Por Javier Leoz
¿Sirve de algo preocuparse cuando, algunas cosas, ya no tienen solución? ¿Es posible vivir con alegría verdadera en un mundo que, un día y otro también, nos salpica con preocupaciones, problemas, inquietudes u horizontes un tanto oscuros?
1.- Los cristianos tenemos muchos motivos para estar alegres. La más importante es que, el Señor, está con nosotros. En los aledaños de la Navidad, sentimos que nuestras fuerzas son mayores que toda la problemática que nos rodea. ¿Estará el Señor de nuestra parte? ¿No se habrá desentendido de nosotros?
Interrogantes que, en este tercer domingo de adviento, merecen una respuesta: nuestra alegría no depende de sensaciones externas (más bien estas la condicionan) sino de una fuente misteriosa y a la vez cercana. Brota de Aquel que, Juan Bautista, señala con su dedo y que el mundo ignora porque, entre otras cosas pretender sustituirle, marginarle o erigirse como “dios” de nuestras conciencias. Es, Jesús, la fuente y la causa de nuestra alegría auténtica, sana y verdadera.
¿Acaso no es satisfacción pasajera la que da una fortuna, un premio, un record deportivo, el éxito o la fama? ¿No son estos, por el contrario, trampolines de decepciones o contrariedad? Hoy, muchas personas, no van buscando en nuestra tierra el prestigio o el dinero, aunque nos parezca imposible, cada vez buscan alguien que les ame, alguien que les devuelva la alegría de vivir.
2.- Es aquí, en la alegría de vivir, donde los cristianos podemos intervenir en nuestra peculiar orquesta. Donde podemos ser, no protagonistas de esa alegría (pues lo es Jesús), pero sí canales por los que continuemos contagiando a nuestro mundo un poco de luz frente a espesos nubarrones, un poco de humor ante tantas caras largas o un poco de fe donde asoma y se cuece la incredulidad.
¿Y dónde conseguir la luz, el humor y la fe? Ni más ni menos que mirando a Cristo. Todo se lo debemos a Él y, muchos de los dramas que estamos padeciendo (a nivel social, cultural, familiar, personal, eclesial….) se deben a que, en muchos momentos, nos hemos apartado de esa fuente de alegría y de luz verdadera que es Jesús. ¿O acaso muchos de los problemas que nos encadenan no se han dado porque, nuestros ojos, han dejado de orientarse hacia la Verdad y los hemos dirigido egoístamente a nuestros grandes castillos construidos sobre pequeñas mentiras?
3.- El niño, cuando ve a su madre, siente una indescriptible pero sonora alegría. El enamorado, cuando divisa a su amada, se siente el más feliz de los hombres. El sacerdote, cuando eleva el Cuerpo y la Sangre del Señor, es incapaz de expresar su emoción sacerdotal. Los ángeles, en la Noche de Navidad, armonizarán sus voces y sus instrumentos para proclamar que, Dios, se ha hecho humanidad.
¿Queremos recuperar la alegría? ¿Queremos que nuestros rostros vuelvan a brillar con gozo santo, auténtico y verdadero? Ya sabemos dónde está y donde tenemos la razón: ¡JESÚS NOS ESPERA! ¡JESÚS NOS LA PUEDE DAR! ¡Vayamos hacia la Navidad! ¡Jesús tiene alegría para todo el mundo! ¿La sabremos aceptar?
1.- Los cristianos tenemos muchos motivos para estar alegres. La más importante es que, el Señor, está con nosotros. En los aledaños de la Navidad, sentimos que nuestras fuerzas son mayores que toda la problemática que nos rodea. ¿Estará el Señor de nuestra parte? ¿No se habrá desentendido de nosotros?
Interrogantes que, en este tercer domingo de adviento, merecen una respuesta: nuestra alegría no depende de sensaciones externas (más bien estas la condicionan) sino de una fuente misteriosa y a la vez cercana. Brota de Aquel que, Juan Bautista, señala con su dedo y que el mundo ignora porque, entre otras cosas pretender sustituirle, marginarle o erigirse como “dios” de nuestras conciencias. Es, Jesús, la fuente y la causa de nuestra alegría auténtica, sana y verdadera.
¿Acaso no es satisfacción pasajera la que da una fortuna, un premio, un record deportivo, el éxito o la fama? ¿No son estos, por el contrario, trampolines de decepciones o contrariedad? Hoy, muchas personas, no van buscando en nuestra tierra el prestigio o el dinero, aunque nos parezca imposible, cada vez buscan alguien que les ame, alguien que les devuelva la alegría de vivir.
2.- Es aquí, en la alegría de vivir, donde los cristianos podemos intervenir en nuestra peculiar orquesta. Donde podemos ser, no protagonistas de esa alegría (pues lo es Jesús), pero sí canales por los que continuemos contagiando a nuestro mundo un poco de luz frente a espesos nubarrones, un poco de humor ante tantas caras largas o un poco de fe donde asoma y se cuece la incredulidad.
