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MISIONEROS EN CAMINO: XIX Domingo del T.O. (Mt 14, 22-33) - Ciclo A: ¿POR QUÉ TENÉIS MIEDO?
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sábado, 6 de agosto de 2011

XIX Domingo del T.O. (Mt 14, 22-33) - Ciclo A: ¿POR QUÉ TENÉIS MIEDO?


Publicado por Iglesia que Camina

Damos la impresión de que todos somos unos valientes, pero si miramos por dentro nuestro corazón, ¿verdad que también nosotros estamos llenos de miedo? Los discípulos se sienten solos en la barca en la oscuridad de la noche. De pronto aparece Jesús andando sobre las aguas a quien confunden con “un fantasma”. Y Jesús les dice: “No tengáis miedo”.

Es que los miedos nos hacen ver demasiados fantasmas. Nuestras inseguridades nos hacen ver fantasmas por todas partes. El miedo ve fantasmas y los fantasmas aumentan nuestros miedos. El miedo nos impide ver la realidad. Además, el miedo plaga nuestro camino de inseguridades, dificultades y hasta paraliza nuestras energías y por tanto, paraliza nuestra capacidad de riesgo y de decisión.

¿Cuáles suelen nuestros miedos más frecuentes entre nosotros los creyentes? Son muchos, cada uno conoce los suyos:

Miedo a Dios. Miedo a que Dios esté enojado con nosotros y nos pueda castigar. ¡Cuántos ante algún problema o fracaso dicen: es que con la vida que he tenido ahora Dios me está castigando! ¡Es un castigo de Dios!

Miedo a confesarme. ¿Qué pensará de mí el sacerdote, me reñirá, me echará del confesionario?

Miedo a que Dios no me haya perdonado. Yo creo en Dios, pero ¿me habrá perdonado? Dicen creer en el amor de Dios, pero se sienten tan mal que se imaginan que Dios debe seguir enfadado.

Miedo al futuro. ¿Qué pasará conmigo en el futuro? ¿Me irá bien, me irá mal, no tendré alguna desgracia?

Miedo a la soledad. Miedo a quedarnos solos. Miedo a que los hijos se nos vayan y nos olviden porque también ellos tienen que vivir su vida.

Miedo a tomar decisiones. ¿Y si me equivoco? ¿Y si tomo decisiones equivocadas y las cosas se me complican? Miedo a si perderé el trabajo y cualquier día me despiden y a mi edad ya nadie me va a recibir.

Hay miedos conscientes e inconscientes. Pero miedos, al fin y al cabo. Miedos que nos van paralizando por dentro, y nos van robando la alegría de vivir.

Mientras tanto, Dios no se cansa de decirnos que en medio de estas oscuridades de nuestra noche, que no tengamos miedo, que es Él y no un asusta niños. Dios es la presencia amorosa que nos invita a tener confianza en Él, para que luego tengamos confianza en nosotros mismos. Uno de los elementos más necesarios en nuestra vida es la confianza en nosotros mismos.


“¿POR QUÉ HAS DUDADO?”

Pedro pide señales, pide hacer lo que solo Dios puede hacer. El hombre no está hecho para andar sobre las aguas. La ley de la gravedad le impide caminar sobre las aguas. El hombre está hecho para los caminos, las carreteras. Por eso, llega el momento en que un simple viento le hace temblar y comienza a hundirse. Es más grande su riesgo que la fe en sí mismo y en Jesús. Por eso se hunde y es precisamente entonces que Pedro grita: “¡Señor, sálvame!” A veces necesitamos sentir que nos hundimos para gritar a Dios. A veces necesitamos experimentar que todo nos está fallando para gritar desde el corazón a Dios.

Jesús se le queja a Pedro: “¿Por qué has dudado?” Porque la duda nos priva de nuestras seguridades humanas y espirituales, y es entonces que también nosotros nos hundimos. ¿Por qué dudamos tanto hoy? Es posible que existan razones que nos inducen a la duda:

Dudamos porque ya no creemos en los demás. Nos han engañado demasiadas veces y ya no tenemos fe en la gente.
Dudamos de los políticos. Siempre comienzan con palabras bonitas y lindas promesas, luego todo sigue igual.
Dudamos de la Iglesia. La creíamos santa y ahora estamos descubriendo que bajo una alfombra de santidad también se esconden demasiadas basuras. ¿Cómo seguir creyendo en ella?
Dudamos de los Obispos y Sacerdotes. Los teníamos en el altar de la santidad y ahora se están destapando demasiadas miserias que nos hacen dudar. Entonces nuestra fe empieza a hundirse.

Sin embargo, nos olvidamos de que, a pesar de que la noche es oscura y el viento levanta demasiado polvo de infidelidad, Jesús no deja de estar ahí, a nuestro lado, para darnos una mano. Podemos fallar los hombres, pero Él nunca nos fallará. Podremos dudar de los hombres, pero siempre nos queda tendida la mano de Dios, mano amiga, que nunca nos va a fallar.


VER FANTASMAS

Nuestra fantasía es grande. Nuestra imaginación, con frecuencia, nos crea demasiados fantasmas que nos impiden ver la realidad y nuestras posibilidades.

