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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones para la Solemnidad de la Santísima Trinidad (Jn 3,16-18) - Ciclo A
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sábado, 18 de junio de 2011

Homilías y Reflexiones para la Solemnidad de la Santísima Trinidad (Jn 3,16-18) - Ciclo A


Publicado por Iglesia que Camina

TAN LEJOS Y TAN CERCA

Hoy celebramos la Festividad de la Santísima Trinidad, el misterio de Dios, la fiesta de Dios. Qué fácil nos lo puso todo Jesús. Le llamó Padre, le llamó Hijo y le llamó Amor. Eso todo el mundo lo entendía. Lo que sucede es que vinieron luego los teólogos, le pusieron “Trinidad” y nos lo han fastidiado todo. Nos han dicho son tres y que son uno a la vez y eso en nuestras matemáticas no funciona. Hasta estoy seguro que si sumábamos tres y el resultado era uno, la maestra nos suspendía. Es que a los hombres nos encanta complicar las cosas y utilizar palabras raras que otros no entiendan porque así damos la impresión de que sabemos mucho.

Dios es mucho más sencillo. Nos dice que es “Padre” y en el padre se presupone el Hijo y también el Amor, porque los hijos son fruto del amor. Eso sí lo entendemos todos. Por eso, cuando hablamos de “Santísima Trinidad” vemos a Dios tan lejos que es inalcanzable. Pero si a Dios le llamamos Padre, lo sentimos como miembro de nuestra familia, y si lo llamamos Hijo lo sentimos como hermano nuestro, y si lo llamamos Amor, sentimos que nuestro corazón lo entiende estupendamente bien.

A Dios lo vemos demasiado lejos, cuando todo su empeño es hacerse lo más cercano a nosotros. Primero, nos hace a su “imagen y semejanza”, luego se “rebaja a sí mismo haciéndose uno de tantos”, para luego decirnos que nos ama, nos quiere y nos regala el don de su amor. Lo vemos tan lejos cuando él está tan cerca. San Ignacio de Antioquia lo entendió muy bien cuando en su comentario a la Carta a los Efesios escribía: “Así pues, todos vosotros sois compañeros de camino, portadores de Dios y portadores de un templo, portadores de Cristo, portadores de lo santo, adornados en todo con los mandatos de Jesucristo.”

Jesús mismo nos insistía en estos últimos domingos en que “vendremos a vosotros” y “habitaremos en vosotros”. Nosotros empeñados en mandarlo al cielo y Dios empeñado en morar, habitar, hacer su tienda en nuestro corazón. Dios es nuestro cielo y nuestro corazón es el cielo de Dios. Pareciera que necesitamos que las cosas estén lejos y difíciles para que se nos hagan interesantes. En cambio Dios prefiere la cercanía, la proximidad, el estar no solo a nuestro lado sino dentro de nosotros mismos.

Cada día nosotros nos marcamos a con ese misterio divino de Dios trinitario, de la manera más simple al santiguarnos: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Por eso hoy, el Día de su Fiesta, el banquete tendremos que celebrarlo en nuestro corazón.




“DIOS ES FAMILIA”

La frase se debe a Juan Pablo II que le gustaba decir: “Dios es familia”. Lo hacía porque el misterio de Dios es un misterio de relación de personas, relación de comunión y relación de amor. Así el mismo Dios se convierte en el mejor modelo de la familia.

Muchos ven la familia como una red de funciones, de cosas que hay que hacer. Sin embargo, antes la “familia es una red de relaciones”: relaciones esponsales, relaciones paterno-maternas, relaciones filiales y relaciones fraternas. Así el misterio de Dios nos ayuda a comprender mejor la verdad de la familia y el misterio de la familia nos sirve para poder entender mejor el misterio de Dios. Es importante esto porque todas las “funciones” pueden ser delegadas. En tanto que las “relaciones no se pueden delegar en otros”. Podemos delegar la enseñanza de las matemáticas a los maestros, pero no podemos delegar ni nuestra relación de esposos, ni de padres ni de hijos ni de hermanos.

Cocinar es una función en la familia. Da lo mismo que cocine la empleada, que la esposa o el marido. ¿Alguien puede delegar en el vecino la relación de esposo? ¿Y alguien puede delegar la relación de padre o madre en los maestros o maestras?

En Dios existen también muchas funciones: creación, redención, etc. Así la creación se la atribuimos simbólicamente al Padre, la redención al Hijo, y la animación, vivificación y recreación del hombre al Espíritu Santo.

Es importante contemplar la familia en este misterio de Dios, sobre todo para descubrir nuestras mutuas relaciones que han de ser relaciones vitales, relaciones de amor, relaciones de comunión. No basta estar juntos, hemos de vivir en comunión. Sin comunión no existe la familia.





¿UN DIOS SOLO PARA CRISTIANOS?

Dios es universal, es Dios para todos, también para aquellos que dicen no creer o dicen creer en otros dioses. Todos, de alguna manera, llevan en su subconsciente la idea de un ser superior. Tal vez no sepan cómo se llama ni quién es ni como es o, tal vez, lo llaman con otros nombres porque eso es lo que les enseñaron y aprendieron. Pero, en el fondo, termina siendo el mismo Dios bajo distintas concepciones.

