Publicado por Antena Misionera
Las palabras que dan título a estas líneas fueron escritas hace más de 2.700 años, por un tal Jeremías, profeta del pueblo de Israel y están recogidas en la Biblia como “palabra de Dios”.
Desde el comienzo del cristianismo, los misioneros hemos tenido claro que en el corazón de la tarea que se nos encargaba estaba “dar a conocer a Dios” en todos los rincones de la tierra. Eso siguiendo el mandato del Señor Jesús: “Id por todo el mundo y anunciad la Buena Noticia a los pobres”.xº
No tenemos miedo en reconocer que, siendo humanos y muy limitados, a lo largo de tantos siglos, más de una vez nos hemos equivocado en la manera de dar a conocer al Dios de Jesús.
A veces hemos pensado que dar a conocer a Dios era igual a “enseñar” cosas, ideas, conceptos sobre Dios, o sobre cómo nosotros en un momento dado de la historia entendíamos a Dios. Así en algunos momentos hemos cometido errores muy graves al encontrarnos con otras culturas y otras tradiciones religiosas, no sabiendo respetar la huella que el mismo Dios había dejado en esos pueblos. Algo que más tarde reconocería el Concilio Vaticano II y que a algunos les sigue costando digerir.
En ocasiones hemos pensado que dar a conocer a Dios, consistía en instaurar una nueva religión, que creíamos más perfecta, con unos ritos más purificados y con unos sacramentos cargados de importantes gentos simbólicos, pero que pertenecían a otra cultura y nada tenían que ver con las tradiciones y la comprensión de pueblos nuevos.
En fin, que con frecuencia hicimos del conocimiento de Dios un adoctrinamiento, la imposición de unos ritos extraños al ambiente cultural y obtuvimos como consecuencia personas bautizadas, sin duda con buena voluntad, pero a las que se podría aplicar las palabras del mismo Dios: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
No siempre ha sido así. En la historia misionera de la Iglesia ha habido y hay muchos y extraordinarios ejemplos de misioneros, de trabajo prolongado de generaciones de misioneros, que han sido y son capaces de llegar al corazón de las personas, de transformar sus culturas desde un profundo respeto a sus tradiciones… porque Dios, la religión o la Iglesia no venían a cambiar su cultura. Sino a aportarles, o a reforzar un valor importante: la práctica de la justicia, y a mostrarles que a través de ese actuar justo con el hermano, con el despreciado por todos, con el no valorado como persona, precisamente en ese actuar estábamos conociendo a Dios.
Y ello, porque ese actuar con justicia nos permite entrar en el corazón de un Dios que es amor, nos permite conocer los sentimientos de Dios, sentir como Él. Es el único camino para entrar en intimidad con el Dios Padre y Madre de toda la humanidad.
Todo lo demás: doctrinas, ritos, sacramentos… son importantes en la medida en que nos enseñan a practicar la justicia, a actuar frente al prójimo con los mismos criterios de Dios.
Todo esto se hace especialmente actual en los momentos de crisis que vivimos, donde necesitamos reavivar nuestra fe: creyendo a pesar de lo que vemos, o viendo más allá de lo que nuestros ojos alcanzan a vislumbrar, y seguir apostando por la humanidad, por la capacidad que tenemos de crear algo nuevo.
No son tiempos de mirar atrás con añoranza. Son tiempos de mirar hacia adelante y construir algo nuevo. No sabemos muy bien qué. Pero tenemos claro el camino: practicar la justicia.
Bernardo Baldeón
01/02/2013
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