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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXVIII Domingo del T.O. (Mt 22, 1-14) - Ciclo A
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jueves, 6 de octubre de 2011

Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXVIII Domingo del T.O. (Mt 22, 1-14) - Ciclo A



Monición de entrada

(A)
La parábola de los invitados a la boda, que hoy escucharemos, la podemos entender muy bien si nos situamos e imaginamos esos momentos de la vida en los que nos llega la invitación de alguien con quien simpatizamos poco y “no nos apetece” hacernos presentes. En esos momentos nos inventamos unas excusas “razonables”. Pero nosotros sabemos que la verdadera verdad es que “no comulgamos” con sus intereses, o comulgamos superficialmente, tan por los pelos que no hacemos el más mínimo esfuerzo por atender a la invitación. Preferimos atender a lo nuestro. No nos interesa. Como esto nos pasa, entendemos muy bien las excusas de los personales de la parábola. Hay excusas que son simplemente una confesión de no comunión, de “no querer saber” nada del otro.


No hace falta mucha imaginación para vernos reflejados en la parábola. Lo más profundo de Dios siempre se alcanza y acepta por invitación. Hay cosas esenciales que no se hacen por mandato, sólo por libre decisión, por libre respuesta a una invitación. Responder a la invitación y hacer de ella una obligación que nos exige presencia es la verdadera respuesta.



(B)



En medio de nuestra vida, a veces tan alocada y superficial, en medio de nuestra búsqueda vana de felicidad total, quizá estemos desoyendo una invitación evangélica, que otros hombres y mujeres, personas sencillas y pobres, están escuchando con gozo en los cruces y en los caminos de nuestro mundo.

Nosotros, también, somos invitados a un banquete; no podemos olvidarlo. El Señor nos invita a cada uno a la fiesta de su Reino donde sólo hay abundancia, fraternidad y gratuidad. Ojalá el Señor nos encuentre atentos a su llamada y dispuestos a responderle. Iniciamos así la celebración.



(C)



Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos; a todos nos quiere ver sentados, junto a él, alrededor de una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Ésta fue una de las imágenes más queridas por Jesús para explicarnos el final de nuestra existencia. Jesús comía hasta con pecadores e indeseables, una manera de demostrarnos algo de lo que Dios deseaba llevar a cabo.

Que vivamos así esta Eucaristía a la que hemos sido invitados.



(D)



El domingo es un día señalado en el ritmo de nuestra rutinaria vida. Es el día de descanso, día de fiesta, día de familia.

Para los cristianos es el día de encuentro entre nosotros, como manifestación de nuestra fe y de encuentro con el Señor para hablarle en la oración, darle gracias en el Eucaristía, y escuchar su Palabra.

En definitiva, es "día de fiesta" a la que el Señor nos invita a su casa y a su mesa y que nosotros hemos aceptado, pero otros muchos -como nos dirá en el Evangelio de hoy- no acogen la invitación y se marchan a sus tierras o a sus negocios.

Al igual que cuando vamos invitados a una fiesta, a una casa o a una mesa, nos preparamos debidamente para no desentonar en ella, también aquí nos preparamos para acoger la Palabra de Dios y para alcanzar su misericordia.





Pedimos perdón



(A)



Dios quiere nuestra felicidad; pero nosotros vamos a buscarla a

otra parte. Dios es para todos, pero nosotros lo queremos en exclusiva. Pedimos ahora el perdón al Señor.



* Tú, que quieres que todos tengan lo necesario para vivir dignamente. Señor, ten piedad,

* Tú, que quieres que todo el mundo te conozca y pueda sentir la alegría de tu amor. Cristo, ten piedad.

* Tú, que quieres que todos sean felices en esta vida y alcancen la felicidad plena de tu Reino. Señor, ten piedad.



Dios, Padre, rico en amor, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos de la felicidad eterna. Amén



(B)



Llamados a extender el Amor que hemos recibido, en muchas situaciones lo ahogamos y encerramos. Pidamos perdón al Señor:



-Cuando el pesar y la dificultad no nos permiten hacer frente y

vivimos sin ánimo y con miedo. SEÑOR, TEN PIEDAD...

-Cuando nos encerramos en nuestras seguridades, incapaces de abrirnos a la novedad de cada día. CRISTO, TEN PIEDAD...

-Cuando hacemos caso omiso a la permanente invitación que Dios nos dirige. SEÑOR, TEN PIEDAD...





