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miércoles, 29 de febrero de 2012

Cardenal Filoni: "Más de cinco mil millones de personas no conocen el Evangelio


Publicado por Religión Digital

Pocas personas como el cardenal Fernando Filoni tienen a su cargo casi el 40% del territorio donde la iglesia trabaja a nivel mundial, con cerca de mil obispos bajo su jurisdicción. No todos recuerdan que él, siendo nuncio y junto a los católicos de Irak --obispos y pueblo de Dios--, decidieron quedarse en medio de los bombardeos, cumpliendo con su misión. Lo que casi no se sabe, es que el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos se especializó en periodismo cuando estudió ciencias sociales.

Por eso en esta entrevista concedida a ZENIT --la primera después del Consistorio--, pudimos hablar ampliamente de cómo recibió esta dignidad cardenalicia, de aquello que les ha pedido el papa a los cardenales y de los desafíos que tiene la misión hoy, incluso en la llamada "Iglesia del silencio". Y ha sido muy claro en señalar la actitud que deberían tener los católicos en los lugares donde son perseguidos --recordándoles que hay un martirio--, y ha querido alentar a los cerca de dos millones de misioneros en el mundo , llamándolos "lo mejor que tiene Propaganda Fide".

Eminencia, el santo padre le ha otorgado esta alta dignidad. ¿Cómo se siente?

-Los prefectos de la Congregación de Propaganda Fide siempre han sido cardenales. Como tal, la nominación no ha sido una novedad, aunque la noticia fue recibida personalmente por mí con un sentimiento de gratitud y también, por así decirlo, de indignidad respecto a la dignidad de cardenal. Por lo cual creo que este gesto del santo padre se deba principalmente a nuestra Congregación de la que soy el prefecto. En lo particular tiene relación, creo, con todos los sacerdotes, aquellos misioneros, aquellas misioneras religiosos, religiosas, laicas y laicos que cotidianamente dedican su vida al Evangelio en todos los países y territorios bajo nuestra competencia. Estoy convencido de que este reconocimiento va en primer lugar a ellos.

¿Qué significa la toma de posesión de una parroquia para cada cardenal?

-Cada cardenal tiene un título. Mi título está relacionado con la parroquia de Nuestra Señora de Coromoto, en San Juan de Dios. Esto significa que un cardenal entra a formar parte del clero de Roma y, como tal, respetando una antiquísima tradición de que los cardenales sean miembros de la diócesis del papa, asisten al sumo pontífice en el ministerio pastoral, en el ministerio supremo de jefe de toda la iglesia. El estar ligado a una iglesia, a una parroquia, significa involucrar luego a toda la población que forma parte de esta, en la oración, en el amor y en el apoyo al ministerio del santo padre; es una forma de participación que me parece necesario, para que el papa sienta que su misión es apoyada y amada por toda la Iglesia, sobre todo de esta comunidad, de esta parroquia concreta.

El papa les dio el anillo cardenalicio con un nuevo diseño, ¿verdad?

-El diseño lo quiso así nuestro santo padre, y muestra dos figuras, una de san Pedro y la otra de san Pablo, que como sabemos son los testigos de la fe aquí en Roma. Por lo tanto, se trata de un símbolo estrechamente unido con la Sede Apostólica. Pedro con su fe, Pablo con su predicación a los gentiles. Estos dos aspectos se unen en la persona del papa y por supuesto los cardenales participan de esta misma realidad. También hay una pequeña estrella que es precisamente el símbolo de la fe.

El papa en sus mensajes ha pedido a los cardenales que no sigan la lógica del mundo, sino la lógica de Jesús. ¿Cómo ha recibido este mensaje?

-Creo que va en el estilo del papa Benedicto. Él siempre ha dicho que la Iglesia no es un fin en sí misma, sino que la Iglesia ha sido querida por Jesús a fin de que los hombres, conociendo el evangelio, puedan conocer a Dios. La espiritualidad es central en la misión del papa Benedicto. Así que llamar a los fieles, a los sacerdotes, obispos y cardenales a esta centralidad, me parece la cosa más bella, muy en línea con el ministerio pastoral de Benedicto XVI.

¿Cuál es el énfasis del papa en su mensaje para la Jornada misionera de octubre?

