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MISIONEROS EN CAMINO: UNA RELACIÓN DE AMOR, NO COMERCIAL: III Domingo de Cuaresma (Jn 2,13-25) - Ciclo B
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domingo, 11 de marzo de 2012

UNA RELACIÓN DE AMOR, NO COMERCIAL: III Domingo de Cuaresma (Jn 2,13-25) - Ciclo B



INTRODUCCIÓN

En las tres primeras lecturas de los domingos que llevamos de cuaresma, se nos ha hablado de pacto. Después de la alianza con Noe (Dom. 1) y con Abraham (Dom. 2), se nos narra hoy la tercera alianza, la del Sinaí. La alianza con Noe, fue la alianza cósmica del miedo. La de Abrahán fue la familiar de la promesa. La de Moisés fue la nacional de la Ley.
¿Cómo debemos entender hoy estos relatos? Noe, Abrahán y Moisés, son personajes legendarios. La historia “sagrada” que narra la vida y milagros de estos personajes empezó a escribirse hacia el siglo IX antes de Cristo. Son míticas leyendas que no debemos entender al pie de la letra. Se trata de experiencias vitales que responden a las categorías religiosas de cada época.

Hoy nadie, en su sano juicio, puede pensar que Dios le dio a Moisés unas tablas de piedra con los diez mandamientos. No fue Dios quien utilizó a Moisés para comunicar su Ley, sino Moisés el que utilizó a Dios para hacer cumplir unas normas que él consideró imprescindibles para la construcción y supervivencia del un pueblo.

Dios no puede hacer pactos con nadie porque no puede ser “parte”. Una cosa es la experiencia de Dios que los hombres tienen según su nivel cultural, y otra muy distinta lo que Dios es. Jesús nos habló del Dios de la “alianza eterna”.

Dios actúa de una manera unilateral y desde el amor, no desde un ‘toma y daca’ con los hombres. Dios se da totalmente sin condiciones ni requisitos, porque el darse (el amor) es su esencia. En el Dios de Jesús no tienen cabida los pactos ni las alianzas. Lo único que espera de nosotros es que descubramos la presencia de ese amor total identificado con nuestro propio ser, y actuemos con los demás como Él actúa con nosotros.

EXPLICACIÓN DEL EVANGELIO

El nombre de “purificación del templo” no es adecuado, porque no se trata de purificar, sino de sustituir. El pasaje del templo lo hemos entendido de una manera demasiado simplista. Una vez más la exégesis viene en nuestra ayuda para descubrir el significado profundo del relato.

Como buen judío, Jesús desarro­lló su vida espiritual en torno al templo; pero su fidelidad a Dios le hizo comprender que lo que allí se cocía no era lo que Dios esperaba de los seres humanos. Es muy importante recordar que cuando se escribió este evangelio, ni existía ya el templo ni la casta sacerdotal tenía ninguna influencia en el judaísmo. Pero el cristianismo se había convertido ya en una religión y podía caer en la tentación de repetir aquella manera de dar culto a Dios.

Es casi seguro que algo parecido a lo que nos cuentan, sucediera realmente, porque el relato cumple perfecta­mente los criterios de historici­dad. Por una parte lo narran los cuatro evangelios. Por otra es algo que podía interpretarse por los primeros cristianos (todos judíos) como desdoro de la persona de Jesús: no es fácil que nadie se lo pudiera inventar si no hubiera ocurrido y no hubiera estado en las fuentes.

Nos han repetido, por activa y por pasiva, que lo que hizo Jesús en el templo fue purificarlo de una actividad de compraventa ilegal y abusiva. Según esa versión, Jesús lo que intenta es que al templo se vaya a rezar y no a comprar y vender.

Esto no tiene fundamento alguno, puesto que lo que estaban haciendo allí los vendedores y cambistas, era completa­mente imprescindible para el desarrollo de la actividad del templo. Se vendían bueyes ovejas y palomas, que eran la base de los sacrifi­cios que se ofrecían en el templo. Los animales vendidos en el templo para sacrificarlos estaban controlados por los sacerdotes; de esa manera se garantizaba que cumplían todos los requisitos de legalidad.

También eran imprescindibles los cambistas, porque al templo solo se le podía ofrecer dinero puro, es decir, acuñado por el templo. En la fiesta de Pascua, llegaban a Jerusalén israelitas de todo el mundo, a la hora de hacer la ofrenda no tenían más remedio que cambiar su dinero romano o griego por el del templo.

Jesús quiso manifestar con un acto profético, que aquella manera de dar culto a Dios, no era la correcta. Imaginad que una persona entra en la sacristía de una iglesia, se apropia del vino y las formas e impide que se diga la misa. No se le juzgaría por apoderarse de unos gramos de pan y una mínima cantidad de vino, sino por impedir la celebración de la eucaristía.

No podemos pensar en una acción espectacular. En esos días de fiesta podía haber en el atrio del templo ocho o diez mil personas. Es impensable que un sólo hombre con unas cuerdas pudiera arrojar del templo a tanta gente. Además, el templo tenía su propia guardia, que se encargaba de mantener el orden.