Escuchamos la Palabra



Monición a las lecturas



La salvación es universal. Dios la ofrece a cuantos quieran recibirla. Sucede que los pobres y desfavorecidos son quienes mejor la captan. A Jesús le asiste toda la razón: sólo es posible entender a Dios y sus ofertas si somos pobres de espíritu y limpios de corazón.



Lectura del profeta Isaías



Preparará el Señor de los Ejércitos para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país, lo ha dicho el Señor.
Aquel día se dirá:
Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y gocemos con su salvación.
La mano del Señor se posará sobre este monte.



Palabra de Dios



SALMO RESPONSORIAL

R/ Habitaré en la casa del Señor, por años sin término.



+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo



En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijera tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
[Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."]



Palabra del Señor



Evangelio Dialogado (Niños)



Narrador: Un día, Jesús quiso explicar a la gente que le seguía lo que era el Reino de Dios. Y para ello les contó esta parábola:

Jesús: El Reino de Dios se parece a unas bodas que un rey había preparado para su hijo.

Mandó a sus criados a que avisaran a los invitados para que fuesen a la boda. Pero los invitados no querían ir la boda.

Después mandó a otros criados para que dijeran a los invitados que ya tenía el banquete preparado.

Pero los invitados empezaron a poner disculpas para no ir. Incluso algunos pegaron y mataron a los criados.

El rey al enterarse se enfadó mucho y mandó a su soldados para que acabaran con aquellos asesinos y quemaran su ciudad.

luego dijo a sus criados:

Rey: El banquete de la boda está preparado. Y como aquellos invitados se han portado tan mal y no eran dignos de venir a la boda, id por las afueras de la ciudad e invitad a la boda a todos los que encontréis, malos y buenos.

Jesús: Y así lo hicieron. Y la sala donde se iba a celebrar el banquete se llenó de gente.

Narrador: (Cuando el rey entró a saludar a aquellos invitados, se fijó que uno no llevaba vestido de fiesta. Y le preguntó

por qué estaba vestido de tan mala manera. Pero él se calló. Entonces el rey dijo a los camareros:

Rey: Echadle fuera. Pues no está preparado para estar en

una boda.



Jesús: Y los camareros así lo hicieron).



Palabra del Señor





Homilías



(A)



La escena del Evangelio de hoy es algo que se repite constantemente entre nosotros: Dios nos invita todos los domingos a un banquete de amor, donde quiere compartir con nosotros sus hijos: su palabra y su alimento.

Y nosotros siempre poniendo excusas para no asistir…

Estoy muy ocupado.
Tengo mucho que hacer.
Tengo demasiado trabajo y para un día que puedo descansar…
La misa es un rollo y un completo aburrimiento…

Esta suele ser una excusa habitual de muchos que dejan de asistir a la celebración de la Eucaristía… Es un aburrimiento…

Y no cabe duda de que en muchas ocasiones tienen sobrados motivos para ello, porque el panorama con el que, a veces, se encuentran es lamentable: misas grises, celebradas sin vigor ni gracia, donde la participación e interés son mínimos; lecturas mal leídas; predicaciones insulsas, ubicadas en el reino de lo etéreo e intemporal; comunidades muertas donde cada uno va a cumplir con su religiosidad particular ...

No es extraño que se aburran y hasta sufran en determinadas celebraciones.

Pero..., vayamos al meollo del tema.

En primer lugar. ¿No te parece que hay personas que van a misa buscando un espectáculo que les entretenga? ¿No opinas que hay cristianos que están en misa, como si no estuvieran? No escuchan lo que Jesús les dice, no rezan, no hablan con Él... En definitiva, están en la luna durante toda ella, y luego dicen que se han aburrido. Es como si fueran a ver la mejor película, estando en Babia, no se enteran de lo que allí sucede. Saldrán de ella, lógicamente, diciendo que ha sido un rollo de película y que se han aburrido soberanamente.

Una primera actitud que te invito a cultivar y mimar. Si quieres dejar de aburrirte en las celebraciones de tu parroquia, vete con los cinco sentidos bien abiertos. Vas a encontrarte con Jesús; vas a escuchar lo que Él te dice; te vas a comunicar con Dios; vas a participar del pan que Dios nos da... ¡Va a ser un día importante en tu vida! ¡Es una cita singular la que tienes!

