Por Javier Leoz
1.- Que el Nacimiento de Cristo fue dócil y silencioso, todos lo sabemos. Dios así lo quiso y en propias carnes lo vivieron como nadie Jesús, José y María.
En este Año Santo de la Fe, el Papa Benedicto XVI, nos insta a retomar con más impulso nuestro afán evangelizador. ¿Pero cómo hacerlo si, tal vez, en algunos momentos hemos visto al Señor tan sólo desde lejos? ¿Os habéis fijado que –los preferidos de Dios o los privilegiados por la Buena Noticia- se pusieron inmediatamente en marcha y en imparable movimiento? ¡Nada ni nadie les detuvo!
La estrella, inquieta, aguda, inteligente y protectora, no dejó de destellar radiante y divina luz para señalar la Gloria de Dios que emergía en una pobre gruta
Los pastores, aun en su pobreza, se convirtieron en millonarios acaudalados por un amor de Dios que recompensaba con creces fríos, soledades e indigencias.
Y para que no faltara nada, para enriquecer y engrandecer el Misterio, en el silencio y en medio de dunas y de desiertos, tres coronas sobre tres sienes destellaban y avanzaban en el horizonte. ¡Tres reyes en movimiento! ¡Tres reyes que, atesorándolo todo, intuían que carecían de lo más importante!
Hoy, en esta fiesta de Epifanía, los Magos se convierten en antenas por las que Dios, pasa a ser conocido y recibido, revelado y manifestado a todos los pueblos.
Me gusta expresar, y lo digo una vez más, que los Reyes Magos el gigantesco pergamino real con el que Dios se hizo anunciar, a pesar de su humildad, a todo hombre.
Conducidos por la estrella, tentados por Herodes y mil circunstancias, sus reinos, tronos y riquezas no fueron obstáculo alguno para alcanzar la meta deseada: ¿Dónde está el Rey de los Judíos? ¡Hemos visto su estrella y venimos adorarle!
2. En esta noche, los sueños y las aspiraciones de miles de niños habrán sido cumplidos por la presencia de unos Magos que, dejando año tras año palacios y comodidades, se cuelan por balcones y ventanas para traer sus presentes.
Pero ¿qué obsequio es el más caro, el más codiciado y guardado por los Reyes Magos? ¿Qué regalo, con disgusto de estos regios personajes, queda con frecuencia y en abundancia en los almacenes de sus reinos?
¿Queréis saberlo? ¡El regalo de la fe! ¡El regalo de la esperanza! ¡El regalo del amor a Dios! ¡Cuántos regalos que nadie y muy pocos piden o pedimos!
El resplandor de los Magos fue la estrella; el premio fue contemplar cara a cara al Señor; el detalle, ofrecerle sus sagrados dones en incienso, oro y mirra…y el compromiso como heraldos de lo que vieron y oyeron, fue –una vez en sus respectivos reinos- dirigir el afecto y el vasallaje de sus paisanos al REY DE REYES.
Que nosotros, como los Reyes, nos movamos por aquello que merezca la pena. Que solicitemos de su magnanimidad obsequios que nos hagan ricos por dentro y no juguetees en manos de muchos por fuera. Uno de ellos, y permitidme que os lo diga con total franqueza, es el de manifestar públicamente, sin miedo ni vergüenza lo que sentimos por Cristo. Lo que apreciamos a Jesús. Lo que queremos a nuestra Iglesia.
Ellos ofrecieron sus cofres a rebosar de oro, incienso y mirra. Todos tenemos un gran cofre en el interior de cada uno. ¡Volquémoslo sobre Belén! Un corazón que se ha dado de frente con la Navidad, como ocurrió con los Reyes, se da, se ofrece, se entrega, se vacía, se postra.
Hermanos; niños, jóvenes, padres y mayores… ¡me gustan estos Reyes en movimiento! Fueron soñadores, idealistas, aventureros, emprendedores. No repararon en lo que dejaban atrás. Ante Herodes se mostraron valientes y decididos y…cuando se percataron de la estrella… no dudaron en creer que era cosa de Dios y, como niños, corrieron –no sé si en camello o dromedario- al encuentro del que era un Niño-Dios.
Bienvenidos sean estos regios personajes que, después de emprender su aventura y de regresar a sus respectivos dominios, nos hacen caer en la cuenta que, después de las navidades, hemos de retornar a nuestras vidas por caminos opuestos a la apatía, la vergüenza, la falta de fe, el pesimismo, el poderío, el orgullo o el cansancio.
Organicemos entre todos, Iglesia, Papa, Obispos, sacerdotes, laicos, religiosos, niños y mayores, colegios y cristianos de todo el mundo una gran manifestación. ¡Dios ha hablado por Jesús! ¡Que nadie apague su voz! ¡Seamos, también nosotros, pancarta de lo que en estos días ha ocurrido en Belén! ¡Ha bajado el amor de Dios y…ha de marchar y multiplicarse con nosotros en nuestros pequeños o grandes reinos! Que en este Año Santo de la Fe, como os Magos, nos pongamos en camino, sigamos la estrella, descubramos lo que se encuentra debajo del pesebre y demos testimonio del Verbo Encarnado. ¿Os parece ese un buen regalo con motivo de este Año de la Fe? Comencemos a desenvolverlo.
3.- ¡QUIEN FUERA REY EN ESTE DIA!
Y ante el REY DE REYES, alabar y bendecir la grandeza
de un Dios, que sin necesidad de tanto, en el llano ha caído
Dejar detrás de mí, palacios e imperios
tronos y vasallos, dominaciones y castillos
para postrarme ante Aquel que sólo tiene
el amor como almena
la pequeñez como defensa indefensa
y, como siervos y guardianes
a José y María que, sólo saben mirar,
contemplar y emocionarse ante el Misterio.
Pastores que, sorprendidos por tal mensaje,
dejaron tierras y ganados y marcharon a adorarle.
¡QUIEN FUERA MELCHOR!
Y decirte que, como Rey, mereces ya no sólo el oro
sino que toda rodilla se doble ante el AMOR
¡QUIEN FUERA GASPAR!
Para perfumar, con el incienso, al que siendo hombre
es Dios y hombre a la vez
o que, el aroma se desparramase por todos los valles
donde los hombres todavía desconocen la noticia de tu Nacimiento
¡QUIEN FUERA BALTASAR!
Para ofrendarte, además de cómo Rey y Dios,
la debilidad de lo que somos y que Tú compartes: nuestra humanidad
Te doy gracias, Señor,
porque –sin ser rey- he visto una estrella.
Una estrella que, en la noche oscura,
me ha invitado a seguirle, incluso en las horas amargas,
y, sus destellos, han hablado a mi corazón,
despertando mis sentimientos y mi curiosidad.
Una estrella que ha hecho posible el que yo, hombre y débil,
me postre ante Ti con la misma fe y con la misma emoción
de aquellos Reyes Magos.
Haz Señor, que después de haberte contemplado y rezado
Después de haberte ofrecido mi pobreza
vuelva a mi hogar con la firme promesa
de que tu nombre sea conocido, amado y publicado
por todos los confines de la tierra.
¡Gracias, Señor! ¡Gracias, mi Rey!
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