Por si esto fuera poco, en una esquina del templo se levantaba la torre Antonia, con una guarnición romana. Los levantamientos contra Roma tenían lugar siempre durante las fiestas. Eran momentos de alerta máxima para las autoridades romanas. Cualquier desorden hubiera sido sofocado en unos minutos.

Los textos que citan los evangelistas son la clave para interpretar el hecho. Debemos tener claro que la Biblia no estaba dividida en capítulos y en versículos como ahora. Era una escritura continua que ni siquiera separaba las palabras unas de otras. Para citar la Biblia se recordaba una frase y con ella se hacía alusión a todo el contexto.

Los sinópticos ponen en labios de Jesús una cita de (Is 56,7) "mi casa será casa de oración para todos los pueblos"; y otra de (Jer 7,11) "pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos".

El texto de Isaías hace referencia a los extranjeros y a los eunucos que estaban excluidos del templo, y dice: “yo los traeré a mi monte santo y los alegraré en mi casa de oración. Sus sacrificios y holocaus­tos serán gratos sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos."

Isaías está diciendo, que en los tiempos mesiánicos, los eunucos y los extranjeros podrán dar culto a Dios. Ahora no podían pasar del patio de los gentiles.

El texto de Jeremías (Jer 7,8-11) dice así: "No podéis robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal, correr tras otros dioses y luego venir a presentaros ante mí, en este templo consagrado a mi nombre, diciendo: ‘Estamos seguros’ y seguir cometiendo los mismos crímenes. ¿Acaso tenéis este templo por una cueva de bandidos?”

Los bandidos no son los que venden palomas y ovejas, sino los que hacen las ofrendas sin una actitud mínima de conversión. Son bandidos, no por ir a rezar, sino porque solo buscaban seguridad. Lo que Jesús critica es que con los sacrificios se intente comprar a Dios.
Juan va por otro camino y cita un texto de Zacarías (14,20) "En aquel día se leerá en los cascabeles de los caballos: "consagrado a Yahvé", y serán las ollas de la casa del Yahvé como copas de aspersión delante del altar; y toda olla de Jerusalén y de Judá estará consagrada a Yahvé y los que vengan a ofrecer comerán de ellas y en ellas cocerán; y ya no habrá comerciante en la casa de Yahvé en aquel día".

Esa inscripción "consagrado a Yahvé" la llevaban los cascabeles de las sandalias de los sacerdotes y las ollas donde se cocía la carne consagrada. Quiere decir que en los tiempos mesiánicos, no habrá distinción entre cosas sagradas y cosas profanas, Dios lo inundará todo y todo será sagrado, es decir, ordenado al Señor.

Las personas no serán santas porque vengan a rezar al templo, su santidad se hará presente en la vida ordinaria. En el Apocalipsis (Ap. 21.22) se dice: "No vi santuario en la ciudad, pues el Señor todopoderoso y el Cordero, eran su santuario."

Los vendedores interpelados (los judíos) le exigen un prodigio que avale su misión. No reconocen a Jesús ningún derecho para actuar así. Ellos son los dueños y Jesús un rival que se ha entrometido. Ellos están acreditados por la institución misma, quieren saber quién le acredita a él. No les interesa la verdad de la denuncia, sino la legalidad de la situación, que les favorece. Pero Jesús les hace ver que sus credenciales han caducado. Las credenciales de Jesús serán ‘hacer presente la gloria de Dios a través de su amor’.

Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré. Aquí encontramos la razón por la que leemos el texto de Juan y no el de Marcos. Esta alusión a su resurrección da sentido al texto en medio de la cuaresma. Le piden una señal y él contesta haciendo alusión a su muerte.

Su muerte hará de él el santuario único y definitivo. Una de las razones para matarlo, será que se ha convertido en un peligro para el templo. Es interesante descubrir que, para Juan, el fin de los templos está ligado a la muerte de Jesús.

APLICACIÓN

La aplicación a nuestra vida del mensaje del evangelio de hoy, podría tener consecuencias espectaculares en nuestra relación con Dios.

Si dejásemos de creer en un Dios ‘que está en el cielo’, no le iríamos a buscar en la iglesia (edificio), donde nos encontramos tan a gusto.

Si de verdad creyésemos en un Dios que está presente en todas y cada una de sus criaturas, trataríamos a todas con el mismo cuidado y cariño que si fuera Él mismo.

Nos seguimos refugiando en lo sagrado, porque seguimos pensando que hay realidades que no lo son. Una vez más el evangelio está sin estrenar.



Meditación-contemplación


“Ya no habrá comerciantes en la casa del Señor, en aquel día”.
Ha llegado, de verdad, para mí “aquel día”.
¿He salido ya de un toma y daca en mis relaciones con Dios?
¿He descubierto que Él me lo ha dado todo
y que yo tengo que hacer lo mismo?
…………………

Mis relaciones con Dios tienen como base su amor total.
Nada puedo pedir ni esperar de Él que no me haya dado ya.
Mi tarea consiste en tomar conciencia de ese don total.
Mi vida real responderá entonces a esa realidad.
…………………

Todas las criaturas son manifestación de Dios.
La única Realidad es Él mismo.
Nosotros solo somos la imagen que se refleja en el espejo,
que no estaría ahí si Él no estuviera presente al otro lado.
…………………


Fray Marcos

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WebJCP | Abril 2007