Por Javier Leoz
Culminamos, con esta gran Pascua del Espíritu Santo, los días en que hemos celebrado con gran alegría los días siguientes a la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Si estos cincuenta días pascuales han servido para ensanchar más nuestras almas y para llenarnos de la vida que nos ha traído Cristo, podemos decir que –no solamente lo hemos celebrado-- sino que, además lo hemos vivido y sentido. ¡Feliz Pascua de Pentecostés! ¿Sí o… no? ¿Convencidos o confusos? ¿Decididos o con el freno en el pedal de nuestras perezas o cobardías? ¿Sí o no? ¿Abiertos a los tiempos nuevos o cerrados en nuestros esquemas? ¿Llevando con nosotros a Cristo allá donde vamos o dejándolo en el rincón de nuestra intimidad? ¿Si…o no?
1.-Desde El, con el Espíritu Santo, percibimos todos estos misterios. Con El, con el Espíritu, entramos de lleno a formar parte de la gran familia de los hijos de Dios; El es quien nos empuja para entrar en comunión plena con Dios y, el Espíritu Santo, nos hace comprender y entender las huellas de Dios en el marco de nuestra vida.
En medio del desconcierto, que a veces lo tenemos, el Espíritu Santo nos serena. Nos hace “contar hasta diez” antes de tomar ciertas decisiones; nos infunde valor cuando tenemos miedo a enfrentarnos a ellas; nos llena de su inteligencia o sabiduría cuando se nos requiere nuestra palabra o consejo.
Sí; el Espíritu Santo es el gran protagonista de nuestra Iglesia. La sostiene y la dinamiza, la traspasa con su fuerza poderosa y transformadora y, sobre todo, le hace estar en un permanente estado de gracia haciéndole experimentar que es Dios, y no ella misma, quien lleva adelante la obra evangelizadora.
2.- Desde El y con El, con el Espíritu Santo, nos llenamos de la piedad de Dios. No podemos vivir huérfanos, aislados de su presencia. Con la oración sentimos que el Espíritu Santo nos hace escalar a las cimas más altas de la perfección cristiana: ¡estar y vivir con Dios! Sin este auxilio del Espíritu Santo nos faltaría identidad en nuestras acciones, luz en nuestros caminos y claridad en nuestro apostolado.
3.- El Papa Benedicto XVI, en su viaje reciente a Zagreb ante la mediocridad de la fe afirmaba “No nos hagamos ilusiones. O somos católicos o no lo somos”. Sólo con el Espíritu Santo podemos ser fuertes, como cristianos y como católicos, ante diferentes realidades que intentan desangrar, descafeinar o desvirtuar la esencia de nuestra vida cristiana. Ante lo indefinido o el riesgo a separar el evangelio de la Iglesia o a Cristo de la Iglesia, el Espíritu Santo nos garantiza y nos exige la común unión para que, lejos de dividirnos, busquemos la potencia en la hermandad.
4.- Ojala que Pentecostés, además de vida e ilusión, nos aporte una gran dosis de fortaleza: para seguir adelante en el duro combate de nuestra fe. Para que no caigamos en el pesimismo o en la sensación de que, creer, ya no merece la pena o que, si creemos, hay que hacerlo en el ámbito privado y lejos del testimonio público.
Que el Señor nos conceda, en esta Pascua de Pentecostés, su Santo Espíritu para que podamos vivir, morir y resucitar un día con El. ¿Sí o no? ¿Recibimos el Espíritu Santo?
1.-Desde El, con el Espíritu Santo, percibimos todos estos misterios. Con El, con el Espíritu, entramos de lleno a formar parte de la gran familia de los hijos de Dios; El es quien nos empuja para entrar en comunión plena con Dios y, el Espíritu Santo, nos hace comprender y entender las huellas de Dios en el marco de nuestra vida.
En medio del desconcierto, que a veces lo tenemos, el Espíritu Santo nos serena. Nos hace “contar hasta diez” antes de tomar ciertas decisiones; nos infunde valor cuando tenemos miedo a enfrentarnos a ellas; nos llena de su inteligencia o sabiduría cuando se nos requiere nuestra palabra o consejo.
Sí; el Espíritu Santo es el gran protagonista de nuestra Iglesia. La sostiene y la dinamiza, la traspasa con su fuerza poderosa y transformadora y, sobre todo, le hace estar en un permanente estado de gracia haciéndole experimentar que es Dios, y no ella misma, quien lleva adelante la obra evangelizadora.
