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MISIONEROS EN CAMINO: IV Domingo de Pascua (Jn 10. 11-18) - Ciclo B: PASTORES A SUELDO
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jueves, 26 de abril de 2012

IV Domingo de Pascua (Jn 10. 11-18) - Ciclo B: PASTORES A SUELDO



Sacadas de contexto, las palabras del Evangelio pierden su carácter provocativo, su conflictividad, su aguijón. No sé por arte de qué "birli-birloque" han conseguido, teólogos y eclesiásticos, hacer una lectura aséptica y anodina de la vida y obras de Jesús. Tal vez nos haya ayudado a ello la interpretación oficial del Evangelio, presentada por los pastores de la Iglesia -hay honrosas excepciones- que, comulgando con los poderosos en un pasado no muy lejano, etiquetaron de política toda actividad del cristiano que mirase al suelo buscando la transformación de las estructuras injustas.
Puede que hayamos llegado a esta situación, asustados por las amenazas del poder político; éste acostumbra a considerar injerencia en su campo de acción todo intento de sacar en la vida las consecuencias prácticas del compromiso cristiano que lleva irremediablemente al enfrentamiento con todo poder que no sirva al pueblo...
Jesús no fue ni conciliador ni neutral. Su vida fue puro conflicto, constante enfrentamiento con el poder establecido del que denunciaba sus abusos, en especial la manipulación y utilización del pueblo sencillo al que mantenían sus dirigentes cada vez más cerca de la alienación, del abandono y de la muerte.
Poco importaba al Maestro nazareno que este poder fuera político o religioso. Al fin y al cabo, en aquella sociedad teocrática, política y religión iban de la mano.

Esta vez provocó el conflicto un discurso de Jesús en un día de fiesta:
"Yo soy el modelo de pastor" -decía. "Yo soy el modelo de pastor. El pastor modelo se en¬trega él mismo por las ovejas; e1 asalariado, como no es pastor ni son suyas las ovejas, cuando ve venir al lobo, deja las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa; porque a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el modelo de pastor; conozco a las mías y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce a mi y yo conozco al Padre; por eso me entrego yo mismo por las ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este recinto: también a ésas tengo que conducirlas; escu¬charán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor".
Los oyentes comprendieron bien de qué se trataba; el profeta galileo se enfrentaba peligrosamente con la poderosa jerarquía eclesiástica del templo de Jerusalén, pastores asalariados que poco se interesaban de la vida del pueblo. Vivían "de" y no "para" el pueblo. Controlaban al pueblo con su complicada enseñanza religiosa, le sacaban el dinero con aquel sistema en el que hasta el perdón de Dios se compraba con calderilla. Distantes del pueblo, los pastores no conocían a sus ovejas, ni sabían del hambre, del paro y del desempleo, de la miseria y alienación en que vivían sumergidas. Preocupados por una religión, separada de la vida, los pastores se interesaban del templo y sus dependencias; poco les importaba la vida de las ovejas más allá de las puertas del templo. En contrapartida tampoco ellas eran demasiado deferentes con sus pastores: la cúspide de la jerarquía eclesiástica jerosolimitana estaba mal vista por el pueblo sencillo.
Ni amor a las ovejas, ni conocimiento del rebaño, ni preocupación por hacer del pueblo un pueblo unido, un solo rebaño bajo un solo pastor. Sólo interés -y fundamentalmente económico- había como motor de sus actuaciones. Eran pastores a sueldo, profesión bastante difundida, por desgracia, en nuestros días entre los que ostentan cualquier tipo de poder en la sociedad.
Dice el evangelista Juan que, terminado el discurso, "los judíos cogieron piedras para apedrearlo" (Jn 10,31), prueba evidente de que en su palabras se habían visto denunciados. Conflictivo Maestro.

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WebJCP | Abril 2007