatascar sangre coagulada en viejas arterias del corazón.


Creo en el amor y en la entrega, porque es cuando haces algo a favor de otro menos favorecido que tú, cuando creces en valores personales, humanos y espirituales.

Creo en el valor y la fuerza de la familia para guiarte toda una vida, para no sentirte jamás solo y perdido.

Creo en la importancia de las raíces, que te distinguen con un linaje, una procedencia, unos rasgos personales y únicos para preservar. Son esos rasgos particulares los que nos dan nuestra belleza particular.

Creo en la mezcla de esas peculiaridades, pues son las que constituyen un collar infinito de perlas unidas que constituyen la Humanidad.

Creo en los lazos eternos de amistad, bálsamo para las heridas, vino para las risas, miel para la agrietada piel.

Creo en el respeto que todos nos debemos.

Creo en la tolerancia que no es otra cosa que respetar las diferencias de los demás, la cual está casada con la empatía, la simpatía, el acercamiento, la convivencia la comunicación, el intercambio, los encuentros.

Creo que habitamos un planeta demasiado hermoso, que no observamos en su profundidad ni respetamos en su totalidad.

Creo que la madre Tierra tiene bendiciones para dar y tomar, nos puede deleitar hasta aburrir, y simplemente pasamos de ella, y solamente no cuidamos de ella. Algún día nos arrepentiremos de destruir sus campos, de asesinar su vida, de quemar la nuestra. Algún día será tarde ya, cuando ya no nos quede nada que admirar ni cuidar.

Creo en el abanico multicolor que constituye la raza humana, muchas razas con su belleza, con sus diferencias que nos abren horizontes nuevos. Creo, por lo tanto, en la diversidad cultural y en el respeto a las creencias, culturas, lenguas y naciones.

Quiero ser esa mano que acaricie y a su vez reciba.
Quiero desparramarme en ese binomio de recibir y regalar.
Quiero participar en esa construcción de un mundo más justo, humano y solidario.
Quiero pasar por la vida y dejar una huella en otras manos y en otros corazones.
Quiero compartir mi vida para hacerla más interesante, útil y llena.

Después de finalizar el camino de Santiago el verano pasado, nació en mí este deseo de modificar mi vida, de hacer algo a favor de otras personas menos afortunadas que yo.

Tengo una responsabilidad con mi trabajo, pero a su vez, me queda tiempo libre para compartir, para aprender de otras personas. Por lo tanto estuve motivada para avanzar en esta nueva aventura con fe, esperanza e ilusión. Creo que así está siendo en México desde mi llegada.

Estoy descubriendo que mi autoestima garantiza mi supervivencia al tratarme bien, al contemplarme, al darme tiempo para mis deseos, al sentir que soy un milagro andante, un milagro vivo y un salto en la evolución a través de los tiempos.

Cuidar de uno es obligatorio para poder cuidar de otros, para poder entenderlos y compartir camino con ellos. Algunas veces somos un club de masoquistas, exigiéndonos por encima de nuestro soplo, suicidándonos psicológicamente, emocionalmente y físicamente.

El amor propio no está reñido con el respeto y cuidado al prójimo. Cada uno es como es de verdad con lo bueno y lo malo.

Nunca hay que dejar de soñar, y nunca debemos enterrar esos anhelos que se albergan en nuestro interior.

Mis sueños crecieron, y yo hice lo posible, por hacerlos realidad con mi esfuerzo, mi lucha y mi fe. Mis sueños en México ya son mi realidad presente.

Poco a poco se hace el camino, esa es mi expectativa, ir despacio, segura e ilusionada.

Nunca olvidaré lo que esta aventura me está ofreciendo con sus maravillosas personas como aporte a ese sueño.

¡Y de repente, si luchas por tus sueños, se convierten en realidad!


*(Tras un voluntariado en el Centro de Acompañamiento y Recuperación de Desarrollo Integral (CARDI) de México D.F., María Amparo Lamas Abella escribe este particular “credo” nacido de las vivencias y experiencias junto a las personas con las que compartió aquellos momentos.)

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WebJCP | Abril 2007