Segundo. Una misa bien preparada, bien presidida y bien celebrada, ayuda. Lo sé. Pero, a menudo, no está en manos de los que a ella acudimos el cambiar su estilo, cambiar a las personas que asisten y, menos aún, cambiar al sacerdote y su forma de comportarse o predicar.

Si lo estuviera, miel sobre hojuelas. Pero si no lo está, ¿qué hacer?, ¿darnos de golpes contra una pared?, ¿marcharnos de la iglesia y privarnos del gozo de la celebración de la Eucaristía?.

Acepta esto, con realismo y convencimiento: las celebraciones eucarísticas de nuestras parroquias siempre dejarán mucho que desear, siempre podrán ser mejoradas para que dejen aparecer el espíritu de la Última Cena. Nuestras comunidades cristianas, por otra parte, siempre serán defectuosas, siempre serán mediocres. Y en la Iglesia siempre habrá buenos y malos presidentes de la celebración. Tenlo muy presente, te aliviará de muchos dolores de cabeza y te permitirá suprimir una de las barreras que impide a algunos cristianos poner el acento en lo fundamental y disfrutar de la Eucaristía.

Pero, a la vez, recuerda lo siguiente: detrás de esas eucaristías que te parecen tan poco atractivas y hasta insulsas; detrás de esa tu comunidad defectuosa en la que a menudo te sientes un extraño; detrás de esas misas que te aburren; detrás de ellas..., está la presencia del Resucitado que llega hasta ti.

Este bello texto de Paul Jounel te lo explica mejor de lo que yo pueda hacerlo:

«Esa asamblea, tan pequeña y tan pobre, como resulta algunas veces, es la imagen de la Iglesia... Ella es la Iglesia. Esto es verdad lo mismo en esa reunión de unos pocos fieles reunidos en tomo al altar en invierno en una iglesia fría, igual que en las muchedumbres que se reúnen en los viajes del Papa, a través del mundo. Algunos han llegado con retraso, demostrando así poco entusiasmo al responder a la convocatoria de Dios; la mayor parte no tiene el rostro radiante de la alegría de la Pascua. El órgano puede tener disonancias; el canto puede salir desafinado; la homilía no es siempre muy adaptada. Ahora bien, en la asamblea, lo que importa ver y contemplar es lo invisible».



Consejos con garantía



Como sé que os gustan las cosas bien concretas, permitidme que, como conclusión, os ofrezca seis … consejos muy prácticos para que no os aburráis ya más y empecéis a disfrutar de la misa. Pon en práctica, ya desde el próximo domingo, los dos o tres que consideres más importantes, y verás los resultados. Garantizado que no te aburrirás nunca más. Saldrás, además, contento e ilusionado; sean como sean las eucaristías de tu parroquia, sea como sea el cura y sus predicaciones.



Seis consejos para que no te aburras en misa



1. Mientras te trasladas de casa a la Iglesia «prepara tu corazón».

Piensa: «Voy a encontrarme con el Señor y con un grupo de hermanos en la fe; voy a escuchar a Jesús que hoy quiere decirme algo». Pregúntate: «¿De qué le voy a dar gracias a Dios? ¿Qué llevo en mis manos para presentarle hoy?».



2. Sé puntual y colócate en un sitio próximo al altar. No te sitúes en la parte de atrás, o en los últimos bancos del templo. Te distraerá la gente que llega tarde. Además, una comunidad dispersa, en la que cada uno se sienta donde le apetece, no hace visible la unidad de todos en la fe y en el amor.



3. Al entrar en la Iglesia recoge, si las hay, las hojas o libro de cantos. Luego, participa también cantando. Si no conoces los cantos, lee el texto. Te unirá a la comunidad.



4. Presta atención a las lecturas y a la predicación del sacerdote. Te encontrarás, sin la menor duda, y a menudo, con que el sacerdote no es un buen orador o que dice cosas sin sustancia. No te importe. No lo juzgues. Con toda certeza, Jesús te quiere decir algo a través de él y hasta te sorprenderá en más de una ocasión. Frecuentemente Dios dice grandes cosas a través de malos predicadores.



5. Tras haber participado en la Eucaristía, en la comunión, aprovecha los instantes de silencio que se te ofrecen para hablar con el Señor, para darle gracias, para pedir fuerzas y programar la semana que vas a comenzar.



