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domingo, 2 de octubre de 2011

Érase una vez… y no había más que una patera


Por Bernardo Baldeón
Publicado en Antena Misionera Blog

De niños escuchábamos aquellos cuentos que casi siempre empezaban por “Érase una vez…”, hoy gracias a la televisión y a la falta de tiempo vamos perdiendo la capacidad de contar y escuchar cuentos que a veces encierran grandes verdades de la vida difíciles de contar de otra manera.

Permíteme hoy retomar el lenguaje del cuento.

Érase una vez, hace años en que los países del norte de la tierra, los que llamaban países desarrollados, contando sólo con 2 de cada 10 habitantes del planeta usábamos el 80% de la riqueza total de la tierra para mantener lo que llamábamos el “estado de bienestar”.

Lo habíamos conseguido después de muchas luchas sociales. Renunciar a ese bienestar sería cercenar nuestros “derechos básicos”.

De vez en cuando calmábamos nuestra conciencia con un pequeño gesto de solidaridad hacia una realidad que nos negábamos a tomar en serio: el hecho de que 8 de cada 10 personas de nuestro mundo vivieran, o mejor, murieran en la pobreza y la miseria.

En aquel tiempo se hablaba de burbujas: la burbuja inmobiliaria, la burbuja financiera… pero nos negábamos a ser conscientes de la más importante. Se trataba de la burbuja humana, en la que vivíamos una reducida cantidad de personas. Condenábamos a una muerte lenta y dolorosa por hambre a millones de personas. Eso sí, condenábamos la pena de muerte que algunas legislaciones nacionales mantenían. Con eso tranquilizábamos nuestra conciencia.

Confundimos crecimiento humano con desarrollo económico (para nosotros, por supuesto) y seguimos haciendo crecer la burbuja humana.

Resultó que un buen día, o un mal día, al despertarnos escuchamos por la radio que la burbuja había tenido un pinchazo y empezábamos a perder bienestar.

Aparentemente era un agujero localizable. Había que taparlo. Y los sabios del sistema nos dijeron que había que dar más dinero a los bancos para que sellaran las brechas.

Algunos dijeron que había que cambiar el sistema. Que la globalización que nos habían vendido como el camino hacia el futuro hacía agua por todas partes. Que era inviable un futuro que dejara fuera a 8 de cada 10 personas.

Pero seguimos exprimiendo a esa gran mayoría. Lo importante era “salvar” a mi país o a mi grupo de países.

Llevábamos años intentando parar las pateras que venían del sur cargadas de personas que buscaban un trabajo mal pagado y un plato insuficiente de comida. Nuestros poderosos barcos militares cortaban el paso a las débiles pateras.

Intereses políticos y económicos nos hicieron incapaces de analizar la realidad con una visión realista del futuro que se avecinaba.

Y al final pasó lo que era inevitable. Aquella burbuja humana de la riqueza terminó por explotar. Salimos todos volando por los aires.

Curioso. En aquel momento una frágil patera navegaba sin rumbo… y todos fuimos a caer en ella.

Era la última patera que quedaba… los pobres que viajan en ella estaban tan delgados que nos hicieron lugar en ella.

Solo entonces caímos en la cuenta de que todos viajamos en la misma patera, que todos juntos tenemos que buscar los caminos para crear un mundo más humano donde haya lugar para todos.

Queda por saber si la patera llegará a tierra firme. No caigamos en la tentación de tirar gente por la borda.

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WebJCP | Abril 2007