-El papa dice que la Iglesia tiene una misión, por lo que su centro y su horizonte es el anuncio del evangelio. El papa parte del Concilio Vaticano II; por lo que después de cincuenta años, nos hace una pregunta: ¿Cómo era la Iglesia misionera hace cincuenta años y qué es hoy la Iglesia misionera? Y aquí, por supuesto, el santo padre, siguiendo la indicación de esta pregunta, habla de una ‘eclesiología misionera', puesto por el Concilio al centro de la reflexión de toda la Iglesia: la obra misionera no sólo como acción de los institutos religiosos, sino de toda la Iglesia que participa. Consideremos, por ejemplo, cómo los laicos se han involucrado: mientras que antes estaban un poco al margen de la actividad misionera, hoy se han vuelto protagonistas.

Más bien diremos, en un cierto sentido, que a falta de vocaciones misioneras tradicionales, han aumentado enormemente las vocaciones misioneras laicas. Cuántos movimientos ven justamente ahora, en el anuncio del evangelio, el centro de sus actividades. En el mensaje hay un segundo punto: ‘la prioridad y el anuncio del evangelio', a sabiendas de que más de cinco mil millones de personas no lo conocen. El tercer punto es ‘la fe y el anuncio'. Es decir, no podemos anunciar el evangelio si no hay una coherencia de vida, si no se ama la propia fe; de este amor por la propia fe nace el deber de comunicarla; así, de la riqueza del conocimiento de la propia fe proviene el impulso para anunciarla a los demás. Por último, ‘el anuncio que se hace caridad'. Es decir, desde el momento en el cual anuncio el evangelio no soy indiferente a los demás, y en consecuencia me hago cargo también de sus necesidades materiales.

Hay tantos lugares donde sufre la iglesia, donde sus miembros no pueden expresar su fe porque son perseguidos o expulsados ​​de su propia tierra. ¿Cuál debe ser nuestra actitud en estos lugares de riesgo?

-En mi discurso de bienvenida y agradecimiento al santo padre del domingo 19 de febrero, hay un punto en el que dije que la púrpura es un signo del martirio, por el que la Iglesia pasa siempre. Incluso hoy en la Iglesia, por la fidelidad a su Señor, no faltan el martirio, las tribulaciones y las persecuciones a muchos de sus miembros. Por lo tanto, parece connatural que la vida de la iglesia no puede ser separada de un testimonio que a veces se tiñe también de púrpura, de rojo, de sangre.

Muchos recuerdan su actitud durante el ataque a Irak, y también la de toda la Iglesia, cuando corrió el riesgo del martirio...

-En ese momento no se piensa en el martirio, se piensa en ser fiel, tanto a la misión que se ha recibido --que era la misión que en ese momento el papa Juan Pablo II me había encomendado: la paz--, como a la misión de mantener unidos a obispos, sacerdotes y fieles. Recuerdo siempre con profunda emoción espiritual, el modo en que todos los sacerdotes permanecieron en sus parroquias, en sus iglesias; muchos abrieron la propia iglesia para que la gente trajera sus colchones, sus mantas y encontraran refugio en ellas, con la esperanza de que al menos esos lugares se salvaran de los bombardeos. En las iglesias encontraban refugio no sólo cristianos sino también musulmanes, con quienes se compartían momentos de oración y de canto. Fue un testimonio extraordinario, que permanece en la memoria de nuestros cristianos. Todo esto, visto hoy, nos recuerda que, a pesar de que en Irak los cristianos eran una minoría, dieron un testimonio fantástico no solo a toda la Iglesia, sino también al pueblo iraquí.

Hablemos de China, Corea del Norte, Vietnam, donde los fieles no pueden expresar su fe. ¿Ha habido algunos avances en estos países?

-Se trata de sociedades muy diferentes de las nuestras, tanto desde el punto de vista político, como desde el punto de vista cultural; la Iglesia en estos países es minoría. Así es que no se impone por la fuerza numérica, pero lo que la Iglesia pide en estos lugares es reivindicar aquella libertad que es inherente a cada persona y, por supuesto, a cada creyente. La esperanza continúa, permanece con nosotros, de lo contrario no tendría sentido que trabajáramos en ello. Y, por supuesto, junto a la esperanza creemos en el diálogo a todos los niveles, en el entendimiento mutuo, en saber por qué hay ciertas situaciones como estas. Esperamos que las dificultades puedan superarse algún día. La Iglesia le asegura a los gobiernos que no tienen nada que temer de los católicos. Los católicos son hombres y mujeres que, profesando su fe, se convierten en ciudadanos leales a su país y a su propia autoridad; ellos reivindican solo el poder tener aquella libertad de rezar y de organizarse, de acuerdo a lo que son las prácticas de su iglesia, en particular de la iglesia católica.

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WebJCP | Abril 2007