6. Por fin, márcate un pequeño compromiso para la semana próxima. Intenta, desde él, ser más fiel a Jesucristo.





(B)



Han pasado ya veinte siglos desde que Dios, Padre, se nos ha manifestado en su Hijo, se nos ha revelado como amigo, como hermano, como Amor, y aún seguimos teniéndole miedo; seguimos pensando que es un Jefe autoritario o un Juez que castiga nuestros fallos y debilidades.

Todo el empeño de Jesús fue mostrarnos el rostro amable y sonriente de Dios, que es Padre y nosotros seguimos empeñados en tratarle de Usted, no por respeto, sino por miedo.

Por eso, esta parábola es totalmente actual para nosotros. La invitación a la fiesta, al banquete, a la alegría, a la felicidad es una constante por parte de Dios a sus hijos.

Hay una cosa en la que coincidimos todos: el deseo de ser felices. Y Dios nos dice que también El quiere, desea y busca nuestra felicidad, con el mismo empeño que cualquiera de nosotros.

No hemos comprendido aún casi nada del Evangelio, cuando creemos que Dios es enemigo de la alegría y la felicidad de sus hijos.

Los cristianos no hemos de distinguirnos por nuestra seriedad, nuestra tristeza, nuestros sacrificios; sino por nuestra felicidad al saber que Dios nos ama por encima de todas nuestras miserias.

Lo primero que nos dice el Evangelio, no es que tenemos que ser buenos; sino que Dios es bueno para todos nosotros y que desborda amor por los cuatro costados. Esto es la Buena Noticia del Evangelio y por eso es Buena Noticia el Evangelio.

El no pide nada a cambio de su amor. Dios no exige nada por su amor. Le basta con que seamos agradecidos y sepamos disfrutar de su amor y comunicarlo a los demás con el testimonio de nuestras vidas.

El amor de Dios, como todo amor verdadero, no pide nada a cambio. En realidad se nos invita a una fiesta con Dios, una

comunión con El, a convivir con El. Somos invitados por amistad a vivir una amistad.

La última parte de la parábola nos habla del vestido de boda. Esto es lo que ha llevado a una falsa interpretación de toda ella. Se nos habla del vestido que es preciso llevar. Ese vestido nos lo proporciona el mismo Dios: es la nueva vida a la que estamos invitados.

Se trata simplemente de actuar como Dios actúa. A los cristianos se nos tiene que distinguir por nuestro comportamiento externo, ese es el único vestido que se nos pide, ese comportamiento será la señal de identidad para los demás que nos vean.



(C)



En este evangelio que acabamos de escuchar hay cosas

impresionantes, que nos sorprende oírlas de labios de Jesús. Está el rey que, cuando ve que los invitados al banquete maltratan y matan a sus enviados, se indigna y ordena exterminar aquellos asesinos. Y está aquel invitado que entra en el banquete sin ir preparado como debía, y que lo echan fuera con gran dureza.

A veces Jesús nos dice las cosas con dureza, para que no nos durmamos. Como el domingo pasado, por ejemplo, cuando nos decía que los que no den fruto, por muy del pueblo de Dios que sean, quedarán excluidos de la viña.

Vale la pena que recordemos estas llamadas de Jesús. Pero hoy no quisiera fijarme en este aspecto, sino en otro, que seguramente es el mensaje central del evangelio: este banquete al que los invitados no quieren entrar, y entonces va el rey y busca a gente de todo tipo, todos los que encuentra por las calles y los caminos, y les invita, y llenan la sala de la boda. Realmente, cuesta imaginar la escena. Si pensamos por ejemplo en las bodas de los hijos de los reyes de España; nos cuesta imaginar, primero, que los invitados dijeran que no querían ir. Alguno quizá sí lo dijo. Pero muy pocos. Y aún cuesta mas imaginar que, a falta de invitados, llenasen el banquete con los primeros que encontraran por la calle. Seguramente que, en los que escuchaban las palabras de Jesús, también les costase imaginar esta historia. Los reyes de entonces eran muy distintos de los de ahora, pero en estas cosas de quedar bien con los que mandan y de mantener la dignidad y el protocolo, no debía haber mucha diferencia. O sea, que Jesús, diciéndonos esto, lo que quiere es provocarnos. Como quería provocar a la gente que le escuchaba en Palestina. Como si nos dijera: ¿A que esto no pasa con los reyes de este mundo? Pues con Dios, sí que pasa, con el Padre del cielo sí que pasa. Porque la fuerza de Dios, el poder de Dios, es algo muy diferente a los poderes de este mundo.

