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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones para el XX Domingo del T.O. (Mt 15, 21-28) - Ciclo A
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sábado, 13 de agosto de 2011

Homilías y Reflexiones para el XX Domingo del T.O. (Mt 15, 21-28) - Ciclo A


Publicado por Iglesia que Camina

PEDIR HASTA CANSARSE DE GRITAR

Nosotros fácilmente nos quejamos de que rezamos y Dios no nos escucha. Entonces tiramos la toalla y lo peor es que tiramos también a Dios de nuestras vidas. Le pedí y no me hizo caso. ¿Para qué me sirve Dios y para qué me sirve pedir? Estamos acostumbrados a hacer de nuestra oración una especie de “tocar el timbre” y que alguien nos responda de inmediato.

Esta pobre mujer cananea pensaba de otra manera. A veces Jesús toma actitudes que son como una lección para nosotros. La mujer grita detrás de Él y Él se hace el sueco, como quien no escucha. Era tan insistente su grito que hasta los discípulos le piden que la atienda porque ya resulta molesta.

Jesús tiene una frase que hasta pareciera sonar mal en sus labios y peor aún en su corazón, en el fondo la compara con los perros. “No está bien echar a los perros el pan de los hijos.” ¿Verdad que diera la impresión de ser un Jesús diferente al que estamos acostumbrados? De repente, su actitud cambia y termina elogiando la fe de esta mujer: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.”

En primer lugar, la oración tiene que expresar la insistencia de nuestro corazón y de nuestra confianza. En segundo lugar, la oración tiene que ser insistente aun cuando sintamos que Dios está sordo y no nos escucha. Nosotros desistimos demasiado fácilmente, nos cansamos de pedir. Ese cansancio significa que no pedimos con verdadera confianza y con verdadera fe. Es preciso pedir sin cansarnos ni desalentarnos, incluso si sentimos que Dios no nos escucha. Nosotros tenemos que seguir orando. No porque Dios nos escuche por nuestra insistencia, sino porque la insistencia implica que tenemos fe y confianza, incluso a pesar de su silencio.

No es que la oración sea mejor porque oramos gritando, no se trata de volumen de voz. El grito más bien expresa la intensidad de la confianza de nuestro corazón. El grito tiene que expresar nuestra seguridad y confianza de ser escuchados.

Nuestra oración, muchas veces resulta un fracaso porque nos cansamos, porque no seguimos insistiendo, porque nos molestamos a los demás con nuestros gritos salidos del corazón. ¿Cuántas veces hemos orado a gritos? ¿Cuántas veces hemos orado, incluso sintiendo el silencio de Dios que no nos responde? Jesús no la alaba por sus gritos, pero sí por su constancia y por su fe.”Mujer, qué grande es tu fe.” Nuestra oración no se mide por las palabras que decimos, sino por la fe de nuestro corazón. Si quieres medir la eficacia de tu oración, no te preguntes cuánto pides sino cómo pides y con qué fe pides. ¿Pides con una fe capaz de perforar el silencio y el aparente rechazo de Dios? Tenemos que orar hasta cansarnos, porque sólo así se expresa nuestra confianza en Él.




¿QUÉ FE TENÍA ESTA MUJER PAGANA?

Posiblemente no sabía ni conocía nada de las enseñanzas de Jesús.
Sólo había oído hablar de los milagros que hacía.

No le pide a Jesús cosas fáciles, le pide sanar a la hija que se está muriendo.
No le pide a Jesús cosas que ella pueda hacer, ella no puede impedir la muerte.

La fe no es tener muchas ideas sobre Dios.
La fe no es saber mucho de Dios.
La fe es la sencillez del corazón que se fía de alguien.
La fe es el grito del corazón que confía en El.

Aquí no es el milagro el que le hace creer.
Es su fe el que es capaz de hacer el milagro.
Hasta resulta curioso, ella tendríamos que decir que ni siquiera era cristiana.
Ella era una pagana cananea.

Lo que significa que también los paganos tienen fe, aun sin se cristianos.
Lo que significa que también fuera de la Iglesia puede haber mucha fe.
Lo que significa que también fuera de la Iglesia Dios escucha el corazón del que ora.

¿Alguna vez se nos habrá ocurrido asumir la actitud de los discípulos que le dicen: “atiéndela que viene gritando”?
¿Alguna vez se nos habrá ocurrido decirle a Dios: Señor escucha también a los que no te conocen y sin conocerte sin embargo te suplican?

Para Dios nadie tiene la exclusiva.
Tampoco la fe es exclusiva de los que nos decimos creyentes.
Hasta los paganos y llamados ateos, en el fondo puede que tengan una fe que ni ellos mismos conocen.

Es que Dios no tiene fronteras. Ni siquiera entre los que creen y los que no creen. Jesús se admira de su fe, de la fe de una pagana, que nunca se sintió creyente. Hasta es posible que luego se volviese a casa y nunca siguiese a Jesús. El misterio de Dios es más grande que nuestra cabeza.





¿ES VÁLIDA LA ORACIÓN DE PETICIÓN?

Hoy es frecuente leer en teólogos que pudiéramos llamar serios, hacer una dura crítica a la oración de petición. Es frecuente escuchar en muchas charlas una crítica a la oración de petición como si fuese una especie de manipulación de Dios o una manera de hacer que Dios nos supla en aquello que nosotros podemos hacer.

Y es posible que en algo tengan razón. Porque la oración de petición no pretende cambiar la voluntad de Dios. Tampoco al cambió la oración de Jesús: “Padre, si quieres pasa de mi este cáliz”. Y a decir verdad, pareciera que Dios no le hizo caso. Tampoco nuestra oración es para fomentar nuestra pereza y lograr que Dios haga por nosotros lo que nosotros tenemos que hacer y podemos hacer.

