Publicado por Corazones en Red
Comienza, hoy, el Evangelio diciéndonos que “la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios”. Lo primero que se me ocurre al escuchar estas palabras, es constatar la poca gente que, hoy día,a se acerca a escuchar la Palabra de Dios. Gente, que por otra parte se dice cristiana y seguidora de Jesús. Jesús nos sigue hablando, pero parece que no interesa lo que dice. Hoy no se agolpa la gente en las iglesias para escuchar la Palabra de Dios. No.
Si agolpan, sí, para asistir a los espectáculos del último cantante de moda, para asistir a los campos de fútbol para ver ganar a su equipo, para manifestarse por las calles en protesta a favor de sus intereses económicos. Pero no para escuchar la Palabra de Dios. No.
Hace tiempo leí una novela la mar de curiosa, y que daba que pensar. Dios decide venir a la tierra. El mundo se moviliza para recibirlo con todos los honores. Las autoridades montan sus especiales protocolos, la gente se agolpa para verlo. Todo el mundo está pendiente de su estancia. Y así pasa un tiempo. Pero, al fin, la gente, tanto los poderosos como el pueblo, se van cansando, y lo van dejando cada vez más solo, hasta olvidarlo, hasta que llega un momento en que nadie se ocupa de él. Y se tiene que volver al cielo, sin pena ni gloria.
El Evangelio de hoy nos dice, también, que Pedro, el apóstol, cuando ve el espectáculo de la pesca milagrosa, se arroja a los pies de Jesús diciendo:”Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. ¡Qué equivocación la de Pedro! Precisamente porque se considera pecador, necesita más la presencia del Señor, en forma de perdón, de comprensión, de confianza.
Nunca el pecado nos debe alejar de Dios: Antes, al contrario, debe acercarnos a Él para sentirnos perdonados. Dios no se aparta de nosotros.
Tampoco Jesús rechaza a Pedro porque se sienta pecador. El evangelio está lleno de citas en que Jesús se acerca a los pecadores, los acoge y perdona. Incluso con aquellos que son más recalcitrantes, como eran los escribas y fariseos que le criticaban. Jesús dirá:”No he venido para los justos, sino para los pecadores”. Y en otro lugar deja muy claro que “habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que or noventa y nueve justos que no necesitan perdón”.
Dios, Jesús, es un Dios de misericordia, de compasión, de cercanía al necesitado. Y hay que confiar en él, fiarse de él. Cuando Pedro niega a Jesús, durante el proceso de su pasión, encuentra su perdón porque confía en él, en su perdón. Sin embargo, Judas se desespera y ahorca porque no es capaz de acercarse a Jesús nuevamente en aptitud de confianza en su amor. Jesús le hubiera perdonado igualmente.
En nuestra vida necesitamos frecuentemente del perdón de Dios, pero hay que creer que está dispuesto a dárnoslo. Basta confiar. Nunca digamos como Pedro:”Aléjate de mí porque soy un pecador”, sino:”retenme, Señor, junto a Ti, porque soy un pecador.
Félix González
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