Por Pedro Juan Díaz
1.- ¿Puede haber amor más grande y más sincero? ¿Puede haber más amor que dar la vida por amor? Ese es el amor de la Cruz. En este Viernes Santo seguimos a Jesús en su camino hasta la Cruz, en su camino hasta dar la vida por amor. Hemos escuchado como ha sido prendido en el Huerto de los Olivos y llevado ante Anás, y después ante Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Hemos escuchado todas las preguntas que le hacían, sin descubrir motivo alguno de culpa. Hemos escuchado también como le interroga Poncio Pilato, un romano al que ni le iba ni le venía la causa de Jesús, y que acaba cediendo a las instigaciones de los sumos sacerdotes y del pueblo. Hemos sido testigos, en medio de todo este proceso, de la traición de Judas y de las negaciones de Pedro; de las mofas de los soldados y de sus azotes. Vemos a Jesús coronado de espinas, crucificado junto a dos bandidos, consolando a su madre y a las mujeres. Vemos a Juan, “el discípulo que tanto quería”, que es el único que permanece hasta el final junto a Jesús. Vemos a José de Arimatea, que se hace cargo del cuerpo de Jesús, y a Nicodemo, que trae lo necesario para darle sepultura. Jesús muere entregando su vida libremente. Nadie se la quita. Es él quien la da por amor. Y precisamente por eso, es una muerte que se convierte en VIDA.
2.- Esta “estampa” del Viernes Santo se sigue repitiendo, desgraciadamente, en nuestros días. Hoy Dios continúa muriendo en los hombres y mujeres que mueren a causa de otros. Es el Vía-Crucis de la actualidad, de cada día. Comunidades cristianas son masacradas en Egipto, Afganistán, Irak. Toda una aldea cristiana es incendiada y arrasada en la India. En nuestro país también vivimos situaciones de violencia en las iglesias. Cada vez se ve con menos impunidad el aborto, la eutanasia, la privación de la vida en general, incluso la misma pena de muerte, que sigue vigente en muchos países de Oriente y de Occidente. Llegan a cifras de escándalo los casos de mujeres maltratadas y asesinadas. Los desastres naturales desenmascaran nuestra insolidaridad. El terrorismo sigue sembrando la sangre y el dolor en el mundo. Se utiliza el recurso a la guerra sin intentar la vía diplomática. Gadafi y los dictadores que no respetan los derechos humanos. Los soldados de los ejércitos que usan la violencia indiscriminada contra la población civil. Los políticos que buscan solo su interés, muchas veces económico. Todos estos, y muchos otros, son los “gólgotas” de hoy, donde Dios sigue muriendo, donde Cristo sigue entregando su vida por amor.
3.- Gracias a Dios, la cruz es redentora. Y todo este dolor Dios lo convierte cada día en causa de Vida y de felicidad (aunque algunos se limiten a echarle la culpa de lo que pasa). El final del Vía-Crucis es la Resurrección. El amor de Cristo Crucificado hace posible la redención de todas estas “cruces” de la vida, de todos estos “gólgotas”. Pero primero es necesario “entrar” en el misterio de la Cruz, para encontrar ese Amor, el amor de un Dios que se entrega libremente a la muerte para traernos la Vida que no tiene fin.
4.- Al igual que el Siervo de Yahvé, protagonista de la primera lectura y que prefigura al mismo Cristo, siguen habiendo hoy hombres y mujeres cuya misión en la vida es amar gratuitamente, sin caretas ni fachadas, solidarizándose con las personas hasta asumir su dolor, su fracaso, su muerte. Dios convierte a estas personas en su rostro misericordioso y cercano a los que sufren. Dios se hace presente en el sufrimiento y en el dolor a través de ti y de mí, si verdaderamente nos creemos el mensaje redentor de la Cruz y lo llevamos a la vida de tanta gente “herida”. Sólo hace falta amar al estilo de Jesús, con mucha pasión, hasta entregar la vida.
5.- Hoy, Viernes Santo, la Cruz están en el centro de nuestra celebración. Es el signo distintivo de los cristianos, porque no conocemos amor más grande que el de Aquel que fue capaz de dar su vida para que todo tuviéramos Vida Eterna. Pedimos a Dios que nos haga “entrar” en ese Amor de la Cruz, para que no haya más “crucificados” en el mundo, para que no haya más “viernes santos”.
2.- Esta “estampa” del Viernes Santo se sigue repitiendo, desgraciadamente, en nuestros días. Hoy Dios continúa muriendo en los hombres y mujeres que mueren a causa de otros. Es el Vía-Crucis de la actualidad, de cada día. Comunidades cristianas son masacradas en Egipto, Afganistán, Irak. Toda una aldea cristiana es incendiada y arrasada en la India. En nuestro país también vivimos situaciones de violencia en las iglesias. Cada vez se ve con menos impunidad el aborto, la eutanasia, la privación de la vida en general, incluso la misma pena de muerte, que sigue vigente en muchos países de Oriente y de Occidente. Llegan a cifras de escándalo los casos de mujeres maltratadas y asesinadas. Los desastres naturales desenmascaran nuestra insolidaridad. El terrorismo sigue sembrando la sangre y el dolor en el mundo. Se utiliza el recurso a la guerra sin intentar la vía diplomática. Gadafi y los dictadores que no respetan los derechos humanos. Los soldados de los ejércitos que usan la violencia indiscriminada contra la población civil. Los políticos que buscan solo su interés, muchas veces económico. Todos estos, y muchos otros, son los “gólgotas” de hoy, donde Dios sigue muriendo, donde Cristo sigue entregando su vida por amor.
3.- Gracias a Dios, la cruz es redentora. Y todo este dolor Dios lo convierte cada día en causa de Vida y de felicidad (aunque algunos se limiten a echarle la culpa de lo que pasa). El final del Vía-Crucis es la Resurrección. El amor de Cristo Crucificado hace posible la redención de todas estas “cruces” de la vida, de todos estos “gólgotas”. Pero primero es necesario “entrar” en el misterio de la Cruz, para encontrar ese Amor, el amor de un Dios que se entrega libremente a la muerte para traernos la Vida que no tiene fin.
4.- Al igual que el Siervo de Yahvé, protagonista de la primera lectura y que prefigura al mismo Cristo, siguen habiendo hoy hombres y mujeres cuya misión en la vida es amar gratuitamente, sin caretas ni fachadas, solidarizándose con las personas hasta asumir su dolor, su fracaso, su muerte. Dios convierte a estas personas en su rostro misericordioso y cercano a los que sufren. Dios se hace presente en el sufrimiento y en el dolor a través de ti y de mí, si verdaderamente nos creemos el mensaje redentor de la Cruz y lo llevamos a la vida de tanta gente “herida”. Sólo hace falta amar al estilo de Jesús, con mucha pasión, hasta entregar la vida.
5.- Hoy, Viernes Santo, la Cruz están en el centro de nuestra celebración. Es el signo distintivo de los cristianos, porque no conocemos amor más grande que el de Aquel que fue capaz de dar su vida para que todo tuviéramos Vida Eterna. Pedimos a Dios que nos haga “entrar” en ese Amor de la Cruz, para que no haya más “crucificados” en el mundo, para que no haya más “viernes santos”.
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