La ventaja del cristiano es que por la fe sabe quién es y cómo es Dios, porque Él mismo se nos ha revelado y manifestado a través de la historia de la salvación y sobre todo a través de Jesús, “imagen visible del Dios invisible”.

¿Y Dios los amará también a ellos? Dios no excluye a nadie. Ama a los que le conocen y también a los que no le conocen. Ama a los buenos y también a los malos. El amor de Dios no es excluyente sino incluyente.

La diferencia está en que ellos, posiblemente, no se saben amados, en tanto que como creyentes, sabemos que Dios es amor y que nos ama y somos amados. Por eso también nuestras responsabilidades son distintas.

¿Y Dios los salvará? Cuando Jesús nos redimió en la Cruz, redimió a la humanidad entera. Aun sin saberlo también ellos participan de esa gracia salvífica, mientras que nosotros nos sabemos salvados por él. La salvación lo mismo que el amor de Dios es más amplio que el mundo de los creyentes. Para cuando nosotros llegamos a ellos, Dios llegó antes que nosotros, nos tomó la delantera. Nosotros llegamos para ayudarles a descubrir lo que ya está tan cerca de ellos.





DEFORMACIONES DE DIOS

Con frecuencia tengo dudas. ¿Cuál será peor, deformar la imagen de Dios o negar a Dios? Bueno, negarlo es, en todo caso, una deformación. Pero también deformarlo conduce más de una vez a la negación.

Hace un tiempo hablaba con una Señor y me comentaba de las oraciones que se hacían cuando ella era niña, me dijo una jaculatoria que no he podido olvidarla:

“Aplaca, Señor, tu ira, tu justicia y tu rigor,
por tu Santísima Madre, misericordia, Señor.”

Hasta suena a poesía, pero... ¡Vaya favor le hacemos a Dios con esa plegaria! Dicen que era para cuando venía un temblor o una desgracia. Como si Dios fuese la causa del temblor o de la desgracia y lo hiciera como castigo. Yo espero que Dios se ría de las tonterías que nosotros decimos, pero también estoy seguro que no le gustará demasiado pensemos de Él de esa manera, “ira, justicia y rigor”, y por lo que pueda pasar que su Madre aplaque sus iras y lo llame a misericordia.

Casualmente esta mañana he tenido una gran satisfacción. Me ha venido a visitar de Tarapoto una familia, eran niñas cuando yo estuve allí y me decían que tenían un cuadernillo en la escuela donde se pregunta quién es Dios, había que poner como respuesta que Dios puede castigarnos y condenarnos. Hasta que un día, me comentaban, yo vi ese cuaderno y les grite: “Por favor, que Dios es amor.” Me decía la Señora que eso no se le olvidó toda su vida y que desde entonces ella sólo ve a Dios como el que la ama y no se le ocurre pensar que la va a condenar con sus iras.

Es posible que diga muchas cosas a medias, pero yo ya le he dicho a Dios que prefiero pecar por anunciarlo como el Dios que ama, que como el Dios que entra en ira y condena. El amor no deforma a Dios, las iras y rigores sí.





EL PODER DEL AMOR

Nunca digas no a cuanto signifique esfuerzo. Tampoco intentes ganar el mundo ni convertirlo en base a tus esfuerzos. El mejor camino para ganarte los corazones de la gente es amarlos. El amor es como el sol, derrite la nieve fría del corazón.

No digas que ya no puedes hacer más por tu hijo, ni lo dejes por imposible. Cuando creas que ya no puedes hacer más, aún te queda algo más por hacer: amarlo un poco más. No insistas, tú ama nomás.

Cuando amas, las cosas vuelven a nacer. ¿Recuerdas a Mandino? "Amaré la luz porque me señala el camino. Pero amaré también la oscuridad, porque me enseña las estrellas." Es que cuando se ama, todo se ve al revés.

Nuestro hijo se resiste al diálogo, parece que tuviese blindado el corazón. No pierdas la paciencia. Lo que sucede es que ha amurallado su corazón con la duda, la inseguridad y el miedo. Cuando sienta que tú le amas, sus murallas caerán, la puerta se te abrirá. Mientras tanto no fuerces la puerta porque la cerrará aún más.

¿Quieres amar a los demás? Comienza por amarte a ti mismo. El mejor amor no es el que se da sino el que se percibe sin decirlo ni anunciarlo.

El primer amor que tus hijos necesitan no es que los ames a ellos, sino que ellos vean cómo os amáis vosotros como marido y mujer. Vuestro amor de esposos es la garantía de vuestro amor de padres.

Quien ama sabe esperar. Cuando quieres cortar un árbol, los primeros golpes apenas mueven el tronco, pero golpe a golpe terminas derribando el árbol. No te canses de amar, el amor irá ablandando las resistencias. A golpes de amor Dios nos va conquistando poco a poco.

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WebJCP | Abril 2007