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domingo, 9 de octubre de 2011

Acabar… ¿con qué?


Publicado por Antena Misionera

Hay actitudes “inconfesables” que procuramos no expresar… pero por ahí se escapan de forma inesperada y pueden ser más verdaderas que lo que decimos o escribimos.
Son las nueve y media, la hora del desayuno. Dejo el trabajo y voy a la cafetería que hay en el bajo del edificio.
Hay una música ambiental agradable. La televisión está encendida. Es un programa informativo. No tiene sonido, pero están los subtítulos.
En la pantalla aparecen imágenes del Cuerno de África. De repente el café se me queda atragantado a mitad del camino hacia el estómago.
Los subtítulos dicen que ha habido una reunión en Nairobi, capital de Kenia, para ver cómo “terminar con la moruna” (textual).
Evidentemente quien escribió el texto tendría que haber dicho “terminar con la hambruna”. ¿Un simple error? Sin duda fue un error, pero quizás no tan simple porque en ese tipo de equivocaciones suele salir espontáneamente lo que realmente pensamos y no nos atrevemos a decir.
Quiero se benevolente y pensar que en el error no había un trasfondo religioso, cultural o étnico… simplemente una identificación de “la moruna” con un amplio conjunto de personas pobres.
La velocidad con que tienen que escribir quienes hacen los subtítulos es normal que les lleve a errores. Pero en este caso había algo más que un simple error por falta de tiempo.
No son pocos los que piensan que la mejor forma de acabar con el hambre y la pobreza es acabar con los pobres. Claro que eso no se puede decir porque les soltarían todos los perros, incluso aquellos que, en el fondo, piensan de la misma manera.
Alguien comentaba por la radio, no hace mucho, de forma irónica algo así: “Apoyemos a los ricos que crean riqueza y terminemos con los pobres que son los que gastan en salud y educación públicas, en ayudas sociales, en la ley de dependencia”… Y añadía: “Una cierta cuota de pobres la tenemos asegurada, ya dice el evangelio: a los pobres siempre los tendréis entre vosotros, cuidemos pues a los ricos no sea que se nos vayan”.
En realidad estamos frente a una actitud bastante extendida, y no sólo frente a los países pobres del tercer mundo o los que hay que rescatar, sino también en el interior de nuestros propios estados.
Cada día nos “venden” como necesarias y urgentes nuevas medidas (léase recortes) para salir de la crisis. Al día siguiente nos damos cuenta de que esas medidas no solucionan nada, nos llevan a una mayor recesión… Lo único que se les ocurre son más medidas en la misma dirección.
Quienes pagan los mayores costes son siempre los más pobres… es la pescadilla que se muerde la cola.
Creo que nuestra sociedad sufre un déficit grave de imaginación. Algunas voces autorizadas hablan de la necesidad de una “economía humana”, pero no son escuchados por casi nadie.
No soy economista y no tengo recetas. Pero tengo la sensación de que estamos enredados en una economía inhumana de la que no sabemos cómo salir.
Quizás si pusiéramos la solidaridad por encima de la ganancia se empezarían a abrir ventanas de esperanza en nuestro mundo. Eso sí: deberíamos tener claro ¿con qué queremos acabar?

J. Altavista

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WebJCP | Abril 2007