Y una vez dicho esto, como si nos dijera aún: ¿Os parece bien,

esta manera de actuar de Dios? ¿Os parece bien que Dios llame a su Reino a todos, vengan de donde vengan, y sean como sean? ¿O pensáis que sólo serán invitados aquellos que vienen de buena familia, o han sido educados de una determinada manera, o se comportan como a vosotros os gusta...? ¿ Os parece bien, esta manera de actuar de Dios? ¿Os hace sentiros felices?

Porque la pregunta fundamental es esta: ¿nos llena de felicidad, ver como Dios llama a todo el mundo? A veces, los que somos cristianos de toda la vida podemos tener la tentación de pensar que los buenos tan sólo lo somos nosotros, y que los que son diferentes son menos amados de Dios, tienen menos derecho a la vida y al amor que Dios ofrece...

Y en cambio, hoy, Jesús nos dice muy claro que esto no es así, Jesús habla dirigiéndose a los judíos de su tiempo, que pensaban que tan sólo ellos tenían derecho al amor y a la vida de Dios. Les dice que Dios rompe todas las fronteras, y salta por encima de las barreras de raza, de cultura, de manera pensar... Pero no se dirige sólo a ellos. Se dirige también a nosotros. Y nos obliga a preguntarnos si pensamos que sólo se puede ser cristiano tal y como lo somos nosotros, o si más bien estamos contentos porque personas que piensan de forma diferente a la nuestra, o que tienen costumbres diferentes, o que se viste o se divierte de forma diferente, o que vota a partidos diferentes de los que nosotros votamos, o que reza de forma diferente; se siente y es tan cristiana como nosotros. Preguntémonos si esto nos alegra, y si estamos dispuestos a aprender los unos de los otros, sin reservas ni miedos.



Y preguntémonos aún otra cosa. Preguntémonos si sentimos la alegría de ver que hay mucha gente buena, llena del Espíritu de Dios, también fuera de las filas de la Iglesia. Gente de otras religiones, y gente sin religión. Pero que viven el camino del amor, del servicio, de la preocupación por el bien de los demás, del trabajo por un mundo más fraternal. Estos, sin duda, todos deseamos que un día puedan acoger la llamada de la fe. Pero aunque ahora no la acojan, sabemos que Dios también actúa en ellos, también los llena de su amor, también les tiene un sitio reservado en el banquete definitivo de su Reino.

Alegrémonos, de esta llamada de Dios que no tiene barreras. Alegrémonos de este Espíritu de Dios que actúa por todas partes. Y ahora, al celebrar la Eucaristía, recibamos este alimento del Cuerpo y la Sangre del Señor como signo del banquete definitivo que Dios tiene preparado para todos sus hijos e hijas para siempre.



(D)



La parábola de Jesús es de total actualidad. La invitación a la fiesta, al amor, a la fraternidad sigue escuchándose en el corazón de todo hombre.

Pero los convidados no hacen caso. Están ocupados en sus tierras, en sus negocios, en sus cosas... ¿Dónde buscan los hombres de hoy la felicidad? ¿A qué puertas llaman buscando salvación?

Para la gran mayoría la felicidad está en tener más, comprar más, poseer más cosas..."Acumular, acumular, en esto consiste la ley y los profetas. Otros buscan el goce inmediato e individualista: sexo, droga, diversión. Hay que huir de los problemas. Refugiarse en el placer presente.

Hay quienes se entregan al cuidado del cuerpo. Es importante mantenerse en forma. Ser joven. No envejecer nunca.

Son muchas las ofertas de salvación en nuestra sociedad. Pero son ofertas parciales, reductoras, que no proporcionan todo lo que el hombre anda buscando. El hombre sigue insatisfecho. Y la invitación de Dios sigue resonando...

Es bueno que el hombre busque un bienestar mayor para todos, pero ¿qué plenitud puede haber tras ese afán de poseer TV cada vez más perfectos, coches cada vez más rápidos, electrodomésticos cada vez más sofisticados? ¿No poseemos ya demasiadas cosas para ser felices?

Porque después de caminar a la búsqueda de tantas cosas, no son pocos los que pierden su libertad, su capacidad de amar y el disfrute sencillo de la vida.

Es normal que las nuevas generaciones busquen con afán otro tipo de salvación...

Los hombres seguirán siendo unos eternos buscadores de felicidad, de plenitud, de amor, de verdad.

