A finales del siglo XVIII se popularizó el uso de lentes bifocales. Esas que sirven para ver de lejos y de cerca sin tener que estar cambiando de gafas continuamente.
En muchos aspectos de nuestra vida, tanto en el ámbito social como en el religioso, necesitaríamos usar lentes bifocales… y no solo para leer textos sino sobre todo para leer la realidad y movernos en ella.
Hace unos años nos costó mucho reconocer que vivíamos en una “crisis económica”… Ya nadie lo duda, pero nos cuesta reconocer que vivimos en un momento de cambio de época.
No es solo la economía, el nivel de vida o de bienestar lo que está cambiando. Son cosas mucho más profundas. Pero hay temor a enfrentarlas directamente.
Cambia una forma de entender el crecimiento económico como si éste fuera indefinido, cambia una forma de entender a la persona a la que se había identificado con el “hombre económico”, está en cambio la forma de llevar adelante la política: los movimientos y las plataformas sociales van teniendo cada vez más peso.
Cuesta más cambiar el sistema religioso… pero en algún momento no se librará de esta época de cambios.
¿Cómo afrontar esta situación?
Aquí es donde las lentes bifocales adquieren importancia y se convierten en indispensables si no queremos ser sectarios, o medio ciegos en una realidad compleja.
Las lenes bifocales nos permiten ver de cerca: es decir, no perder de vista nunca la crueldad del sufrimiento humano que está cerca de nosotros en tantas personas que viven las consecuencias de un modelo de desarrollo y de unos planteamientos económicos profundamente inhumanos.
Pero también nos permiten ver a lo lejos: si miramos al pasado, no podremos decir aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, quienes ya juntamos bastantes años, sabemos que en otros tiempos vivíamos peor… y si la realidad actual deja mucho que desear, la experiencia nos dice que tenemos derecho a mirar al futuro con una actitud de esperanza… Por supuesto, siempre que seamos capaces de hacer que este sistema y este modelo económico y social que nos quieren imponer cambie y se haga más humano.
Ver a lo lejos, nos permite ver a otros pueblos, países, realidades… No vale lo de “mal de muchos…”. Pero siempre ha habido quienes cerca y lejos de nosotros (las distancias aquí no cuentan) han vivido y viven peor y, a veces, no han perdido la alegría de vivir..
Con frecuencia hemos hecho “invisible” socialmente la pobreza para que no molestara nuestro nivel de vida. Hoy es una realidad que tenemos que hacer visible, que tiene rostro y nombre… aquí, en África, en Asia… en todos los rincones del mundo. No nos quedemos en números que ocultan realidades humanas sangrantes. No podemos seguir viviendo de espaldas al sufrimiento humano.
Necesitamos reconstruir nuestro mundo, nuestros modelos de convivencia y hacerlo, no tanto a partir de teorías económicas, sino a través de una recuperación de los valores más auténticamente humanos.
Como decía San Pablo hace más de veinte siglos: “Que nadie busque su propio interés, sino el interés de los demás”. De rebote nos beneficiará a nosotros. Pero es la única salida.
Quienes hemos vivido en los países más pobres de la tierra sabemos por propia experiencia que estos valores no se enseñan, se contagian. Y los cristianos somos los primeros llamados a hacerlo. Por ahí pasa la misión hoy.
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