2.- Desde El y con El, con el Espíritu Santo, nos llenamos de la piedad de Dios. No podemos vivir huérfanos, aislados de su presencia. Con la oración sentimos que el Espíritu Santo nos hace escalar a las cimas más altas de la perfección cristiana: ¡estar y vivir con Dios! Sin este auxilio del Espíritu Santo nos faltaría identidad en nuestras acciones, luz en nuestros caminos y claridad en nuestro apostolado.
3.- El Papa Benedicto XVI, en su viaje reciente a Zagreb ante la mediocridad de la fe afirmaba “No nos hagamos ilusiones. O somos católicos o no lo somos”. Sólo con el Espíritu Santo podemos ser fuertes, como cristianos y como católicos, ante diferentes realidades que intentan desangrar, descafeinar o desvirtuar la esencia de nuestra vida cristiana. Ante lo indefinido o el riesgo a separar el evangelio de la Iglesia o a Cristo de la Iglesia, el Espíritu Santo nos garantiza y nos exige la común unión para que, lejos de dividirnos, busquemos la potencia en la hermandad.
4.- Ojala que Pentecostés, además de vida e ilusión, nos aporte una gran dosis de fortaleza: para seguir adelante en el duro combate de nuestra fe. Para que no caigamos en el pesimismo o en la sensación de que, creer, ya no merece la pena o que, si creemos, hay que hacerlo en el ámbito privado y lejos del testimonio público.
Que el Señor nos conceda, en esta Pascua de Pentecostés, su Santo Espíritu para que podamos vivir, morir y resucitar un día con El. ¿Sí o no? ¿Recibimos el Espíritu Santo?
5.- CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Gritaré que, el Amor con mayúsculas tiene un nombre:
¡Padre!
Que El me acompaña desde la eternidad y que,
un día como a Ti Jesús,
me aguarda para darme un abrazo de fiesta y definitivo
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Cantaré el gozo de haber compartido mi vida contigo,
la fuerza que tus Palabras han dejado por el camino de mi vida,
la ilusión de haberte conocido animándome en mi tristeza,
levantándome en mis caídas y dándome Vida
donde yo sólo creía hallar la muerte
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Sentiré y proclamaré que soy de los tuyos
que, en tu Iglesia, me siento llamado a dar y recibir
dones y carismas, caridad y alegría,
perdón y humildad, comprensión y compañía.
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Iluminaré las entrañas de mi corazón, y luego,
llevaré esa luz a los que se hallan en tinieblas
a los que, hace poco o mucho tiempo,
dejaron de respirar el oxigeno de tu Santo Espíritu
sumergiéndose en una atmósfera sin sentido
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Me sentiré niño, y abriéndome como un pequeño,
sabré que es mucho lo que me espera:
respirar aires de infinitud
vivir como quien nace de nuevo
caminar sabiendo que tengo un compañero a mi lado
mirar a los cielos con ojos bien abiertos
soñar… con un final de mis días en tus manos.
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Hablaré, y no callaré sobre TI
Me entregaré, para nunca más cerrarme
Avanzaré, sin echar la mirada hacia atrás
Cantaré, aun a riesgo de quedar afónico
entonando que, al fondo de todo, vives y permaneces Tú.
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Gritaré que, el Amor con mayúsculas tiene un nombre:
¡Padre!
Que El me acompaña desde la eternidad y que,
un día como a Ti Jesús,
me aguarda para darme un abrazo de fiesta y definitivo
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Cantaré el gozo de haber compartido mi vida contigo,
la fuerza que tus Palabras han dejado por el camino de mi vida,
la ilusión de haberte conocido animándome en mi tristeza,
levantándome en mis caídas y dándome Vida
donde yo sólo creía hallar la muerte
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Sentiré y proclamaré que soy de los tuyos
que, en tu Iglesia, me siento llamado a dar y recibir
dones y carismas, caridad y alegría,
perdón y humildad, comprensión y compañía.
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Iluminaré las entrañas de mi corazón, y luego,
llevaré esa luz a los que se hallan en tinieblas
a los que, hace poco o mucho tiempo,
dejaron de respirar el oxigeno de tu Santo Espíritu
sumergiéndose en una atmósfera sin sentido
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Me sentiré niño, y abriéndome como un pequeño,
sabré que es mucho lo que me espera:
respirar aires de infinitud
vivir como quien nace de nuevo
caminar sabiendo que tengo un compañero a mi lado
mirar a los cielos con ojos bien abiertos
soñar… con un final de mis días en tus manos.
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
Hablaré, y no callaré sobre TI
Me entregaré, para nunca más cerrarme
Avanzaré, sin echar la mirada hacia atrás
Cantaré, aun a riesgo de quedar afónico
entonando que, al fondo de todo, vives y permaneces Tú.
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
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