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domingo, 10 de junio de 2012

Corpus: En el silencio y el darse



Para dar no hace falta sacar mucho ruido. Basta alargar la mano.
Y para darse uno mismo, menos todavía.
La mejor manera de darse a los demás es hacerlo en silencio sin que casi se enteren.
Esa es la actitud y el modo de obrar de Dios.
Nos da a Jesús en el silencio de una virginidad.
Nos da a su Hijo en el silencio de una noche a las afueras de la ciudad.
Y ahora, en la noche del Jueves Santo, el Hijo se nos da en el silencio de un pedazo de pan y en el silencio de una copa de vino.

Y en silencio sigue presente en medio de nosotros guardado en el Sagrario.
En ese Sagrario, que es su casa, hay el silencio de una presencia en la que, ni siquiera se le ve si no es con los ojos de la fe.
La Eucaristía es:
El regalo diario de Dios.
Es el don diario de Dios.
Es la presencia callada y silenciosa de Dios.
Es el Dios regalándose cada día.


Flickr: Iglesia en Valladolid
La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús es:
El misterio de la presencia sin ruido.

El misterio de la donación de Dios sin ruido.
El misterio de la comunión de Dios sin ruido.

Hace más ruido una bofetada, que una caricia.
Hace más ruido un arma de fuego, que un abrazo de paz.
Hace más ruido el odio y el insulto que el perdón del corazón.
Hace más ruido la amargura que el gozo del corazón.

Por eso, el Cuerpo y la Sangre de Jesús son el perenne darse de Dios.
Son la perenne entrega a Dios a los hombres, pero sin ruidos.
Participar de ese Cuerpo y de esa Sangre es convertirnos también nosotros en “eucaristía”. En un recibir a Dios en el silencio del corazón y en un convertirnos a nosotros mismos en un darnos silenciosamente a todos nuestros hermanos.
No basta con comulgar cada día y quedarnos en silencio con El.
Comulgar es atrevernos a ser, no la Eucaristía guardada en el Sagrario, sino en la “eucaristía” silenciosa del hogar, de la calle, de la oficina, del trabajo.
Dios tuvo el coraje de hacerse hombre silenciosamente en el seno virginal de una mujer.
Dios tuvo el coraje de hacerse pan y vino de la presencia en una cena de pascua.
Dios tuvo el coraje de vivir para los demás y para que los demás vivan.

Comulgamos mucho, pero ¿tendremos ese coraje divino de vivir cada día para los demás?
Nunca serás más que cuando te olvidas de ti, dejas de pensar en ti, dejas de ser para ti y te haces eucaristía para los demás. Porque sólo entonces vivirás en y desde el amor.
Sé y vive hoy como eucaristía para los demás. La luz no es para sí misma. La luz no necesita ver. Ella está ahí para que otros vean. Una luz que sólo alumbrase para sí misma terminaría apagándose. Y además nadie la vería.
Sé y vive hoy como eucaristía para los demás. Tus ojos no ven para ellos mismos. Ellos no necesitan ver. Están ahí para que tú puedas ver y contemplar las cosas.
Sé y vive hoy como eucaristía para los demás. Tus oídos no necesitan escuchar música alguna. Sólo sirven para que tú puedas recrearte escuchándola y deleitándote con ella.
Sé y vive hoy como eucaristía para los demás. Tu lengua nunca se habla a sí misma. Sólo sirve para que tú puedas hablar con los demás, contarles tus cosas a los demás, expresarles tus sentimientos, decirles cuánto los amas.
Arriésgate a ser eucaristía para darte a los demás.
Es el único riesgo que bien merece la pena correr.
Ese fue el riesgo de Dios.

Sé y vive hoy como eucaristía para los demás. El perfume no huele mientras está tapado y cerrado en el pomo. Sólo se le percibe cuando alguien se abre el frasco y se lo echa en el rostro. El perfume no saca ruido, pero el mundo lo percibe.
Sé y vive hoy como eucaristía para los demás. ¿Temes que así tú no llegues a ser nunca nada? Te equivocas. Tú no eres más quedándote dentro de ti, sino compartiéndote. El mismo Jesús dice de sí mismo: yo he venido para que tengan vida y una vida abundante. Yo entrego mi vida, la doy.

Cuando sientas miedo en darte a los demás, te basta una mirada al Sagrario, a ese pedacito de pan que se da entero y se da a todos.

Clemente Sobrado C. P.

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WebJCP | Abril 2007