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MISIONEROS EN CAMINO: III Domingo de Adviento (Jn 1,6-8.19-28) - Ciclo B: En medio de ustedes hay uno a quien no conocen
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domingo, 11 de diciembre de 2011

III Domingo de Adviento (Jn 1,6-8.19-28) - Ciclo B: En medio de ustedes hay uno a quien no conocen



A mitad del adviento, las lecturas nos invitan a repensar nuestra condición de criaturas que deben tomar una actitud vital adecuada a su condición de seres humanos. El tono de toda la liturgia es de alegría. La verdadera alegría nace del descubrimiento de lo que Dios es para nosotros, y de la posibilidad de identificarnos con Él, saliendo de nuestro egoísmo y compartiendo lo que somos y tenemos.
“Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios” decía Isaías. “Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, decía María. “Estad siempre alegres”, decía Pablo. Dios está cerca en todos los sentidos. No sólo tenemos derecho a estar alegres, sino que tenemos la obligación de ser alegres.

CONTEXTO

Como Marcos es tan escueto, la liturgia, en este ciclo B, echa mano de evangelio de Juan para completar los temas. Hoy leemos 13 versículos del capitulo 1. Los tres primeros son la primera alusión al Bautista que hace en su famoso prólogo. Todo el evangelio de Juan está estructurado como una lucha entre la luz y la tiniebla, por eso vemos planteada ya la batalla al hablar de Juan Bautista. “No era él la luz, sino testigo de la luz”.

Esta aclaración al principio del evangelio, manifiesta que había controversia sobre el significado de la figura del Bautista. Como todos los evangelistas, también Juan quiere dejar clara la diferencia entre el Bautista y Jesús. Es muy probable que el versículo 6 fuera el principio del evangelio, antes de añadirle el prólogo, porque hay muchos libros del AT que comienzan exactamente igual: “Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba…”

Los otros diez versículos vienen a continuación del prólogo, y nos narran una curiosa misión (sacerdotes, levitas y también fariseos) de parte de los “judíos”. En el evangelio de Juan, judíos quería decir los dirigentes y todos los integrados en el régimen.

Esta segunda parte del relato de Juan, da por supuesto que el lector conoce lo que el Bautista hacía en el desierto de Judea. Empieza directamente con el interrogatorio al que le someten los enviados. Eran los responsables del orden, por tanto no tiene nada de extraño que se preocupen por lo que está haciendo, en nombre de Dios, un extraño personaje que no tenía ninguna conexión con el régimen ni con la institución religiosa.

EXPLICACIÓN

La pregunta que le hacen no puede ser más simple: ¿Tú quién eres? En aquel momento circulaban varias figuras en las que el pueblo tenía puestas las expectativas mesiánicas. La figura principal era el Mesías, pero también se hablaba del un profeta escatológico (como Moisés). Y de Elías que volvería a preparar el camino al Mesías.

Es lógico que las autoridades religiosas se interesa­ran por la actividad del Bautista. Según parece, Juan atrajo mucha gente a oír su predicación y a participar en su bautismo. La pregunta quería decir: ¿con cuál de las figuras mesiánicas te identificas? La respuesta fue también muy sencilla: con ninguna: No soy el Mesías ni Elías ni el Profeta.

No se dan por satisfechos, porque tenían que volver con una respuesta. Le exigen que defina su papel como alterna­tiva a las negaciones anteriores. La respuesta es simple: Soy una voz.

Entonces, si no eres tú el Mesías ni Elías ni el Profeta ¿por qué bautizas? No se identifica con ninguno de los personajes previsibles, pero se siente enviado por Dios. La pregunta lleva en sí una acusación. Es un usurpador. El hecho de bautizar estaba asociado a una de las tres figuras anteriores. Consideran el bautismo de Juan como un movimiento en contra de las instituciones. En realidad era el símbolo de una liberación de las autoridades.

Yo bautizo con agua. La justificación de su bautismo es humilde. Se trata de un simple bautismo de agua. El que ha de venir bautizará en espíritu santo. Esta distinción entre dos bautismos, agua y Espíritu parece típicamente cristiana, seguramente para dejar, una vez más, bien clara la diferencia entre el bautismo de Juan y el cristiano.

Entre vosotros hay uno que no conocéis. El bautista habla de una presencia velada que no es fácil de descubrir. Es el recuerdo de lo que les costó conocer a Jesús. Esa dificultad permanece hoy. Incluso los que repetimos como papagayos que Jesús es Hijo de Dios, no tenemos ni idea de quién es Dios y quién es Jesús. Ni lo tenemos como referente ni significa nada en nuestras vidas. En el mejor de los casos, lo único que nos interesa es la doctrina, la moral y los ritos oficiales para alcanzar una seguridad externa.

Para entender la relación entre la figura del Bautista y Jesús, es imprescindible que nos acerquemos a la narración sin prejuicios. Para nosotros, esto no es nada fácil, porque lo que primero hemos aprendido de Jesús, es que era el Hijo de Dios, o simplemente que era Dios. Desde esta perspectiva, no podremos entender nada de lo que pasó en la vida real de Jesús.

