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MISIONEROS EN CAMINO: I Domingo de Adviento (Mc 13,33-37) - Ciclo B: VEN, SEÑOR, JESUS
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domingo, 27 de noviembre de 2011

I Domingo de Adviento (Mc 13,33-37) - Ciclo B: VEN, SEÑOR, JESUS



Comenzamos hoy el adviento, estas cuatro semanas en que nos preparamos para la Navidad. Las lecturas que hemos escuchado presentan el sentido de estos días: Isaías pide al Señor, que en medio de las desgracias del pueblo, venga a salvarnos, nuestro Dios es el único que nos puede salvar. San Pablo nos asegura que Jesús, enviado por Dios, nos ha traído la salvación, hemos de esperar en Él. Marcos nos presenta palabras de Jesús, que vendrá y nos dice: “vosotros vigilad”.

En momentos de miedo, de desesperanza y pesimismo presentes en amplios sectores de nuestro mundo, provocados por la crisis económica, las guerras, las hambrunas, el Adviento es un tiempo de esperanza. Dios se hace hombre, es Jesús que viene a señalarnos el camino de la salvación, Él nos trae la salvación. En realidad Jesús nunca se ha ido, resucitado está con el Padre, y está con nosotros para siempre. Hoy se nos dice que hemos de superar el miedo, mantener la esperanza, que hemos de vivir vigilantes, atentos a su llegada, a su vida, para escuchar su palabra y hacerla nuestra.

Esperamos que el Reino futuro que promete Jesús a los hambrientos de justicia en el sermón del monte se irá haciendo realidad. En Jesús el mundo futuro ya ha comenzado. Nos confía a nosotros continuar su tarea. Jesús está con cada uno de nosotros, nos pide seguir en este mundo su modo de vivir y nos ha entregado sus talentos. Por eso nuestra respuesta ha de ser de responsabilidad ante nuestros hermanos y al mismo tiempo de certeza de su misericordia.

Esto significa vivir esperanzados, como las invitadas de la parábola de la boda que esperaban con luz en sus lámparas, con luz en nuestras vidas, con la seguridad de que volverá, de que su Reino será un día realidad plena, un mundo mejor para toda la humanidad. Sabemos que la luz con que Jesús ilumina es fuerte y segura, hemos de asumirla en nuestra vida, será el verdadero apoyo para vivir en la esperanza.

Con esta certeza hemos de vivir sin preocuparnos por la fecha de su venida. Para nosotros, lo importante, es conocer su voluntad, vigilar para encontrar las llamadas de Jesús en nuestros días, para poder asumir responsable y creativamente la construcción del Reino de Dios en nuestros ambientes.

No podemos vivir como si el bien y el mal fueran iguales, sería un engaño, porque Dios solo puede ser misericordioso. Estamos seguros de que el Juez es bueno, conocemos su rostro, el rostro de Jesús crucificado por nosotros, de Jesús resucitado. Estamos seguros de su bondad y podemos seguir adelante con valor y confianza. Nuestro futuro no es una oscuridad en la que nadie se puede orientar.

También creemos en la universalidad de la llamada a la fe, que reúne a todos los hermanos de Jesús, a indiferentes, a paganos, como signo y anticipación de la realidad gloriosa de la humanidad, de todos los hijos de Dios.

Hoy hemos oído “vigilad”. Vigilar es saber vivir con dignidad y con esperanza. La venida del Señor solo tendrá sentido si la entendemos como un encuentro a nivel personal y de toda la humanidad con aquél que con su palabra y con su vida ha dado sentido a la historia. Este mundo creado por Dios y redimido por Jesús no se quedará en el vacío. Dios consumará la historia en el Reino que ha iniciado y que nos ha entregado por Jesús, para que nosotros trabajemos en él. A Él no le vemos, pero sin embargo, hemos de saber descifrar los signos, que sigue presentando en los acontecimientos de nuestro tiempo.

San Pablo en su segunda carta a los Corintios expone una oración de las primeras comunidades cristianas de Palestina: Maranà, thà! que literalmente significa "Señor nuestro, ¡ven!". Nosotros hoy, en nuestra vida, en nuestro mundo, podemos también decir con los primeros cristianos: "¡Ven, Señor Jesús!". No queremos que venga ahora el fin del mundo. Queremos que termine este mundo injusto. Queremos que el mundo cambie profundamente, que comience la civilización del amor, que llegue un mundo de justicia y de paz, sin violencia, sin hambre.

Sin la presencia de Jesús nunca llegará realmente un mundo justo y renovado. Por eso nosotros, con gran urgencia y en las circunstancias de nuestro tiempo hemos de clamar : ¡Ven, Señor!. Ven a tu mundo, en la forma que tu sabes. Ven donde hay injusticia y violencia. Ven donde no está presente la verdad, la paz que tu vienes a proclamar, ven donde aún no vivimos como hermanos, en tantos lugares del mundo. Ven donde dominan quienes te han olvidado y viven solo para sí mismos. Ven donde eres desconocido. Ven a tu mundo y renueva el mundo de hoy.

Por eso nuestra oración de hoy y de este Adviento: Ven y renueva nuestra vida, ven a nuestros corazones para que nosotros podamos ser luz de Dios, presencia tuya en nuestro mundo.

Es el sentido en que rezamos con san Pablo: ¿Maranà, thà! "¡Ven, Señor Jesús"! y encendemos nuestra lámpara para que ilumine nuestro mudo, para que Jesús esté realmente presente hoy y su palabra lo renueve.
Esta es nuestra esperanza, el Adviento viene a reavivar en nosotros la esperanza cristiana: todo acabará bien, en las manos del Dios

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WebJCP | Abril 2007