Los esposos ven demasiados fantasmas. Unos posiblemente reales, pero otros muchos también de pura duda e imaginación. Fantasmas que ponen en peligro el matrimonio porque donde se impone la duda, el amor empieza a debilitarse.

Los padres ven demasiados fantasmas, demasiados peligros para sus hijos, y muchas veces no ven los peligros reales. Entonces la relación con ellos comienza también a deteriorarse.
Los jóvenes llamados por Dios ven demasiados fantasmas. Ven su vocación como algo que les va a impedir la felicidad sobre todo, les va a privar de su libertad. Entonces los fantasmas terminan por derrotar y marchitar muchas generosidades.

Todos creamos demasiados fantasmas de cara al futuro. Todo lo vemos negro. Todo lo vemos como un peligro.

¡Cuántos ideales frustrados por los fantasmas!
¡Cuántos amores muertos por los fantasmas!
¡Cuántas vidas marchitas por los fantasmas!

El fantasma es una deformación de la realidad. Es Jesús y ellos lo confunden con un fantasma. El fantasma de su imaginación es el gran impedimento para reconocerle a Él como es en persona. Vivimos demasiados fantasmas sobre Dios. Demasiados fantasmas sobre nosotros mismos. Por eso no logramos conocer de verdad el verdadero rostro de Dios y tampoco logramos reconocer nuestra verdad personal. Es preciso limpiar nuestra cabeza de todos esos fantasmas que nos impiden ver y reconocer la verdad.


EL DIOS DE TU FE

"Es demasiado tarde para cambiar mi vida, pero no es demasiado tarde para morir". Te equivocas. "Todavía no es demasiado tarde para cambiar tu vida, aunque sí es demasiado tarde para morir". ¿Por qué? Porque Él ya murió por ti. Tú llegas tarde, acaba de inclinar su cabeza.

El Dios de tu fe es el Dios de las oportunidades. Cuando tú no las buscas o incluso las rechazas, Él te las pone en el camino. ¿Recuerdas a la Samaritana? Buscaba agua con el cántaro en la mano y el corazón sediento, Él le regaló la fuente misma.

El Dios de tu fe es un Dios sentenciado por los hombres. Así como suena. En el juicio humano Dios no aprobó, le vieron culpable. Desde entonces poco importa lo que los demás piensen de ti o lo que digan de ti.

El Dios de tu fe es un Dios cargado con la Cruz. Desde entonces todas las cruces son llevaderas. Ya han sido probadas. Ya han sido llevadas. Ya no pesan lo mismo. Todas son de segunda mano.

El Dios de tu fe es un Dios que necesita ayuda. Sí, tu Dios no se las da de valiente ni de forzudo, prefiere mostrarse débil e indigente. Por eso te necesita a ti cada día. Por ejemplo, hoy.

El Dios de tu fe es un Dios que sabe experimentar la muerte. Es que la vida no teme a la muerte. Sólo la muerte teme a la muerte. Por eso es el Dios que hizo de la muerte semilla para la vida.

El Dios de tu fe es el Dios desconcertante. Donde tú ves muerte, Él ve vida. Donde tú ves vida, es posible que Él vea muerte. Donde tú sientes miedo, Él te dice "no tengáis miedo, yo estoy con vosotros"


NO TEMAS A LOS FRACASOS

No temas a los fracasos. Carmen Gómez Ojea, en un solo mes recibió dos premios de literatura, pero antes se había presentado a trece concursos literarios, no le dieron ni siquiera una mención. Se triunfa sabiendo esperar.

No temas a los fracasos. El compositor Becker sólo logró estrenar su Quinta Sinfonía diecinueve años después de haberla compuesto. Supo esperar. Diecinueve años de intentos y fracasos que terminan en la apoteosis del triunfo. ¿Quién merece los aplausos, la sinfonía o su capacidad de espera?

No temas a los fracasos. Gerald M. Hopkins, uno de los mayores poetas ingleses, no pudo ver publicados ni uno solo de sus versos. Aunque tú fracases, que luego triunfen por ti tus obras.

No temas a los fracasos. Teilhard de Chardin escribió más de treinta volúmenes, ni uno solo se publicó en vida del autor. Hoy son manuales de lectura de infinidad de científicos. Su obra es la que le hace supervivir en la historia.

No temas a los fracasos. Mozart escribió su Sonata 545 dos días después de que una de sus hijas se moría de hambre y mientras su esposa se reía de él coqueteando en un balneario. El hombre es más que el hombre.

No temas a los fracasos. Dios creó al hombre con toda su ilusión divina, lo puso en un paraíso y un día el hombre le falló. Pero Dios siguió correteando al hombre hasta ganarlo con su amor.

No temas a los fracasos. Cristo murió como un fracasado en la Cruz, sólo así fue posible la alegría de la mañana de la Pascua. Lo vives hoy, gracias a aquel fracaso humano de la Cruz.
También Dios sabía que podía fracasar contigo;
sin embargo, ¡cuánta inversión hace a diario en tu vida...!

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WebJCP | Abril 2007