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domingo, 3 de julio de 2011

Palabra para la Misión: La Misión desde la pequeñez y la pobreza


Domingo XIV del T.O.
Año A – Domingo 3.7.201I
Zacarías 9,9-10 / Salmo 144 / Romanos 8,9.11-13
Mateo 11,25-30

Reflexiones
Entramos nuevamente en el corazón del Evangelio de Mateo. Los estudiosos definen el pasaje de hoy como una gran manifestación del misterio de Dios, una feliz síntesis mesiánica, un himno de júbilo. Es el ‘Magnificat’ de Jesús, en cuanto expresa su mundo interior, así como el Magnificat expresa el de María (Lc 1,46-55). En efecto, esta plegaria de Jesús (Evangelio) recoge el programa de las Bienaventuranzas (Mt 5,3s), con una especial atención a los pobres, a los mansos, afligidos, puros, misericordiosos, artífices de paz... Con razón el autor de El Principito afirma que “la bienaventuranza consiste en el acceso a un punto de vista que unifica el universo” (Antoine de Saint-Exupéry). La página de Mateo nos ofrece un ángulo de observación panorámica sobre todo el Evangelio de Jesús, que gira aquí en torno a algunos temas fundamentales: la alabanza al Padre, Señor y Creador (v. 25); la vida de íntima comunión de la Trinidad (v. 27); la actitud amorosa y activa de Jesús frente al sufrimiento humano, brindando alivio a los que están “cansados y agobiados” (v. 28); la nueva escuela y el estilo del Maestro, que dice a todos: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán su descanso” (v. 29-30). En la escuela modelo del Maestro, si lo contemplamos en la pobreza de Belén y en la humillante derrota del Calvario, entendemos hasta qué punto se han invertido los criterios de grandeza: ¡cuán diferentes son los pensamientos humanos y los de Dios! (Is 55,8-9.


En el medio de su vida pública, después de un período de tensiones y de polémicas con los fariseos y de abandonos por parte de algunos discípulos, el balance humano de ese nuevo Maestro de Nazaret era seguramente decepcionante. Jesús, sin embargo, lejos de abandonar su misión y de retirarse, se reafirma en el camino que ha comenzado, alaba y da gracias al Padre por haber escogido a la gente sencilla, a los pequeños, a los últimos para ser los destinatarios privilegiados de sus extraordinarias revelaciones (v. 25-26).


Los criterios de Jesús son esenciales para las opciones de la Iglesia misionera. Los temas del anuncio misionero y de la catequesis deberán ser los mismos, pero transmitidos siempre con el estilo de Jesús: la Trinidad santa, Jesucristo el Salvador, la Iglesia como casa de acogida humana y espiritual, en la cual los “cansados y agobiados” de todo tipo, de todos los tiempos y lugares, hallan alivio, descanso y protección. El ideal de la Iglesia es hacerse discípula ejemplar de Cristo, tanto en el mensaje como en el estilo, hasta poder decir a todos los pueblos: vengan a mí todos… aprendan de mí que soy manso y humilde… encontrarán alivio y mi yugo les será llevadero. Este es el rostro auténtico y más atractivo de la Iglesia, el único que interesa a la gente, y que los misioneros y toda la comunidad cristiana están llamados a encarnar. (*) Entre las imágenes más bellas de la Iglesia se encuentran estas dos: la posada, casa para todos (pandokéion), a la cual el buen samaritano llevó al pobre hombre caído en manos de los bandidos (Lc 10,34); y esa casa de Pablo, el cual, cuando llegó a Roma, vivía en una casa alquilada, donde acogía a todos anunciando a Jesucristo con toda franqueza (Hch 28,30-31). Dos imágenes que hablan de acogida, pobreza, humildad...


La Iglesia misionera ofrece a menudo esta imagen de acogida, de humildad y de austeridad, sobre todo en los países pobres del planeta, pero también en los recodos de las metrópolis más industrializadas. Este estilo de vida y de misión, inaugurado por Jesús, es posible (II lectura) en la medida en que el Espíritu de Dios habita en nosotros. Gracias a su presencia, los frutos asegurados serán la vida, la paz (v. 9.13). El profeta Zacarías (I lectura) presenta el ideal de un rey justo, pacífico y humilde, que cabalga en un asno (v. 9), destruirá los carros y los caballos de guerra y tendrá un claro programa de paz: “Romperá los arcos guerreros, dictará la paz a las naciones”; será un dominio universal, que se extiende de mar a mar hasta el confín de la tierra (v. 10). S. Agustín indica a los gobernantes un criterio de gran sabiduría: “Es un signo de mayor gloria matar las guerras con la palabra, antes que matar a los hombres con las armas; y conquistar la paz con la paz, no con la guerra”. Tan solo el que esté habitado por el Espíritu de Dios podrá producir obras de paz. ). Dan testimonio de ello personas sencillas, como S. Josefina Bakhita (Sudán), la B. Clementina Anuarite (República Democrática de Congo), S. Martín de Porres (Perú), la B. Madre Teresa de Calcuta (India), S. Juan M. Vianney (Francia)…


Palabra del Papa

(*) “La primera forma de testimonio es la vida misma del misionero, la de la familia cristiana y de la comunidad eclesial, que hace visible un nuevo modo de comportarse. El misionero que, aun con todos los límites y defectos humanos, vive con sencillez según el modelo de Cristo, es un signo de Dios y de las realidades trascendentales. Pero todos en la Iglesia, esforzándose por imitar al divino Maestro, pueden y deben dar este testimonio, que en muchos casos es el único modo posible de ser misioneros”.

Juan Pablo II
Encíclica Redemptoris Missio (1990), n. 42
Siguiendo los pasos de los Misioneros
- 3/7: S. Tomás, apóstol, profesó su fe en Cristo resucitado y, según la tradición, estuvo anunciando la Buena Nueva en India.

- 4/7: S. Isabel de Portugal (1271-1336), terciaria franciscana, trabajó por la pacificación y la reconciliación en su familia, y entre Portugal y España.

- 6/7: B. María Teresa Ledóchowska (1863-1922), trabajó por la liberación de los esclavos africanos y fundó las religiosas Misioneras de S. Pedro Claver.

- 6/7: B. Nazaria I. March Mesa(1889-1943), española, emigró a México; fue misionera en Bolivia y Argentina; fundadora.

- 7/7: B. Pedro To Rot (Papúa-Nueva Guinea, 1912-1945), laico catequista, casado, matado por los japoneses, con una inyección letal, al final de la II Guerra Mundial.

- 7/7: B. María Romero Meneses (1902-1977), salesiana nicaragüense, entregada a las obras de caridad.

- 9/7: SS. Agustín Zhao Rong (+1815) y numerosos compañeros mártires en China, quienes en diferentes tiempos y lugares, entre 1648 y 1930, dieron testimonio del Evangelio con la vida y la palabra.

- 9/7: S. Paulina (Amabile Visintainer) del Corazón Agonizante de Jesús (1865-1942), italiana, emigró a Brasil, donde se entregó a los enfermos y pobres, y fundó una congregación.

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WebJCP | Abril 2007