I Domingo de Adviento
Año B – 27.11.2011 / Por EUNTES
Isaías 63,16-17.19; 64,1-7 / Salmo 79 / 1Corintios 1,3-9
Marcos 13,33-37
Reflexiones
Año B – 27.11.2011 / Por EUNTES
Isaías 63,16-17.19; 64,1-7 / Salmo 79 / 1Corintios 1,3-9
Marcos 13,33-37
Reflexiones
Al comenzar el nuevo año litúrgico, la Iglesia lanza una vigorosa invitación a la vigilancia y a la esperanza, que son actitudes características del tiempo de Adviento. A lo largo del nuevo ciclo, que comienza hoy, será sobre todo el evangelista San Marcos quien nos ofrecerá, domingo tras domingo, los pasajes del “Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1). En el breve pasaje del Evangelio de hoy aparece cuatro veces la orden de velar, como condición necesaria para encontrar al Señor cuando regrese (v. 35). La espera alcanzará su objetivo, no se esfumará en una ilusión. Será una venida por sorpresa, pero segura.
La liturgia nos hace vivir en la espera del Señor que volverá, haciéndonos revivir eficazmente su primera venida en la Navidad. Esta es, en efecto, la fuerza especial de los sacramentos de la Iglesia, que logran hacer presentes hoy los misterios cristianos que tuvieron lugar en el pasado. De este modo, la historia es plenamente rescatada y se hace historia de salvación en el hoy de cada cristiano. Pero con una condición: que la espera sea atención al Señor que viene, es decir, preparación paciente de un corazón disponible y purificado. Pablo (II lectura) invitaba a los fieles de Corinto a vivir en espera vigilante, “en tanto que aguardan la revelación de nuestro Señor Jesucristo” (v. 7), con la certeza de que “Dios es fiel” (v. 9), nos llama a la comunión con su Hijo (v. 9) y nos mantendrá firmes hasta el fin (v. 8).
Solo el que tiene conciencia de su propia fragilidad, personal y comunitaria, y se abre con humilde confianza a Dios, puede implorar y recibir de Él la salvación como un don. El profeta (I lectura) da prueba de ello en una de las más apasionadas plegarias bíblicas, que brotaron del sufrimiento y de la humillación del exilio en Babilonia. Se nota la conciencia de haber estado fuera de los caminos de Yahvé (v. 17), de haber sido rebeldes (v. 4), de ser, todos, por el pecado, “impuros… como paño inmundo”, secos como hojas que el viento dispersa (v. 5-6). Pero aun en medio de una desolación tan profunda, el profeta, al comienzo y al final de su plegaria, tiene el valor de gritarle a Dios su esperanza, invocándole como Señor, Padre, Redentor (v. 16); lo invita a que vuelva por amor a sus siervos (v. 17), a romper los cielos y descender (v. 19). Finalmente, el orante se pone como arcilla moldeable en las manos del Padre, el único alfarero capaz de darnos nuevamente forma (v. 7). El Padre está siempre deseoso y feliz de re-crearnos, de volver a crearnos, a hacernos nuevos.
El profeta presenta un cuadro que corresponde también a la situación actual de la humanidad: que a menudo vaga lejos de los caminos del Señor, sumida en el mal y en el pecado, necesitada de un Salvador, que le venga del exterior, porque el hombre es incapaz de salvarse por sí solo. ¡Todos necesitamos que Alguien venga a salvarnos! Los cristianos, que ya creemos en Cristo, esperamos el regreso de nuestro Salvador Jesús, mientras que los no cristianos –los cuales son aún la mayoría de la humanidad (cerca de dos tercios)– esperan su venida, es decir, el primer anuncio de Cristo Salvador. Por tal razón, el Adviento es un tiempo litúrgico muy adecuado para despertar y fortalecer en los cristianos la conciencia de la responsabilidad misionera, ya que nos recuerda el tiempo de la espera de la humanidad. Lo recomendaba ya el Papa Pío XII en 1957, invitando a la oración y al compromiso misionero. (*) Nos lo recuerda cada año, al comienzo del Adviento, S. Francisco Javier, ardiente misionero en el Extremo Oriente y patrono de las Misiones.
Esperanza, paciencia, vigilancia… son actitudes típicas del cristiano, que en el Adviento se prepara al encuentro -diario y definitivo- con el Señor que viene. Hay oraciones cargadas de gozosa esperanza, propias de este tiempo litúrgico: “Amén. Marana tha! Ven, Señor Jesús” (Ap 22,20)… Revélanos a nosotros peregrinos sobre la tierra el sentido cristiano de la vida…Aviva en nosotros el fuego de la misión, para que sepamos proclamar con gozo al mundo tu amor de Padre… Suscita en nosotros la voluntad de salir con buenas obras al encuentro con Cristo que viene... Entre estas buenas obras están, en primer lugar, las que el mismo Jesús indica en la parábola del juicio final (ver Evangelio del domingo pasado): dar de comer al hambriento, agua al sediento, vestidos al que padece frío, acoger a los forasteros, visitar a los enfermos y a los encarcelados… Con la certeza de que en las personas necesitadas encontramos a Cristo, porque Él nos ha dicho: “cada vez que… a mí me lo han hecho” (Mt 25,40).