Los hombres seguirán buscando siempre de alguna manera, el Absoluto. Por eso en medio de nuestra vida a veces tan alocada y superficial, en medio de nuestra búsqueda vana de felicidad total, estemos alertas y veamos si no estamos desoyendo una invitación, que quizá, otros hombres y mujeres sencillos están escuchando con gozo "en los cruces de los caminos" de este mundo nuestro tan paradójico.

A Jesús siempre le gustó comparar el Reino de Dios, con un banquete, con una comida. Y la comparación es buena, porque dentro de nuestra experiencia humana las comidas entre amigos son siempre gratas y felices. En una comida reina la alegría, la amistad, la comprensión, la comunión. Reina la solidaridad

y cada uno contribuye con algo, aportando lo suyo, para que alcance para todos y haya alegría...

Todos estamos llamados a esta fraternidad, a esta solidaridad del banquete de la parábola...

¡Si los hombres fuéramos capaces de vivir como en un banquete!...

Isaías dice que el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país"...Ahí está precisamente el impedimento para vivir como en un banquete: el dolor que unos a otros nos infligimos porque vivimos lo contrario de un banquete, vivimos encerrados en nuestros egoísmos, en nuestras injusticias...

La invitación que Dios nos hace al banquete, es una invitación a la vida, a toda la vida, a la raíz misma de la vida que es ya comienzo de eternidad. y no comportarse como en un banquete es dejarnos llevar por todo lo que nos separa a unos de otros... (y en ese "todo" caben tantas cosas!)...

El Señor quiere el banquete ya, aquí y ahora.

Desde estos presupuestos no nos queda otro remedio, que la constatación de que esta vida, la mía, la de cada uno de nosotros, en medio de mi comunidad religiosa o de mi familia, o de los vecinos.. está muy lejos de ser un "banquete bíblico", parece más bien una "merienda de negros" o una "comida de aprovechados"...

Al final de la parábola que hemos escuchado, cuando el Rey saluda a aquella multitud, invitada, ante la negativa de los otros salta a la vista un asistente que no va vestido con el traje adecuado. Sin dudarlo aquel hombre es arrojado fuera. Si no se tiene el traje de fiesta no se puede participar del banquete. Es necesario por consiguiente, en el gran banquete que es el Reino de los Cielos, no sólo decir que "sí" y sentarse, sino presentarse con el traje adecuado. Volvemos al estilo que quiere Cristo para los suyos y a la exigencia con que nos urge este estilo...

Cristo nos dice que antes de sentarse, hay que revisar cómo es nuestra actitud ante Dios y los hombres, hasta qué punto somos conscientes de que el "sí" con que respondemos a la invitación está comprometiéndonos personalmente para "revestirnos" de Cristo y presentarnos con el traje adecuado.

La parábola de hoy es una parábola exigente. Acudir a la invitación inadecuadamente es un claro desprecio a la misma. Hay que vestirse adecuadamente. No hay más remedio.

No importa que a veces el vestido presente algún que otro desgarrón. Lo importante es que ese vestido que el Rey quiere para los suyos se pegue a nuestra piel y constituya nuestra identidad, porque los "rotos" sin duda, se producirán, pero El sabrá remediarlos y disimularlos amorosamente... Es un gran consuelo.





Oración de los fieles



(A)



Dios Padre siempre está atento a las necesidades de sus hijos; por eso, con toda confianza le presentamos ahora juntos nuestra oración, diciendo: Señor, escúchanos.



‑ La misión principal de la Iglesia, es hacer cercano el mensaje de Jesús; para que nos haga llegar la invitación del Padre que convoca a todos a la alegría y a la fiesta de la vida. Oremos.

‑ Muy cerca de cada uno de nosotros, viven personas abatidas, personas que sufren; para que estemos cerca de los ellos enjugando sus lágrimas y siendo para ellos alivio y consuelo. Oremos.

‑ Por todos los que trabajan buscando una sociedad justa, para que reciban el apoyo y la fuerza que necesitan y nunca duden en las dificultades. Oremos.

‑ Por nuestra comunidad parroquial, para que seamos capaces de ir a buscar y de acoger a cualquier persona que viva sin esperanza y ayudarles en su proceso de fe. Oremos.





(B)



Confiando en Dios, que siempre atiende la oración de sus hijos cuando acudimos a El con limpio corazón, le decimos:



Todos: ¡Escúchanos, Señor!



-Por la Iglesia, para que acogiendo la Palabra de Dios sepamos cambiar actitudes y prácticas y orientar nuestras obras hacia el amor y la justicia. Oremos.