¿Y dónde conseguir la luz, el humor y la fe? Ni más ni menos que mirando a Cristo. Todo se lo debemos a Él y, muchos de los dramas que estamos padeciendo (a nivel social, cultural, familiar, personal, eclesial….) se deben a que, en muchos momentos, nos hemos apartado de esa fuente de alegría y de luz verdadera que es Jesús. ¿O acaso muchos de los problemas que nos encadenan no se han dado porque, nuestros ojos, han dejado de orientarse hacia la Verdad y los hemos dirigido egoístamente a nuestros grandes castillos construidos sobre pequeñas mentiras?
3.- El niño, cuando ve a su madre, siente una indescriptible pero sonora alegría. El enamorado, cuando divisa a su amada, se siente el más feliz de los hombres. El sacerdote, cuando eleva el Cuerpo y la Sangre del Señor, es incapaz de expresar su emoción sacerdotal. Los ángeles, en la Noche de Navidad, armonizarán sus voces y sus instrumentos para proclamar que, Dios, se ha hecho humanidad.
¿Queremos recuperar la alegría? ¿Queremos que nuestros rostros vuelvan a brillar con gozo santo, auténtico y verdadero? Ya sabemos dónde está y donde tenemos la razón: ¡JESÚS NOS ESPERA! ¡JESÚS NOS LA PUEDE DAR! ¡Vayamos hacia la Navidad! ¡Jesús tiene alegría para todo el mundo! ¿La sabremos aceptar?
4.- A TI, SEÑOR, YO QUIERO TENER Y ESPERAR
Porque, eres causa de mi alegría y júbilo
cuando te tengo entre mis manos,
o al sentirte, al buscarte, en mi soledad.
Razón de mi esperanza, al estar cerca de Ti
y, desconcierto o abandono,
cuando me empeño en vivir solo para mí
A TI, SEÑOR, YO QUIERO TENER Y ESPERAR
Frente a la tristeza,
eres siempre aurora de buenas noticias
Frente a la desesperanza
ofreces palabras de aliento y ánimo
Frente a la desilusión por lo que vemos
me invitas a dirigir mis ojos hacia el cielo
A TI, SEÑOR, YO QUIERO TENER Y ESPERAR
El mundo necesita una melodía de paz
música de alegría eterna
acordes de concordia y perdón
sonidos de hermandad y de alegrías verdaderas
Por eso mismo, Señor, te quiero
Eres el único capaz de impregnar al mundo
con un poco de tu gracia eterna y divina
Eres el secreto que, al desvelarse en Navidad,
viene hacerse hombre para podernos salvar
Eres antorcha de un nuevo día
Luz que ilumina el horizonte del mañana
Promesas que, por fin,
veremos fielmente cumplidas y humildes en un pesebre
Carne, como nuestra carne pero sin pecado,
que devolverá la sonrisa y el gozo
a un mundo que, por tener tanto,
ha dejado lo esencial por el camino.
¡A TI, SEÑOR, YO QUIERO TENER Y ESPERAR!
Sabemos, oh Señor,
que la tristeza, el llanto, la amargura
sólo lo podremos curar viviendo en Ti y para Ti.
Porque, eres causa de mi alegría y júbilo
cuando te tengo entre mis manos,
o al sentirte, al buscarte, en mi soledad.
Razón de mi esperanza, al estar cerca de Ti
y, desconcierto o abandono,
cuando me empeño en vivir solo para mí
A TI, SEÑOR, YO QUIERO TENER Y ESPERAR
Frente a la tristeza,
eres siempre aurora de buenas noticias
Frente a la desesperanza
ofreces palabras de aliento y ánimo
Frente a la desilusión por lo que vemos
me invitas a dirigir mis ojos hacia el cielo
A TI, SEÑOR, YO QUIERO TENER Y ESPERAR
El mundo necesita una melodía de paz
música de alegría eterna
acordes de concordia y perdón
sonidos de hermandad y de alegrías verdaderas
Por eso mismo, Señor, te quiero
Eres el único capaz de impregnar al mundo
con un poco de tu gracia eterna y divina
Eres el secreto que, al desvelarse en Navidad,
viene hacerse hombre para podernos salvar
Eres antorcha de un nuevo día
Luz que ilumina el horizonte del mañana
Promesas que, por fin,
veremos fielmente cumplidas y humildes en un pesebre
Carne, como nuestra carne pero sin pecado,
que devolverá la sonrisa y el gozo
a un mundo que, por tener tanto,
ha dejado lo esencial por el camino.
¡A TI, SEÑOR, YO QUIERO TENER Y ESPERAR!
Sabemos, oh Señor,
que la tristeza, el llanto, la amargura
sólo lo podremos curar viviendo en Ti y para Ti.
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