(*) “Deseamos que por esta intención (misionera) se rece más y con un fervor más iluminado... En especial pensamos en el tiempo de Adviento, que es el tiempo de la espera de la humanidad y de los caminos providenciales de preparación a la salvación… Oren, por tanto, oren más. Acuérdense de las inmensas necesidades espirituales de muchos pueblos que todavía están lejos de la verdadera fe, o que carecen de recursos para perseverar en ella”.
- 27/11: I Domingo de Adviento, tiempo misionero para recordar a los pueblos que aún esperan el primer anuncio de Cristo Salvador.
- 29/11 (o en días cercanos): BB. Eduardo Burden (+1588), Jorge Errington (+1596) y compañeros; S. Cutberto Mayne (+1577), SS. Edmundo Campion (+1581) y compañeros; B. Ricardo Langley (+1586) y muchos otros sacerdotes y laicos martirizados en Inglaterra en tiempos de la reina Isabel I.
- 29/11: BB. Dionisio Berthelot y Redento Rodríguez, religiosos carmelitas, esclavizados y luego martirizados por musulmanes (+1638) en Aceh (Sumatra, Indonesia).
- 30/11: S. Andrés, apóstol, hermano de Simón Pedro. Predicó el Evangelio en Grecia, donde murió crucificado.
- 1/12: B. Carlos de Foucauld (1858-1916), sacerdote francés, asesinado en Tamanrasset, en el desierto argelino, por una banda de ladrones; es testigo de misión, diálogo y amor a la Eucaristía.
- 1/12: B. Clementina Anuarite Nengapeta (1940-1964), religiosa de la Rep. Dem. de Congo, asesinada en Isiro durante la rebelión de los simbas; es mártir de la castidad y del perdón.
- 1/12: Jornada Internacional de la lucha contra el SIDA (instituida por la ONU-OMS, en 1988).
- 2/12: B. Liduina Meneguzzi (1901-1941), religiosa de las Salesias de Padua, misionera en Etiopía, fallecida en Dire Dawa.
- 2/12: Recuerdo del primer despacho de la agencia misionera de prensa Misna (1997).
- 3/12: S. Francisco Javier (1506-1552), sacerdote jesuita español, misionero en India y Japón, fallecido en la isla de Sanchán, a las puertas de China. Es Patrono principal de las Misiones.
- 3/12: El Papa Gregorio XVI promulgó (1839) una bula para condenar el comercio de esclavos y excomulgar a los que toman parte en ello.
La liturgia nos hace vivir en la espera del Señor que volverá, haciéndonos revivir eficazmente su primera venida en la Navidad. Esta es, en efecto, la fuerza especial de los sacramentos de la Iglesia, que logran hacer presentes hoy los misterios cristianos que tuvieron lugar en el pasado. De este modo, la historia es plenamente rescatada y se hace historia de salvación en el hoy de cada cristiano. Pero con una condición: que la espera sea atención al Señor que viene, es decir, preparación paciente de un corazón disponible y purificado. Pablo (II lectura) invitaba a los fieles de Corinto a vivir en espera vigilante, “en tanto que aguardan la revelación de nuestro Señor Jesucristo” (v. 7), con la certeza de que “Dios es fiel” (v. 9), nos llama a la comunión con su Hijo (v. 9) y nos mantendrá firmes hasta el fin (v. 8).
Solo el que tiene conciencia de su propia fragilidad, personal y comunitaria, y se abre con humilde confianza a Dios, puede implorar y recibir de Él la salvación como un don. El profeta (I lectura) da prueba de ello en una de las más apasionadas plegarias bíblicas, que brotaron del sufrimiento y de la humillación del exilio en Babilonia. Se nota la conciencia de haber estado fuera de los caminos de Yahvé (v. 17), de haber sido rebeldes (v. 4), de ser, todos, por el pecado, “impuros… como paño inmundo”, secos como hojas que el viento dispersa (v. 5-6). Pero aun en medio de una desolación tan profunda, el profeta, al comienzo y al final de su plegaria, tiene el valor de gritarle a Dios su esperanza, invocándole como Señor, Padre, Redentor (v. 16); lo invita a que vuelva por amor a sus siervos (v. 17), a romper los cielos y descender (v. 19). Finalmente, el orante se pone como arcilla moldeable en las manos del Padre, el único alfarero capaz de darnos nuevamente forma (v. 7). El Padre está siempre deseoso y feliz de re-crearnos, de volver a crearnos, a hacernos nuevos.