Este juicio previo (prejuicio) distorsiona todo lo que el evangelio narra. Lucas dice que Jesús crecía en estatura, en conocimiento y en gracia ante Dios y los hombres. Pablo nos dice que pasó por uno de tantos, y que actuó como un hombre cualquiera.

Jesús desplegó su vida humana como cualquier otro ser humano. Como hombre, tuvo que aprender y madurar poco a poco, echando mano de todos los recursos que encontró a su paso. Fue un hombre inquieto que pasó la vida buscando, tratando de descubrir lo que era en su ser más profundo. Su experiencia personal le llevó a descubrir dónde estaba la verdadera salvación del ser humano y entró, el primero, por ese camino de liberación.

Si no entendemos que Jesús fue plenamente hombre, es que no aceptamos la encarnación. Que Jesús es el Hijo de Dios, no debe ser el punto de partida para acercarnos a su figura, sino el punto de llegada, después de analizar su trayectoria humana.

Desde esta perspectiva comprenderemos cómo tuvo que impactar en Jesús la figura de Juan Bautista. ¡Un profeta! Hacía varios siglos que no había habido profetas en Israel. Se sintió atraído e impresionado por su figura y por su mensaje. La prueba está en que aceptó su bautismo. No podemos pensar en una puesta escena por parte de Jesús. Su bautismo fue una sincera aceptación de la predicación y de la actitud vital que llevaba consigo. No fue el bautismo de Cristo, sino el bautismo de Jesús... Trata de comprender bien esto.

Es comprensible que los primeros cristianos no se sintieran nada cómodos al admitir la influencia de Juan Bautista en la persona de Jesús. Esta es la razón por la que siempre que hablan de él los evangelios, hacen referencia al precursor, que no tiene valor por sí mismo, sino en virtud de la persona que anuncia. A pesar de ellos tenemos muchos datos interesantes sobre Juan Bautista. Incluso de fuentes extrabíblicas.

El primer dato histórico sobre Jesús que podemos constatar en fuentes no bíblicas, es el bautismo de Jesús por Juan. Todo ello indica que los primeros cristianos se vieron obligados a hablar de Juan para dar razón de la figura de Jesús, aunque fueran conscientes de la gran diferencia entre ambos.

A pesar de encontrarse con la figura formidable de Juan, Jesús no renunció a seguir buscando. Eso le llevó a distanciarse de él en muchos puntos. En una cosa están de acuerdo: no basta la pertenencia a un pueblo ni los rituales externos para salvarse. Es necesaria la actitud interior fundamental de apertura a Dios que tiene que traducirse en las obras.

Pero hay también diferencias sustanciales. Juan predicaba una conversión para escapar de la ira de Dios. No predicaba una buena noticia, sino una estrategia para escapar del castigo inminente. La salvación sería para unos pocos; los que aceptasen su predicación y su bautismo. Jesús predica una buena noticia para todos. No enseña la manera de escapar de la ira de Dios, sino la manera de entrar en la dinámica de su amor.

También encontramos un gran contraste entre la austeridad de Juan, como medio de salvación, y la invitación a la alegría y a disfrutar de la vida que hace Jesús.

En las lecturas de hoy encontramos estos motivos de alegría: para Isaías, que me ha vestido un traje de gala, también a los oprimidos. Para Pablo, que el Señor está cerca y viene a salvar. Para María, porque ha mirado la humilla­ción de su esclava. Siempre la acción de Dios como base de la verdadera alegría. Cualquier otra alegría es engañosa. En ninguna otra alegría se puede confiar. La buena noticia, el verdadero evangelio es que Dios viene y salva.

Naturalmente Juan no está haciendo un reportaje periodístico de un encuentro que tuvo lugar un día determinado a una hora determinada, entre los enviados y el Bautista. Juan está haciendo teología para aquellos cristianos de finales del siglo I, que ya habían avanzado en el conocimiento de Jesús.

Es muy poco probable que el Bautista fuese capaz de adivinar todo lo que encerraba la figura de Jesús en el momento en que empezaba su andadura mesiánica. No tiene mucho sentido que el Bautista anduviera diciendo que no era el Mesías, ni que Jesús proclamara que lo era. Juan desarrolla este relato desde la perspectiva de una defensa a favor de Jesús que pone en boca de Juan Bautista. Se quiere dejar claro que el Bautista no es más que una señal que anuncia al verdadero Mesías.



Meditación-contemplación


“No era él la luz, sino testigo de la luz”.
Trata de retener esta imagen y profundiza en ella.
La luz de la que habla no es la física.
Se trata de la misma divinidad que hace posible lo real.
………………..

La luz física no puede ser percibida directamente.
El ojo ve los objetos que reflejan la luz que los alcanza.
Los espacios intersiderales son una inmensa oscuridad.
Sólo cuando la luz encuentra un objeto material, se puede descubrir.
…………….

El ser humano Jesús tampoco era la Luz,
pero a través de su físico,
dejaba ver con toda claridad la Luz que es Dios.
La Luz te está alcanzando siempre.
¿Eres capaz de reflejarla?

Fray Marcos

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WebJCP | Abril 2007