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MISIONEROS EN CAMINO: VI Domingo del T.O - Ciclo B (Mc 1,40-45): TÓCAME
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jueves, 9 de febrero de 2012

VI Domingo del T.O - Ciclo B (Mc 1,40-45): TÓCAME


Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

“Encolerizado, extendió su mano, lo tocó y le dijo: Quiero queda limpio”. Marcos no nos dice lo que Jesús enseñaba, pero sí nos dice algo mejor, Jesús sanaba. Liberó al endemoniado, sanó a la suegra de Pedro y, hoy, sana, que es más que curar, al enfermo de la piel. Give me some skin, saludo de los afroamericanos, que traducido literalmente significa –dame algo de piel, o coloquialmente, tócame, chócala.

La piel es nuestro vestido exterior, vestido precioso que cuidamos muchísimo y que más que cualquier otro rasgo humano es motivo de divisiones. Divididos por la piel en blancos y negros, amarillos y rojos. Y si este vestido multicolor tiene algún defecto o alguna enfermedad como la lepra o el sida la división y el rechazo es total. ¿Cómo serían los otros si los viéramos sin el vestido de la piel?

Ya nadie te da un poco de piel. Nadie te toca.

Hace unos años, cuenta Rosemary Brown, Marcos un buen amigo estaba enfermo de sida en un hospital. Yo lo visita regularmente, pero en mi última visita se encontraba muy enfermo y muy débil. Rezamos juntos y cuando me disponía a marcharme, Marcos me miró con lágrimas en los ojos y me dijo: ¿Tienes miedo a abrazarme? Creo que ese fue uno de los abrazos más preciosos de mi vida.

Jesús, nos dice Marcos, encolerizado tocó al leproso.

Jesús tocó al que según la ley era intocable. Los enfermos de la piel eran impuros, estaban descalificados para acercarse a lo santo, al templo, a los sacerdotes que eran los que declaraban la enfermedad y la curación.

Jesús, encolerizado, lo tocó, es decir, se hizo impuro con el impuro, se hace ritualmente impuro y no puede entrar en los pueblos a predicar el evangelio,-para eso he venido- decía el domingo pasado, su ministerio es interrumpido por leyes humanas que son las que esclavizan y nos apartan de Dios.

La cólera de Jesús no se dirige al leproso sino a la sociedad que margina y excluye, se dirige a la religión que aleja a los hijos de Dios de la fuente de la vida, que absolutiza la ley y margina a la persona, que pone el acento en lo exterior, que declara culpable al inocente y lo castiga con una excomunión total.

La cólera de Jesús sigue denunciando la intolerancia de los hombres incapaces de encontrar el camino de la sanación de las relaciones humanas, incapaces de eliminar las marginaciones y dar plena humanidad a todos.

Los hombres, egoístas que somos, no sólo somos cada vez más indiferentes al mal y al sufrimiento que nos rodea, a pesar de estar omnipresente en nuestras salas de estar, sino que lo evitamos y lo ocultamos para que nadie y especialmente nuestros hijos no se traumaticen.

“Si quieres puedes limpiarme”. Frente a Jesús se encuentra un leproso mendigando con humildad y sencillez.

Jesús que no vino a buscar a los puros sino a los impuros, lo tocó físicamente y espiritualmente.

Jesús que no es un curandero lo tocó por dentro y por fuera.

Jesús le impone silencio, el secreto mesiánico se revelará plenamente en la cruz, y lo envía a los sacerdotes para que ya que lo habían excluido del culto y de la sociedad lo reconcilien con el mundo de los vivos.

Jesús nos quiere, hoy, tocar a todos con el poder de su perdón y de su sanación. Todos necesitamos ser tocados por Jesús y liberados de nuestro pasado.

Celebramos, hoy, la jornada de Manos Unidas, esta ONG católica que quiere tocar muchas vidas por el ancho mundo. Su lema es -La Salud, Derecho de Todos- lema que nos recuerda que aún quedan leprosos en el mundo, hermanos con sida, malaria, cáncer…la enfermedad nos iguala a todos.

Los hombres vivimos amenazados por la enfermedad física, social y espiritual. Estar sano es mucho más que tener una salud de hierro y no necesitar nada. Estar sano es necesitar a los demás y ser necesitado por los demás.

Es hermoso que Jesús nos toque y vivamos una relación personal con él, pero si escuchamos su palabra, ésta nos empuja a tener una relación cordial con todos los hombres y especialmente con los que sufren para juntos hacer el camino de la vida.

Michael Kirwan, miembro de la comunidad del Catholic Worker de Dorothy Day, cuenta en una entrevista cómo decidió entregarse de lleno al trabajo con los sin techo.

Una noche llevé una jarra de cuatro litros de sopa de guisantes a un grupo de mendigos y me senté en un bloque de cemento con ellos. Un tipo fuerte cogió la jarra y de un golpe me la rompió en la cabeza. En lugar de echar a correr le pregunté por qué lo había hecho y me dijo: Usted viene a alimentar a los perros, les lleva la comida y se la pone delante como se pone a los animales y luego se larga. Hable con nosotros, visítenos, tóquenos. No mordemos.

Estos mendigos querían ser respetados, escuchados y amados. Darles comida no era suficiente.

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WebJCP | Abril 2007