-Por nuestro mundo, para que vivamos en paz sabiendo que todos somos necesarios y que todos estamos llamados a la vida. Oremos.

-Por quienes trabajan por la justicia y la paz, para que sientan el cariño y el respeto que necesitan para seguir con su labor. Oremos.

-Por cuantos nos llamamos cristianos, para que denunciemos siempre todo lo que daña a las personas. Oremos.

-Por nuestra comunidad (parroquial), para que vivamos la fraternidad y la universalidad como expresión del Amor del Padre. Oremos.



Acoge, Señor, nuestra oración y atiéndela por Jesucristo nuestro Señor. Que vive y reina...



(C)



Tú, Padre, has hecho de la vida y la tierra una oferta de banquete gratuito y solidario, e invitas a todos a participar en él. Por eso te pedimos



Todos: HAZNOS SENSIBLES A TU LLAMADA


Que tu Iglesia sea siempre mensajera de vida y alegría, apartándose de todo lo que sea muerte y provoca desesperanza. Oremos.

Que nuestro mundo sea realmente un banquete de vida y abundancia para todos, rompiendo discriminaciones y desigualdades. Oremos.

Que quienes alientan y alegran la vida de los demás experimenten su don como regalo de Dios. Oremos.

Que sepamos escuchar las llamadas al banquete que Dios nos hace desde tantas situaciones de la vida diaria, sobre todo desde los marginados. Oremos.

Para que quienes hemos sido invitados al banquete de la eucaristía vivamos con espíritu de agradecimiento. Oremos



Que nuestros deseos hechos oración merezcan ser acogidos y bendecidos por tu Espíritu.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.





Ofrendas



PRESENTACIÓN DE ALGÚN ELEMENTO DEL APERITIVO

(Es signo supone que se va a realizar una pequeña fiesta de la comunidad después de la Eucaristía, como inicio del Curso Pastoral )

Te traemos, Señor, estas muestras de la fiesta que seguirá a este encuentro de fe de nuestra comunidad, reunida en torno a la mesa de tu Palabra y del Cuerpo de tu Hijo. Queremos con este gesto hacer crecer todavía más nuestro amor y fraternidad. Tú lo haces, cada domingo, con tu Palabra y la Comunión; pero nosotros, por nuestra parte, queremos sumar a tu gracia nuestro empeño por construirnos cada vez más como una comunidad unida, sin fisuras ni barreras que nos separen y enfrenten.


PRESENTACIÓN DE UN PARAGUAS

(Hace la ofrenda un adulto de la comunidad)

Señor, yo te traigo hoy este paraguas. Es y ha sido muchas veces, en mi vida y en la de muchos de nosotros, el símbolo de nuestras actitudes evasivas ante los compromisos y las exigencias que Tú nos has transmitido a través de tu Palabra. Muchas veces, o hemos mirado hacia otro lado o hacia otras personas. Hoy, con esta ofrenda, te queremos pedir que nos cambies el corazón y nos lo hagas receptivo a tu palabra y a sus exigencias.


PRESENTACIÓN DE UN BASTÓN

(La ofrenda la puede hacer cualquier adulto de la comunidad. El bastón, de ser posible, debiera ser el especial de un ciego)

Mira, Señor, yo te ofrezco este bastón, porque quiero ser, así como todos y cada uno de los miembros de la comunidad, un lazarillo para los otros. Ábreme los ojos, Señor, para que no sea un ciego que guía a otros ciegos. Lléname de tu luz, para que pueda ser reflejo de ella en medio de un mundo que se mueve en la oscuridad y anda a tientas.


PRESENTACIÓN DEL CARTEL MISIONERO DEL "DOMUND"

(Conviene presentarlo el domingo anterior, como forma de sensibilización de la Comunidad. Puede hacer la ofrenda uno de los jóvenes de la comunidad. Lo debe situar en un lugar bien visible)

Señor, yo te traigo este cartel misionero del DOMUND que anuncia la Jornada que celebra la Iglesia el próximo domingo. Con él, en mi nombre y en el de toda la comunidad, te quiero hacer presente nuestro deseo y compromiso evangelizador. Pero también queremos crear una “Cadena de solidaridad” con otros pueblos, con muchas menos posibilidades que nosotros. Por eso, desde hoy, toda esta semana y, especialmente, el domingo que viene, nos comprometemos y participaremos en la Campaña del DOMUND. Acepta, Señor y Padre nuestro, nuestros gestos que hablan de fraternidad, de comunión y de solidaridad



Prefacio…



Te damos gracias, Dios Padre,

porque Tú quisiste un mundo lleno de felicidad:

sin odios fratricidas, ni rencores familiares,

sin guerras entre los pueblos.

