El evangelio de este domingo nos recuerda un milagro de Jesús: cura a un sordomudo; una persona que apenas podía comunicarse con los demás.
Pero Jesús le tiende su mano cariñosa, le cura y le facilita esa relación con los que le rodean.
También nosotros, a pesar de poder oír y hablar, corremos el peligro de vivir solos, aislados en esta sociedad.
La soledad se ha convertido en una de las plagas más graves de nuestra sociedad.
El contacto humano se ha enfriado en muchos ámbitos de nuestra sociedad. La gente no se siente demasiado responsable de los demás. Cada uno vive su mundo. No es fácil el regalo de la verdadera amistad.
Hay quienes han perdido la capacidad de llegar a un encuentro cálido, cordial, sincero. Se sienten demasiado extraños a los demás.
No son ya capaces de entender y amar sinceramente a nadie, y no se sienten comprendidos ni amados por nadie.
Quizás se relacionan cada día con mucha gente. Pero en realidad no se encuentran con nadie. Viven aislados. Con el corazón bloqueado. Cerrados a Dios y cerrados a los demás, son como ” sordomudos “.
Cuántos hombres y mujeres necesitan hoy escuchar las palabras de Jesús al sordomudo: «Ábrete». No es casualidad que se narren en los evangelios tantas curaciones de ciegos y sordos. Son una invitación a que abramos nuestros ojos y nuestros oídos para acoger el evangelio de Jesús y la salvación que se nos ofrece desde Dios.
También a nosotros se nos hace una invitación a abrirnos. Sin duda, las causas de la incomunicación, el aislamiento y la soledad creciente entre nosotros son muy diversas. Pero, casi siempre tienen su raíz en nuestro egoísmo.
Cuando actuamos egoístamente, nos alejamos de los demás, nos separamos de la vida y nos encerramos en nosotros mismos. Queriendo defender nuestra propia libertad e independencia con celo exagerado, caemos en un aislamiento y soledad cada vez mayor.
Tenemos que aprender, sin duda, nuevas técnicas de comunicación en la sociedad moderna. Pero debemos aprender antes que nada a abrirnos a la amistad y al amor verdadero. Tenemos que ser solidarios.
El egoísmo, la desconfianza y la insolidaridad son también hoy lo que más nos separa y aísla a unos de otros. Por ello la conversión al amor es camino indispensable para escapar de la soledad.
El que se abre al amor al Padre y a los hermanos, no está solo.
El que escucha la Palabra de Dios y tiende su mano cariñosa al hermano, no está solo.
Es lo que nos enseña Jesús en este evangelio de hoy.
Pero Jesús le tiende su mano cariñosa, le cura y le facilita esa relación con los que le rodean.
También nosotros, a pesar de poder oír y hablar, corremos el peligro de vivir solos, aislados en esta sociedad.
La soledad se ha convertido en una de las plagas más graves de nuestra sociedad.
El contacto humano se ha enfriado en muchos ámbitos de nuestra sociedad. La gente no se siente demasiado responsable de los demás. Cada uno vive su mundo. No es fácil el regalo de la verdadera amistad.
Hay quienes han perdido la capacidad de llegar a un encuentro cálido, cordial, sincero. Se sienten demasiado extraños a los demás.
No son ya capaces de entender y amar sinceramente a nadie, y no se sienten comprendidos ni amados por nadie.
Quizás se relacionan cada día con mucha gente. Pero en realidad no se encuentran con nadie. Viven aislados. Con el corazón bloqueado. Cerrados a Dios y cerrados a los demás, son como ” sordomudos “.
Cuántos hombres y mujeres necesitan hoy escuchar las palabras de Jesús al sordomudo: «Ábrete». No es casualidad que se narren en los evangelios tantas curaciones de ciegos y sordos. Son una invitación a que abramos nuestros ojos y nuestros oídos para acoger el evangelio de Jesús y la salvación que se nos ofrece desde Dios.
También a nosotros se nos hace una invitación a abrirnos. Sin duda, las causas de la incomunicación, el aislamiento y la soledad creciente entre nosotros son muy diversas. Pero, casi siempre tienen su raíz en nuestro egoísmo.
Cuando actuamos egoístamente, nos alejamos de los demás, nos separamos de la vida y nos encerramos en nosotros mismos. Queriendo defender nuestra propia libertad e independencia con celo exagerado, caemos en un aislamiento y soledad cada vez mayor.
Tenemos que aprender, sin duda, nuevas técnicas de comunicación en la sociedad moderna. Pero debemos aprender antes que nada a abrirnos a la amistad y al amor verdadero. Tenemos que ser solidarios.
El egoísmo, la desconfianza y la insolidaridad son también hoy lo que más nos separa y aísla a unos de otros. Por ello la conversión al amor es camino indispensable para escapar de la soledad.
El que se abre al amor al Padre y a los hermanos, no está solo.
El que escucha la Palabra de Dios y tiende su mano cariñosa al hermano, no está solo.
Es lo que nos enseña Jesús en este evangelio de hoy.
0 comentarios:
Publicar un comentario