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martes, 10 de abril de 2012

El aborto, realidad actual frente al Carisma Misionero


Publicado por OMP Argentina

Algunos puntos para reflexionar

El anuncio del evangelio no sólo es llevar la palabra a nuestros hermanos. Es compartir también nuestra vida, nuestras esperanzas en medio de las realidades que nos tocan vivir. Ser misionero también implica estar abierto a las necesidades e inquietudes del otro. Como bien sabemos, todo este proceso del anuncio es parte de nuestro ser misionero. Y es precisamente por ello que no podemos ser ajenos a la realidad.

Estar preparados e informados de los acontecimientos que se suceden en el mundo actual también es nuestra tarea. Será entonces nuestro deber como laicos y como Iglesia conocer e interpretar la vida a la luz de la Palabra.

Creí oportuno en estos momentos reflexionar sobre algunos hechos que se han producido con bastante frecuencia en los últimos años. Ellos no son para nada inocentes y llevan implícito una intención espuria, con el fin de implementar un nuevo modo de concebir la vida. Así se presenta una cultura del placer y del hedonismo, de lo fácil y lo veloz, de lo que cuesta poco conseguir y lo que escapa al compromiso.

Sobre estas bases se fundamentan los principios que se pretenden imponer en una sociedad como la nuestra, con profunda raíz cristiana y en donde ha primado por mucho tiempo el sentido del bien y de la responsabilidad por sobre todas las cosas.

Aquello que nuestros padres y abuelos nos enseñaron, sin tener siquiera la posibilidad de ser expertos en filosofía, antropología o sociología, y que nos han querido transmitir los valores fundamentales con sus propias vidas y sus acciones a fin de arribar a un solo objetivo, han teniendo presente la convicción profunda de que en algún momento lleguemos a ser buenas personas y hombres de bien. Algunos sectores malintencionados que distan mucho de esta cultura sustentada en el amor y la familia, necesitan justificar acciones que se plasmen en un progreso sin sustento, presentando entonces un futuro que ofrece aristas muy tentadoras, pero que no llegan a medir consecuencias. Esto puede significar una trampa para quienes en el afán de sumarse a la masa y escapar del compromiso o responsabilidad individual y social, no se detienen al análisis pausado y profundo.

El tema del Aborto constituye uno de estos claros ejemplos. Las noticias actuales nos presentan una acción que surge desde la Corte Suprema de Justicia (ni siquiera desde el poder legislativo), que permite a las mujeres que han sido violadas la posibilidad de abortar sin que este hecho genere una demanda social, jurídica, y mucho menos moral. Claro que esta afirmación, así presentada podría parecer o constituir frente a una realidad oscura, una especie de salida rápida y solución eficaz a un acto totalmente indigno como lo constituye en sí mismo una violación.

No somos ajenos ni podemos dejar pasar por alto el hecho despreciable y horroroso que constituye el abuso sexual del cual son víctimas inocentes tantas niñas y jóvenes adolescentes de nuestro país. Y justamente por las características propias que encierra este tipo de dominio y posesión hacia una persona, junto a la coartación de la libertad humana, estas víctimas ni siquiera pueden comunicar o llegar a denunciar.

Como producto de estos abusos, que lleva implícito inevitablemente un acto biológico que no escapa a la naturaleza, algunos de ellos terminan en un embarazo, y con él una nueva vida.

Desgraciadamente estos hechos existen aún en nuestras tierras. Pero pensemos qué paradójico resulta la conclusión de estos sometimientos, en el cual termina siendo el propio embarazo el que pone de manifiesto aquella realidad que han venido padeciendo aquellas jóvenes, las cuales han estado obligadas a callar, muchas veces bajo pena y amenaza.

Aquí es donde se produce un cambio sustancial en la vida de esas mujeres, y por supuesto en su historia la cual cambiará rotundamente de giro. Será allí, en su foro más intimo, donde se jueguen sin duda muchas decisiones y posibilidades, las cuales se pondrán de manifiesto desvelando a la razón, alterando la paz interior y colocando a la persona presa de la angustia, y muchas veces de la desesperación. La alternativa del aborto se hace presente como “solución” radical al problema, a sabiendas que dicha acción dista mucho de ser una solución, y que por tratarse de algo radical, en estos casos se presenta al menos como una modalidad escapatoria al problema.

Entonces comienza la disyuntiva entre terminar con algo no deseado y continuar con el proceso natural que ha dado origen a un nuevo ser. Una vida inocente que ya no puede volver atrás y que constituye la potencialidad del ser humano presente en ese ser.

No podemos ni debemos ser jueces al querer limitar la existencia eliminando a las personas, ya que se trata claramente de dos vidas, una madre y un hijo, que aunque sea el producto de una violación, no deja de ser una persona con los mismos derechos que cualquiera, pero con la diferencia de no poseer en ese momento ni “voz ni voto” para poder siquiera defenderse.

Lo que puede constituir para muchos el derecho a la vida como un dogma, para nosotros es justamente eso: un derecho que encuentra sustento en la ley natural, o dicho de manera más simple, como nos lo han explicado y hemos heredado de nuestros padres: significa dejarnos guiar por nuestro interior, que reconoce naturalmente el camino del bien evitando el mal. Hasta los niños pequeños, los que aún no han recibido instrucción académica saben perfectamente cuando hacen las cosas bien y cuando las hicieron mal. Esto es lo que se constituye como ley natural.

Es muy cierto que en nuestro interior, todos despreciamos y condenamos moralmente el hecho puntual de la violación, pero no lo anteponemos a la existencia de una vida en gestación. Es aquí donde debemos actuar, como personas, como misioneros y como cristianos. Debemos buscar para cada caso en particular la ayuda específica, la palabra justa y el acompañamiento necesario, que desgraciadamente ni nuestra sociedad, al menos en parte, y nuestras leyes ofrecen tal ayuda.

Nuestra tarea no es correr detrás del fuego, sino justamente es prevenir el incendio. Y de eso se trata cuando decimos que no nos convencen las salidas facilistas o las acciones rápidas. Cuanto más pensemos en nuestros hermanos, más nos acercaremos a sus necesidades, iluminados siempre de la Palabra de Dios que es la única fuente de vida, y vida en abundancia. No nos olvidemos que es “la verdad la que nos hará libres”. La conclusión entonces es una sola, y uno sólo es el camino. Por más que intentemos buscar alguna coartada.

Debemos entonces estar atentos cuando nos quieran ofrecer alternativas. Aún cuando parezcan reales, muy tentadoras y lógicas en su discurso, si no encuentran fundamentos sólidos y verdaderos terminarán aturdiéndonos, corrompiendo de algún modo nuestra propia humanidad y nuestra identidad de seres humanos.

Dr. Fabián Romano
Coordinador Nacional del Equipo de la UEAM (Unión de Enfermos y Ancianos Misioneros)

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WebJCP | Abril 2007