A nosotros nos desconcierta

la presencia del odio en el mundo.

Reconocemos que muchas veces

nos portamos como enemigos de todos,

y colaboramos

para que el odio reine en el mundo.

Sabemos que Tú eres el Dios del amor, no del odio.

El Dios de la Vida, no de la muerte.

El Dios del servicio y no del poder.

En una palabra: el Dios de todos.

Ahora nos unimos a los ángeles y santos,

y a las personas sencillas y de buen corazón,

para entonar un himno de alabanza, diciendo:



Santo, Santo, Santo...







Padrenuestro


Un día, Dios nos envió a su Hijo Jesús, para que nos hablara de él, y cuando los amigos le pidieron que les enseñase a rezar, a Jesús le salió del fondo del corazón la plegaria más bonita que se puede decir y escuchar.

Jesús acabó con todas las mentiras que se decían de Dios y nos dijo: No temáis. Dios es puro Amor, es como un padre, como una madre que quiere mucho a sus hijos.

A nosotros nos toca ahora recoger esas palabras de Jesús y repetirlas desde el fondo de nuestro corazón, diciendo...

Padre nuestro...




Nos damos la paz

Las manos son como la prolongación de lo más íntimo del ser humano: su corazón. Los gestos de una mano pueden expresar, sin una sola palabra, infinidad de sentimientos.

Nuestras manos se van a fundir ahora para tender un puente entre nuestra Comunidad y todas las Comunidades del mundo.

Las manos amigas de Dios se alargan por mis manos para daros a todos la Paz. Vamos a sentir, hoy más que ningún día, la caricia, la ayuda y la protección del Señor.

· La paz del Señor con todos nosotros

Hacemos un gesto por la Paz ...





Compartimos el pan


Jesús nos invita también a nosotros. Quiere compartir su banquete con todos. Todos estamos invitados. No vamos a ser desagradecidos como los invitados de la parábola del evangelio.

- Dichosos nosotros por haber sido invitados a esta Comunión.

- Señor, no soy digno de que entres en mi casa...





Oración



Nos invitas, Señor



Tú nos invitas al banquete de la vida.

Cada mañana, nos susurras que disfrutemos del presente.

Cada vez que te escuchamos,

nos dices que vivamos en el ahora.

Cada vez que reflexionamos junto a Ti,

nos empujas a ser en plenitud.

Cada vez que decidimos seguirte,

nos ofreces la Vida en abundancia.

Cada vez que estrechamos nuestra vida contigo,

nos lanzas al Amor.



Tú, Señor, sigues esperando a nuestro lado,

ofreciéndonos nuevas oportunidades y avisos.



Se nos pasa la vida, corre veloz el tiempo,

siempre tenemos algo que hacer, más importante que Tú.

Nuestro sentido de la eficacia

nos hace ir pasando la vida sin disfrutarla,

encontrarnos los unos con los otros sin gozar y sin Amar.



Hoy quiero responderte y dejarme invitar por Ti,

vivir el instante sin que se me escape.

Estate Tú a mi lado,

enséñame a soñar, ayúdame a disfrutar,

impúlsame a luchar

y vamos, los dos juntos, a invitar a los demás.





Despedida y bendición



Hermanos: sabemos dar consejos, impartir doctrina, explicar las Escrituras, instruir en la oración, hablar de Dios. Leemos, estudiamos, amasamos y horneamos el pan sabroso de la Buena Noticia. Sabemos enseñar, pero… ¿practicamos lo que enseñamos? Sabemos indicar claramente el camino, pero… ¿lo recorremos nosotros? Hablamos de fe y servicio y oración y sacramentos, pero… ¿son en nuestra vida lo que son en nuestras palabras? Hablamos y anunciamos alegría, paz, plenitud, pero… ¿hemos probado algo de ello?

¡Aprendamos a disfrutar la Buena Noticia y el Banquete de la Eucaristía para poder repartirlo a todos!

Para ello que la Bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros. Amén.



¡Feliz semana de testimonio y compromiso cristiano!

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WebJCP | Abril 2007