Hay quien se despierta cada día y no logra abrir los ojos más que para sí mismo. El sol parece no brillar, ni se entera porque ni mira por la ventana de si el tiempo es bueno o malo. No existe más mundo que el suyo propio, sólo ve cuanto le pertenece o le afecta directamente.
No puede captar cuanto se mueve a su alrededor, no puede verlo, ni captarlo, ni conocerlo o admirarlo y mucho menos amarlo, porque sus ojos se mantienen cerrados, como temiendo aquello que le pueda llegar, cuanto pueda ver.
La experiencia de la vida es tan limitada y pobre que sólo pueden ver cuanto a ellos les ocurre, y sólo esto es importante. El mundo es completamente subjetivo, no pueden captar las emociones y las alegrías o penas de los demás, porque solamente les importa aquello que a ellos les ocurre.
Son personas que viven desgraciadas porque tienen la impresión de que son los únicos que trabajan, se cansan, piensan, ríen, lloran o gozan de la vida. A los demás no les ocurre nunca nada, creen que nada les preocupa, ignoran también aquello que les hace gozar.
Es una actitud egoísta, y a veces egolátrica que les lleva a no saber reconocer la obra creadora de Dios que es tan amplia y hermosa. El egoísmo, del que algunos quizás no son ni conscientes les lleva a pensar y a vivir como si sólo existiese su mundo, como si los demás no tuvieran ni sentimientos ni deseos o ideas.
Tener los ojos abiertos es una gracia que el Señor nos regala para que aprendamos a contemplar todo cuanto él ha creado y seamos cada vez más conscientes de su amor para con los hombres.
Texto: Hna. Carmen Solé.
Publicado por Mi Vocación
La experiencia de la vida es tan limitada y pobre que sólo pueden ver cuanto a ellos les ocurre, y sólo esto es importante. El mundo es completamente subjetivo, no pueden captar las emociones y las alegrías o penas de los demás, porque solamente les importa aquello que a ellos les ocurre.
Son personas que viven desgraciadas porque tienen la impresión de que son los únicos que trabajan, se cansan, piensan, ríen, lloran o gozan de la vida. A los demás no les ocurre nunca nada, creen que nada les preocupa, ignoran también aquello que les hace gozar.
Es una actitud egoísta, y a veces egolátrica que les lleva a no saber reconocer la obra creadora de Dios que es tan amplia y hermosa. El egoísmo, del que algunos quizás no son ni conscientes les lleva a pensar y a vivir como si sólo existiese su mundo, como si los demás no tuvieran ni sentimientos ni deseos o ideas.
Tener los ojos abiertos es una gracia que el Señor nos regala para que aprendamos a contemplar todo cuanto él ha creado y seamos cada vez más conscientes de su amor para con los hombres.
Texto: Hna. Carmen Solé.
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