Es posible tengan razón, no en relación a la oración de petición, sino a cómo nosotros realmente pedimos. Porque es posible que busquemos un automatismo como quien aprieta el botón de esas maquinitas tragamonedas.

La oración de petición pone de manifiesto en primer lugar nuestra indigencia y nuestra necesidad de Dios.
La oración de petición pone de manifiesto la confianza que tenemos en él.
La oración de petición tiene que ser expresión de nuestra fe.

Incluso si le pedimos cosas que no son propiamente de tipo espiritual. La mujer cananea no le pedía nada espiritual. No le pedía la aceptase en el grupo ni le pedía su salvación. Le pedía que su “hija que estaba muriendo recuperase la salud”. Le pedía algo material.

Claro que cuando le pedimos cosas materiales debiéramos hacerlo de manera tal que nosotros mismos nos implicásemos y comprometiésemos. Es fácil pedirle que de de comer a tantos que sufren hambre, pero mientras tanto nosotros nos guardamos bien lo nuestro. Es fácil pedirle que de casa a los que viven bajo esteras, pero mientras tanto nosotros no metemos la mano al bolsillo.

Sigo creyendo en la oración de petición, pero cuando brota de nuestra fe y nos compromete a nosotros en aquello que le pedimos.





YO NO SÉ ORAR

¿Quién te ha dicho que no sabes orar?
¿No sabes estar en silencio delante del Señor?

¿No sabes decirle: “Habla, Señor, que te escucho”?
¿No sabes decirle: “Hoy estoy alegre, Señor”?
¿No sabes decirle: “Hoy estoy preocupado, Señor”?
¿No sabes decirle: “Estoy sin trabajo, Señor”?
¿No sabes decirle: “Estoy de mal humor, Señor”?
¿No sabes decirle: “Me preocupa mi hijo, Señor”?
¿No sabes decirle: “Qué piensas de mi, Señor”?
¿No sabes decirle: “En qué te estoy agradando, Señor”?
¿No sabes decirle: “En que te estoy fallando, Señor”?
¿No sabes decirle: “Qué quieres decirme hoy, Señor”?
¿No sabes decirle: “Que esperas de mi hoy, Señor”?
¿No sabes decirle: “Perdóname, Señor”?
¿No sabes decirle: “Quiero ser bueno, Señor”?
¿No sabes decirle: “Gracias, Señor”?
¿No sabes decirle: “Estoy cansado y triste, Señor”?
¿No sabes decirle: “Qué hago por los demás, Señor”?

Según el día y el momento repites una y mil veces lo mismo.
Dios no se cansa aunque repitas las cosas.
¿Acaso tu hijo pequeño no te repite las cosas cada día?
No. No fuerces tu mente.
Deja en silencio tu corazón.
No hables. Escucha el silencio y en silencio.
Imagínate que Él te está mirando y se ríe al verte.
¿Ves cómo sabes rezar?
Es cuestión de ponerse a ello.





ATRÉVETE A REZAR

Claro, atrévete a rezar hoy un poco más que ayer. Al principio lo harás con cierto miedo, con recelo y hasta con cierta desconfianza. Con Dios nos sucede como con las personas. La primera vez que las conoces te parecen distantes, luego terminas viéndolas muy cercanas a ti. La oración acorta las distancias entre tú y Dios.

Atrévete a rezar. ¿Por dónde comenzar? Por cualquier sitio. ¿Crees que Dios te va a examinar de gramática? Si tienes miedo a hablar, díselo: Señor, te tengo miedo. Si no sabes cómo hablarle, díselo: Señor, no sé cómo decirte que… El está acostumbrado a los torpes como tú y eso le encanta.

Atrévete a rezar. ¿Para qué? Para nada. ¿Es que para hablar con los demás siempre necesitas razones? Hablar sólo cuando existen razones es hablar por necesidad. Con Dios se puede hablar hasta para pasar el tiempo, para no aburrirte y para que Él no se aburra. Comienza hoy.

Atrévete a rezar hoy. ¿En qué momento? ¿Y por qué siempre hemos de andar buscando el momento oportuno? Los niños nunca hablan oportunamente, para ellos no existen oportunidades. Ellos hablan, aunque los mayores se fastidien y lo manden callar. Si esperas tener oportunidades para hablar con Dios, nunca las encontrarás.

Atrévete a rezar. ¿Qué le pides? ¿Por que siempre tenemos que pedirle algo? Dios no es una farmacia donde se piden aspirinas. Dios es alguien. Y para hablar con alguien no se necesita pedirle nada. A Dios le encanta la gente que le pide, pero le fascinan aquellos que le hablan por hablar y no le piden nada. Él ya sabe lo que necesitas.

Atrévete a rezar hoy. ¿Qué si te escuchará? ¿Le has hablado alguna vez y estás seguro de que no te escuchó? Dios no tiene orejas. Es pura oreja. Dios escucha siempre, has cuando le dices estupideces. ¿Acaso no tenemos derecho a hablarle a Dios también estupideces? Para un padre, el hijo nunca habla estupideces, le basta saber que es su hijo.

Atrévete a rezar. Pero eso sí, cunado le reces, no pretendas convencerle a Él. Él ya está convencido. Es preferible que trates de convencerte a ti mismo. Algunos creen que deben rezar para convencer a Dios de sus problemas. Sería preferible que se convencieran primero ellos de que Dios no les va a solucionar lo que ellos pueden solucionar, pero siempre les dará fuerza para hacerlo. Comienza hoy.

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WebJCP | Abril 2007