El profeta presenta un cuadro que corresponde también a la situación actual de la humanidad: que a menudo vaga lejos de los caminos del Señor, sumida en el mal y en el pecado, necesitada de un Salvador, que le venga del exterior, porque el hombre es incapaz de salvarse por sí solo. ¡Todos necesitamos que Alguien venga a salvarnos! Los cristianos, que ya creemos en Cristo, esperamos el regreso de nuestro Salvador Jesús, mientras que los no cristianos –los cuales son aún la mayoría de la humanidad (cerca de dos tercios)– esperan su venida, es decir, el primer anuncio de Cristo Salvador. Por tal razón, el Adviento es un tiempo litúrgico muy adecuado para despertar y fortalecer en los cristianos la conciencia de la responsabilidad misionera, ya que nos recuerda el tiempo de la espera de la humanidad. Lo recomendaba ya el Papa Pío XII en 1957, invitando a la oración y al compromiso misionero. (*) Nos lo recuerda cada año, al comienzo del Adviento, S. Francisco Javier, ardiente misionero en el Extremo Oriente y patrono de las Misiones.
Esperanza, paciencia, vigilancia… son actitudes típicas del cristiano, que en el Adviento se prepara al encuentro -diario y definitivo- con el Señor que viene. Hay oraciones cargadas de gozosa esperanza, propias de este tiempo litúrgico: “Amén. Marana tha! Ven, Señor Jesús” (Ap 22,20)… Revélanos a nosotros peregrinos sobre la tierra el sentido cristiano de la vida…Aviva en nosotros el fuego de la misión, para que sepamos proclamar con gozo al mundo tu amor de Padre… Suscita en nosotros la voluntad de salir con buenas obras al encuentro con Cristo que viene... Entre estas buenas obras están, en primer lugar, las que el mismo Jesús indica en la parábola del juicio final (ver Evangelio del domingo pasado): dar de comer al hambriento, agua al sediento, vestidos al que padece frío, acoger a los forasteros, visitar a los enfermos y a los encarcelados… Con la certeza de que en las personas necesitadas encontramos a Cristo, porque Él nos ha dicho: “cada vez que… a mí me lo han hecho” (Mt 25,40).
Palabra del Papa
(*) “Deseamos que por esta intención (misionera) se rece más y con un fervor más iluminado... En especial pensamos en el tiempo de Adviento, que es el tiempo de la espera de la humanidad y de los caminos providenciales de preparación a la salvación… Oren, por tanto, oren más. Acuérdense de las inmensas necesidades espirituales de muchos pueblos que todavía están lejos de la verdadera fe, o que carecen de recursos para perseverar en ella”.
Pío XII
Encíclica Fidei Donum, 21.4.1957)
Encíclica Fidei Donum, 21.4.1957)
Siguiendo los pasos de los Misioneros
- 27/11: I Domingo de Adviento, tiempo misionero para recordar a los pueblos que aún esperan el primer anuncio de Cristo Salvador.
- 29/11 (o en días cercanos): BB. Eduardo Burden (+1588), Jorge Errington (+1596) y compañeros; S. Cutberto Mayne (+1577), SS. Edmundo Campion (+1581) y compañeros; B. Ricardo Langley (+1586) y muchos otros sacerdotes y laicos martirizados en Inglaterra en tiempos de la reina Isabel I.
- 29/11: BB. Dionisio Berthelot y Redento Rodríguez, religiosos carmelitas, esclavizados y luego martirizados por musulmanes (+1638) en Aceh (Sumatra, Indonesia).
- 30/11: S. Andrés, apóstol, hermano de Simón Pedro. Predicó el Evangelio en Grecia, donde murió crucificado.
- 1/12: B. Carlos de Foucauld (1858-1916), sacerdote francés, asesinado en Tamanrasset, en el desierto argelino, por una banda de ladrones; es testigo de misión, diálogo y amor a la Eucaristía.
- 1/12: B. Clementina Anuarite Nengapeta (1940-1964), religiosa de la Rep. Dem. de Congo, asesinada en Isiro durante la rebelión de los simbas; es mártir de la castidad y del perdón.
- 1/12: Jornada Internacional de la lucha contra el SIDA (instituida por la ONU-OMS, en 1988).
- 2/12: B. Liduina Meneguzzi (1901-1941), religiosa de las Salesias de Padua, misionera en Etiopía, fallecida en Dire Dawa.
- 2/12: Recuerdo del primer despacho de la agencia misionera de prensa Misna (1997).
- 3/12: S. Francisco Javier (1506-1552), sacerdote jesuita español, misionero en India y Japón, fallecido en la isla de Sanchán, a las puertas de China. Es Patrono principal de las Misiones.
- 3/12: El Papa Gregorio XVI promulgó (1839) una bula para condenar el comercio de esclavos y excomulgar a los que toman parte en ello.
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